Publica tu libro con Letralia y FBLibros Saltar al contenido

Fuimos todas

martes 25 de abril de 2023
¡Comparte esto en tus redes sociales!

El tiempo de la sangre ha llegado. El tiempo de acabar con todo. Armagedón es el nombre de cada una de nosotras, hartas ya de vivir bajo el puño de la violencia, espantadas, vilipendiadas, maceradas y con el espíritu aterrado.

Lilith vuela de nuevo, tiene sed de venganza; sus gritos, tocata en fuga, nos levantan del camastro, rompen nuestras cadenas, y ella es quien nos abre la celda, quita el grillete, nos arranca las costras del dolor y el miedo.

Cada escoba será un arma, símbolo de que el insulto nos lanza hacia adelante, se convierte en herramienta para defendernos. Cada tacón puntiagudo, sobre el que nos miramos hermosas en nuestro caminar, en el que somos monumento de la belleza, la altivez para encender el deseo será afilado para la cacería y la persecución. Todo brasier en el que nos encontramos divinas será mordaza, cuerda para maniatar, horca para la justicia.

Las mujeres sabemos usarlo todo. Nos hemos preparado. Por más de cinco siglos hemos sabido parir en silencio, sazonadas en la sangre y el fluido. Tuvimos que aprender a llorar en silencio, a educarnos a escondidas, a morir sin molestar a nadie, y ahora logramos encendernos.

El hartazgo es intolerable. Hemos sabido lamernos las heridas, y las heridas de los nuestros.

¡Estamos hartas! El hartazgo es intolerable. Hemos sabido lamernos las heridas, y las heridas de los nuestros; nuestra lengua, jugoso objeto de placer antaño, servirá para lamernos unas a las otras sin empacho.

Nos violan en la infancia, en la lactancia, en el vientre. ¿Qué de erótico tenemos cuando somos bebas y olemos a caca, mocos y leche materna? ¿Qué de erótico tiene nuestro cuerpo, la cortada, la enorme raja, que les alienta a penetrarnos así, cuando somos bebecitas indefensas? ¿Cuando apenas gateamos?

¿Cómo despreciar el cuerpo hermoso de la hembra humana adulta, cárnica y fanerógama? ¿Cómo no poder encontrar luz en nuestra sensualidad, en nuestro saber querer? Prefieren lastimarnos en vez de disfrutar nuestra belleza, nuestra inteligencia, nuestras capacidades para el asombro. Porque ellos tienen miedo de nuestras capacidades, nuestra sensibilidad para atravesar el mundo. Han pretendido borrar nuestras huellas. Ellos nos quieren débiles, hacen todo para que crezcamos calladas, nos obligan a crecer silenciosas, quieren mantenernos domesticadas, inofensivas.

Nuestra raja primero, nuestra sangre luego, nuestro ano, nuestra boca. ¿Acaso nuestros huecos no sirven más que para ser hurgados noche y día, vida y muerte, dolor y quemadura? ¿Acaso no existe la piedad para nosotras? ¿La distancia y el respeto? Los huecos que tenemos, lo huecos que parecemos, no es todo lo que somos. ¿Creen que somos hueco sin memoria? ¿Somos simplemente espacio para la penetración? Ellos son los incapaces, los subnormales.

Hemos aprendido a amarnos entre nosotras, a querernos sucias, y agresivas si es necesario; a querernos musculosas, a reconstruir nuestro cuerpo, grasa por músculo, grasa por músculo, nada débil, ni nuestra risa, ni el tono de nuestra voz; nada que les haga creer que somos la debilidad encarnada, nada que les haga pensar que no regresaremos el golpe. Aprendimos a armarnos entre nosotras. Juntas somos arma de destrucción, si es necesario. ¿Quién nos nombró mujer? ¿Quién nos definió como el complemento del varón? Fueron ellos.

Ahora los huecos de ellos también se llenarán de dedos, escurrirán sangre, se llenarán de dildos, de palos y bates, de todo lo que sea posible introducirles.

¿Acaso piensan en lo que siente una niña de 0 años, una niña de 1, 2, 3, 4… 14, 15, 16 años, cuando meten sus dedos, sus manos, meten palos, botellas? Y cuando muerden su nuca, cuando azotan su puño contra los pequeños huesos que aún no terminan de desarrollarse. ¿Acaso imaginan su terror? Cuando las jalan del cabello, ¿las contemplan con agrado? ¿El cabello largo es vanidad o instrumento para el sometimiento? ¿Acaso tenemos que tener el cabello corto para no excitarlos?

¿Y quién nos cuida? Sólo nuestras amigas pueden cuidarnos, sólo entre mujeres podemos protegernos.

No nos cuidan los adultos de la casa, no lo hacen los adultos de la escuela, no lo hacen los adultos de la fiscalía, menos los perros policías, los lobos policías, los monstruos policías, los sarnapolicías, porque ellos son quienes nos violan en la calle, en el carro patrulla, nos secuestran frente a sus narices y se quedan quietecitos aplaudiendo con la mirada; sus guiños dicen: Ellas se lo merecen.

Nos violentan en el transporte urbano, en las oficinas, en nuestras propias casas, ellos nos entregan a los secuestradores, nos dejan tiradas en los moteles, nos regentean; sabedores de la impunidad nos lanzan al desagüe, a la basura, nos tiran en la brecha, en el monte, para que nuestros cadáveres sean descarnados por las bestias y las aves de rapiña. Luego nos exponen en los medios de comunicación, vivas o muertas, sonrientes o desolladas. ¿Ellas desaparecieron? Ellas fueron levantadas, secuestradas, asesinadas. Ellas, siempre ellas, ¿ellas se lo buscaron?

Los recuerdos de la mujer que ha sido violada, del ataque, de la farsa, permanecerán toda la vida en su memoria, en el olor de su cuerpo, al cerrar los ojos, presas siempre del insomnio y del terror, siempre perseguidas por el cuerpo de los violadores, mientras que a estos malditos apenas les dan quince años como máximo para que sean sustraídos de la sociedad. Luego los liberan —reformados, dicen con cinismo— y vuelven por nosotras, al tomar el autobús, al ir a la escuela, al bajar del metro, al caminar por las calles iluminadas, al andar en grupos. Los violadores, los depredadores sexuales, presumiendo que se cogieron a cuanta niña pudieron; ahí, usando el músculo para doblegar maricas, sacándose la reata para hacer que otro hombre de barba crecida y rasposa se la meta en la boca, y les haga terminar. Precarios hombres hechos apenas para la eyaculación y para nada más. Habitan el interior de nuestros párpados y tenemos que mirarlos al cerrar los ojos.

Toda su maldad apenas les alcanza para lastimar mujeres y niñas y ancianas, maricas, transexuales, pubertos.

El tema para los hombres tiene que ser siempre llenarlo todo de semen, en el semen se les escapa la vida, en el semen sitúan su hombría, eyaculan como la máxima victoria; en la expulsión del semen basan su creatividad, en ello se fuga todo deseo de permanencia. Toda su maldad apenas les alcanza para lastimar mujeres y niñas y ancianas, maricas, transexuales, pubertos. Creen que el semen que lanzan sobre la mujer, sobre la anciana, sobre la esposa, la novia, la amante, la hija, la ahijada, la prima, o cualquier maricón sobre el que quieran correrse, es la marca de su hombría: “Me he cogido a tantas, ¿y tú?”. Para enfrentar a otro varón los muy cobardes usan armas. Y usan armas igual contra nosotras.

¡Basta! Devolveremos el golpe, devolveremos la punzada, devolveremos las penetraciones, los empalaremos si es necesario; los levantaremos del culo por las calles, para que todos los vean. Para que los niños rían con su cobarde mirada, con sus súplicas.

En tu casa, en tu familia, iremos a buscarte; derribaremos las puertas si es necesario, arrancaremos penes, morderemos brazos, lanzaremos granadas sobre todos aquellos que intenten violar a una mujer, apretaremos los cuellos, los envenenaremos por abusar de un niño o niña, por lastimar a una anciana, por robar o secuestrar a una jovencita.

Este es el reto y el punto final. La línea que no deberás cruzar. ¡Entiéndelo! Esta es la claridad del pensamiento. No habrá camino de regreso, no importa la cárcel, nada importa ya, quemaremos edificios públicos. ¡Estamos hartas y asaltaremos las oficinas que guardan violadores! ¡Las iglesias que someten pensamientos! ¡Las diputaciones que se asocian con los pornógrafos y los giros negros!

Es la hora de la sangre, se acabó el lagrimar en silencio, siempre aguantando.

 

***

 

Días después de este discurso que fue leído durante la toma simbólica de la Comisión de los Derechos Humanos, para convertirla en Casa Refugio para Mujeres Violentadas, se pudo leer la siguiente nota en los periódicos:

CDMX. Marzo, 2020. Mujeres encapuchadas entraron a un Centro de Readaptación Social y asesinaron a quince hombres que habían sido acusados y encerrados como violadores. Tuvieron acceso a los expedientes de los presos, pues una de ellas, que trabajaba ahí como psicóloga, les había pasado la información, y acordó con los custodios permitir su ingreso. La Secretaría de Seguridad Ciudadana investiga los perfiles de estas mujeres sospechosas, particularmente el de la psicóloga que les ayudó desde adentro, quien actualmente se encuentra prófuga. Se ha solicitado a un juez que libere la orden de aprehensión, según informó el vocero de la Secretaría, luego de visitar su domicilio y no dar con ella. Las presuntas asesinas actualmente siguen libres, y no se sabe nada de su paradero.

¡Ya lo ven! ¡Tengan miedo!, cuiden a sus hijos varones, cuiden cada cosa que digan, cada cosa que escriban. Somos marabunta, somos jauría, somos cardumen, piara, manada; somos la muerte que se cierne sobre las ciudades en busca de los penes colgantes; somos caníbales furiosos, rosas envenenadas, brasa que jamás podrá extinguirse.

¡Claro que ya no queremos el diálogo! ¡Estamos hartas! ¿No lo entienden?

¡Estamos hartas! ¡Claro que buscamos venganza! ¡Claro que ya no queremos el diálogo! ¡Estamos hartas! ¿No lo entienden? Todo ha terminado. Se acabaron las mesas de trabajo, las buenas intenciones que a nada conducen. La niña de Azcapotzalco fue la última mujer violada sin una respuesta violenta; desde ahora, por cada mujer habrá diez hombres muertos; empezaremos por los propios, los más cercanos. No se planeará. Sucederá. Así, sin alharaca, y no podrá detenerse.

Cada una de nosotras tiene la libertad y la consigna para atacar cuando así lo desee. Ellas lo saben. Todas lo sabemos. No necesitamos que lo entiendan, queremos que lo sientan en la carne.

Aléjense, reconstrúyanse, reedúquense o aténganse a las consecuencias de sus propios actos, de sus decisiones.

No hay hombres inocentes, no hay penes inocentes, no hay miradas de varones que sean inocentes.

¡Muerte al varón!

……..¡Seamos íncubo,
…………………bruja;
…………………….seamos hoguera que lo incendie todo!

Adán Echeverría
Últimas entradas de Adán Echeverría (ver todo)

¡Comparte esto en tus redes sociales!
correcciondetextos.org: el mejor servicio de corrección de textos y corrección de estilo al mejor precio