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Niños de la frontera

domingo 5 de mayo de 2019
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El hambre es el primero de los conocimientos:
tener hambre es la cosa primera que se aprende.
Miguel Hernández
A Francisco Font Acevedo

Primera función: el motín

Llegaron tomados de la mano, hicieron una reverencia y comenzaron la función. Marquitos bailaba 4 trompos sobre su cuerpo; Sofi cantaba; Lucas declamaba poemas mexicanos; Pancho predecía el futuro; Sarita danzaba sobre sus manos. La gente comenzó a arremolinarse. “Qué chulería de niñitos”, todos sonreían. Pasó una hora. Les donaron monedas. “Son talentosos”, aplaudieron. Les donaron comida de fastfoods. Dos horas. “¿Qué hacen esos niños aquí?”, comentaban preocupados. Tres horas. “Nos están despistando para robarnos”, “Son parte de un grupo de narcotraficantes”, “Sí, los vi en las noticias, mataron a una viejita”, gritaban. Una señora arrebató la comida. Otro agarró el dinero. Les arrojaron objetos. Se formó un motín con heridos. Sonó la alarma del centro comercial. Los niños, golpeados, se tomaron de la mano y huyeron. Sofi gimió, antes de desplomarse, “Sólo teníamos hambre”.

 

Segunda función: el circo de la frontera

A la semana de morir nuestra hermanita Sofi, atravesamos la frontera. Quizá no nos vieron, porque algunos se entretenían golpeando a un anciano y haciendo gritar a una mujer desnuda. Vimos una carpa y pensamos que sería un circo. A los soldados le gustan los espectáculos, pensamos. En una película vimos a una rubia cantándole a una tropa que aplaudía y luego cenó con ellos. Nosotros teníamos hambre. Nos preparamos. Marquitos bailó 4 trompos en sus brazos; yo danzaba sobre mis manos. Los guardias soltaron sus escopetas, riendo. What talented children! Lucas recitó poemas sociales; Pancho predecía el futuro. Fuck, those rats speak Spanish. Corrimos al circo. Sólo había gente triste, niños llorando entre barrotes. Nos tomamos de la mano y logramos escapar. Menos Pancho. Lo último que vimos fue su manita despidiéndose mientras lo enjaulaban.

 

Tercera función: el banquete

A la semana de Pancho ser apresado, Sarita le dijo a Marquitos que tenía hambre. El niño estaba tan débil que no la escuchó. Ella le dio el último trozo de pan con chocolate, salió de la escuela abandonada donde vivían hacia el basurero del centro comercial para recoger sobras. ¿Estás sola? ¡no puedes estar aquí!, le gritó el guardia de seguridad. Sarita danzó sobre sus manos, bailó los 4 trompos, y recitó poemas románticos. En el momento en que la iba a llevársela una mujer le preguntó si tenía hambre. Sarita asintió asustada: “¿Le predigo su futuro?”. La señora la abrazó y le entregó dos bolsas repletas de alimentos. Sarita la besó y corrió feliz pensando en el banquete que se darían ella y su hermanito. Al llegar gritó “¡Tenemos mucha comida!” al cadáver de Marquitos.

 

Cuarta función: el encuentro

A la semana de morir Marquitos, el hambre me enturbiaba la vista. Después de comer unas sobras, salí a buscar a Pancho. Prefería estar en una jaula con él que sola. Comenzaba a olvidar aquellos poemas y la voz de Sofi, perdí los trompos, pero dancé sobre mis manos haciendo predicciones. Así, me ayudaron a cruzar la frontera. Caminé 4 días por el desierto, mis hermanos muertos me suplicaban que regresara con ellos, pero llegué a las carpas. Rat, read me the future, dijo un guardia mientras le daba un pan mojado en agua y un queso a Pancho. Nuestras miradas se encontraron. Sentimos paz. Fuckin mexican children! Me agarraron por la blusa. Logré huir. A lo lejos escuchaba las risas de mis hermanos. Divisé a mami extendiéndome los brazos, escuché una detonación, y me dejé caer en su abrazo.

 

Última función: la predicción

Al día siguiente de ver a Sarita, Pancho se escapó de su jaula. Hambre, sed, calor lo llevaban de la mano por el desierto con una bolsa de la ONG (dos botellas de agua, una bolsa de doritos, latas de salchichas, una biblia) que logró llevarse. Después de 4 horas, se topó con su hermana: ¿Estás dormida? Ella, débil, sonrió, “¿Viste a mamá?”. Pancho sabía que estaba muerta. Con su camisa, le hizo un vendaje en la herida del balazo. Bebieron algo y compartieron salchichas. Luego la cargó. Predigo que todos volveremos a estar juntos. A lo lejos, el eco de sus hermanos, entre trompos, poemas, danzas sobre las manos, predicciones, canciones. ¡Llegaremos a ellos! Fue su impulso para continuar el camino, ya en espirales, bajo el sol con el cuerpo de Sarita. Antes de expirar escuchó Welcome to USA.

Ana María Fuster Lavín

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