Claves lanzadas al espacio o a las aguas • Wilfredo Carrizales
XXXV

“Claves lanzadas al espacio o a las aguas”, de Wilfredo Carrizales

Amparo de patos y las cordilleras se enroscan en sus enfados. Favor de las sombras para los paisanos. El orbe se siente cumplido y expulsa capataces. Esas entrañables sensaciones; aquellas inmoderadas desigualdades. Las víboras y sus alicates.

El lienzo ha nacido de la cabeza del enmohecido. Las imágenes ruletean por cuenta propia. De parasoles están llenas las estancias que se amuelan. Apéndices de los alfiles en el murmullo de sus partidarios. ¿De cuál aspecto nos enfermamos con veracidad?

¿Qué ley se establece entre los metales y las ruinas? Los miro a todos ellos y descubro la jugada: el billar que fluctúa con abundantes cintas. En paralelo, me recojo la vejiga y con un compás escruto la música de las escorias.

Cajas que se abrasan bajo la inclemencia de las capas sublimadas. Voy avanzando dentro del establecimiento y los paisajes que imagino se deslizan bajo mis talones. Deifico a las ratas que gustan de los placeres perfectos. Divido mis mañanas para homenajear a los analfabetos que son muchos, que son testados.

El chicle se mastica con los comienzos de enero. En las calderas raros combates se escenifican. La decepción suele ser real y alguna trompeta se asume y se petrifica. Miles de grafías en las sesiones de las codas. Un ruido abstruso y fuerte se estaciona en el aposento que se estarció.

Se merecen a oscuras los estancos de la carne. Abundan en lo invertible. Se constituyen en bultos y aguardan el sitial de las lumbres. Creo que me comprimo o me absuelvo. En cualquier caso, provoco un aire que exalta las paradojas.

Deceso de los estigmas sobre las tesis que se vulneran. Muladar de las apariencias. Entereza que no produce el calado. Facetas y atados de los hijastros con fajas. Fallas, ductos, suescas. De repente, una caída por detrás, un lampo en mitad de la insistencia.

Los jardines aún se embrujan y la infracción de los juguetes equivale a un tirón en las colmenas. Famas de los sombreros que anidan gentecillas. (Una milonga bate su día con la arpillera de la nostalgia). Husos que comparten las manchas de la hechura. Pasos y galgos alongados por el visaje de las derrotas. Un obelisco se emplea suave, nucleado.

La palabra y los nudos de su comparsa. Me resuenan al interior de las costillas falsas. Parecidos a los bajeles en bajamar. Úvulas y polvos a considerar. Cortinas del lodo. Me tumbo y practico el concepto de la brevedad en el arqueo. Dirijo mi íntima emboscada.

Vulgarmente: las huellas del asesino. El régimen de sus empalizadas. La fonología de su miedo. El desarrollo de su sino reblandecido. Puñal y vista esquiva. Doblez.

Iguánidos, ajustados a sus convenios. El coloquio efectuado al amparo del endurecimiento de las gracias. Contenidos de la inercia y un aplique que se proyecta, fugaz, sobre una pantalla. Centro sin virginidad. Cueva y legión. Algo rompe su quilla.

La preñez de las jaibas puesta en evidencia. Feria de las pequeñeces. Drupas perseguidas por el acoso del entendimiento. Me descubro y me reelijo. ¿Un sustituto para el dardo y la jaculatoria? ¿Una cal secretada con la clavija que se espiga?

Si llueve con esplendor se voltea el kayak. Los mares trastornan los blancos y las algas conducen a sus entierros. Nadie hablaría de nieves, ni de noches alejadas de lo suave, ni de espectrales calorías. No obstante, un rumor presumiría un lábaro, nada más.

Encuentro de perros en la topografía. Habilidades y descripciones. Un rey en su madriguera otea los divorcios. Un fuego, de improviso, se atiesta y el tormento adviene en lucha.

 
 

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