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La barca de Caronte

martes 3 de julio de 2018
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“La barca de Caronte”, por José Benlliure (1919)
“La barca de Caronte”, por José Benlliure (1919)
Dios significa para un mortal ayudar a otro mortal
y este es el camino para la gloria eterna.
Plinio el Viejo, Historia natural.

CARONTE: Que estemos muertos y en el reino de las tinieblas no supone que seamos tontos y fáciles de engañar. Así que dame el óbolo porque, de todas formas, vas a cruzar el Aqueronte. Pero puedes hacerlo con las espaldas tundidas o libre de marcas.

POLIBIO: Y a mí me gustaría saber para qué quieres mi óbolo si en el reino de los muertos ni hay tabernas ni lenocinios ni circos ni termas ni baños. Vamos, si es que estoy bien informado. ¿O es que te dejan salir al mundo de los vivos de vez en cuando? ¿Con esa pinta? Asustarás a la más aguerrida de las amazonas.

CARONTE: Lo que hago yo con mi vida a ti no te importa lo más mínimo. Y más en las actuales circunstancias. Tú cumple con la tradición por última vez, o vas a ir de aquí al Hades sufriendo un duro castigo. Luego pensaremos otro. Y otro.

POLIBIO: No me asustas: yo he realizado acciones que me acercan mucho a los dioses. Por no decirte que algunas me han hecho igual a ellos. De hecho en mi polis ya se me han erigido altares, y se discute ahora en el areópago si levantarme una estatua y construirme un templo.

CARONTE: No tengo noticias de tales cosas. Cuando venga Hermes le preguntaré. Pero tus acciones no debieron ser muy virtuosas ya que te aferras con tanto empeño a un miserable óbolo, que me tienes que pagar.

A los dioses no les hace falta que los imites o dejes de imitarlos. Tu vida se tenía que haber regido por la virtud, no por lo que hacen los demás.

POLIBIO: Pero vamos a ver, ¿los dioses cuando mueren también te pagan por pasar a la otra parte?

CARONTE: Los dioses no mueren.

POLIBIO: No me mientas. ¿Acaso no murió Heracles y..?

CARONTE: Heracles fue divinizado después de su muerte. Y pagó, como todo dios, y como vas a pagar tú por mucho que te empeñes en lo contrario.

POLIBIO: Pues, querido barquero, no llevo dinero encima, así que vas a tener que dejarme volver al mundo de los vivos, o me temo que te vas a quedar sin cobrar.

CARONTE: Sí, te voy a volver al mundo de los vivos pero para que ocupes el lugar de Prometeo. Hay un águila carroñera por ahí que está especializada en comer hígados, que, como sabes, vuelven a crecer para que el águila se siga alimentando. Tiene un pico que es una delicia, por cierto.

POLIBIO: Bueno. Tampoco hay que ponerse así. Ahora bien, me gustaría hablar con algún superior tuyo, pues estoy seguro de que estoy exento de pagar el peaje.

CARONTE: A nadie nunca se le ha perdonado el óbolo.

POLIBIO: Porque nadie tenía mis méritos.

CARONTE: Mientras esperamos a Hermes, que tiene que venir con un cargamento de muertos de diversos demos, puedo escucharte, aunque sé que vas a terminar por hartarme. Así que, comienza, di cuáles son tus méritos para no darme mi paga.

POLIBIO: Yo he tratado de imitar a los dioses en todo…

CARONTE: A los dioses no les hace falta que los imites o dejes de imitarlos. Tu vida se tenía que haber regido por la virtud, no por lo que hacen los demás.

POLIBIO: Si a los dioses les es indiferente que los imite o no, con más razón les debe ser indiferente que pague o no.

CARONTE: No hagas como los tiranos en las asambleas que lo mezclan todo y hablan de todo para no decir nada, o arrimar el ascua a su sardina.

POLIBIO: Tienes razón, cuántas palabras vacuas dicen. Yo oí a uno defender todo cuanto había robado porque, dijo, no lo había hecho para él o por él sino por el bien de la patria: se esperaba la invasión de los tracios de un momento a otro, y había que pertrecharse. Arrambló con todo lo que había y algo más. Además, cuando intentaron juzgarlo dijo que no fue él el autor del saqueo a la polis sino unos éforos suyos, que ya no estaban en la polis. Él no era culpable de nada. Y yo tampoco.

CARONTE: Sí, conozco a esa buena pieza. Ahora está hecho un puro esqueleto, cada vez más esqueleto con el que, además, nadie quiere hablar.

POLIBIO: ¡Ah! ¿En el Hades se habla? Sí, claro, ya me acuerdo: algunos han bajado por aquí para indagar qué hay en el reino de los muertos.

CARONTE: No te equivoques: no te dejes llevar por las historias que cuentan los poetas: mienten como bellacos. En el Hades sólo hablan aquellos que, como te va a suceder a ti, no se les borra la memoria al pasar el Aqueronte. De esta forma su memoria, nunca borrada, se transforma en su verdadero tormento. Durante toda la eternidad y un poco más.

POLIBIO: También se pueden recordar las cosas buenas. Por ejemplo puedo rememorar a toda la gente que salvé, tras aquella batalla, de morir ahogada en el Ponto.

CARONTE: Calla, canalla. Todos sabemos que botaste una embarcación tras la batalla, y que fuiste a por los náufragos, pero sólo dejaste subir a bordo a quienes tenían dinero u oro para darte. Permitiste que se ahogaran muchas personas.

POLIBIO: Querido Caronte, la vida es selección, no como la muerte, que carga con todo. Piensa que yo vivía en una isla pequeña, y si hubiera dado cobijo a todos los náufragos, la isla se hubiera podido hundir. Así que salvé a los mejores. Los mejores siempre son los que tienen más dinero. Y no soy quién para averiguar la forma en que lo consiguieron. Al fin y al cabo tú tampoco me dejas pasar si no te pago… Estoy imitando a los dioses.

CARONTE: Yo no soy dios.

POLIBIO: Pero eres inmortal.

CARONTE: Por eso no te preocupes. Tú también lo vas a ser. Y ya que te empeñas, tus recuerdos, que no te vamos a borrar, serán tu verdadero castigo. Ahí llega Hermes con su remesa de muertos. Él se encargará de ti.

HERMES: No me contéis nada: estoy al tanto de vuestra charla.

Estos mortales nada más aprenden cuando sufren ellos lo que han hecho sufrir a los demás.

CARONTE: ¿Y qué vamos a hacer con este individuo?

POLIBIO: Yo he sugerido que me volváis a la vida, y cuando me haga con un capitalito, vendré de nuevo, y entonces pagaré mi peaje.

HERMES: Pues, mira, te voy a conceder ese deseo. Pero vas a amanecer en el país de todos aquellos que dejaste morir en el mar. Allí, con jueces íntegros, te harán un juicio justo, tras el cual serás arrojado al Helesponto, y eso sí, tendrán la precaución, puesto que los avisaré yo, de ponerte un óbolo o bien bajo la lengua, o, mejor todavía, en tus magras entrañas. Y tras eso, volverás aquí y no te borraremos la memoria. Ya te puedes ir. Estás tardando.

CARONTE: Mira qué contento se va.

HERMES: Tiene dinero escondido, y cree que va a poder sobornar a los jueces o al tirano de turno. Pero ya me encargaré yo de que no sea así. Estos mortales nada más aprenden cuando sufren ellos lo que han hecho sufrir a los demás.

CARONTE: Bueno, tenemos que marcharnos ya. En la barca no nos cabe ni uno más.

HERMES: ¡Qué vida la nuestra también! Ni un momento de descanso.

CARONTE: Sí, desde luego. Y encima este cráneo privilegiado se cree que volver a la vida es lo mejor que le podía suceder. Hacerlo vivir eternamente también sería un buen castigo.

HERMES: No me parece mala idea. Seguramente acabaría loco. Y más loco terminaría cuando viera que no podía suicidarse. Así recapacitaría sobre todas las perrerías que ha hecho en esta vida. Anda, que dejar morir a aquellos guerreros en medio del mar con la excusa de que su isla se iba a hundir…

CARONTE: No tienen remedio.

Vicente Adelantado Soriano
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