La madeja que
produce el sueño
No pensar en la estrella que se ha secado el rostro
con mis lágrimas.
No pensar en la nocturna capa de silencio
que nos destruye a cada instante.
No pensar en tus brazos cuando ya te has ido.
No pensar en la vida que nos roba la distancia
ni siquiera la luz que quiebra el vaso
o la madeja que produce el sueño.
La lumbre se despoja de sus manantiales
Ser la burbuja que asciende y se pierde.
Retornar. Ser la gota que la sed rebosa.
Dejar que avaro desnacer se oponga
destronado límite.
Todo final es triunfo.
Cada comienzo es ya una pérdida.
La lumbre se despoja de sus manantiales.
La burbuja contiene el cielo entero.
La burbuja y los pájaros, mas no la mariposa
vencida en el intento de su hazaña.
Fuga naciente
Si misteriosa lumbre vuelve
a sacudir los limbos de tu despertar
y tú, anónimo en la espera inconclusa,
sediento y ya sin fuerzas, gritas:
"Déjame ir, déjame ser la solitaria
estirpe de mi nombre...",
y con desdén y frívolo rodeo
como buscando el centro
de tu propia esfera, respondes
con un gesto intercalado,
y una palabra y otra se hacen dueñas
de tu poderío...
Déjame ser la pausa insostenible
de la palabra que callas.
Déjame que vuelva de la luz a
la luz, quimera irretenible.
Brevedad. Fuga naciente.
Rodeo
El día comienza con la noche.
La noche comienza con la noche.
El día es un hueco en el cuerpo
de la noche.
La noche es como el viento: se desprende
y nace de sus propios límites.
Yo soy el viento sin origen
sin lugar en la noche.
Yo soy el comienzo del día
en la noche que se retrasa
o muere.
En su diafanidad la noche
es casi el día. Yo me cubro
la cara con las manos del día.
Yo tengo fe en el retorno
de cada noche no vivida.
Yo busco el equilibrio entre las
islas de verdadero reposo.