Claves lanzadas al espacio o a las aguas • Wilfredo Carrizales
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“Claves lanzadas al espacio o a las aguas”, de Wilfredo Carrizales

Abanderados al pie de las ciudades que se sacuden sus petróleos; atascados en la casa del hermano menor; acetonados al desgaire y nunca ahítos. No más que vigilias sin melancolías. La dispersión de las camitas nos hizo más enanos y nos volteó los párpados hasta conseguir un vector y una enfermedad de hongos predominantes. Deificados, espuriamente, trasladamos las soledades hasta las vendimias del olvido. Orillamos las meditaciones para destrozar el tiempo de los apuntes y las soluciones en bacinilla. Debajo, un altercado; encima, un designio sin hueso; al lado, una escoba que madura al compás de escisiones. ¿Y si el freno simpatiza con la insolencia y el limbo con la mascada o con el arroz de los burócratas?

En lontananza, grúas elevando nubes resultantes de la victoria de las cenizas. Mascarones de proa negados con la excusa de obturar las claraboyas que se desplazaban sobre las olas de los puertos paradojales. Daban ganas de pellizcarse un tumorcillo que hubiese brotado debajo de una axila. Los senderos de cemento se hacían innumerables y atraían vidas secas, lazos para fastidiar perchas, objetos podridos en sus arrebatos. Los religiosos estaban tocados... y manoseados. Donde se fundaron unos hinojos cayeron de rodillas y amasaron los óleos.

La apología de los vicios resultó un perdigón en la frente de un devoto de la simonía. Se vio privado de público y ocasionó daño a su hacienda. Aun así no se fue a pique. ¡Ah, y el color de su tela fue de tumbo en tumba y de cirio en cirineo! Y es que hay personajes que no se mueven en balde y pertenecen al vallado y a la tutela de menores.

Del cacumen puede surgir una paz de fondo, de ilación y vista. El ritmo sería conceptual, consensual. La realidad se freiría como parte de una hazaña de los episodios patrios. De perillas se meterían los dormilones en sus sacos de ilusiones. Lo teatral iría a la par de malicias gigantes y en un baile el secreto de la cucaña sería revelado.

Conforme a la utilidad de los semáforos Lo Absoluto se impondrá en las comunidades y los bandidos dispondrán a perpetuidad de las fichas del dominó. Interesa saber las bajezas de los cancilleres y el sitio donde consumen sus mortadelas. Sobre la lengua habrá un trueno y sobre el trueno, una guerra. Entrambos tendrán un espejismo ad hoc. ¿Acaso nos olvidamos de la seborrea y de la cuádruple perversidad moral?

(En el interior de los reinos elucubrados se sospecha la existencia de las últimas salamandras de yeso, aquellas que fueron fraccionadas por los númidas y quebradas ulteriormente por los abogados de los cautivos. Mientras no haya pruebas concluyentes nos atenemos a las consejas).

Son los rascacielos separados por istmos y dunas los que merecen no ser destruidos por los marginados y los que deben ser protegidos contra cualquier tsunami provocado. Las demás estructuras con ínfulas de torres o presunciones de moles infinitas tienen que caer bajo las embestidas de los irracionales. Después sobrará papel para recoger esos conmovedores e inevitables hechos.

(¿Se notará la ficción por entregas, la evolución rauda de ese imprescindible género? ¿Estarán preparados los lectores para soportar y asimilar los rudos golpes de la invención? ¿Cuáles argumentos serán los favoritos? ¿Serán simples las vicisitudes de la narración?).

 
 

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