suscribo totalmente este paseo por el alma del destino, el azar y la amistad, que sólo puede volver a ser vivida pro quienes tienen el poder y la llave para abrir el arca de la memoria con la inocencia de un hombre que se vuelve niño y recuerda lo vivido con la más pura sustancia del afecto. Cada hombre -que lo sea- tiene su épica, su batalla, sus amores, su lugar donde nace, donde vive y donde cae y siempre habrá testigos excepcionales que cantarán sus fazañas con la maestría de un corazón cocido al fuego del mutuo, digno y noble reconocimiento. Ya eso es vivir, aunque el mundo ignore quién llegó, quién estuvo, quién está y quién se ha ido.

Responder