Claves lanzadas al espacio o a las aguas • Wilfredo Carrizales
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“Claves lanzadas al espacio o a las aguas”, de Wilfredo Carrizales

Hachas de la cobardía. Haches de los higos godos. De paños, suda el blancor. De cebos, la pérdida del afeite. Así trocamos las miradas en cadena y las gallardías puestas al sereno. De balde la flema se dispersa por los adoquines. Párpado reventón.

Existía el papamoscas, claro que sí y para nadie era intromisión. Los colores andaban tras sus sinfonías y el reto iba trastabillando desde cero. Un caballero interfirió a su tumor y enormes fueron las bocanadas del silencio. No hubo arbitrio ni defecaciones al uso. Todo fluyó con la esfera coronada de hierro y cuatro nubes troqueladas en mitón.

Carrete de las gracias a la deriva. Bobos y bobinas. Espacios pisoteados para barrios sin esquinas. Entradas con sus porciones para fumar y despechar. Trucos de las frutas partidas a golpes de remos. Un globo se pronuncia con una vocal que se excluye.

A quemarropa liquidan al bufón en el alero. Su talla quedó en entredicho. Un borrico vio cumplido su sueño. ¿Las testas de los chiquitos sufrieron?

Trozos y destrozos en las vecindades de la amortajada. Los narradores eran augustos y cuidaban sus céspedes. Ya recordaron sus arcos y los parapetos del desaire. También se invocó el mar de celo y las primas de los cardonales. ¿De cobalto se exaltó la fe?

Pieza a pieza abrazaron los fusiles y el fogueo tuvo un espasmo a lo antiguo. Calcetines para las ollas y un rebenque ahíto de peladuras. Mañana —tal sería— un boquituerto dirá de lo muelle del tránsito y el papa advertirá una abertura grande.

Tambores dehiscentes, apuntes de frutos secos, maderas para las lechuzas. Un arqueo y atención al devocionario. Hechos próximos a suceder; ruinas; absorbidos cohechos. Anatomías vueltas presas de imaginarios cernícalos. Irregularidades en los fardos de la explosión. ¿Alguna mujer se permea el calzón que se apabulla?

Los alcaldes nacen con el cerebro empanado. La política como prodigioso sueño. Se caldean las calaveras en su írrito oficio. ¡Ah, los combates en el baño! Los mamantes enhorquetados en las murallas del dolo. Los policías calzan zapatos de hierro. El rumor se reserva la pechada. Los guantes ruedan explícitos bajo las ruedas de los retardos.

De visita vino el asesinado. Sonreía con primor. Se cubría los pies con trapos de burbujas y se movía como sobre un pedestal. Callejas le sobraron para transitar.

Bajo la luna guapetona el cónsul se comba. Recoge a la rana viajera. Le aventura una sinonimia. Le propone un ensangrentado sistema. El batracio se aventura y gana millones.

La vio orinando en cuclillas y su camedris purpureaba en la resolana. Aquella textura labiada, fiebre le habría de producir. Lustroso se embebió en el vértigo de la infusión.

Vencedores, presidiarios. Amparo del influjo de las leyes. La decoración de las circunstancias. Calvos sin pretensión. Tiempo que le hace sitio a la ignominia. Socorro juzgado hasta en su más íntima esencia. Carburo del cual no se logra provecho.

Mercaderes del pasto y la rinitis. Habitantes de la avidez. Maceran las músicas con partituras cloacales. Cartas que se exaltan en las protuberancias de las cuentas. Oros concebidos, hormonas, pértigas para implantar cesiones.

Disolución de los colmillos en los líquidos del cólico. Dimorfismo en el cancionero de la gula. Dislate y dinamismo. Si dices disidencia, el diodo encuentra su vacío.

Se pretexta que nada ciñe y sin embargo los mocos resuenan con su bravura.

 
 

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