el condenado
¡que por desearla se me condene!
es un hecho, aunque no esté en mi derecho.
pues por desearla no busco que se me perdone.
quiero que se me condene
por imaginármela conmigo—
aunque ella no lo sepa, ni ustedes.
para que mientras dure el fuego
se me haga realidad el sueño.
¡que por desearla se me condene!
el irreemplazable
la verdad es que me cansé
y me fui a acostar,
a disfrutar de las ficciones del placer.
que fue culpa mía, el puesto abandonar,
obvio.
pero si nada sucedía, si no había alegría,
¿quién, en mi lugar,
no hubiera hecho lo mismo?
pero aliviado, no obstante, yo respiro,
aunque sea el señalado.
por lo menos algo aconteció,
gracias a mi negligencia,
y ahora tenemos algo que hacer,
algo de que ocuparnos y corregir
para que yo no vuelva
a abandonar mi puesto.
casa de juguetes
un recibo es lo que la ha sobrevivido
y algunos libros: bien escritos
aunque mal leídos
(aunque con las mejores intenciones).
un recibo, amarillento pero aún vigente,
de un tipo de 28 que pronto
cumplirá los 50,
los 50.
da miedo preguntar, más, contestar:
¿qué de aquél queda, falta, sobra?
un recibo y algunos renglones
de aquella librería donde fue feliz.
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