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El eco del tiempo en la poesía de Mariluz Escribano

domingo 20 de noviembre de 2022
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Mariluz Escribano
Mariluz Escribano empezó a escribir tarde, con más de cincuenta años, porque fue una luchadora desde la docencia y desde su compromiso civil con tantos desfavorecidos.

La editorial Cátedra, en su excelente colección Letras Hispánicas, publica la Poesía completa de Mariluz Escribano, poeta granadina nacida en 1935 y fallecida en 2019. Mariluz Escribano empezó a escribir tarde, con más de cincuenta años, porque fue una luchadora desde la docencia y desde su compromiso civil con tantos desfavorecidos. Su luz, como dice parte de su nombre, es transparencia, eco que queda en el tiempo.

Remedios Sánchez, poeta y profesora, directora también de la excelente revista Entre Ríos, se ha hecho cargo de la edición de este libro que, tras una extensa introducción, nos lleva al terreno del recuerdo, a esa niña que creció sin padre, porque fue represaliado por los sublevados, ese padre ausente, como muchos otros huérfanos de padre que tuvieron que vivir la escasez y la pobreza de la posguerra. No sólo vivieron esa ausencia, sino el rechazo de una sociedad mezquina que miraba mal a los perdedores, que consideraba la superioridad de los fascistas como el único poder en un país cainita y de triste recuerdo.

“Poesía completa” de Mariluz Escribano Pueo
Poesía completa de Mariluz Escribano Pueo (Cátedra, 2022). Disponible en Amazon

Poesía completa
Mariluz Escribano Pueo
Edición de Remedios Sánchez
Poesía
Ediciones Cátedra
Madrid (España), 2022
ISBN: 978-8437644967
328 páginas

Mariluz Escribano se convierte entonces en una deudora de ese eco del padre ausente y recuerda a su madre, ante la pobreza de los años cuarenta, la evoca con la mirada pura de la niña que fue. En esa Granada de vencedores que odiaban a los vencidos, la niña imaginativa y llena de talento va creciendo, con la grieta del tiempo entre las manos.

Dice Remedios Sánchez en su excelente introducción:

Si hubiera que definir con dos palabras la obra de Escribano (no sólo la poética, quiero decir, el conjunto de su obra), serían memoria y perdón. Mariluz Escribano no fue nunca en su edad adulta una mujer alegre por esos golpes vallejianos que sistemáticamente sufrió, pero tampoco se sumió en la desesperación ni convirtió su existencia en un drama.

Con estas palabras, la obra de esta mujer singular, luchadora siempre, se convierte en una ventana al tiempo, en una luz entre las sombras del rencor de una España hostil e ignorante. Si su primer libro fue Sonetos del alba, quiero citar unos versos del segundo En un mar de silencio, cuando dice:

En el niño el misterio en su mirada intacta / que adjetiva la savia del húmedo futuro, / cuando alcanzar al hombre es nombrar la tristeza / y sentir cómo el tiempo suprime los pronombres.

Para la poeta granadina, el niño lleva la luz, es el tiempo recobrado, sabe bien que el paso de la vida adulta es la sombra, donde vamos caminando a ciegas en un mundo que ya no nos nombra. Es llamativo que hable así de una infancia difícil y dura porque, para ella, sin su padre y con la pobreza en las manos, la vida fue inclemente y cruel. Pero pervive en ella un afán de alegría, un deseo de hacer algo por los demás, que siempre estará presente en su vida. Como decía Remedios Sánchez, hay memoria y perdón, porque no es Mariluz Escribano la mujer que busca venganza, sino la que añora y evoca al ser querido que no pudo tener en sus brazos, cuando vivió la época más importante de la vida, la niñez.

En Canciones de la tarde, Mariluz Escribano habla del paso del tiempo, pero también de ese espejo que nos borra, que vuelve nuestra mirada una sombra. Sabemos que la vida nos horada, pero ella busca, a ciegas, la belleza de lo que nos ilumina. Como dice en “Canción del no retorno”:

Te miras al espejo / y un ser que sobrevive a la paciencia, / desnudo de cerezas / y cuarzos opalinos / te observa desde lejos, / porque sabes que el tiempo, / los ríos de las horas, / convierten al espejo en enemigo.

Parece que el padre vuelve, convertido ahora en luz que asesora, que aconseja y que abraza en las sombras oscuras de la noche. Para Mariluz Escribano “el espejo es enemigo” porque nos muestra el paso del tiempo, la huella en nosotros, nuestras oquedades.

Y en Umbrales de otoño aparece la madre, la que la cubrió en la desesperanza de una posguerra brutal, la que la acunó cuando la crueldad de la vida se asomaba. Por ello, escribe el poema “Ha venido el otoño”:

Ha venido el otoño, ¿lo recuerdas? / Madre, ¿te acuerdas del otoño?: / últimas rosas de la Huerta, / los álamos dorados, aquel prado, / la lluvia en la ventana, los silencios / aislándonos del mundo y sus quehaceres…

Esa huerta granadina, ese lugar de juegos, ese espacio de sombra del otoño y el eco del pasado que envuelve la voz de Mariluz. Hay en toda la poesía de la poeta granadina haces de luz, que van llegando al lector, para convertir al poema en un tejido que ilumina el mundo.

Y el poema “Yo no sé si recuerdas”, dedicado al poeta granadino Luis García Montero, dice:

Yo no sé si recuerdas los jardines, / el camino del mar que era aquel río / desmemoriado y pobre.

Y habla de nuevo de la infancia, un tiempo que ha quedado en su memoria, que la ha marcado para siempre. Como nos recordaba nuestro añorado Francisco Brines, la infancia es la luz, y en su poemario póstumo Donde muere la muerte vuelve a ver a sus padres como si aún fuese un niño.

No nos podemos apartar de la infancia, nos sigue para siempre y somos sólo niños mayores que evocamos una felicidad que tuvimos; hasta para Mariluz, con sus penurias, la infancia es regreso a un Edén perdido.

Y en El corazón de la gacela, la niña que fue regresa y añora a ese padre, que era maravilloso, pero que fue arrebatado por la violencia y la ignorancia de una España cainita. Así dice en “No comí pan de padre”:

No comí pan de padre / a causa de la guerra, / no crecí en sus ojos / bajo una luna alegre. / Y ahora pienso en mi madre / en una luz de invierno, / cuando el viento soplaba / sobre las nubes negras, / y me cantaba nanas / con Pedrell por delante.

El poema sigue penando por esa soledad de la niña huérfana, que tenía más hambre de caricias que de comida. La vida, injusta, arrebató el afecto de esta poeta luminosa, que hace del verso un paisaje de luz, un tejido de sentimientos.

Estamos ante una poesía completa muy hermosa, donde Mariluz Escribano demuestra la belleza de la vida, pese al dolor, con la gran edición que ha llevado a cabo Remedios Sánchez para acercarnos a una mujer especial, sensible y cuya hermosura late en cada página.

De nuevo, el tiempo vuelve y no podemos apartarnos de lo que quisimos y nos persigue para siempre. Bella poesía la de Mariluz Escribano, hecha con los mimbres del recuerdo, con la sencillez a flor de piel, para que el lector (hay tantos que perdieron a sus seres queridos) se deje llevar por su sensibilidad, por su ternura, por ese hilo de los afectos en que consiste cada página de este hermoso libro.

Pedro García Cueto
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