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Voces y sombras
(sobre Líneas que un pájaro dibujó en el aire, de Manuel Cabesa)

lunes 29 de mayo de 2023
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Manuel Cabesa
La crónica, el ensayo y el relato marcan el ritmo discursivo de Cabesa.

Urbana, antología digital por los 27 años de LetraliaUrbana. 27 años de Letralia
Este texto forma parte de la antología publicada por Letralia el 20 de mayo de 2023 en su 27º aniversario
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Su voz
(No se trata de la voz de nadie. — ¡Pues claro que sí!
Precisamente: se trata, se trata siempre, de la voz de alguien.)
Roland Barthes, Barthes por Barthes

I

Hablar de libros y de la Biblioteca Pública Agustín Codazzi, en Maracay, es girar la mirada y encontrarnos con Manuel Cabesa, quien se ha convertido en una referencia necesaria e importante en el ámbito de la literatura del estado Aragua y por consiguiente en Venezuela. Su habitáculo es como una estantería accesible a un diálogo invaluable de inteligencia. Él es un signo, va con los libros conectado a la escritura. Ser bibliotecario le ha permitido contener un sentido de hospitalidad con todo el público que se le acerca. Conversador por naturaleza. Con un verbo certero porque para él la comunicación es acción en tanto adquiere un sentido pleno en la oralidad.

Por ello, nada es casual, estimula la lectura a través de los Talleres Literarios de Los Moradores, lo que se ha convertido en un punto de encuentro muy necesario. Desde la tertulia se descubren cadencias en los poemas, es decir imágenes, es expresar el encantamiento como lo manifiesta en Secreta permanencia (Editorial La Liebre Libre, 2000) cuando en el poema expresa:

ENTONCES HABLAMOS
de noches largas

de ladrillos llamando a la luna

de grillos amparándose entre hojas

de soledades encarnadas
en la sed del verano.

Los vocablos “noches”, “luna”, “grillos”, “soledades” y “sed” nos remiten a un estado que se emparenta con la vida, las emociones y el pensamiento de una voz que va más allá del solo nombrar a la palabra, pues se convierte en un diálogo despojado de poses. Las ideas van en absoluta libertad para contarnos de sus cuitas por las noches, o de cualquier hora, porque el poema es atemporal en su propia esencia y presencia. Manuel lo afirma en el ensayo “Un lento deseo de palabras”, que aparece en las páginas finales del poemario mencionado: “La poesía es más que un producto del lenguaje, es la conciencia y memoria de una lengua, el instrumento más apto para explorar los recursos creativos e imaginativos de una sociedad”. Entonces, esa cercanía entre poesía y ensayo es inevitable en la voz del poeta. Es una tentación en su íntima persistencia. Se decanta por la necesidad de contarnos historias e instantes que resurgen con la palabra. Todo lo leído va de la mano de su escritura. Igual pasa con el poema “Arte amatoria” en su poemario Vida en común.

Manuel Cabesa, en El acto y el lugar de la poesía, reúne a un buen número de poetas con una temática que se manifiesta como constante: el ars poetica.

Los poemas se cuentan solos. Viven su existencia, se representan en su realidad. La realidad de la voz poética que llega a la emoción, en tanto se descubre en su modo espiritual: lo que va acompañado de un silencio para convertirse luego en piel en el texto. El sentido amatorio es el poema por sí mismo: el ars poetica va en ascenso porque leer poesía es elevar el sentido de la emoción y la razón como un acto de libertad. La subversión se erige desde este ángulo de lo imaginario amparada con la certeza de lo vivido. Borges afirmó alguna vez que, para lograr escribir, al menos se debe leer a los clásicos; agrego a esto que debemos leer todo, esa lectura entre líneas para llegar a los hallazgos que nos tienen reservados el libro, la vida y la calle; para, de alguna manera, pisar el sentido movedizo y contradictorio de la literatura como se atrevieron Ramos Sucre, Eugenio Montejo, Francisco Massiani, entre otros poetas que trazaron un paisaje que incorpora el sentido orgánico en la literatura venezolana.

Manuel Cabesa, en El acto y el lugar de la poesía, una antología de arte poética venezolana (Fondo Editorial de la Secretaría Sectorial de Cultura del Estado Aragua, 2002), reúne a un buen número de poetas con una temática que se manifiesta como constante: el ars poetica, forma de edificación de un mundo representado desde el poema. A propósito de esto traigo a colación dos poetas emblemáticos, primero a Vicente Gerbasi con “El poeta quieto”: “La palabra / poética / es una rebelión / contra / el misterio…”. Y luego, en el caso de Erasmo Fernández, el poeta de lo urbano —la calle—: “Con palabras comunes y corrientes / del habla / esas puestas ahí en lo cotidiano, / haré el trasbordo, viaje / a los estuarios de la imaginación. / Será parlante alquimia, verbo / trasvasado fronterizo de los sueños. / Lar de los deseos. / Única mansión de ser habitada”. Así como estos, se reúnen otros tantos poemas que replican la bitácora de un registro de signos para manifestar ese mundo que el antólogo nos entrega. Esto permite afirmar que la crónica, el ensayo y el relato marcan el ritmo discursivo de Cabesa al investigar con detenimiento la escritura que materializa el deseo por la palabra y su vínculo con la existencia.

 

II

Hablemos de Líneas que un pájaro dibujó en el aire, poemas inéditos: 2013-2022 (edición personal, diagramación de Nesfran Antonio González Suárez; Panamá, 2022), de Manuel Cabesa. Es su más reciente poemario. Una recopilación de poemas que se juntan con el estilo de una voz poética: su propósito no es más que contarnos de lo que él ha comprendido como su abecedario en su discurso literario. Libro que se va subtitulando en “La noche susurra”, “Intimidad de la materia”, “Habitaciones solitarias”, “Entre soles” y “Tríptico de la ciudad” —acoto acá que todos estos se prestan para darle título a más de un libro. Comienza con el poema “Desnuda claridad” como un canto a la palabra y como una carta de presentación descrita como: “Bellas furias secretas / espejeando como un delta”.

Con “Gramática del instante el poeta se da la licencia de reflexionar en trece cantos-episodios en torno al acto poético.

El vocablo como protagonista de la vida en la voz de un escritor para que los días se conviertan en búsqueda contradictoria. Luego saltan las imágenes: “sombras”, “espejos”, “misterio”, “memoria” y “recuerdos”, una constante en la cimentación del verso. Se explora la relación en un diálogo constante que encuentra sonoridad en su lenguaje original. Al detenernos en el poema que lleva por título “Como tatuaje de niebla” un comienzo en imagen pura, sumado el epígrafe, marca una intención en su composición. Una estructura armónica para la continuidad del canto. Esto es tener el conocimiento del oficio del escritor —así lo estimamos.

Con “Gramática del instante” el poeta se da la licencia de reflexionar en trece cantos-episodios en torno al acto poético. ¿Cómo nombramos lo que está y lo que no? Se funda la seducción de la palabra por vía de su representación. Todo es una sugestión a partir de lo interpretado como se vislumbra en el canto XII. El poema se va contando como una puesta en escena. Se va mostrando de a poco con la cadencia de la lectura en su gesto dialógico, pues se hablan, se dicen y se desvisten para la fruición sin dictámenes.

A lo largo del poemario declara lo vivido con las respectivas dedicatorias a seres cercanos a su vida cotidiana e intelectual. A cada uno le entrega su manifestación de afecto. Veamos una muestra con “Viento en la noche de la ciudad triste”: ya el título es un verso para iniciar un canto a la ciudad, a lo urbano. Leamos los primeros cuatro versos: “Despierto de madrugada / sorprendido por la pesadilla / de una ciudad triste / que se diluye entre mis manos”. Qué nos oculta el lenguaje para decir una verdad que se topa con el sentido del poema sin conceptos, sin más que con la palabra que tiembla, madura y se cuece con el amparo del silencio y la reflexión de una voz que canta lo inaudito:

Morada de lo efímero

Y si después de tantas palabras
no sobrevive la palabra.
César Vallejo.

I

El poema se derrama
entre las convulsiones del tiempo

Relámpago imposible
proyectando su luz
sobre los contrastes de la memoria

y la mutación de los gremios

(…)

La palabra, siempre la palabra, que además de lo articulado también advierte lo deseado, aquello que se evoca por la fascinación del recuerdo y lo ficcionado. La experiencia y los objetos cobran otra “función” en lo amado de la voz poética. Decir poema es mencionar la convulsión, el tiempo, la memoria y lo imposible, todo contenido en los cinco versos iniciales —arriba la muestra— para afianzar nuestro argumento. Insistimos, el epígrafe se une a la composición de una totalidad sin saturaciones para apuntar a los equívocos de una ciudad y sus habitantes-moradores que transitan con sus contradicciones y confrontaciones.

El canto-poema va en ascenso acompañado con otros poetas. Cabesa se junta con todos ellos por vía de los versos-baladas-trovas para manifestarse en un gesto.

La utilización de los epígrafes como recurso da cuenta de un universo integrado al poema, es la referencia necesaria y una especie de honor a los escritores y poetas convocados —Antonia Palacios, Guillermo Sucre, Octavio Armand, Enrique Molina, César Vallejo, Severo Sarduy, Eugenio Montejo, María Fernanda Palacios, Roberto Mascaró y Luis García Montero, entre tantos otros—, voces necesarias en las lecturas y encuentros de Manuel Cabesa, al igual con la “relación de citas” que aparece al final de Mitología de la ciudad incierta, donde se convoca a otras voces poéticas. Con esto deseo resaltar que el canto-poema va en ascenso acompañado con otros poetas. Cabesa se junta con todos ellos por vía de los versos-baladas-trovas para manifestarse en un gesto. En efecto, la voz poética utiliza un único argumento, el poema en su esencia, no más. Valoramos su entrega ante el hecho de la escritura, de modo que los poemas no se separan en su espaciado, en la totalidad del libro; ellos, en todo caso, conforman una existencia compartida, es el vínculo en donde intervienen la palabra, la frase y la oración en su juego porque cada final de un verso es el comienzo de un nuevo andar entre las ondulaciones de ese pájaro que nos dibuja en el aire.

En el poema “La figuración y el acto” persisten “los fantasmas de la memoria (…). Voces y sombras: / son el rescate de lo humano / perdido en el laberinto de un pasado / del que apenas nos queda un eco falleciente”. Nada es absoluto porque se visualiza una alusión a lo predicado en el poema. La presencia del sentido filosófico marca un ritmo y se profundiza porque cada poema es un reencuentro desde la figura de aquellos espacios que dictan, en buena medida, la entrega de una promesa inconclusa entre sentir y pensar: “Como a pájaros / como a nubes”. El juego entre lo narrado y lo evocado está dispuesto. Es menester detenerse en cada verso: cada uno es un “ingenio lingüístico”. Las unidades gramaticales puede que se repitan para la creación de una identidad del poema: “cada poema escrito…”. La contundencia del poema está en la sencillez de su estructura y cómo se compone. Un espaciado que se atribuye a un ritmo logrado por su rasgo distintivo: la experiencia se conjuga entre las lecturas y lo vivido en la ciudad:

Mitología de la ciudad incierta

Soñar una ciudad y despertarse
viendo sólo su ruina.
Hugo Gutiérrez Vega.

I.

La ciudad como motivo

Presencia ineludible

La poesía
es un oficio urbano
…………lleno de espera

Vemos que la estructura se reitera; luego, lo que evidenciamos es lo que se deriva de ello: voz poética y lector, unidos por el canto que se manifiesta en su naturaleza, la seducción y conmoción en un diálogo para lograr un ritmo que está en el verso vinculado a la sensualidad y al desplazamiento plural del poemario porque la ciudad es el poema.

Manuel Cabesa es un escritor anclado en la ciudad de Maracay, pero el sentido universal de la literatura va con su sensibilidad poética llevada al papel.

Finalizamos con Gramática del instante. La correspondencia de lo escrito va como una suerte de manifiesto. No son sentencias ni algo definitivo, porque la literatura da para más. Pero sí procura mostrar algunas peculiaridades en torno a la presencia de la palabra hecha poema. Comienza con un epígrafe de Roberto Mascaró que marca de alguna manera el punto de partida de lo que Manuel Cabesa reflexiona en estas cuatro páginas. Pareciera un aparte, y lo creo así; sin embargo, estos trece comentarios argumentados con precisión me acercan a un planteamiento, a propósito del juego al que nos invita la voz poética; me hago entender: el oficio de la escritura, en el caso del poeta que nos ocupa, va por la cercanía existente entre poesía y el tono ensayístico que plantea en esta parte del libro. En este paso confluyen de manera natural, es el ejercicio de la escritura, parece fácil pero no lo es. La voz poética lo logra al unir poemas y el giro poético al que nos invita con estas consideraciones en torno a la poesía, y, reitero, el poema en su construcción per se. Es una preocupación y bien lo forja Cabesa en plantearlo de esta manera para que el lector procure su punto de vista; este gesto del poeta da para discusiones e intuimos que debe ser un tema que ya lo ha sopesado en diferentes encuentros. Es la esencia de sus consideraciones que abre la necesidad por indagar más sobre el tema; esto es lo peculiar, el escritor lo convierte en un hecho accesible al lector; dicho esto, el poeta nos acerca a Líneas que un pájaro dibujó en el aire

 

III

Manuel Cabesa es un escritor anclado en la ciudad de Maracay, pero el sentido universal de la literatura va con su sensibilidad poética llevada al papel. Sumadas a ello están las lecturas interminables que se cuecen para acercarnos o abrir más aún este oficio de la escritura por demás digno en su esencia. En una entrevista de Rafael Ortega publicada en Letralia, Tierra de Letras, el 16 de septiembre de 2007 (año XII, Nº 172), Cabesa afirma: “Uno escribe no sólo para ser leído, sino para dejar una heredad, un pedazo de testimonio de vida y también crear una especie de fraternidad”. Estamos seguros de que el poeta nos enseña a amar la lectura y por consiguiente la escritura. Leerlo es un aprendizaje, pero sobre todo es un gozo, pues se disfruta cada vocablo, cada oración, cada poema y cada silencio porque seduce con la palabra; en definitiva, su voz es una secreta permanencia.

José Ygnacio Ochoa
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