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Alicia en the Matrix / Neo en el País de las Maravillas: la cuestión del lenguaje

lunes 20 de diciembre de 2021
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Alicia en the Matrix / Neo en el País de las Maravillas: la cuestión del lenguaje, por Maikel A. Ramírez A.
Sueño con que Alicia se encuentre en the Matrix, vea el gato negro en la escalera repetirse, y entonces se dé cuenta de que está en un programa de simulación, entretanto Neo camina por el bosque y ve el cuerpo del gato de Cheshire desaparecer, pero no su sonrisa.
A Iliana Gómez Berbesí, exploradora de otras galaxias
(in memoriam)
“Todo lo profundo ama la máscara”.
Nietzsche, Más allá del bien y del mal.
“Still you feed us lies from the tablecloth”.
System of a Down, B.Y.O.B.

Un fugaz segmento del primer tráiler de The Matrix Resurrections, filme firmado en solitario por Lana Wachowski, vino a disipar cualquier sombra de duda en relación con la función vital que Alicia en el País de las Maravillas, la celebérrima narración de Lewis Carroll, ejerce en la saga de ciencia ficción que las hermanas Wachowski inauguraron en el finisecular año 1999. Esta reiteración de la presencia del relato de la pequeña Alicia despeja cualquier idea que la reduzca a un simple tatuaje en la espalda de uno de los personajes o, en última instancia, a una homología entre el descenso de Alicia al País de las Maravillas y el momento en que Neo (Keanu Reeves) desciende después de atravesar el espejo para ver por sí mismo que apenas es un cuerpo-batería que alimenta robots en infinitos campos en los que la humanidad sirve de cultivo. El hilo conductor que enlazará mis argumentos es que la obra maestra de Lewis Carroll proyecta hacia el filme The Matrix la relevancia del lenguaje en condición de piedra angular. Digámoslo así: no podemos entender ambas obras sin atender al detalle la cuestión del lenguaje.

 

Cayendo por la conejera

Tanto Alicia en el País de las Maravillas como el filme The Matrix son ejemplares de lo que el estudioso de los arquetipos en la literatura Northrop Frye denominó “temas del descenso”. Nos dice Frye, en su ensayo La escritura profana, que el descenso al inframundo puede ir de la mano de una búsqueda de sabiduría que, en principio, se conecta con la angustia de muerte y el deseo de querer saber qué hay más allá. Al mismo tiempo, este viaje hacía las entrañas de la tierra asegura las frases oscuras, los enigmas, y los dichos oraculares de todo tipo. Si bien resulta inobjetable que la pequeña Alicia experimenta un viaje de tal naturaleza subterránea, cabe recordar que Neo, tras caer y ser rescatado por Morfeo (Laurence Fishburne) y su tropa de rebeldes, emprende su lucha desde la conexión a the Matrix que la nave Nabucodonosor provee mientras se desplaza por los acueductos del posapocalíptico planeta Tierra. El punto que empareja a Alicia y a Neo es que ambos descienden para descubrir una realidad más profunda, con lo que dejan atrás el mundo de las apariencias y del simulacro, a la par que ven sus identidades escindidas.

 

Me propongo un acercamiento a la cuestión del lenguaje en Alicia en el País de las Maravillas y The Matrix desde las perspectivas desarrolladas por la lingüística cognitiva y la lingüística cultural.

Curiouser and curiouser

Si mi memoria no se antoja esquiva, fue hacia mediados de 1999, año en el que justamente se estrenó The Matrix, cuando asistí a un foro sobre Alicia en el País de las Maravillas que, por un lado, reforzaría mi inclinación por el estudio del lenguaje y, por el otro, elevaría al santuario de mis lecturas predilectas las aventuras de Alicia, un libro al que cada tanto tiempo regreso con renovado brío. Debo este fervor a la exposición erudita y concienzuda de mi admirado profesor José Luis Arria, lingüista de la Upel Maracay, quien hizo un paseo magistral por todo el entramado de lógica con el que Carroll compuso su más perdurable ficción. Mi presente lectura de Alicia en el País de las Maravillas, por consiguiente, no pretende ni de lejos disputarse con las observaciones de mi profesor en la esfera del saber desde la que iluminó a la audiencia aquella edificante mañana de 1999. Me propongo, en cambio, un acercamiento a la cuestión del lenguaje en Alicia en el País de las Maravillas y The Matrix desde las perspectivas desarrolladas por la lingüística cognitiva y la lingüística cultural.

Lo primero que he de hacer notar es el hecho de que, una vez Alicia intenta comunicarse en francés e inglés con los seres y las criaturas parlantes del País de las Maravillas, reconoce ipso facto que éstos hablan en perfecto inglés, con la sintaxis y la articulación de sonidos que constituyen la lengua inglesa. El reconocimiento, sin embargo, no es absoluto, pues Alicia detecta que los conceptos detrás de dichas palabras difieren de los que emplea la sociedad victoriana de la que proviene. La conversación entre Alicia, el Sombrerero Loco, la Liebre de Marzo y el Lirón, en el capítulo “Una merienda de locos”, viene a cuento para ilustrar esta disonancia. Fijémonos en la reacción de Alicia tras el comentario del Sombrerero Loco sobre relojes que marcan el mes y, por descontado, el año: “Alicia quedó terriblemente desconcertada. El comentario del Sombrerero parecía carecer de sentido, y sin embargo no había duda de que había sido enunciado en inglés”.

A primera vista, se hace ostensible que la disonancia anterior se debe a que el concepto de “reloj” se presenta en la obra distribuido heterogéneamente. El que una lengua tenga conceptos distribuidos heterogéneamente no sólo quiere decir que pueden emerger fallas en la comunicación intercultural sino también, he aquí lo más crucial, en la comunicación intracultural, es decir, dentro de una misma cultura. Un concepto que se distribuye heterogéneamente en una sociedad provoca igual incomprensión entre los individuos. Tomemos por caso la distribución heterogénea que puede regir al concepto literatura en nuestra sociedad. Convengamos en que entretanto un cuantioso número de individuos concibe la obra de Shakespeare como prototipo de lo literario, otro grupo, mucho más ínfimo en todo caso, concibe que los rasgos de la obra de Paulo Coelho expresan la auténtica noción de literatura. Se hace oportuno acotar en este punto que a la lingüística cultural no le atañe precisar si la verdadera literatura es la de Shakespeare o la de Coelho, por cuanto, como cualquier otra ciencia, su interés reside en la estricta descripción del fenómeno, al objeto de poder entender su funcionamiento. En cualquier caso, al margen de este espinoso ejemplo literario, la legitimidad de las variaciones de una lengua no se pone en entredicho en la actualidad. Afirmaciones como que el inglés legítimo es el hablado en Inglaterra o que el verdadero español se da en España representan un despropósito para cualquiera que estudie genuinamente las lenguas. Hoy sabemos que, por lo que respecta a la diversidad de una lengua, no hay un centro que predomine.

Por lo demás, la noción de distribución heterogénea nos resulta ventajosa dada su flexibilidad en términos de tiempo y espacio. Dicho de otro modo, los conceptos pueden ser redistribuidos según las culturas y las épocas. De vuelta a nuestro ejemplo de Shakespeare y Coelho, lo antedicho, por supuesto, deriva en la interrogante de si Coelho algún día devendrá en la idea de lo literario. Decía Borges que nada sabemos del porvenir, salvo que diferirá del presente. Lo que sí es un deber señalar es que la concepción de la literatura se ha transformado a lo largo de la historia y que, valga subrayar, la mayor parte de las obras que hoy consideramos canónicas no fueron concebidas como literatura en sus respectivos contextos genéticos. De manera que, si echamos un vistazo al contexto original de producción y recepción de tales obras, encararemos el disonante hecho de que fue otra la obra que representaba la cumbre de lo literario. Para ponerlo en los términos acordados, digamos que en dichas culturas y épocas predominaba otra distribución heterogénea del concepto “literatura”.

Alicia experimenta reiterados choques con los conceptos que circulan entre los habitantes del País de las Maravillas y las acciones que se desprenden a la luz de ellos.

Otro ejemplo diáfano de una distribución heterogénea en Alicia en el País de las Maravillas tiene lugar en el capítulo III, titulado “Una carrera política y una larga historia”. Allí, Alicia es testigo de una carrera que prescinde de todas las características habituales de esta clase de evento deportivo (los motivos, la marca de inicio, la orientación de los corredores, y los ganadores según sus respectivos lugares de llegada), y para colmo, ella, en razón de que también es declarada ganadora, le concede un dedal a los animales que de inmediato le es devuelto como premio. A continuación, veamos lo que le pasa a Alicia por la cabeza en este momento:

Alicia pensó que todo aquello era muy absurdo, pero todos parecían tan serios que no se atrevió a reír. Y como no se le ocurrió nada que decir, sencillamente hizo una reverencia y cogió el dedal, aparentando tanta solemnidad como pudo.

Apartemos de Alicia, ahora, nuestra mirada, y centrémonos en los animales parlanchines con los que interactúa. Notemos que ellos, al igual que cualquier comunidad de hablantes de una lengua, se entienden muy bien y, por tanto, actúan concertadamente. Es Alicia quien experimenta reiterados choques con los conceptos que circulan entre los habitantes del País de las Maravillas y las acciones que se desprenden a la luz de ellos. Un parangón posible es el sujeto que sufre shocks por no comprender el funcionamiento de la cultura dentro de lo que se supone son los límites resguardados por la lengua que habla.

 

El sueño de los victorianos produce monstruos

Para los hablantes del español, Alicia en el País de las Maravillas ha quedado indisolublemente ligado a la primera acepción de la palabra maravilla contenida en el Diccionario de la lengua española: “suceso o cosa extraordinarios que causan admiración”. Esta acepción pierde de vista que, en inglés, wonder se asocia de igual modo con el desconcierto y con el deseo de querer saber, cualidad esta última que nos remite a la formulación de los “temas del descenso” que encontramos en Northrop Frye. En una línea argumentativa semejante, Borges observó, en su sumario libro Introducción a la literatura inglesa, que una capa de las aventuras de Alicia autoriza la interpretación de que compone una perturbadora pesadilla: “Nunca sabremos si Lewis Carroll sintió que en este mundo inestable de figuras que se disuelven unas en otras hay un principio de pesadilla”.

De la mano de Borges podemos sostener que, en efecto, Alicia en el País de las Maravillas da cuenta de la pesadilla de una niña de la clase burguesa británica, cuyos conceptos provenientes de la sociedad victoriana a la que pertenece resultan inútiles al momento de interactuar con los seres del País de las Maravillas. En resumidas cuentas, se trata de una angustiante pesadilla sobre la incomunicación y la incomprensión:

En ese instante, el mazo enteró se elevó en el aire y cayó sobre ella, que lanzó un gritito, un poco de miedo, un poco de enojo. Agitó los brazos tratando de rechazarlas, y se encontró de pronto tendida en el banco, con la cabeza en el regazo de su hermana, que dulcemente le quitaba unas hojas secas que le habían caído en el rostro.

Razonablemente, el prestigioso crítico literario norteamericano M. H. Abrams clasifica Alicia en el País de las Maravillas bajo el rótulo de sátira menipea, una sátira cuya diana serían los valores rígidos de los victorianos. Desde este ángulo, los conceptos fijos predominantes en la sociedad inglesa son desacralizados y, por tanto, pierden el sentido en el País de las Maravillas. Sin ningún género de duda, cuando menos resulta curioso que este libro de Carroll haya visto luz en 1865, durante el reinado de Victoria, período en el que el Imperio británico alcanzó su cúspide, tal como lo retrata una vieja expresión que Asimov registra en su libro Las palabras y la historia: “El sol nunca se ponía en el Imperio británico”. En su monumental ensayo En busca del origen del lenguaje, el lingüista sueco Sverker Johansson asevera que la lengua del imperio termina hundiendo las lenguas nacionales. Quizá el afamado relato de Carroll nos advierte sobre las posibilidades latentes detrás de una misma lengua, es decir, sobre la distribución heterogénea de conceptos en otras culturas que comparten la misma lengua.

 

No hay palabra que le prometa a Neo alcanzar la trascendencia. Su identidad es hueca. Se encuentra vacío de todo contenido significativo.

Bienvenido al desierto del lenguaje

Uno de los temas sobre los que se ocupa el filme mexicano Sueño en otro idioma, de Ernesto Contreras, es la preservación de una lengua cuyos últimos dos hablantes pueden morir en cualquier momento. Lo nefasto de la pérdida de la diversidad de lenguas radica, nos explica David Crystal en La muerte de las lenguas, en que con ellas se esfuman la diversidad y la complejidad del pensamiento humano. Para su desdicha, Neo no tiene por qué sufrir la ansiedad de perder una lengua, pues la suya, o al menos la mayor parte de ella, desapareció alrededor de dos siglos atrás, cuando las inteligencias artificiales vencieron a los humanos en una guerra al inicio del siglo XXI. La bienvenida al desierto de lo real que le da Morfeo es, ante cualquier otra cosa, un recibimiento al desierto del lenguaje. Incrédulo, Neo entiende que lo que Morfeo quiere decir es que cuando dijo por primera vez la palabra mamá, las veces que expresó amor, las distintas oportunidades en que recibió felicitaciones por su trabajo, o cuando chatea mientras se dedica a hackear las cuentas de los bancos, no ha hecho más que usar palabras-simulacros, cascarones fónicos y escritos que no remiten a nada, puesto que muchos de esos referentes no sólo no existen, sino que los propios conceptos fueron destruidos y, de seguro, las máquinas borraron cualquier vestigio de su existencia. No hay palabra que le prometa a Neo alcanzar la trascendencia. Su identidad es hueca. Se encuentra vacío de todo contenido significativo. Neo, entonces, siente que el vértigo se ha apoderado de su cuerpo. El piso sobre el que cimienta su existencia se resquebraja bajo sus pies. Puede sentir el abismo que se abre para tragarlo. La blancura total de la sala en la que se encuentra metaforiza la nada absoluta que lo absorbe. Neo implora que lo saquen del programa, pero no hay forma de despertar de esa pesadilla real.

 

¿Metaforizan las inteligencias artificiales con ovejas eléctricas?

En el reciente filme de ciencia ficción Finch, de Miguel Sapochnik, Finch (Tom Hanks) llega a echarle en cara al robot Jeff el que no esté capacitado para vivir experiencias. Todo apunta a que las inteligencias artificiales de The Matrix han sorteado este obstáculo. Prestemos suma atención a la reprimenda que el agente Smith (Hugo Weaving) le lanza a Morfeo en mitad de una sesión de tortura:

Me gustaría compartir una revelación que he tenido durante mi tiempo aquí. Me llegó cuando intenté clasificar tu especie, y me di cuenta de que ustedes no son mamíferos. Cada mamífero en este planeta instintivamente desarrolla un equilibrio con el ambiente que lo rodea. Pero no es el caso de ustedes los humanos. Ustedes se mueven a un área y se multiplican y multiplican hasta que agotan cada recurso natural. La única forma en la que ustedes pueden sobrevivir es expandirse a otra área. Hay un organismo en este planeta que sigue el mismo patrón. ¿Quieres saber cuál es?: un virus. Los seres humanos son una enfermedad, un cáncer de este planeta. Ustedes son una plaga y nosotros somos la cura.

Pasemos a examinar dos puntos capitales de esta perorata: el primero es que el agente Smith emplea metáforas de la enfermedad para conceptualizar a los humanos, tales como que los seres humanos son un virus, un cáncer y una plaga, lo que por implicación conduce a metaforizarse a sí mismo y a los demás agentes de the Matrix como una cura. Desde la óptica cognitivista, la metáfora no se constriñe a ser un recurso estético y persuasivo, como lo concibió Aristóteles en sus obras Poética y El arte de la retórica, sino, en el más estricto sentido, un recurso mental para entender experiencias noveles y conceptos abstractos. Pensamos mediante metáforas simplemente porque nuestro sistema conceptual es de naturaleza metafórica. Éste se va manifestando desde nuestra niñez, cuando asimilamos experiencias tempranas y las proyectamos sobre experiencias posteriores, en formas cada vez más complejas. Por poner un ejemplo sencillo, mi hijo Líam, de apenas un año y cinco meses, juega a meter unos tacos de madera dentro de los bolsillos de mi short. Al hacer esto, su cerebro de manera inconsciente extrae el esquema dentro/fuera, el cual se manifestará en su adultez en metáforas ontológicas, tales como “se le metió una idea loca en la cabeza”, “sácate a esa persona del corazón”, y “el sol ya se metió”, expresiones que no podemos tomar de forma literal, visto que no es lo que realmente ocurre, a saber, ni la cabeza ni el corazón son recipientes, y el sol desaparece de nuestra vista por efecto de la rotación del planeta. A manera de ejemplo adicional, consideremos que desde temprana edad estamos expuestos a la claridad y a la oscuridad. Así pues, la claridad nos permite ver qué hay en nuestro entorno, registrar las características de las cosas, y orientarnos en dirección del destino correcto. Esta experiencia es determinante para el desarrollo de metaforizaciones más complejas del tipo VER ES ENTENDER, como se hace patente en las expresiones “¿ves lo que te quiero decir?” (¿me entiendes?), “el Siglo de las Luces” (el siglo de la razón), “a la luz de la teoría” (la teoría ayuda a entender), “un ejemplo luminoso” (un ejemplo que ayuda a entender), “no aclares que oscurece” (confundes), “se me prendió el bombillo” (entendí y surgió una idea), y “ese autor es un faro inagotable” (el autor ayuda a entender mejor).

Apenas han transcurrido un poco más de veinte años desde el estreno de The Matrix y las ciencias cognitivas han constatado que las metáforas tienen existencia física en el cerebro.

El segundo punto que nos toca esclarecer es que Smith se vale de su sesgo ideológico para categorizar a la especie humana. Su clasificación no cumple con el más mínimo criterio científico. Deja a un lado los rasgos distintivos de los mamíferos para apuntalar su animadversión hacia los humanos. Smith nos recuerda los discursos de odio de xenófobos y racistas, por proporcionar un par de ejemplos, en los que las metaforizaciones de los extranjeros y los afrodescendientes como animales sirven para clasificarlos fuera del dominio humano, lo que a la postre los hace matables. Esta idea es uno de los puntos neurálgicos de obras como La enfermedad y sus metáforas, de Susan Sontag; La lengua del Tercer Reich, de Victor Klemperer, y At War with Metaphor: Media, Propaganda, and Racism in the War on Terror, de Erin Steuter y Deborah Wills. En el terreno cinematográfico, uno puede recordar el segmento inicial del filme Z, de Costa-Gavras, y la arenga de Derek (Edward Norton) contra negros y mexicanos, en el filme American History X, de Tony Kaye.

“¿Qué es lo real? ¿Cuál es la definición de real? Si estás hablando de lo que puedes sentir, lo que puedes oler, saborear, y ver, entonces real son simplemente señales eléctricas interpretadas por tu cerebro”, sentencia Morfeo en el momento en que le revela a Neo en qué consiste the Matrix. Doy por sentado que, además de haber aprendido la relevancia del cuerpo y la experiencia en la formación de metáforas que conforman el sistema conceptual humano, los robots disponen de un profundo conocimiento sobre el cerebro. No descuidemos el hecho de que apenas han transcurrido un poco más de veinte años desde el estreno de The Matrix y las ciencias cognitivas han constatado que las metáforas tienen existencia física en el cerebro. Visto esto, tan sólo imaginemos todo el conocimiento sobre la operatividad del cerebro que la ciencia alcanzará dentro de dos siglos. Una línea de argumentos a favor de este desarrollo la ha ofrecido el filósofo inglés Nick Bostrom, quien ha especulado sobre la posibilidad de que seamos parte de un programa de simulacro. Esto habría sucedido porque una civilización avanzada dio con la tecnología para lograrlo. Su hipótesis se apoya en el propio avance exponencial que tiene la ciencia al día de hoy.

 

Déjà vu

Tres miembros de un escuadrón especial de judíos que caza nazis se hacen pasar por cineastas italianos para infiltrarse en un teatro donde se congrega la élite militar alemana. El plan es hacer volar por los aires el lugar con explosivos. No cuentan con que el oficial de las SS Hans Landa habla perfecto italiano, por lo que probará la pronunciación de sus nombres a fin de verificar su nacionalidad. Enzo Gorlomi, el líder del grupo, con un ceño que remeda a Marlon Brando en El Padrino, se muestra inequívocamente molesto por tener que repetir su nombre por cuarta vez. El resto de la escena intensifica la patética pronunciación del italiano y los gestos con la mano por parte de los infiltrados. Este segmento delirante del filme Bastardos sin gloria es un ejemplar de Tarantino en estado puro. En cuanto a los humanos que se encuentran conectados a the Matrix, se nos impone preguntarnos si alguna vez han detectado una falla en el lenguaje, el llamado glitch sobre el cual el director Rodney Ascher desarrolla A Glitch in the Matrix, un documental que suscribe la propuesta de Bostrom.

La clave para responder esta interrogante la encontramos en el momento previo a la tortura de Morfeo, cuando Smith confiesa que hubo una primera Matrix, que fue diseñada para ser un mundo perfecto, en el que nadie sufriera y, en cambio, fuera plenamente feliz, pero que terminó siendo un desastre, ya que nadie la aceptó. Smith concluye que el fallo se debió a que los humanos definen su vida mediante el sufrimiento y la miseria. ¿Puede tener razón Smith? ¿Cómo podría el lenguaje incidir en esta condición? Pese a que no creo que exista una respuesta única a esto, y ni siquiera una final, trataré de dar respuesta a la luz de lo que hemos venido discutiendo:

  • Tengo por cierto que responder al corolario de Smith pasa, en primer lugar, por entender completamente las implicaciones de la distribución heterogénea de conceptos, sea que indiquemos su forma intracultural o su manifestación intercultural. Una distribución de esta índole viene a decirnos que en el seno de una sociedad las personas piensan de forma diferente y que, sobre todo, un conjunto de individuos ejerce de grupo dominante, pues si bien hay diversidad de pensamiento, no es menos cierto que una ideología hegemoniza el poder. Si le echamos un ojo al brillante ensayo En busca del origen del lenguaje, de Sverker Johansson, nos topamos con que una posible razón para que emergiera un protolenguaje en el Homo erectus hace un millón y medio de años fue la lucha política. No puedo pensar en otra forma de unificar nuestros conceptos que no sea mediante una violencia física o simbólica, puesto que hemos visto que el cuerpo y la experiencia que sirven de raíz a las conceptualizaciones necesariamente diferirán entre culturas y épocas. Ya Johansson nos advirtió sobre la destrucción de las lenguas nacionales por parte del conquistador y el imperialista. En síntesis, la homogeneidad de la primera Matrix pudo haber atentado contra la naturaleza humana de la diversidad conceptual y el legado evolutivo tanto de hacerse del poder como de resistirlo.
  • A mi entender, existen dos corrientes en simetría inversa que defienden una supuesta perfección del lenguaje. Mientras una mira al pasado y se fundamenta en una era dorada, la otra viaja al futuro y resuelve el asunto mediante un lenguaje en evolución que un día alcanzará la forma perfectísima. Respecto a la primera, he sido testigo de situaciones en las que alguien es acusado de poner a Shakespeare a revolcarse en su tumba por haber cometido un error en la producción oral o escrita de su inglés. Cuenta la leyenda que el Bardo inglés alcanzó la forma insuperable de su lengua materna. La verdad es que esta idea carece de fundamento. En su agudo ensayo Think on my Words: Exploring Shakespeare’s Language, David Crystal se encarga de escudriñar el folio publicado en 1623 y su hallazgo es un inglés inconsistente con lo que consideramos una escritura correcta. La explicación razonable es que en tiempos del Bardo no existía un inglés estandarizado y los diccionarios fueron invenciones posteriores, por lo que había un amplio margen de libertad, incluso, para inventar neologismos. Por lo demás, la evidencia hace pensar que Shakespeare subordinó el estilo escrito a la modalidad oral del teatro. De manera que el estilo de Shakespeare que nos llega hoy es una adaptación depurada conforme a las convenciones estilísticas actuales. Por lo que concierne a la segunda corriente, a menudo contacto con personas que confían en que pueden predecir cambios razonables en el lenguaje y que tienen absoluto control de ellos. No obstante, si uno acerca la mirada al lenguaje, descubre abundantes contingencias, disrupciones, irregularidades, zonas oscuras y sesgos ideológicos. ¿Cómo explicar de forma razonable una expresión metafórica como “ese niño es la cagada tuya”? Reparemos en que no sólo el hijo es metaforizado mediante el dominio fuente “excremento”, sino que la expresión cumple la función pragmática de ser un elogio. ¿Por qué los amantes se metaforizan uno al otro por medio del campo semántico de los padres, como si consumaran un incesto entre padres e hijos? ¿Qué explicación tiene que en español se pueda “rematar” (matar otra vez) alguien o algo, aunque sea en lenguaje figurado? ¿Por qué no decimos que un bachaco “bachaquea” o el sapo “sapea”, pero una persona sí? Pueden existir múltiples razones, muy elocuentes huelga decir, para desistir en el desplazamiento de los verbos “poner” y “abrir” por “colocar” y “aperturar”, respectivamente, pero lo cierto es que ya hay hablantes que manifiestan “haberse colocado de mal humor” y “haber aperturado los ojos”, realizaciones que resultan perfectamente entendibles para sus interlocutores, sobre todo porque han crecido tomándolas como materializaciones de la norma. Hace algo más de diez años, sobraban explicaciones de todo tipo llamadas a convencer a los hablantes de que no usaran la forma inclusiva “todos y todas”. Hoy, no sólo dicha forma se ha instalado entre nosotros, sino que hasta quienes la rechazaban la han interiorizado.
  • Mi admirada profesora Cristina D’Avolio, una de las prominentes estudiosas del discurso en Venezuela, solía usar la metáfora del matrimonio para sugerir que aprendiéramos bien una teoría y la usáramos como instrumento de análisis. La metáfora del matrimonio sugiere amor, convivencia y compromiso (hasta que la muerte los separe), ideas que ninguna otra palabra literal contiene. Emplear metáforas conceptuales también es, en parte, tratar de superar vacíos semánticos dentro del propio lenguaje. Para el psicoanálisis de corte lacaniano, entrar en el lenguaje en los primeros años de vida es entrar en una cadena del deseo, pues el sujeto se desplaza de significante en significante, tratando de recuperar una unidad previa, pero las palabras remiten a más palabras sin que ninguna trascendencia pueda alcanzarse. En términos cognitivos, pienso que la experiencia humana es tan amplia, compleja y cambiante, que el lenguaje siempre irá a la zaga.

Insistiré en que el problema que apunta Smith no tiene una respuesta única y definitiva. Dejo, sin embargo, algunas de mis dilucidaciones al respecto, con el propósito de que sean suscritas o refutadas.

 

A modo de cierre

En nuestros días, cuando los circuitos literarios y cinematográficos se inflan con ficciones sobre multiversos, admito que sueño con que Alicia se encuentre en the Matrix, vea el gato negro en la escalera repetirse, y entonces se dé cuenta de que está en un programa de simulación, entretanto Neo camina por el bosque y ve el cuerpo del gato de Cheshire desaparecer, pero no su sonrisa, que a carcajadas destempladas vocifera que todos allí están rematadamente locos, y entonces cae en cuenta de que se encuentra atrapado dentro de una pesadilla burlona.

Maikel Ramírez
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