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El poeta Zhivago

martes 8 de diciembre de 2015
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Pasternak, autor de El doctor Zhivago.
Pasternak, autor de El doctor Zhivago.
A Ana y Maikel Ramírez

En los calurosos días de julio, mientras circulaba la noticia del fallecimiento del célebre actor de cine Omar Sharif, me encontraba sumergido en la trama de El doctor Zhivago (1957), novela del narrador y poeta ruso Boris L. Pasternak (Premio Nobel de Literatura 1958). Sharif sería el encargado de representar el papel de Yuri Zhivago en una perfecta adaptación dirigida por David Lean en 1965.

El doctor Zhivago plasma de manera contundente momentos trascendentales en la frontera entre dos épocas de la Rusia de principios del siglo pasado: la zarista y la soviética. La caída de una monarquía instalada por varios siglos en la extensa nación es suplantada por un modelo antagónico que encarnaba la adaptación del modelo comunista. Tiempos convulsos sirven de colofón para narrar la vida de un destacado poeta dedicado al oficio de la medicina, como manera de sostener un hogar con su primer amor Antonina A. Gromeko.

Primero la gran guerra en Europa, seguido por la revolución rusa y luego la guerra civil entre rojos y blancos, comienzan a separar a Yuri de Tonia, su esposa, y lo acerca de manera caprichosa a Larisa F. Guichard, mejor conocida como Lara Antipova. Sinsabores productos de las batallas en las que sirve como médico y el renacer del amor a través de Lara, llevan a Yuri a plasmar sus ideas y emociones por medio de la poesía. Zhivago toma la pluma, rescata ciertas ideas que tenía en reposo y las condensa en la página en blanco, lo cual es descrito en la novela de la siguiente manera:

…Ante la indescriptible suntuosidad de la noche de hielo, sintió su alma invadida por todas las cosas. Volvió a la habitación iluminada y caliente y se puso a escribir.

Con una caligrafía revoloteante, procurando que la escritura reflejase el vivo movimiento de la mano y no se desfigurase perdiendo su alma y su fuerza expresiva, y se hiciera anónima y muda, escribió con sus anchos caracteres, de una forma que cambiaba poco a poco y mejoraba sucesivamente, aquellos versos que recordaba con mayor claridad: La estrella de Navidad, Noche de invierno y otros poemas líricos análogos, olvidados luego, que anduvieron dispersos y nadie encontró.

Luego, de esas cosas ya depositadas y maduras en su interior, pasó a otras que había comenzado y abandonado después, trató de volver a aprehender su tono y sacarlas adelante, pero sin la menor esperanza de poder terminarlas en seguida. Luego se distrajo, volvió a sumirse en el trabajo y pasó a otras cosas.

Después de dos o tres estrofas compuestas con toda facilidad y de algunas comparaciones que lo sorprendieron, el don del trabajo se apoderó de él y advirtió la proximidad de lo que se llama la inspiración. La correlación de las fuerzas que presiden la creación parecen tomar entonces la iniciativa. La prioridad ya no corresponde al autor, ni a su estado de ánimo al que trata de dar expresión, sino al lenguaje con que quiere expresarlo. El lenguaje, del cual nace el significado y la belleza adquiere su ropaje, comienza de suyo a pensar y hablar y todo se hace música, no en el sentido de pura resonancia fonética, sino como la consecuencia y duración de su flujo interno. Entonces, lo mismo que la masa corriente de un río, que con su fluir limpia las piedras del fondo y hace girar las ruedas de los molinos, el lenguaje que fluye va creando por sí, en su carrera, casi inadvertidamente, con la fuerza de sus leyes, el metro y la rima y mil otras formas y relaciones más secretas, desconocidas hasta ese momento, no singularizadas y sin nombre (pág. 356).

"El doctor Zhivago", de Boris PasternakAsí, en medio de la embriaguez emocional que supuso el acto de transcribir ideas y emociones guardadas por años, Pasternak coloca a Yuri en el paso subsiguiente, el de corregir y confrontar lo que pudo parecer perfecto y que una segunda lectura saca a relucir los detalles que deben pulirse cual orfebre frente a una piedra de gran valor:

Lo que él había escrito durante la pasada noche se dividía en dos grupos. Las cosas ya familiares copiadas en la nueva redacción, habían sido escritas ordenadamente, con una bella caligrafía. Las nuevas, en cambio, estaban escritas a toda prisa, con abreviaciones, señales y trazos ininteligibles.

Al descifrarlas experimentó la desilusión de siempre. La noche anterior aquellos esbozos le habían hecho llorar e incluso algunos fragmentos lo llenaron de sorpresa. Ahora, precisamente éstos eran los que le desilusionaban y amargaban porque los encontraba con toda evidencia demasiado artificiosos.

…Toda la vida había buscado un estilo inadvertido, que no llamase la atención, y se asustó al comprobar cuán lejos estaba todavía de su ideal.

…Ahora, al examinar aquellos intentos, encontró que estaban privados de contenido orgánico capaz de fundir entre sí los versos, que cada uno tenía vida propia. Poco a poco, corrigiendo lo que había escrito, se puso a versificar con el mismo tono lírico la leyenda de San Jorge, el Valeroso… Escribía con prisa febril, consiguiendo apenas transcribir las palabras y los versos que le nacían justamente y en su puesto (pág. 359).

Todo escritor como Yuri A. Zhivago, o su creador Pasternak, dejan en menor o mayor medida la piel en cada una de sus creaciones. El proceso inspiración-escribir-corregir se atenúa y se convierte en una constante. Yuri revisa sus pasos, Boris los que persigue su personaje, el lector, inmiscuido por placer, advierte la escalera y de seguir otro rumbo, el poeta puede dar vida a otro elemento que origine una espiral infinita de posibilidades de dioses y criaturas.

El doctor Zhivago es una obra maestra de la literatura universal. Representa la tarea titánica que empleó el autor durante diez años en su elaboración. Desde su publicación estuvo marcada por la polémica y la angustia, el dolor y la tristeza recorren sus páginas tanto como el tren transiberiano lo hace atravesando la madre Rusia. Los momentos de felicidad son exiguos pero suficientes para darle sentido a la vida de sus personajes. Es una novela en la que bien vale la pena adentrarse y merece una nueva adaptación al cine, filmada esta vez desde sus locaciones originales.

A continuación dos de los poemas que conforman el legado de Yuri Zhivago que surgen del proceso creativo antes descrito. Son testimonios de su estancia en Varykino en compañía de Lara.

Hamlet

Se apaga todo ruido. A escena salgo.
Apoyado en la jamba de la puerta,
voy recogiendo del lejano eco
las cosas que suceden en mi siglo.

Me apuntan en la sombra de la noche
millares de binóculos de fuego.
Si solamente fuera esto posible,
abba, padre, de mí aparta este cáliz.

Yo amo este designio terco tuyo,
recitaré con gusto este fragmento.
Pero otro drama está representándose.
Por esta vez, al menos, dispensadme.

Mas fijado está el orden de los actos
y es inmutable el término. Estoy solo.
Húndese todo en el fariseísmo.
Vivir la vida no es cruzar un campo (pág. 422).

 

El viento

He terminado yo, y tú estás viva.
Y el viento con gemidos y con llanto
hace oscilar el bosque y la casona,
y no por cuenta propia cada pino,
sino todos los árboles a un tiempo
dentro de su extensión ilimitada,
como si fueran cascos de veleros
sobre la superficie de una rada.
Y no por petulancia
o por furor inútil:
por hallar en la angustia las palabras
que necesita tu canción de cuna (pág. 428).

 

Bibliografía

  • Pasternak, Boris L. El doctor Zhivago. Ediciones Orbis, SA. Traducción de Fernando Gutiérrez. Barcelona, España.
Nesfran Antonio González Suárez
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