Una producción
de Editorial Letralia
Cagua, Venezuela
Jorge Gómez Jiménez
Editor

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Letralia, Tierra de Letras
Año VIII • Nº 104
5 de enero de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Letras
¡Soy el amante de Dios!
Yván Silén

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Más difícil que matar un pájaro
son las calles del exilio. Más difícil
que matar son las calles de la nada.
Más difícil qu'escapar a un amigo

son las calles de los sueños. Más arduo
que el cielo las calles de la carne. Más
arduo que nombrarte es el deseo
de beberte. Más oscuro que'l alma

es el sonido de tus manos y las hojas
redondas del otoño, y los murmullos
de la luna, y los gatos de la espera.

Más difícil que l'angustia son los pasos
de la muerte. Más incierto que Dios
los caminos redondos de la vida.

 

II
...los moteles esquivos de la noche
do me como el lenguaje y lo defeco,
lo vuelvo a manyar y me como la eñe,
me como la zeta y me como tu sed...

En los hostales siniestros del amor
me como la muerte, pequeño erizo,
me como la red, me como la mar,
me como la briza, me como la sed.

En las sombras inquietas de los monjes
oigo el sonido jorobado de tus manos y oigo
el gemido añil de los demiurgos.

En los páramos umbrosos de tu risa
escucho mi sed pidiendo auxilio y
escucho a mi canción pidiendo sed.

 

III
La suerte de haber bordeado la muerte
(tus pasos, lo incierto —la multitud
de voces queriendo ser poetas—).
La noche precipitada sobre tus ojos.

La nada pidiendo sed en medio de tu risa.
La noche pidiendo agua en medio de tu copa.
Los días del exilio como lanzas.
Las heridas como los sapos de los pozos

y los buzos que cuelgan de las cruces.
Los peces que guindan de tus senos
y un Cristo (espantapájaro) que sueña en el ocaso.

Los días cojos pasan como sapos.
Amanece la noche entre las sombras
y un Cristo anuncia la muerte entre los zancos.

 

IV
Arde la espina dorsal de haberte visto.
Arde mi chaleco en el secreto de tus labios
y el Cristo perro de tu carne y de mi carne,
escindido, suave, descascarado,

como en la eternidad de tu pasado,
do arden los locos en el crayón de tu boca
(ruiseñores y pitirres —rosas que florecen
en mi falo: lo ausente aullando la

presencia—). ¡Soy Dios y tu mano arde
rosa en mi deseo! ¡Soy la nada y tu ser
se abre como orquídea! ¡Soy la mosca

zumbando en tu pistilo de cristal! ¡Soy
la ella de tu hombre y eres la él de mi mujer!:
hay un cuerpo clavado en los espejos. Dios

me seduce como tu lengua. Soy el amante
de Dios, el falo de Dios, lo que falta de Dios.
Coscolina... la mujer arde entre las rosas.


       

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