Claves lanzadas al espacio o a las aguas • Wilfredo Carrizales
XXVIII

Las larvas dan de mamar a las nodrizas. Son semilleros las guarderías y protegen las tuercas que regalan las monjas que no se bañan. De manera rigurosa se discrimina entre el nudismo y la numismática. Hasta ahora nada ha fallado, pero por las dudas, se entorpece el paso de ciertos especímenes.

Se cantan cuatro y media verdades mientras se llega a un acuerdo en la alberca del supermercado. ¿Quién cuidará a las niñas sexualmente precoces? La mediación vendrá de una de las amantes del ministro de salud pública. La sopa de verduras estará lista a la hora convenida. Nadie osará meterse en lo que no le conviene.

Una niebla poco diáfana deja un sabor amargo en las encías. Los estómagos piden, con urgencia, elementos de los cuales sacar provecho. Quienes viven eternamente bajo las sábanas jamás se enteran de las novedades. La sagacidad es un artículo de lujo.

Dentro de los túneles los héroes son un desastre. Una y mil cometen el mismo yerro. Sobre las paredes los reptiles se atribulan y ofician una vulgar befa. Luego se relamen los labios y una frondosidad les recorre los lomos que se les tuercen.

(En algún lugar inexistente a un tranvía se lo lleva el viento de los deseos de orín. Un pasajero grita y predica un tal “juicio final”).

Un compadre acompaña a su ahijado a comprar un lenguaje simbólico. Entre los dos hacen una pésima escogencia. Después no lograrán comunicarse por más que lo intenten.

También se derrumban los barcos en las bahías que se yerguen. De los ojos de buey brotan relieves sin tradición. Los marinos salvan sus desechos y se desgastan tratando de sacar conclusiones. Por otra parte, los cercanos peces se abultan chupando tristes hollejos. (Las algas delimitan sus líneas de flotación y pronto se desfloran).

Transcurren los letargos. Los desiertos anunciados se manifiestan primero en las madrigueras. El calor se acumula y la mugre y la roña de las deposiciones. Se tejen sequías guarnecidas por arenales en desorden. Continuamente se sajan las pieles y las cabezas de los justos. Tal es el caso y lo concreto se adelanta y se infecta.

Pacíficos desembocamos en los maíces gustosos. La casa se torna en jolgorio y le abundan las plumas que son hojas para la templanza. Grupos de muchachas venden sus hígados y en sus carrillos se encierran rubíes para la escena carnal. Adictos todos, conquistamos los meses con paisajes escabrosos sin cristales.

Otros cuerpos viran y se agachan. Otras incidencias chocan contra los rayos de las bicicletas. Sin restricciones, los fragmentos no cesan, avanzan hacia la tempestad. En ese momento, ¿quién cría apasionados ínclitos? El que tiene lágrimas en exceso se pervierte y reunifica su lingüística.

La dilatación de los ajíes se corresponde con un aumento de las incongruencias. Se ciegan los espíritus del pan y las rosas se sienten perseguidas por los gallos ocasionales. Ofrendas y sacrificios para el nervio ocular. Películas para contemplar los fenómenos del ruido y la desazón. Lloran los ostiarios y caen de cabeza dentro del baptisterio.

De la teoría de los jarrones se derivan hormigas sonámbulas. Se promueven jugadores de cartas en los patios y los jardines. La solemnidad busca su honor y lo encuentra en la bodega con sus pactos.

 
 

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