
Una lección primordial del campo cognitivo dicta que los conceptos con los que entendemos la realidad derivan de nuestra experiencia corporal y cultural. Este principio, en gran medida, rige la configuración de las manifestaciones artísticas y sus sistemas genéricos. La pandemia, pongamos por caso, se ha presentado como tema en el arte callejero de Banksy; como subgénero distópico en los filmes Songbird (2020), del director Adam Mason, y Nuevo orden (2020), del genial Michel Franco; también como subgénero de la ciencia ficción en la novela distópica Mugre rosa (2021), de la escritora uruguaya Fernanda Trías, pero igualmente como género en los incontables diarios íntimos y crónicas que registraron el confinamiento de la cuarentena, tal como quedó documentado en el libro Papeles de la pandemia (2020), la edición conmemorativa de los veinticuatro años de la revista digital Letralia. Esta progenie también abarca, al menos en parte, el álbum We, el más reciente material discográfico de la banda canadiense Arcade Fire.

Según lo relató el multinstrumentista Win Butler en su cuenta de Instagram en abril de 2020, el camino que condujo al sexto álbum de la banda se había iniciado antes de la irrupción de la cuarentena global con la composición de Age of Anxiety, canción cuya letra exploraba preocupaciones que atravesarían el resto de las nuevas piezas musicales y que, por lo demás, se conectarían con las experimentadas por el resto de la humanidad en estos aciagos tiempos pandémicos. We fue publicado el 6 de mayo de 2022, y en él los sonidos folk, rock y electrónico convergen para contener la turbulencia (pero también la esperanza) que nos ha asediado por tres años. We incluye las canciones Age of Anxiety I, Age of Anxiety II (Rabbit Hole), Prelude, End of the Empire I-III, End of the Empire IV (Sagitarius A), The Lightning I (Lookout Kid), The Lightning II, Unconditional I, Unconditional II (Race and Religion) (con participación del cantante Peter Gabriel), y We. Como se puede apreciar, los títulos son sugestivos del concepto que empaca esta nueva obra. Los responsables de la producción fueron Nigel Godrich y los miembros de la banda Win Butler y Régine Chassagne.
We le debe su nombre a la novela homónima del escritor ruso Yevgeny Zamyatin, distopía que modeló la sociedad totalitaria de la celebérrima obra de George Orwell 1984. Esta fuente se hace ostensible en la portada del álbum, en la que un ojo funciona como la parte metonímica de la vigilancia, sea ésta de la modalidad panóptica foucaultiana, de la banóptica baumaniana, o del dataísmo contemporáneo sobre el que han disertado algunos pensadores. Dicho de otro modo, el ojo es el fragmento que nos permite el acceso al deseo del totalitarismo por hacer de los individuos seres transparentes, al objeto de garantizarse su absoluto control.
Queda claro que una canción como Age of Anxiety II (Rabbit Hole) activa el diálogo intertextual con la saga The Matrix.
Por lo expuesto en el párrafo anterior, queda claro que una canción como Age of Anxiety II (Rabbit Hole) activa el diálogo intertextual con la saga The Matrix, por cuanto desde su aparición en 1999 hasta su más reciente entrega The Matrix Resurrections (2021) ha puesto de relieve la función central que cumple Alicia en el País de las Maravillas en la construcción de un cosmos en el que se difuminan la realidad y las apariencias. A continuación, veamos algunos ejemplos de dicho juego de apariencias: “Rabbit hole / plastic soul / It’s a real rabbit hole”, “Heaven is so cold / I don’t wanna go / Father in heaven’s sleeping / somebody delete me”. Por su parte, la canción Age of Anxiety I formula la misma cuestión de fondo de la siguiente manera: “It’s a maze (it’s a maze) of mirrors (of mirrors) / It’s a hologram of a ghost / And you can’t quite touch it / Which is how it hurts us the most”. En cuanto a mí, un título que alude a una era de angustia cobra mayor sentido cuando, mientras escribo esta reseña, salta a la pantalla una noticia en la que el ex jugador de basquetbol Dwyane Wade confiesa que no logra conciliar el sueño al pensar que debe enviar a sus hijos a la escuela en medio de la violencia armada que se ha desatado en Estados Unidos. Recordemos que el 24 de mayo un joven armado asesinó a diecinueve niños y dos maestras en Texas, y desde entonces le ha sucedido una ola de masacres por toda la nación.
We nos permite asomarnos al futuro a la par de dos fuentes musicales precursoras: los álbumes 2112 (1976), de la banda Rush, y Ok Computer (1997) (también producido por Nigel Godrich), de Radiohead, aunque, viéndolo bien, parece más tributario de este último, en razón de su tono nostálgico y a ratos de fustigante desazón. Si no, reparemos en este escenario donde el imperio norteamericano se ha esfumado: “One last dance / here at the end of the empire / makes me cry / watchin’ the moon on the ocean / where California used to be” e “It’s not half bad uh-oh / spend half your life bein’ sad, whoa / don’t be scared uh-oh / just chronically impaired, uh-oh / take my hand, uh-oh / standin’ at the end of / The American Empire”. De suyo, al igual que cualquier álbum conceptual, We produce la atmósfera deseada por medio no sólo de las letras, sino de sonidos que para nuestro aparato perceptor tienen el efecto de realismo, esto es, de materialización del mundo imaginado. Otra homología viene a cuento: hace cuarenta años, el recién fallecido músico griego Vangelis nos convenció de que el futuro se anidaba en nuestro oído con la música proveniente del sintetizador, tal como ocurría en el clásico filme de Ridley Scott Blade Runner (1982). We no desdeña esta concepción musical del porvenir, por lo que el sintetizador es un instrumento que constituye uno de sus atributos identitarios. A decir verdad, puede que este álbum represente la versión actual de lo realizado por Vangelis acerca de un futuro poshumano, sobre todo ahora que, según asevera el ingeniero de Google Blake Lemoine, el software LaMDA manifestó sentir miedo a la muerte, cual replicante.
Acontecerá el día en que la humanidad habite colonias en Júpiter y entonces, digamos, se procure un género que, a falta de una denominación, podemos llamar “crónicas jupiterianas”; o quizá alguien, emulando un poco el experimento del aviador Carlos Wieder, personaje de la novela de Roberto Bolaño Estrella distante, marque su poesía entre las estrellas mediante maniobras con su nave espacial. Entretanto, atravesemos este portal al futuro con los sonidos del mañana creados por Arcade Fire.
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