Claves lanzadas al espacio o a las aguas • Wilfredo Carrizales
VIII

Siempre que los dados rodaban por el piso, se reforzaban los travesaños de hierro y los jugadores no daban ninguna explicación. Los niños inventaban otros trucos junto a la fuente. Las viandas y los pescados corrían mejor suerte y los espacios quedaban divididos para disfrutar la siguiente mañana. A los analfabetos se les aflojaban las ijadas y los medios para ser más inocentes. Sus rasgos aparecían en las fisuras de las monedas.

En gran escala las manos abastecían de paredes, tejados y ruidos. Los cuerpos se amurallaban y a la distancia se cortaban maderos para criar escaras. Pasa a menudo que los labios encuentran escondrijos y se alivian con corolas menudas. Por insensibilidad a las apostillas los ocultos despabilaban a deshora.

Del viento hubo amagos de cuna y llanto. Las virginidades se arrojaron dentro de un florero y de tal guisa se sangraron los pétalos. De sal y dolo asonaron los humores y se convino en la irrealidad del alfa y el omega. Lo que va debajo del agua —fondillos, esquejes, lancetas o astillas— adquirió fantasía y la conquista de la holgura. Las cerraduras trepanaron sus guarachas con varas de morteros. En lo circundante, ¿compitieron enlaces del papel y la exterioridad identificada? Morbo no es freno.

Quienes marcharon a las islas de los pingajos conocieron tarde la rebelión de los gusanos. Otros fundadores quebraban sus maderas con la inercia de los fuelles. ¿Cómo olvidar las manos desasidas o aquello que abultaba las miradas en su huida? ¿Para qué el choque o la cohesión? Sucediera lo que sucediese los futurarios serían legión.

Partiendo de las manchas de las comparsas, los hombres sordos, con las espaldas mojadas, tomaban la palabra y el nudo y los convertían en polvo. Se escribieron sagas al respecto y se pagó buena plata por ellas. Para entender la alfalfa, ¿habrá que seguir el mismo procedimiento? Con la repugnancia, ¿se podrá gastar bromas? Acusamos la locura y proseguimos por la vereda del garabato. En marcha, los orígenes.

Un demonio, macho de la madrugada, cribó los garbanzos y tuvo su luna llena. Su altura se tornó sombra en la fase más orquestada. Las confesiones apilaron sus ruedas y ciertas rudezas. Las damajuanas se engarzaron de barro y en un corto vuelo se describió el hecho. ¿El gavilán se introduciría en la carne del hábito que descargaba?

(Placentero y de mal genio. Así recuerdan al general de cara infantil y orejas de gorgojo. Los flamígeros lo tuteaban y él los arrojaba sobre las hierbas. Esta digresión, in promptu, se presta a la impunidad).

Valle del mar y grande y los hombres trastocados en forajidos. Otro principio dimana una alterna vía. Jarros en el patíbulo para calmar la sed de los verdugos. ¿Poner ladrillos o quitar ladridos? Amo y perro en la disyuntiva. El peciolo de la vida engendrando a sus vástagos y nombrándolos para que alucinen e ingresen pronto en la escuela. Itinerarios de la calle y barnices y fotografías para despistar a los curiosos detectives. Ladillas en la facilidad del habla y juanetes de lacayo por donde se oculta el sol y máculas para exportar en cestos impresos y nardos y narigueras con el traspaso del poder y rumores de los bachacos durante las vacaciones. La mucosa aguanta su harina y el color de la naranja desprende un soplo ritual: todo sirve en la previa sensación. Los sobrinos, adyacentes; los fatalistas, despejados; las notorias, compaginadas; las pacatas, reblandecidas... Tejedores los insectos y ahorquillan sus aguijones / Zaque y coplas en las orillas / Vuelta y media y vulgarismo tropical / Putas signadas por los yoduros / Xilosa y yeguas en descampado y arcanos topando contra el asta / Uvas y utopías sin redundancias ni sumisiones / En el colmo de la abundancia los llantos son inevitables...

 
 

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