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Tradiciones checas en la filatelia: Día de San Martín

jueves 17 de diciembre de 2020
Sello postal checo sobre el Día de San Martín
El sello postal checo que conmemora el Día de San Martín fue diseñado por Jiri Sliva y emitido en 2018.

El 24 de octubre de 2018 aparecía un valor acifrado (A, 50 gramos, servicio ordinario nacional, al momento de emitirse equivalente a 19 coronas), formato vertical, dos versiones, pliego de cincuenta sellos o carnet de 8+4 viñetas sin valor postal, en todos los casos simbolizando este día y la fiesta del vino. Diseñó Jiri Sliva, la oca y el vino; en el diseño del sobre va San Martín que, cual sátiro que se precie, se abre la gabardina y va cargado de la famosa cosecha que da la uva, en este caso se trata de ocho botellitas para soportar los primeros fríos que, por esas fechas de noviembre, comienzan a llegar a estas zonas de Centroeuropa.

Celebrar el descorche de los vinos checos de San Martín se ha convertido en toda una tradición.

Si nos atenemos a las leyendas, un proverbio checo está conectado con el Día de San Martín; dicen que el santo llegó montado en un blanco corcel, o sea, la llegada de las primeras nieves y, con ello, se presentaba la ocasión de disfrutar de los caldos recogidos en el año para darle calor al cuerpo, entre otros el Merlot, el Müller, el Oporto o el San Lorenzo; aunque la oca no aparece por ningún lado de esa leyenda, al final el caballo acabó dando paso a este otro animal blanco que en el sello nos lo encontramos con su copita de rosado en el pico y ella enrollada en el cuello de la botella para evitar caerse, suponemos.

El vino de esa época del año procedente de los viñedos checos acabó conociéndose como Vino de San Martín (de ahí nació la tradición Martinmas) que, tras ser introducido en la Corte Imperial de José II, bajo la apariencia de un nuevo beaujolais, pasó a denominarse, tras el primer descorche, Martinmas. En el 2005 fue el primer caldo checo oficialmente comercializado y en abierta competencia con los vinos franceses; dicho sea de paso, es muy suave y a nosotros nos recuerda algunos caldos de las tierras gallegas, pero con mucho menos cuerpo.

Celebrar el descorche de los vinos checos de San Martín se ha convertido en toda una tradición, a pesar de su relativa juventud. Esa ceremonia tiene una puntualidad alemana y, año tras año, llega el 11 de noviembre a las 11 de la mañana (11/11/11); entonces hace su presentación en sociedad y corre por centenares de litros entre los praguenses. Tradicionalmente el tercer jueves del mes se presentarán los jóvenes o tempranillos de tipo beuajolais franceses en las tres variedades: blanco, rosado o tinto.

La incorporación de la oca viene a cuento con San Martín de Tours (bella y tranquila ciudad francesa que es un encanto por su tranquilidad y su animado ambiente en el casco histórico); el personaje fue obispo de esta ciudad, y dicen que la oca cantó durante uno de sus celebrados sermones, entonces no se le ocurrió otra cosa que sentenciarla a muerte, ser asada y consumida en el día del santo. Ya vemos que cualquier ocasión es buena y que, a veces, ciertas cosas se escapan de nuestra realidad, sobre todo para los que la oca y otras anátidas no dejan de ser especies cinegéticas o de granja, bastante extrañas a nuestra gastronomía.

Recuerdo mis estancias en China, donde el pato laqueado es una fiesta, por supuesto en todas las ocasiones lo degusté y agradecí a los anfitriones ese gran detalle. Es más o menos como estar en Segovia y marcharte sin probar el cochinillo. O venir a Valls en plena temporada de calçots y no probar una de sus célebres joyas gastronómicas en forma de calçotada que cada año bate récord de participantes llegados desde todos los confines, incluso radios y televisiones, la última ocasión desde Japón donde por lo visto tienen una tradición similar de cocinar esta cebolla dulce.

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