
Las canciones populares
De todas las canciones que surgieron de la música popular del siglo XX, de aquellas mezclas de modalidades musicales que nos deleitaron y forjaron nuestra sensibilidad, las había de todos los orígenes o raíces. Unas provenían de Europa, otras de América, y fueron configurando una serie de composiciones de índole popular con importantes repercusiones en todos y cada uno de los países de América, al tiempo que se iba forjando el folclor musical de base autóctona; luego esas expresiones mezcladas dan origen a la música popular a través de un complejo proceso de imbricaciones de todas las tradiciones posibles: orales, conversacionales, literarias, poéticas, plásticas, teatrales y elementos de la tradición académica (llamada a veces culta o clásica) para fundar cada una de esas modalidades: canciones, baladas, tangos, chacareras, milongas, boleros, sones, guarachas, mambos, merengues, corridos, rancheras, sambas, bossa nova, danzones, jazz, rocanrol, blues, spirituals, danzas, danzones, salsa, guarachas, pasodobles, valses y otras tantas expresiones musicales que dieron origen al maravilloso legado musical en el género popular. El juglar medieval se contentaba con interceptar o cantar, dedicando sus trovas o canciones a la mujer o a las gestas de caballería; el trovador componía y cantaba, era un creador, un poeta que podía manejar diversas modalidades o jergas, cultas o populares, cifradas (trobar clus) o abiertas, simples o herméticas según el caso, y fueron incidiendo en la tradición musical de los siglos siguientes mediante un largo proceso de sensibilidades combinadas. Mientras, nuestros pueblos americanos siempre estuvieron atentos a cuanto sucedía en Europa, y desde Europa llegaron esos ecos que nutrieron nuestro legado musical, a mi modo de ver el sedimento cultural más vasto y multiforme de cuantos hemos tenido.
De la mejor cepa de los trovadores provenzales de la Edad Media, franceses o españoles de Europa, nos llegaron ecos atravesando épocas que fueron sedimentando lentamente al cauce del siglo diecinueve y del siglo veinte desde su principio; desde los primeras décadas hasta los años 40 y 50, por medio de la radio, la televisión y el cine, tocadiscos y grabadores, la industria del disco nos acercó a diversas manifestaciones de los más variados orígenes, y éstas fueron alimentando nuestra tradición artístico-cultural, con una inmensa gama de intérpretes.1 Entre los cantores de España en el siglo XX descuella, desde mediados de ese siglo, la figura de un joven que merecería el calificativo de asombroso, motivo de esta crónica: Joan Manuel Serrat.
Durante los veranos, el niño Joan Manuel revivía sus sueños; éstos se hacían más encendidos y su imaginación volaba.
Infancia en Pueblo Seco
Joan Manuel Serrat nació en un barrio obrero de Barcelona llamado Pueblo Seco, en el año 1943. Su padre catalán se llamaba Josep (José) y su madre aragonesa Ángeles, ambos humildes obreros. Joan Manuel fue hijo único, pero Ángeles adoptó pronto a unas sobrinas que habían quedado huérfanas durante la Guerra Civil, y Joan se crio entonces con dos nuevas hermanas.
Pueblo Seco se hallaba separado del Barrio Chino de Barcelona por un bulevar llamado El Paralelo, donde había teatros y salas de conciertos, muy próximo también a la montaña de Montjuic. Joan Manuel pasó su niñez en las calles de aquel barrio, donde se hablaban por igual catalán y castellano. Poco a poco el niño se iba enterando de los sucesos. Sus padres habían perdido a los suyos en la Guerra Civil durante el franquismo, y Joan Manuel se fue educando al contacto de una vida difícil, de escasez material, frío, limitaciones materiales para casi todo; sin embargo, el chico disfrutaba con sus amigos y familiares jugando al fútbol o montando bicicleta, fue observando los sucesos del barrio de Pueblo Seco, y viviendo sus momentos familiares de cumpleaños, primera comunión, navidades, y los sucesos dramáticos o trágicos que pueden ocurrir en cualquier barrio. Estudió primaria en un colegio de curas, y el bachillerato en un instituto secundario. Oía música en la radio y los discos de moda y comenzaba a tararear canciones, cuplés, zarzuelas, boleros, los aprendía de memoria aun sin saber muy bien su significado, y comenzó a coleccionar cancioneros. Allí empezó todo.
Durante los veranos, el niño Joan Manuel revivía sus sueños; éstos se hacían más encendidos y su imaginación volaba. Al concluir el bachillerato se fue a un colegio universitario en Tarragona, de disciplina cuartelera. Hizo el servicio militar y se tituló de bachiller laboral, en la especialidad minera. Después se aficionó por un tiempo a la agricultura; mientras lo hacía, el paisaje campestre empezó a inspirarle cantos y él a tocar la guitarra: primero, se acompañaba con una prestada; después su padre, apreciando lo bien que lo hacía y con muchos esfuerzos, le compró una. Fue enorme la impresión que causó en el joven Joan Manuel aquel regalo, cuando vio subir a su padre por una cuesta con una bolsa de papel en la mano, en uno de cuyos extremos se asomaba el clavijero de aquella guitarra que traía para él.
Primeras experiencias musicales
Con unos cuantos amigos, formó una agrupación musical para hacer catarsis. Luego comenzaron a tocar en algunas fiestas del barrio los domingos por la tarde. De aquellas faenas quedaron algunas canciones escritas, que les cantó a sus amigos y les preguntó cómo les parecían. A ellos les gustaron y él siguió haciéndolas. Cantaba sin cesar, y se las acompañaba con la guitarra. Un día sus amigos lo animaron a ir a Radio Barcelona a un programa llamado Radioscope, y a él le gustó la idea. Desde el mismo día que Joan Manuel cantó en catalán en aquel programa, su suerte cambió. Salvador Escamilla era el conductor del espacio, y le dio mucho aliento al joven Joan Manuel, brindándole además su incondicional amistad. De la mano de Escamilla fue a Edigsa, compañía disquera donde grabaría su primer disco sencillo de 45 rpm. Al oírlo, un grupo llamado Els Setge Jutges (Los Siete Jueces) quedó impresionado. Todos ellos se habían declarado admiradores de la canción francesa de los años 60. Entonces aquel puñado de muchachos, provenientes de distintos estratos sociales, decidieron lanzar el movimiento de la Nueva Canción (la Nova Cançó), e intentaban sacar a la música de los esquemas tradicionales. Se propusieron ir de pueblo en pueblo cantando y tocando cada uno de ellos sus propias piezas. A partir de ahí, el entusiasmo del joven trovador aumentó. Corría el año 1965. Había nacido un nuevo cantor en España: Joan Manuel Serrat.
Después se divulgan sus canciones en catalán, en los discos Una guitarra (EP), donde recoge cuatro composiciones suyas (“Una guitarra”, “Ella em deixa”, “La mort de làvi”, “El mocador”), y Ara que tinc vint anys (EP), en 1966, con sólo cuatro de ellas. Serrat graba su primer LP con este mismo título en 1967 con diez canciones en catalán, después de ofrecer un concierto en el Palau de la Música Catalana en ese mismo año, para luego asistir al programa Noche del Sábado, en Televisión Española, donde cantó en catalán y en español algunas canciones como “Balada para un trovador”, “Una guitarra”, “Los viejos amantes”, “Canción de cuna”, “La muerte del abuelo” y “Me voy a pie”, entre otras, con arreglos de Lleó Borrell.
Apenas contaba yo diecinueve años cuando oí por primera vez “Palabras de amor”. Esta canción, originalmente escrita en catalán, mereció una versión española que fue difundida en España y América Latina con éxito inmenso, y constituyó el primer gran suceso en la carrera del trovador catalán. Parte de la canción reza: “Palabras de amor, sencillas y tiernas, / No sabíamos más, teníamos quince años, / No habíamos tenido mucho tiempo para aprender. / Apenas despertamos del sueño de los niños / Nos bastaban tres frases hechas, / que habíamos aprendido de antiguos comediantes / Historias de amor, sueños de poetas, / no sabíamos más, teníamos quince años. / Ella, ve a saber dónde está, la perdí y nunca más / he vuelto a encontrarla. / Pero a menudo, cuando oscurece / de lejos me llega una canción / Viejas notas, viejos acordes, viejas palabras de amor. / Palabras de amor, sencillas y tiernas”. La crítica ha sido unánime en destacar que este disco marca el nacimiento de la nueva canción catalana.
Serrat ofrece en el año 1969 su primer disco en castellano: La paloma y otras canciones, donde nos ofrece diez temas.
Canciones catalanas, canciones castellanas
Al año siguiente aparece su LP con letras de canciones tradicionales de Cataluña Cançons tradicionals, donde el cantante quiso recoger una buena selección de temas representativos de su tierra natal; ese mismo año Serrat fue elegido para representar a España en el importante festival Eurovisión, lo cual fue una afortunada coincidencia. En un disco sencillo de esa época, Per Sant Joan María, ya muestra un dominio de su lirismo musical y de su capacidad interpretativa, las cuales serán corroboradas al año siguiente cuando aparece Com ho fa el vent. Entra Ricard Miralles en los arreglos musicales. El cantante proclama su necesidad de “ser libre como el viento”; en este disco resalta la “Canción de Matinada” donde el trovador, doblado en bardo, expresa su asombro ante el amanecer. Definitivamente convocado por la poesía, Serrat ofrece en el año 1969 su primer disco en castellano: La paloma y otras canciones, donde nos ofrece diez temas, con nueve de su autoría y uno del poeta gaditano Rafael Alberti: “La paloma”. Este trabajo, grabado en la ciudad italiana de Milán, cuenta con los arreglos de quienes serían en adelante sus mejores colaboradores musicales: Ricard Miralles y Juan Carlos Calderón. Los temas resultan únicos por su calidad interpretativa, su originalidad musical y literaria, especialmente en las piezas “Tu nombre me sabe a hierba”, “Poema de amor” y “El titiritero”. Se trata de otro disco que pronto entraría en la categoría de lo más representativo de su estilo.
De aquí en adelante, la carrera de Serrat sería imparable. El próximo disco del cantautor catalán conformaría uno de los mejores hallazgos para la poesía, interpretada por un trovador: Dedicado a Antonio Machado, poeta (1969). Este disco significó no sólo el reconocimiento a un gran poeta andaluz y uno de los prominentes líricos del siglo XX, sino también una provocación y un reto cultural en el momento en que se produce; se trata de una recreación impecable de una obra literaria, con los acordes del arreglista Miralles, que dieron como resultado una declaración de principios de la libertad creadora de Serrat, y de respeto a la diversidad cultural. “Retrato”, “Cantares”, “El pasado efímero”, “La saeta” y “Españolito” son algunas de las más notables composiciones de esta docena de canciones que integran el álbum.
En el mismo año de 1960 se cierra con otro de los trabajos centrales de su discografía, con el sencillo Penélope, con letra de Serrat y música de Augusto Algueró; la canción cuenta la historia de una muchacha que ha sido abandonada en una estación de trenes, y en cierto modo viene a confirmar la disposición de Serrat de crear en castellano para conseguir una mayor audiencia. La canción recibe un premio importante en el Festival de Río de Janeiro; alcanza aclamación internacional y es interpretada por distintos grupos y orquestas del mundo. En esta ocasión, Algueró, autor de la música, se encargó también de los arreglos de “Penélope” y Miralles estuvo en la dirección musical. Por cierto, ese año 1969 Serrat logró una destacada presentación en Chile, y tuvo también su primer hijo, Manuel (Queco), con la modelo catalana Mercé Domenech.
Referencias de los años 70
En 1970 Serrat torna a componer en catalán y lanza nuevas canciones en Serrat/4: el resultado es un producto sumamente acabado, tanto en lo interpretativo como en lo arreglístico y las armonizaciones. De estas canciones aprecié mucho la que dedica al poeta de la Barceloneta: Joan Salvat-Papasseit. A este poeta lo leí cuando vivía en Barcelona a finales de los años 70, y en verdad es una de las voces genuinas de la poesía de esa ciudad. También vale la pena destacar en este álbum la soberbia guitarra solista de Gabriel Rosales. En este mismo año 70 Serrat nos ofrece otro de sus mejores temas en “Mi niñez” y otros donde parece ser inagotable en el arte de crear piezas con personajes y situaciones originales: “Señora”, “Cuando me vaya”, “Mi niñez”, “Muchacha típica”, “Como un gorrión”, “De cartón piedra”, “Fiesta”, “Si la muerte pisa mi huerto” y “Amigo mío” son sencillamente clásicos de la canción castellana, con amplia resonancia en América.
Estos temas llegaron a mis oídos por primera vez en la pequeña ciudad de San Felipe, y significaron para nosotros verdaderas revelaciones. Éramos entonces un puñado de muchachos veinteañeros que íbamos por las calles llenos de ilusiones y sueños, con ansias de amar y de crear, escribir, pintar y componer. Mientras cursábamos el bachillerato, íbamos a fiestas, organizábamos verbenas, visitamos las hermosas playas caribes y los ríos, dábamos serenatas. Entre las canciones que les cantábamos a nuestras novias había muchas de Serrat, junto a otros tantos boleros, baladas, valses o rocanroles.
En su álbum Mediterráneo se consagra, creo yo, el Serrat poeta.
Al año siguiente, en 1971, salió Mediterráneo, que significó poco menos que un cataclismo musical para nosotros en Venezuela. Este tema y muchos otros de los que lo acompañan en este long play pueden formar parte de un catálogo de obras inolvidables: “La mujer que yo quiero”, “Pueblo blanco”, “Tío Alberto”, “Qué va a ser de ti”, “Lucía”, “Vagabundear”, “Barquito de papel”, “Vencidos” y sobre todo “Aquellas pequeñas cosas”. Considero que este álbum es una de las obras mejor logradas de la música popular del siglo XX. De inmediato tomé mi guitarra, me aprendí “Lucía” y “Pequeñas cosas” y las hice mías. Aún las canto de vez en cuando, cuando los sentimientos y la nostalgia se imponen en mi espíritu. “Uno se cree / que las mató / el tiempo y la ausencia / Pero su tren / vendió boleto de ida y vuelta. / Son aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas / en un rincón / en un papel / o en cajón. / Como un ladrón / te acechan detrás de la puerta / te tienen tan a su merced / como hojas muertas / que el viento arrastra allá o aquí / te sonríen tristes y / nos hacen que / lloremos cuando nadie nos ve”. Desde un tema tan íntimo hasta algo tan inmenso como el mar en “Mediterráneo” puede ser cantado con altura: “Yo que en la piel tengo el sabor amargo del llanto eterno / que han vertido en ti cien pueblos / de Algeciras a Estambul / para que pintes de azul / sus largas noches de invierno. / A fuerza de desventuras / tu alma es profunda y oscura”, dice. En este álbum se consagra, creo yo, el Serrat poeta. Según parece, esta letra fue escrita en un hotel de Calella, en Gerona. Por otra parte, la ternura visible en “Barquito de papel” y la filosofía del errar que implica “Vagabundear”, el acto de recordar las cosas sencillas en “Aquellas pequeñas cosas”, o la magnífica descripción de un pueblo anónimo de provincias en “Pueblo blanco” nos permiten considerarlas obras sencillamente magníficas. En este trabajo, Serrat estuvo asesorado por Juan Carlos Calderón, Gian Piero Reverberi y Antoni Ros Marba. La canción final, la letra de “Vencidos”, es de la autoría del poeta León Felipe, en un homenaje que éste rinde a Alonso Quijano, el alter ego cuerdo de don Quijote de la Mancha.
Canciones a la poesía
En el año de 1972 Serrat realiza un tributo a otro de los grandes poetas españoles, Miguel Hernández, en un LP con arreglos y dirección musical de Francesc Burrull. En este álbum se constata su impresionante capacidad en el difícil arte de casar el espíritu de la poesía al espíritu de la música, algo nada fácil de conseguir. Los poemas de Hernández se hallan interpretados a cabalidad mediante unos acordes y un temperamento muy particular para captar el espíritu del gran poeta de Orihuela, mártir de la guerra civil española. “Para la libertad”, uno de los temas de Hernández versionados por Serrat, se convirtió luego en una especie de himno. Este disco comportó una toma de conciencia del compromiso político de Serrat, de profunda sensibilidad social, más allá de cualquier tinte ideológico. Por otra parte, están los temas eminentemente líricos: “Menos tu vientre” y “La boca” se hermanan a los de tono social o político: “Llegó con tres heridas”, “Canción última” y “El niño yuntero”, que conforman un sentido homenaje a este poeta cenital de España. Se incluye aquí un poema, “Nanas de la cebolla”, cuya música es de la autoría de Alberto Cortés.
Tenemos de vuelta al Serrat catalán en 1973 con Por el mou amic, con ocho nuevos temas que no puedo comentar aquí debido a mis escasos conocimientos del catalán, lengua que debí estudiar mientras permanecí en Barcelona entre los años 1978 y 1982. En éstos se puede captar el tono melancólico, la atmósfera nocturna y meditabunda que los envuelve, sobre todo en “Helena”, “Menuda” y “Por el meu amic”.
Serrat regresa al universo de la ternura en 1975 con Canción infantil, donde predomina el mundo campestre y bucólico en nueve piezas, cuyo primer título es uno de los más extensos de Serrat. “Canción infantil para despertar a una paloma morena de tres primaveras”. De este álbum me gusta especialmente “Decir amigo”, una celebración de este sentimiento supremo, uno de los grandes valores de este músico. Ese mismo año se lanza esta pieza acompañada de la canción “Edurne”, donde se abordan y constatan los conflictos político-sociales del País Vasco en medio de la dictadura franquista, y narra la historia de una mujer que acoge en su casa a unos perseguidos del régimen de Franco. Ahí pueden percibirse varias expresiones en ese idioma. En estos años 70 el mundo se halla convulsionado por acontecimientos políticos de signo negativo (golpe de Estado a Salvador Allende en Chile; asesinato de Carrero Blanco en Madrid) y Serrat toma una posición política frente a los desmanes de las dictaduras en América Latina, por lo cual es censurado en países de signo reaccionario.
Serrat graba en el año 1975...Para piel de manzana, pronunciándose a la vez contra los fusilamientos del régimen español y la pena de muerte. Recorre casi toda América, viviendo múltiples experiencias. Al regresar a su país, recorre las calles de su barrio natal en Pueblo Seco, donde salen a su encuentro los fantasmas de su juventud, incluido el recuerdo de una novia clandestina, a quien dedica su canción “Piel de manzana”. Otras composiciones como “Aristocracia del barrio” y “Caminito de la obra” se ubican dentro de ese espíritu; tanto el “Carrusel del Furo” y “A ese pájaro dormido” pertenecen a este ámbito de recuperación de la memoria infantil o juvenil. Al final del álbum, hallamos la curiosidad de un texto del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal: “Epitafio para Joaquín Pasos”, donde Serrat versiona por vez primera a un poeta hispanoamericano.
Serrat replica la fecha 1978 para titular su álbum de ese año, esta vez de la mano de Josep María Bardagí en los arreglos y la dirección musical.
Después Serrat ofrece un tributo a uno de los poetas catalanes con quien más se identifica: Joan Salvat-Papasseit. Como dije antes, a este poeta del viejo puerto de la Barceloneta pude leerlo traducido al castellano en una edición de Lumen, y para disfrutarlo en su contexto me iba por los viejos bares del puerto a finales de los años 70, cuando fijé mi residencia en aquella hermosa ciudad. Recuerdo que una tarde me hice amigo de unos catalanes bebedores de vino rojo, que terminaron celebrando conmigo cada vez que yo les leía en voz alta alguno de los poemas de Joan Salvat-Papasseit. Las mesas donde apoyábamos nuestras copas eran barricas de vino, por cuyos costados abríamos los grifos y nos servíamos la espirituosa bebida. Fue una tarde inolvidable. Cuando volví años después a visitar ese entrañable barrio, el lugar ya no era el mismo, sino una especie de zona reluciente para turistas ricachones, despojada de aquel viejo encanto rústico y familiar.
Serrat replica la fecha 1978 para titular su álbum de ese año, esta vez de la mano de Josep María Bardagí en los arreglos y la dirección musical. Aquí se advierte una expresión más depurada. Algunos comentaristas han señalado el paso de cierto barroquismo hacia algo más transparente; en todo caso se trata de un tributo a su ciudad natal, a su gente, sus costumbres, sus personajes, rematando el álbum con un poema de José Agustín Goytisolo en homenaje a Miguel Hernández: “Historia conocida”. Por cierto que, de Goytisolo, el gran cantor Paco Ibáñez había versionado por aquellos años un hermoso texto dedicado a su hija, “Palabras para Julia”, que cantábamos con frecuencia. El poeta José Agustín era hermano de otros dos grandes escritores barceloneses, Luis y Juan Goytisolo, ambos narradores, novelistas y pensadores de alto calibre de esa hermosa ciudad. José Agustín decidió quitarse la vida, años después. A Juan Goytisolo le profeso una admiración también por sus ensayos (El furgón de cola, De la ceca a la meca) y sus novelas (Las virtudes del pájaro solitario), que me parecen obras centrales de la literatura del siglo XX.
En ese año 1978 Serrat contraería matrimonio con Candela Tiffon y tuvo con ella su primera hija, María.
Década de los ochenta
Continúa Serrat grabando canciones en catalán en Tal com raja (Tal como sale) (1980), en las que los críticos han observado una madurez expresiva de su producción en ese idioma. Hace allí a la vez tributo a un trío de Joseps de esa lengua: Josep Carner, Josep Vicenc Foixy y Josep Palau. Joan Manuel a la vez rinde tributo a la memoria de otro Josep, su propio padre, fallecido ese mismo año: Josep Serrat.
La década de los 80 se continúa en castellano con En tránsito (1981), donde Serrat se nos muestra con una frescura y un vigor distintos, abierto a los diversos influjos; un Serrat cosmopolita, diríamos, si el término no se hubiera desfigurado tanto en los últimos años. En todo caso es un Serrat abierto a nuevos experimentos y un humor como el que hallamos en “Esos locos bajitos” (los niños), “Hoy puede ser un gran día”, “Las malas compañías”, “Una de piratas” y otra que compite para ser su título más extenso: “Uno de mi calle me ha dicho que tiene un amigo que dice conocer a un tipo que un día fue feliz”. Miralles corre de nuevo con los arreglos y la dirección musical.
Cada loco con su tema en 1983 y Fa vint anys que tinc vint anys (1983) dan cuenta de las distintas aportaciones del músico barcelonés a la cultura musical y literaria de aquellos años, dando paso al primer LP suyo recreando textos del escritor uruguayo Mario Benedetti, y a su vez rindiendo tributo a los pueblos de América en El sur también existe (1985) llevando a cabo el respectivo reconocimiento cultural e histórico de pueblos en situación de desventaja social con respecto a los de Europa y los Estados Unidos. Algunos temas de este disco son “Defensa de la alegría”, “Los formales y el frío”, “Habanera”, “Vas a parir felicidad”, trabajos de reconocimiento humano y social a la lucha de nuestros pueblos.
Bienaventurados es una producción de 1987 que ha sido vista como una confirmación de la mirada crítica y escéptica que Serrat realiza del mundo en ese momento, tan necesitado de unión colectiva para superar los problemas de convivencia pacífica dentro de una pugna política enrarecida. En uno de los textos, inspirándose en un texto del escritor catalán Juan Marsé (“Los fantasmas del Roxy”), Serrat realiza un homenaje a la memoria de su ciudad y un reconocimiento al reconocido novelista. En Material sensible, del año 1989, Serrat trabaja con Josep María Bardagí para realizar otro álbum en lengua catalana, incorporando temas del mexicano Jaime Sabines (“La luna”), de Joan Barril y del propio Bardagí.
El disco Utopía se presentó en la Plaza del Congreso de Buenos Aires frente a una audiencia de más de trescientas mil personas.
La incorregible utopía
Serrat continúa trabajando y componiendo en los años finales de la década de los ochenta, hasta arribar en el año 1992 a otra de sus obras maestras: Utopía. El título alude con seguridad a la esperanza de un mundo más justo, más compartido y ético. “Se echó al monte la utopía / perseguida por lebreles que se criaron en sus rodillas / y que al no poder seguir su paso, la traicionaron; / y hoy, funcionarios / del negociado de sueños dentro de un orden / son partidarios / de capar al cochino para que engorde (…). ¡Ay, utopía / incorregible / que no tiene bastante con lo posible! / ¡Ay, utopía / que levanta huracanes de rebeldía!”, escribe con gran vuelo. También en otros temas tal voluntad política —en su sentido filosófico profundo— está presente en “Disculpe el señor” y “Juan y José”, alternando con motivos amorosos: “Mírame y no me toques”, “Pendiente de ti”, “Y el amor”. Me parece que este disco es otro de los referentes centrales de su música y su pensamiento. En el tema “Utopía” Serrat cuenta con la participación de la extraordinaria guitarra de Paco de Lucía, uno de los grandes virtuosos del flamenco (por cierto, Paco de Lucía un día andaba de paseo por una playa del mar Mediterráneo cuando encontró la muerte), y en “Pendiente de ti” con la hermosa voz de Soledad Giménez, del grupo Presuntos Implicados. Recuerdo que yo oía con mi hermana Inmaculada Jiménez a Joan Manuel Serrat y a Presuntos Implicados en un viejo tocadiscos de nuestra casa de San Felipe, mientras celebrábamos cariños y ternuras. Utopía también fue un álbum muy estimado por mi compañera de vida en aquellos años, María Elena Rodríguez Valera, admiradora eterna del cantor catalán, al igual que mis hermanas María Auxiliadora, Inmaculada y Elisa Elena, que se desplazaban pronto a Caracas para asistir a los conciertos de Serrat en el Teatro Teresa Carreño. También está el dato curioso en este álbum de ser Robert Freeman el autor del diseño de portada. Freeman es uno de los famosos fotógrafos de los Beatles y llegó a publicar volúmenes enteros con las imágenes de los cuatro ídolos de Liverpool, cuyas fotos dieron la vuelta al mundo. El disco Utopía se presentó en la Plaza del Congreso de Buenos Aires frente a una audiencia de más de trescientas mil personas. Una vez más la utopía, tierra soñada, se traslada a América por arte de sus poetas y escritores, buscando forjar ese mundo mejor al que aspiraron nuestros libertadores y que aún nos empeñamos en construir.
Para el año de 1994 Serrat graba el álbum Nadie es perfecto, de contenido eminentemente urbano. Ahí se dan cita varios personajes de la gran ciudad, como “Niño silvestre”, “Benito, “Historia de vampiros” y una pieza especialmente graciosa (e inteligente como arma irónica): “La abuelita de Kundera”. “La abuelita de Kundera en su pueblo checo / y la mía en Belchete y las dos sabían / que el cura era el confidente de la policía. / Nada tenía secretos a su alrededor”. Serrat muestra aquí una clara denuncia al racismo y a la injusticia, aun cuando no faltan sus alusiones al amor, como ocurre en “Entre un hola y un adiós”. Asimismo, retorna a la poesía de Mario Benedetti en “Historia de vampiros”.
Dos años después, en 1996, Serrat rinde tributo a la nueva canción catalana con Banda sonora d’un temps, d’un país, logrando un álbum muy completo. Algunos de estos cantores catalanes son Luis Llach, Pau Riba, María del Mar Bonet, Pi de la Serra, Raimon y Jaime Sisa, permitiendo la entrada del gran pianista (invidente) catalán Tete Montoliu, a quien pude oír tocar en persona una noche en Barcelona, verdadero genio del instrumento dentro de la expresión jazzística, una de mis pasiones. En ese mismo año Serrat graba en vivo El gusto es nuestro, al lado de sus amigos Ana Belén, Víctor Manuel y Miguel Ríos. Como en todo homenaje amistoso de esa naturaleza, irradian allí el humor y la alegría cuando estos músicos se juntan.
Sombras de la China es el título del disco que Serrat lanza en 1998, con arreglos y dirección musical de Josep Mas “Kitflus”, dedicado justamente a la memoria de Tete Montoliu, que recién había fallecido. Pero también saluda a la poesía del gran Luis Cernuda en “Más que a nadie” y a Eduardo Galeano en “Secreta mujer”. Mientras que en “La hora del timbre” lo hace con el poeta José Luis Pérez Mosquera. En el texto de Cernuda —el inmenso poeta del exilio español— podemos leer: “Que te quiero más que a nadie y más que a nada / te lo he dicho con mis ojos centinelas / te lo he dicho con mis manos que te celan, / te lo he dicho con mi lengua enamorada”. Mientras que el texto de Galeano reza: “No puedo dormir / no puedo dormir / Atravesada entre los párpados / Tengo una mujer, secreta mujer, tan sol y tan luna / que abre mis ojos y me obliga a ver / mi desventura y mi fortuna / Y no me deja dormir / esa mujer, / secreta mujer”. Frecuenté a Galeano en Barcelona y en Premiá de Mar, donde vivía con su mujer Helena y sus hijas; por allá en los veranos nos reuníamos en una terraza a conversar, a hacer parrilladas y beber tintos de verano. Recuerdo que a Eduardo le gustaba mucho la canción “Lucía” de Serrat y me pedía que se la cantara. El poema de José Luis Mosquera es tan, pero tan bueno, que lo tendría que citar todo. Se trata de un poeta argentino hasta aquel momento poco conocido. Me imagino que luego de este suceso se convirtió en una celebridad.
Serrat ha persistido siempre en sus homenajes a los poetas y la poesía.
Serrat en el nuevo siglo
Después, en el 2000, escuché esas maravillosas Cansiones (con ese) de Serrat entresacadas del repertorio latinoamericano, que el músico catalán disfruta tanto. El detalle de la ese se explica porque los españoles pronuncian la ce en estos casos como una zeta, mientras que nosotros en América lo hacemos como si fuera una ese. Esta vez se trató de una elección muy cuidadosa de los temas; tanto, que el cantor se vale de su doble o alter ego para expresar sus sentidos y sentimientos con su nombre al revés, Tarrés, según su autor: “una entidad peligrosa que se te puede ir de las manos en cualquier momento, mientras deja un montón de facturas por pagar, un sujeto que amenaza tu prestigio”, declaró una vez al respecto. Pero en la canción está mejor expresado: “Ese tal Tarrés, que no me cabe en la piel / y saca a mi animal de parranda con él. Le basta con que el sol reparta fuego y luz / y Dios nos dé salud / para poder beber. Y al amanecer / con cuatro copas de más / abomina de mí / y me niega donde va”. Esta letra la escribió en colaboración con Tito Muñoz. Algunos de los temas allí reconocibles son “El cigarrito” de Víctor Jara; “El último organito” de Homero Manzi y Acho Manzi; “Fangal” de Virgilio Expósito Homero y Enrique Santos Discépolo; “Un mundo raro” de José Alfredo Jiménez; “En la vida todo es ir” de Juan Antonio Corretor y Roy Brown; “Sabana” la famosa tonada del venezolano Simón Díaz; “Makúrquica modérnica” de Violeta Parra; “Soy lo prohibido” de Roberto Cantoral y Dino López; la bella canción tradicional paraguaya “Che Pykasumi” (“Pequeña tórtola”), de la que Serrat hace las dos versiones, una en lengua guaraní, con letra de Rubén Barreiro Saguier y música de Serrat, y la versión castellana; terminan por conformar un álbum de antología donde nuestro músico muestra toda su versatilidad.
En 2002 aparece Versos en la boca, otro de sus grandes homenajes a la poesía y a los poetas, con nuevas aportaciones de Tito Muñoz, Eduardo Galeano y Luis García Montero, bajo la dirección de Ricard Miralles, quien había estado ausente de las grabaciones de Serrat durante una década. En 2003 se graba Serrat sinfónico con un tema de Federico García Lorca y otro de Antonio Machado y los acompañamientos de la Orquesta Sinfónica de Barcelona y la Orquesta Nacional de Cataluña y los arreglos de Joan Albert Amargós. En 2006 se graba otro homenaje en lengua catalana con la participación de los autores Manuel Vicent y Joan Margarit; hasta que en 2007 realiza una grabación en vivo, Dos pájaros de un tiro, con el cantor madrileño Joaquín Sabina, quien también ha tenido un inmenso eco en el público con su poética ácida, crítica, paródica. El disco constituyó un éxito de ventas y los trovadores siguieron de gira por España y por América Latina durante un buen tiempo.
Serrat ha persistido siempre en sus homenajes a los poetas y la poesía. No sé de otro trovador hispánico que haya hecho tanta insistencia en esta dirección en el siglo XX. En 2009 vuelve a versionar unos poemas de su admirado Miguel Hernández en Hijo de la luz y de la sombra. Se trata de una cuidada edición musical a cargo de Joan Albert Amargós con trece nuevos temas de Hernández. En el precioso diseño del estuche, el CD viene acompañado de una película donde se entrevista a cada uno de los participantes de este proyecto, incluyendo al propio Serrat, y funciona como un complemento muy sugerente y bien realizado: Miradas en busca de un poeta. A mí me han gustado mucho especialmente el que da título al disco, “Hijo de la luz y de la sombra”, “Cerca del agua” y sobre todo “La palmera levantina”, que me ha emocionado sobremanera. Aunque las palmeras levantinas no se parecen mucho a las palmeras de nuestra costa caribe, cada vez que oigo este hermosísimo tema cantado por Serrat mi espíritu vuela al inmenso bosque de palmeras en la costa venezolana, en las playas de la costa oriental de Falcón, que visité en mi dorada juventud, y asocio de inmediato las vibrantes notas de Serrat inspiradas en el poema de Hernández, las cuales me llevan hasta altos niveles de emoción. Asimismo, “Tus cartas son un vino” es un poema verdaderamente sublime, nos toca en lo más hondo del sentimiento amoroso.
Otro homenaje a la poesía lo conforma Neruda en el corazón, disco colectivo grabado con motivo de un homenaje al gran poeta chileno, en un concierto celebrado en el Palau de la Música Catalana, dentro de un evento llamado Foro Universal de la Cultura. Otra gira del cantante de ciento cincuenta conciertos se ve registrada en una selección de piezas en el disco de 2005 Serrat 100 x 100. A partir de estos años Serrat comienza a recibir una serie de reconocimientos académicos y formales, medallas, doctorados, premios y galardones dentro y fuera de su país, y a realizar una serie de conciertos que celebran su trayectoria y su vida plena de nobles gestos. También ha participado en películas desde los años 60 hasta 2013, que serían motivo de reseñas independientes.
Situación política
En cuanto a la situación política de España en las últimas décadas, habríamos de admitir, muy a nuestro pesar, que es lamentable. Después de superar el atraso del franquismo (es decir del fascismo, nazismo, nacionalsocialismo) había esperanzas de cambio. Se respiraban nuevos aires de superación social con el Partido Obrero Español, pero esas esperanzas fueron cada día menguando. El PSOE fue cediendo espacios a la política neoliberal internacional, plegándose a las órdenes del capitalismo (es decir, del racismo, supremacismo, calvinismo, fundamentalismo, sionismo) de Estado impulsadas desde los Estados Unidos y otros países de Europa como Francia, que vieron en ese modelo una posibilidad de progreso, cuando lo que realmente hubo fue reacomodos, pactos y más pactos con la derecha, la bancocracia y el aparato del Estado liberal burgués. El Partido Socialista negoció subrepticiamente con el sector más rancio de España representado por el Partido Popular y la monarquía, y entonces presenciamos en el poder aquella generación de políticos fallidos e incapaces desde Aznar hasta Rajoy, que llevaron a España al fracaso social y económico mediante la privatización de los bienes y servicios, mientras la monarquía se desmoronaba dejando ver continuos casos de corrupción y estafas al Estado, terminando con la vergonzosa huida del Rey hacia otro país. El Partido Socialista también se debilitó: si no véanse los españoles viviendo el “socialismo” del ineficaz gobierno de Pedro Sánchez atacando acríticamente a todos los gobiernos progresistas de América Latina, que intentan otros modos de producción y convivencia comunitaria. Ni siquiera el partido de izquierdas emergente Unidas Podemos, en cuya cabeza ha estado por años el joven líder Pablo Iglesias, pudo concretar —pese a sus buenas intenciones— una opción política real, pues cayó presa de las mismas trampas tendidas por el estatus de la derecha, y terminó debilitado.
Me imagino que para escritores, artistas, músicos, intelectuales y editores no ha sido nada fácil tomar posición dentro de este complejo escenario político.
Ante esta situación, los movimientos independentistas de España —entre ellos el catalán— reaccionaron contra los desmanes del centralismo madrileño, que piensa alzarse con las tributaciones de los ingresos productivos de las demás provincias, hablando de una supuesta “unidad” en la que nadie cree, sencillamente porque tal unidad no existe; en todo caso es una entelequia ideológica para mantenerse en el poder a cualquier precio. Entonces surgen los intelectuales apoltronados de la derecha a denunciar el “separatismo” catalán, e invocando la sagrada unidad presentando este movimiento como una secta de fanáticos, cuando lo que están exigiendo es sencillamente justicia y libertad para actuar y ejercer la política desde otros parámetros y otros puntos de vista. Nunca antes se habían visto en Cataluña marchas tan multitudinarias de un pueblo en defensa de su cultura y de su libertad política. Es un hecho: no una ilusión ni una falsa postura ideológica para alzarse con el poder de la noche a la mañana. Recordemos que, durante la dictadura de Francisco Franco, una de las culturas más perseguidas fue la catalana y llegó incluso a prohibirse su lengua. Aclaro aquí que no estoy comparando una cultura con la otra ni estableciendo diferencias cualitativas entre ambas, sino abogando por el respeto de cada una de ellas, marcadas con desarrollos distintos.
Me imagino que para escritores, artistas, músicos, intelectuales y editores no ha sido nada fácil tomar posición dentro de este complejo escenario político. Habrá quienes optan por la comodidad de la abstracta “unidad” para no tener que luchar por una causa; habrá otros que se arriesgan. Ignoro cuál ha sido la posición de Serrat en este caso específico, y no voy a dañar esta crónica con especulaciones; eso pertenece al orbe de las decisiones personales. Vemos por un lado a catalanes conscientes expresando sus ideas, y por el otro a afamados filósofos o novelistas identificándose —expresa o soterradamente— con el sistema neoliberal de producción que los beneficia, editando y promocionando sus obras. A manera de recordatorio político, reproduzco aquí unas palabras del poeta tan admirado por Serrat, Joan Salvat-Papasseit, escritas en 1918:
Salían lentamente de la fábrica y yo leí sus odios y sus buenos amores, su hambre y su miseria. Y así leí también que eran los productores, aquellos desdichados. Y me junté con ellos, porque su aspecto era de bondad y dulzura y porque son el símbolo, por este padecer, de la evolución firme y creadora.
Mientras, las chimeneas humeantes dibujaban cabezas de rabias comprimidas y de angustias y muertes. Era la gran visión de la terrible nube que traerá la lluvia, la tempestuosa lluvia que les libertará. La lluvia que es la masa que lo produce todo y carece de todo.
Aun me fui bendiciéndoles por aquella tragedia de sus vidas, porque les hará dueños de todos los destinos de la tierra: cada uno que muera en la lucha sublime por un mejor mañana, producirá en su tumba a ras de tierra una rosa de fuego que consumirá un mundo de injusticas sociales.
Así sea.
(Humo de fábrica, 1918)
Una obra admirable
Lo cierto es que todos estos discos, presentaciones y colaboraciones componen una obra admirable. El estilo, su peculiar voz de barítono, el modo de interpretar sus canciones y las de otros convierten a Serrat en un trovador esencial en el siglo XX, que ha sabido universalizar los temas de su tierra, de España y Cataluña, e irradiarlos al mundo. Pertenece a la cepa de los trovadores que surgieron en la Edad Media, a los trovadores provenzales y occitanos del mediodía francés, y de algún modo se ha hecho eco también de sus hermanos latinoamericanos. Lo que más admiro de la trayectoria de Serrat es su fidelidad al llamado de su interioridad, a las voces de la tradición popular que ha sabido cotejar con las diversas corrientes no sólo de la modernidad musical, sino también de la raigalidad popular, alejándose de las modas y de la cultura de masas, huyendo de los nefastos influjos de las tendencias impuestas, pero sobre todo porque ha sido fiel al llamado de la poesía, de ese vínculo que se sabe portador de las voces del común, de donde él proviene; de los grandes autores líricos del siglo XX que han trascendido y se han mantenido frescos aún, como hemos pretendido hacer notar en esta crónica.2
No poseo suficientes conocimientos de teoría musical para precisar dónde radican los logros específicos de Serrat, pero sí puedo asegurar que ha sido uno de los músicos que han estado más alerta de cuanto ocurre en el mundo social y político; de los matices que posee la vida cotidiana de Cataluña y España, y a su vez de lo que ocurre tanto en nuestros países como en nuestro ánimo; ha conjugado en su trabajo una significativa gama de elementos musicales, modalidades y expresiones del catalán y del castellano de España y América, y esa apertura, esa libertad y esa capacidad de comprensión y de honestidad intelectual y artística lo han hecho valer. Tantos otros cantantes y trovadores del siglo XX aún están activos con su música y su lucha; más allá de todas las flaquezas o debilidades que hayamos podido tener como humanos, hemos sabido también sortear todas las simplezas de la mediocre cultura de masas, para ir en busca de raíces mejores, con perspectivas de superarnos en nuestro devenir, con la ayuda del arte y de la poesía, que son en verdad la gran filosofía que nos sostiene.
Vaya pues esta humilde crónica a celebrar la admirable obra de este trovador: que los poemas y hermosas canciones suyas y de otros sigan tomando vuelo en su brillante voz.
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Notas
- En esta casta de trovadores del siglo XX aparecieron muchos que pudimos apreciar en todo su ascenso creador, precedidos de otros que ya habían despuntado desde los años cuarenta o cincuenta del siglo XX, entre los cuales citamos sólo algunos de manera desordenada o aleatoria y de diversas generaciones y tendencias como Georges Moustaki, Jacques Brel, Silvio Rodríguez, Gloria Martín, Alí Primera, Simón Díaz, Víctor Jara, Pablo Milanés, Soledad Bravo, Cecilia Todd, Lilia Vera, Amaranta, Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Juan Luis Guerra, Rubén Blades, Chico Buarque, Bob Dylan, Luis Llach, Paco Ibáñez, Johnny Cash, Elvis Presley, Leonard Cohen, Tom Waits, John Lennon, George Harrison, Paul McCartney, Joan Baez y Bruce Springsteen, o de cantantes o crooners que no son precisamente trovadores o cantautores sino grandes voces que imprimen a sus interpretaciones un signo personal o único, cantando con orquestas o bandas como son los casos de Carlos Gardel, Charles Aznavour, Jacques Brel, Edith Piaf, Sandro, Leonardo Favio, Facundo Cabral, José Luis Perales, Miguel Ríos, Joaquín Sabina, Julio Jaramillo, Felipe Pirela, Leo Marini, Daniel Santos, Barbarito Diez, Alfredo Sadel, Armando Manzanero, Frank Sinatra, Yves Montand, Tony Bennett, Ray Charles, Benny Moré, Luis Miguel, Juan Gabriel, José José, Ray Charles, Ella Fitzgerald, Billie Holiday, Sarah Vaughan, Louis Armstrong, Sting, Stevie Wonder, Tom Jones, Engelbert Humperdinck, Elis Regina, Antonio Carlos Jobim, Milton Nascimento, Maria Bethania, Gal Costa, Omara Portuondo, Barbarito Diez, Ibrahim Ferrer, Compay Segundo, Eliades Ochoa, Héctor Lavoe, Cheo Feliciano, Rubén Blades, Bienvenido Granda, Gloria Stephan, Tito Rodríguez, Chucho Avellanet, José Luis Rodríguez, Ilan Chester, Edgar Alexander, Carlos Moreán, Henry Stephen, Rocío Dúrcal, Rocío Jurado, Raphael, Plácido Domingo, Camilo Sesto, Martirio, Ornella Vanoni, Nicola di Bari, Domenico Modugno, Andrea Bocelli, Eros Ramazzotti, Luciano Pavarotti, Denis Ritsos y Demis Roussos, entre muchos otros.
- Cataluña ha edificado una cultura extraordinaria en todas las manifestaciones artísticas y literarias, filosofía, literatura, música, artes plásticas y visuales, cine, arquitectura, conformando agrupaciones e instituciones culturales y académicas de enorme relevancia en Europa y el mundo. En la literatura citamos algunos de los nombres desde los remotos tiempos de los poetas Ramon Llull, Arnau de Vilanova, Joanot Martorell, Jaume Roig, Ausiàs March, Antoni Puig i Blanch, Bonaventura Aribau, Joan Cortada, Jacint Verdaguer, Ángel Guimerá, Caterina Albert, Narcís Oller y muchos otros. Más adelante, en los siglos diecinueve y veinte, poetas de la talla de Joan Alcover, Miguel Costa, Joan Maragall, Josep Carner, Carles Riba, Josep Pons o J. V. Foix; si nos acercamos más al siglo XX surgen los nombres para la novela de Salvador Espriu, Josep Pla, Juan Marsé, Mercé Rodoreda y Carme Riera. De contemporáneos míos que tuve ocasión de leer y conocer en Barcelona están los poetas Jaime Gil de Biedma, Manuel Vásquez Montalbán, Carlos Barral, Pere Gimferrer, Ana María Moix y Félix de Azúa, y los filósofos Eugenio Trías y Xavier Rubert de Ventós, e innumerables narradores, poetas y ensayistas contemporáneos de primera línea.