Huya el tiempo
A veces el pasado es el destino
del humo de la vida, de la farsa
del amor que, sin serlo, nunca fragua,
como nunca es el agua un espejismo.
Dejaré en la tristeza un verso escrito,
desamor, esperanza huera o vana
e igual que su sentencia el reo acata
yo quiero que después cunda el olvido.
Huya el tiempo también y su premura
por caminos o vientos muy lejanos,
que yo quiero de nuevo la dulzura
de tener el amor entre mis labios
como el sediento que abre dulces frutas
y se come la pulpa muy despacio.
Noviembre
All, noviembre del 85
La tarde, una más, se apaga lentamente
y, con frío de vieja, ha tejido como un tul
que fuera la noche al rescoldo de la luz
de lumbre rubia que se escapa hacia el oeste.
Y parece que el aire furioso mal esconda
fría soberbia de un relámpago oculto.
Por las venas de luz de azafrán, el crepúsculo
se desvanece por los filos de la sombra.
Agua turbia de viento, la humedad de las nubes
desemboca en la lenta serenidad del valle.
Sobre los abedules casi desnudos llueve
y lloverá esta noche detrás de los cristales
donde caerá la lluvia de peso transparente
cuando, cerca del fuego, yo mire como llueve.
El espejo
Tras el frío bruñido del espejo
de alinde en que te miro,
en el eco del silencio estás llorando
y lloras lágrimas de cristal molido
y lloras penas que son de hielo seco
y lloras como un desterrado
en el espejismo de tu dolor secreto.
Vives en una ciudad de vidrio y viento
que tintinea en mi cabeza,
casi rompiéndose cada día,
pero yo no sé quién eres tú
y tú no sabes por qué lloras.
Y yo que venía desarrimado
a averiguarte la esencia del alma,
héroe efímero de los escaparates...
y yo que deseaba beber el aliento
de cristal envenenado de tus labios,
amor cercano e intocable...
y yo que quería preguntarte mi nombre...