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Tres instancias de la lectura

domingo 30 de mayo de 2021
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Tres instancias de la lectura, por Patricia Schaefer Röder
El abanico literario actual es próximo al infinito.

El arte de la lectura, antología digital por los 25 años de Letralia

Este texto forma parte de la antología publicada por Letralia el 20 de mayo de 2021 en su 25º aniversario

¿Leemos o no leemos?

¿Leemos o no leemos? Si abordamos la pregunta de manera individual, la respuesta es bastante clara, ya que cada quien sabe si lee o no, y qué clase de textos prefiere. En este sentido, la pregunta puede parecer innecesaria. Sin embargo, no está de más hacer el ejercicio honesto de responderla, aunque sea sólo por curiosidad. Por ejemplo, en mi caso, puedo decir que sí leo; leo por placer y leo por trabajo. De hecho, leo mucho, pero lamentablemente, no tanto como quisiera, ni sobre lo que más quisiera. Sé que lo mismo le sucede a muchas personas que tienen una vida parecida a la mía.

Si pensamos en un grupo determinado, por ejemplo, en los jóvenes actuales frente a los de dos o tres generaciones atrás en Latinoamérica, es fácil entender por qué pensamos que, en general, antes se tuviera más hábito de leer. En ese entonces, la vida era más calmada y no se contaba con la inmensa variedad de medios de comunicación y actividades de entretenimiento de que disponemos hoy en día. La gente leía el diario y escuchaba la radio; se compraban o intercambiaban libros y luego se comentaban. Después vino la era de la televisión, cuando las familias se reunían a ver algunos programas a determinadas horas de la noche, lo que no impedía que en otro momento encontraran un rato para involucrarse en alguna lectura que los atrapara.

Es cierto que en aquella época la población era menor, y menor era también la cantidad de actividades de esparcimiento. Ahora somos muchos más, y las posibilidades de distracción, junto con la velocidad a la que nos comunicamos, pareciera influir en la cantidad de lectores que encontramos. Por otro lado, no debemos olvidar que la lectura también es una cuestión de interés y gusto, que incluso puede depender de la capacidad visual de cada quien. Siempre ha habido lectores más ávidos y personas que prefieren usar su merecido tiempo de ocio creativo en alguna otra diversión. En ese sentido noto que, en líneas generales, la proporción de lectores no ha variado drásticamente entre las generaciones. Contrario a lo que muchos piensan, veo un interés marcado entre los jóvenes hacia la literatura contemporánea, sobre todo aquella en la que se ven reflejados ellos mismos o que los llevan a mundos de fantasía, llenos de peligros y misterio.

El abanico literario actual es próximo al infinito. La tecnología informática ha masificado tanto a lectores como a escritores, permitiéndoles a la vez interactuar de manera casi directa e instantánea. Siempre que se disponga de conexión a Internet, el acceso a las obras estará prácticamente asegurado, y la misma vía servirá para intercambiar opiniones y discutir los textos. Existen canales en YouTube que se dedican exclusivamente a la literatura, y que gozan de miles de seguidores. Y también ahora, igual que antes, se crean clubes de lectura, muchos de ellos también en Internet. La diferencia está en la forma de participar, ya que los integrantes no tienen que reunirse físicamente. Toda la interacción puede ocurrir en el ciberespacio.

Definitivamente, sí leemos.

 

Desde los albores de la palabra escrita, la literatura de fantasía ha evolucionado y sigue creciendo en un abanico amplísimo de temas.

La ruta de la fantasía

La ruta de la fantasía nos puede llevar a cualquier parte, incluso a los libros. Lo fascinante de esto es que aquella es una calle que va en dos —o más— sentidos. Lo sé por experiencia propia; desde muy pequeña comprendí que los libros contenían mundos maravillosos llenos de seres poco comunes. Mi padre solía leerme cuentos de hadas; me gustaba mucho porque no sólo los leía en voz alta, sino que también caracterizaba los diferentes personajes e incluso interpretaba teátricamente las onomatopeyas con los efectos de sonido y movimientos correspondientes… Era toda una experiencia 4DX. Así, mi imaginación tuvo su primer contacto con la literatura andando por una de esas veredas que van desde los cuentos folclóricos hacia otros libros que florecían en mitologías, leyendas y aventuras. Y ese primer contacto resultó ser decisivo.

Desde los albores de la palabra escrita, la literatura de fantasía ha evolucionado y sigue creciendo en un abanico amplísimo de temas. En la actualidad se mantiene vigente por medio de la narrativa épica y mítica que se desarrolla en los mundos remitologizados de infinidad de productos que inundan la cultura pop. Ahora, además de lectores, encontramos consumidores de todas las formas de entretenimiento que tratan temas de fantasía clásica o contemporánea. Estos productos tienen muchísimo éxito y los medios de comunicación les hacen publicidad. Hay consumidores que van desde los productos —juegos de video, cartas o películas— hacia los libros, mientras que otros van en el sentido contrario. Cuando se vive la fantasía, todo es válido.

En las preferencias del consumo, la imaginación es muy importante. Los productos pueden usarse para presentar la mitología, los cuentos de hadas y las leyendas en conjunto con la literatura original que les corresponde, y que también se encuentra disponible en Internet. Los temas de fantasía tienen público de todas las edades, y los productos se usan de manera pasiva (películas, libros) y activa (juegos de video en plataformas o de aventura en primera persona y juegos de rol en línea o video, con cartas o a papel y lápiz). En general, las chicas tienden a leer más y ver más películas —como Harry Potter, de J. K. Rowling, o Las crónicas de Narnia, de C. S. Lewis—, mientras que a los chicos les gusta participar activamente en la fantasía a través de los juegos. En el caso de los juegos de rol como Magic: The Gathering y Skyrim, los participantes pueden definir su propio personaje y “escriben” la narrativa de batallas o tareas épicas en mundos de fantasía. Los jugadores se involucran en los detalles, imaginándose como héroes y protagonizando sus propias historias.

Quienes escriben y desarrollan los productos investigan y se basan en fantasía clásica, mayormente europea. De esta manera, los temas originales llegan al público de hoy, aunque el consumidor no los busque específicamente. Esto mismo se puede lograr en el salón de clases; los jóvenes disfrutan y se interesan en la mitología prehispánica, los cuentos folclóricos y las leyendas, como Quetzalcóatl, el Día de Muertos y la Llorona, respectivamente. La fantasía tradicional es una excelente herramienta para abrir los ojos a los arquetipos locales; héroes y villanos que habitan la cultura y ayudan a entender la realidad. Y por esa misma ruta podemos descubrir los tesoros escondidos en los libros.

 

La traducción literaria no es transferir ideas de un idioma al otro, es llevar los conceptos de una cultura a la otra.

La traducción literaria: homenaje, no traición

La traducción literaria siempre ha generado discusión por el desacertado proverbio de “toda traducción es traición”. Hay quienes prefieren leer únicamente literatura en el idioma original y se pierden de obras magníficas escritas en otros idiomas o intentan aprender la lengua del texto que les interesa. Además de ofenderme, el dicho está errado: en más de veinte años de ejercer este oficio me he topado con errores en el texto fuente que puedo corregir manteniendo el sentido original, ¿acaso eso es traición?

Para traducir no basta con saber dos idiomas. Además de requerir del dominio lingüístico, el proceso cognoscitivo de la traducción implica comprender el mensaje original y convertirlo a otra lengua preservando el estilo, el registro, la sintaxis y el significado, y manteniendo el efecto comunicativo del texto original. Para valorar la calidad y la fluidez de la traducción, el texto traducido debe pasar también por un lector y un editor.

Si bien la traducción general es una artesanía que requiere destrezas de investigación, minuciosidad, terminología y estilo, la literaria es un arte, el resultado de una pasión que exige hacerse dueño del texto, vivirlo. Hay que llenarse de la obra, empaparse de ella y entenderla en profundidad para poder procesar, sentir y transformar las ideas a otra lengua. Así, me siento diametralmente opuesta al concepto de “traición” y no puedo más que ver la traducción literaria como un homenaje a aquellas obras que nos mueven profundamente, como la versión de Fernando Pessoa en portugués de “El cuervo” de Edgar Allan Poe, cuya rima le confiere un tono menos oscuro que el original, y sin embargo evoca la profunda tristeza y melancolía del poema, a la vez que mantiene el ritmo y la melodía originales.

La traducción literaria no es transferir ideas de un idioma al otro, es llevar los conceptos de una cultura a la otra, de una idiosincrasia a la otra. Por esto, los mejores resultados se obtienen cuando se traduce desde un idioma que se domina hacia la propia lengua materna, ya que es en ella donde tenemos más fluidez, donde mejor manejamos las finezas del lenguaje. Es ahí donde la obra traducida se convierte en arte y le rinde homenaje a la original.

Traducir un texto literario implica describirlo, reproducirlo y reescribirlo; es recrear la obra del autor según sus parámetros y características. El traductor literario también es escritor, coautor de la obra traducida, ya que el traductor escribe una obra entera de la mano del escritor. Si bien el escritor decide el tema que va a desarrollar y de qué manera, crea los personajes con sus conflictos y determina el tono narrativo y el estilo, es el traductor quien decide qué palabras usar y cómo hacerlo, según lo que perciba que el autor desea plasmar. El traductor literario le da alas a la obra original para que llegue a más lectores que puedan disfrutarla. Vale la pena recordar las palabras de José Saramago a este respecto: “Los escritores hacen la literatura nacional y los traductores hacen la literatura universal”. ¿Y qué mayor homenaje se puede rendir a una obra que volverla universal?

Patricia Schaefer Röder
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