martes de lluvias
son indicaciones,
recomendaciones que no vas a leer, menos a seguir,
que tienen que ver con otros, según tú,
no contigo ni con nosotros
recetas de comidas, de medicamentos con fecha de expiración
que hay que tirar pronto al zafacón
para disimular, bajar la temperatura,
para no poner en peligro al futuro
y extenderle un poco la vida al pasado
son roces, frecuencias,
sueños que nos sueñan y que luego no se recuerdan,
consejos que nadie puede,
que nadie quiere pero que todos debemos escuchar
para hablarnos en presencia,
consolarnos en la ausencia
deseos agridulces, clandestinos,
prohibidos pero aptos para ti, para nosotros,
que nos mantienen en vilo,
al borde de la vida que nos causa la muerte
extranjero
lo supe después, cuando ya llovía,
que un paraguas yo necesitaba para dos:
para el cielo, los ojos—
con la sombra/esponja del cuerpo
no era suficiente para succionar
los charcos que no podías,
que no se podían brincar para estar a salvo,
para ganar la partida en la que te metieron
fue después, cuando, sin protección,
me interrogaba/endrogaba el sol,
que lo supe:
un paraguas que debí abrir de par en par
para que me reconocieras,
me creyeras,
para que a tiempo se cerrase
y no te asustara mi intromisión
amanecer
ahora son los pájaros, otras veces gente desconocida,
menos importante,
pero lo cierto es que algo/alguien siempre está hablando,
aunque, gracias a dios, no necesariamente
hablando por los codos
ni hablándonos ni hablándose para darse a entender
harto de mi voz, por ello es por lo que yo
me limpio los oídos,
me dedico a escuchar:
hago de torre/antena que capta los mensajes
y luego los transcribe,
se los imagina que tienen que ver con nosotros
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