
Ante
los
acontecimientos cotidianos no es infrecuente que nos sintamos
sobrepasados. En unos sentidos o en otros, aunque el sentido del absurdo, la
desfachatez y las barbaridades tiendan a prevalecer. Cómo tengamos
conocimiento de un suceso, cómo lo asimilemos y cuál vaya a ser nuestra
respuesta frente a esos hechos, van a constituir actitudes básicas para
definirnos individualmente como sujetos y también como grupos sociales.
No hará falta insistir sobre la fuerza de la imagen en todas las
informaciones circulantes, a todos los niveles y en todos los medios. Los
tratadistas aportarán condicionamientos, reglas y cualidades aplicables a las
técnicas con que se difundan. Todo un cúmulo de factores influyen en la
imagen final.
Unas veces se tratará de documentos televisivos, otras en prensa,
fotografías y, en general, puede servir cualquier panel. La expresión
gráfica puede asentar en medios muy diferentes de información. Sacarán a
relucir perspectivas novedosas o reiterativas, pero de la forma más visible o
llamativa posible. Sus mensajes o significados propenden a la controversia.
El autor, el observador, el contexto, todos aportan matices con notables
diferencias.
En la línea del concepto de Barthes, la herida que nos provoca la
imagen en cuestión, y sobre todo, la fotográfica; ese es el aspecto
interesante a comentar. Su importancia radica en la influencia potencial de
dicha herida sobre los sentimientos y las actuaciones de las personas.
No debemos desdeñar la idea del inconsciente óptico expresada por
Walter Benjamín, si bien al tratarse de una entidad inaprensible, no alcanza
o no sabemos cómo al núcleo racional de las decisiones personales.
Entre estas consideraciones, todos los medios nos ofrecen instantáneas muy
diversas, desde ámbitos guerreros, políticos, hambre en el tercer mundo,
pobreza, sucesos o cualquier evento llamativo. Y ante esa panorámica
disponemos de algunas opciones reactivas, según el grado de
implicación, consecuencias, intereses o carga ideológica que vayamos
desarrollando.
Con la intención de precisarlas podemos identificar tres enfoques
diferenciados a la hora de enfrentarnos a esas informaciones visuales a las
que tanto nos referimos: 1. fotográfico, 2. erosivo y 3. proyectivo.
En el fotográfico, uno observa la figura o secuencias ofrecidas.
Las referencias a personas, asuntos o problemas, llevarán cargas emocionales
de diferente profundidad. En ocasiones su colorido es excepcional. También su
calidad técnica suele aportar verdaderas maravillas. Mas sus derroteros giran
alrededor de su transitoriedad. La foto o instantánea que apreciamos,
desde ese preciso momento ya fue. Muy precozmente se consolida como un
recuerdo y con esa inercia pasa paulatinamente a terrenos propios del olvido.
Echamos ojeadas al álbum, lo hacemos incluso con fruición, pero el impacto
queda limitado a esa observación. Además, uno observa la pantalla y las
selecciones fotográficas con actitud de permanecer al margen de los hechos.
Quedamos a distancia de esas informaciones. Impacto, olvido y
distanciamiento planean sobre esta manera de captar las realidades
circundantes.
Cuando detectemos el enfoque erosivo, aquellas noticias o visiones
consiguen afectarnos más a fondo, llegan a lesionarnos de algún modo, si no
plenamente físico, al menos psíquico o psicosomático. Con estas
informaciones visuales nos planteamos actitudes estéticas y sensitivas.
Iniciamos la valoración quedando en demasiadas ocasiones en un plano
instintivo. De algún modo nos han provocado alguna alteración, esa lesión o
erosión comentada. Aquí podemos hablar de profundidad o superficialidad de
la lesión provocada.
En este apartado no se producen complicaciones severas; es más, no suelen
pasar de trastornos superficiales. Para facilitar las cosas, son
sustituidas pronto por nuevas imágenes, como lluvia incesante. Aparecen
nuevas realidades, nuevos sucesos, importantes para distraer la atención de
los afectados. ¡Ya olvidamos la primera lesión!
Se percibe una carencia importante, no habíamos llegado a conocer
debidamente las características de la herida previa.
Finalmente se da el enfoque proyectivo. Bien por una herida más
profunda, bien por una personalidad más receptiva, aquí se origina una
respuesta. Se involucra el agente receptor de la información con lo
sucedido. Desaparece la frivolidad. Uno se siente requerido para analizar la
situación y participa en consecuencia ante perversidades, desarreglos o
catástrofes. Esta contribución aboca hacia una disyuntiva importante porque
aquí se mejoran o se empeoran las cosas.
Pese a los impedimentos, surgió la ilusión creativa de acercarse a los
acontecimientos, de percibir el contexto social y su culminación llega con el
proyecto para una actuación consecuente. Se involucró el personaje receptor
con el entramado de la realidad social.
Existen a su vez muchas circunstancias condicionantes. Incluso podremos
hablar de una constitución genética decisiva para nuestra respuesta, de un
tipo u otro, porque somos así. Es más cómodo atribuir las conductas a
determinismos y no sacar a relucir la parte decisiva de una decisión
personal.
Por lo tanto, podemos situarnos a gusto. Fotográficos, simplemente
pasando las hojas de esa colección de fotos, entretenidos, pero sin agobios. Erosionados,
por alguna imagen de mayor impacto; pero superficialmente, no vayan a
creer que el desasosiego es excesivo. O pasar a ser creadores de nuestro proyecto,
ejerciendo con nuestra presencia en la sociedad.