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Paloma Jorge Amado: “Jamás había pensado que podría escribir”

domingo 26 de marzo de 2017
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Paloma Jorge Amado
Paloma Jorge Amado y su padre, el afamado escritor brasileño Jorge Amado. Fotografía: Fundación Casa de Jorge Amado

La escritora Paloma Jorge Amado es la hija del célebre escritor brasileño Jorge Amado, autor entre tantas obras de Doña Flor y sus dos maridos, y quien recibió reconocimientos de Argentina, Chile, España, Francia, Portugal y Venezuela, entre otros países, además de títulos de doctor honoris causa de universidades de Brasil, Portugal, Italia, Israel y Francia.

Empecé con los libros de cocina a partir de la obra de mi padre.  

—¿Cómo es que tu padre siempre quiso que llevaras su nombre aunque nacieras niña?

—Es una cosa muy difícil de contar. En general me preguntan: “¿Por qué cambiaste tu nombre y te pusiste Jorge Amado?”. Mi padre eligió ponerles Jorge a todos sus hijos, yo pienso que por motivos afectivos. Tanto él como mi madre tuvieron un primer matrimonio. Mi madre se separó en 1946 y en Brasil no había divorcio. La separación se llamaba desquite y una mujer que se desquitaba era una cualquiera; lo hizo porque era una mujer adelantada a su tiempo, aunque fue muy difícil. Tiempo después fue a vivir con mi padre. A los hijos nacidos de esa situación se los llamaba “hijos espurios”. “Yo respeto las buenas leyes, las malas no las respeto”, decía mi padre, “entonces no tendré hijos sin padre; el nombre del padre estará no sólo en el apellido sino también en el nombre”.

—¿Cuándo supiste que te dedicarías a escribir?

—Jamás había pensado que podría escribir. Lo sospeché la última vez que hablé con mi padre, quien estuvo muy mal los últimos ocho años de su vida. Hasta los ochenta estuvo muy bien. Nunca había ido al médico. Hasta que tuvo un infarto casi mortal con ochenta y dos años y al mismo tiempo se quedó sin la visión central, algo muy triste para un escritor. Las dos cosas lo deprimieron, se quedaba meses sin hablar con nadie. Y una vez dijo que quería continuar escribiendo pero que no podía. Murió el 6 de agosto de 2001. Un año antes tuvimos una larga charla y me dijo: “Eres muy perezosa, no me digas que no escribes por mí, porque no quieres que te comparen; debes hacerlo, hay que escribir”, y en ese momento pensé que podía ser escritora. Ahora empecé a estudiar para escribir un guion. Es como si yo entrara a la literatura por otro camino. Es una historia de amor.

—Tus anteriores libros son sobre el arte de la cocina.

—Empecé con los libros de cocina a partir de la obra de mi padre. Le dije que haría una investigación en su obra para ver qué comen sus personajes. Leí todos sus libros pero concentrándome en los alimentos.

—Jorge Amado tenía como amigos a Nicolás Guillén, Pablo Neruda, Pablo Picasso. ¿Cómo eran esas relaciones?

Me encanta Los viejos marineros, un libro sobre el sueño.  

—La que tenía con Neruda y con Guillén era un tipo de amistad y la que tenía con Picasso, otro. Picasso fue su compañero de lucha por la paz y estaban siempre juntos pero fue, sobre todo, en una estancia en París. Neruda y Guillén fueron como hermanos de mi padre por toda la vida. Antes de morir, Neruda había escrito Confieso que he vivido, su libro de memorias, y estábamos en plena dictadura militar en América Latina. Matilde (su esposa) salió de Chile con los originales y se los dio a mi padre para ver si los publicaba, con el respeto que se tiene a un hermano. Y el día que salió, llegó la policía para ver si estaba allí la viuda de Neruda. Para nosotros Neruda era divertido; había ido a Brasil muchísimas veces y enviaba un telegrama que decía “Comadre, camarones, Neruda”, por el que sabíamos que llegaba a casa. Tanto Guillén como Neruda, para mí, eran mis padrinos. Cuando yo tenía diecisiete años, mi padre me regaló las obras completas de García Lorca de ediciones Aguilar. Yo ya hablaba español y entonces conté en el colegio que mi padrino era Neruda y que iba a mi casa. Las maestras se pusieron “locas” y Neruda les escribió una carta felicitándolas por su trabajo. Allí aprendí algo que mi padre me enseñó: “La gente importante es muy sencilla, no es prepotente”.

—¿Qué libro de tu padre te resulta más entrañable?

—Me encanta Los viejos marineros, un libro sobre el sueño, sobre un hombre muy simple que sueña ser un gran comandante de barco. Es una historia sobre cómo un sueño puede ser tan fuerte que puede cambiarte la vida.

María Alejandra Crespín Argañaraz
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