No hay quien ponga en duda hoy en día que Fernando del Paso (México, DF, 1935) es un autor que ha sabido ganarse a pulso su puesto en el Olimpo de los grandes novelistas hispanoamericanos de finales del siglo XX. Su estilo, su afán de redimensionar la historia, su demencial erudición le han valido el reconocimiento unánime de la crítica, la fidelidad de algunos lectores y ahora, merecidamente, el Premio Cervantes de Literatura 2015.
En José Trigo Fernando del Paso se sirvió de todos los recursos en uso y en desuso de la lengua.
Algunos años antes, el 10 de abril de 1977, desde las páginas del Papel Literario de El Nacional, la periodista Margarita D’Amico presentaba a Del Paso a los lectores venezolanos en los siguientes términos: “Dicen que llegará más lejos que García Márquez, más lejos que Vargas Llosa y demás grandes del boom. Sin embargo, hasta hace poco, Fernando del Paso sólo era conocido por una novela: José Trigo”. Resulta que este año, cuando del Paso recibe el Premio Cervantes, casualmente esa novela inicial cumple cincuenta años ya que la primera edición salió de las prensas de la Editorial Siglo XXI el 9 de septiembre de 1966, ganando de inmediato el Premio Xavier Villaurrutia, considerado el más alto galardón que se otorga en la literatura mexicana.
José Trigo es un abigarrado texto de 536 páginas donde se cuenta las incidencias de la huelga ferrocarrilera sucedida en México en 1960, pero a través de un calidoscopio temporal que abarca desde los mitos prehispánicos hasta la guerra cristera de los años 20 en una estructura piramidal (siguiendo conformación de las estaciones Nonoalco-Tlatelolco en la Ciudad de México, la primera parte llamada “El oeste” contiene nueve capítulos ascendentes que van del 1 al 9 a los que sigue una parte intermedia llamada “El puente” y luego una segunda parte de capítulos descendentes que van del 9 al 1 llamada “El este”) que hace de la novela un laborioso ejercicio de lectura: “Cada capítulo, como en el Ulysses de Joyce, intenta un estilo diferente y con cierta relación con el asunto respectivo, y ese estilo corresponde simétricamente con el paralelo de la otra parte. Para conseguir estos matices de estilo Fernando del Paso se sirvió de todos los recursos en uso y en desuso de la lengua: sinónimos, arcaísmos, neologismos, tecnicismos, regionalismos, aliteraciones; empleó el collage y el pastiche; hizo prosa poética y versos, y aun se permitió, en tres o cuatro pasajes de su novela, narrar también llanamente algunas historias espléndidas” (José Luís Martínez: “José Trigo, de Fernando del Paso”. Incluido en El imperio de las voces: Fernando del Paso ante la crítica. México: Ediciones Era, 1997).
Su segunda novela, Palinuro de México (1977), le valió todavía inédita el Premio de Novela México 1975 y luego de publicada el Premio Rómulo Gallegos en 1982. El maestro Alexis Márquez Rodríguez hacía el siguiente comentario semanas antes de que se diera el veredicto del galardón venezolano: “La lectura de este largo texto —son 725 páginas, que en su formato poco común hacen, en realidad, un poco más de 900— es lo que pudiera llamarse una lectura polisémica, no sólo porque su lenguaje, de por sí, impone ese tipo de lectura, sino también porque el contenido mismo de la novela está lleno de indicios, de referencias, de valores, de símbolos y significaciones de tal modo y en tal medida polifacéticos, que de hecho es más lo que se lee sin estar escrito, que lo que sí lo está” (Papel Literario de El Nacional: 11/7/1982).
Palinuro… es la historia de un joven enamorado de la medicina y de su prima Estefanía que llevado por sus sueños (como el piloto de Eneas en la Eneida de quien toma el nombre) termina sacrificado en la tristemente recordada masacre estudiantil en la Plaza de las Tres Culturas en 1968, pero también es una narración llena de poesía, gran sentido del humor y mucho erotismo en donde Del Paso intentó meter en un solo cuerpo narrativo “todas las rosas, todos los animales, todas las plazas, todos los planetas, todos los personajes del mundo…”, como dice en el último capítulo del libro. Para Lisandro Otero “esta novela es una impresionante construcción verbal donde el oropel de nuestro idioma se manifiesta sin excesos, pero con un lujo de vocablos y una incesante capacidad de invención literaria. Esta maravillosa aventura del lenguaje, esta deslumbrante estructura barroca, esta fiesta del verbo, es uno de los monumentos más sólidos de la nueva novela latinoamericana, y en el futuro se le reconocerá aún más como tal” (“Otra corona para la novela latinoamericana”. Revista Casa de las Américas, Nº 136; La Habana: enero-febrero, 1983).
Diez años después, en 1987, aparece la tercera novela de Fernando del Paso: Noticias del Imperio, tan extensa como las anteriores, en donde se narra la vida de Maximiliano de Austria, la de su esposa Carlota y la del Imperio que ambos establecieron en México, imperio efímero que concluye con el fusilamiento del emperador centroeuropeo. La estructura del relato es binaria: en los capítulos impares nos encontramos con el obsesivo monólogo de Carlota, completamente enloquecida, donde nos va narrando su historia y la de su difunto marido. En tanto que en los capítulos pares: “Una comparsa de voces narradoras acompaña a la Emperatriz. En contrapunto con los capítulos relatados por ella, se complementa el cuadro histórico de este período en cuestión con las narraciones de historiadores, testigos, cronistas, biógrafos y relatores creados por el autor para desplegar todas las modalidades del discurso histórico, sin abandonar el tono lúdico, burlesco y, sobre todo, grotesco que la carnavalización de la historia le permite” (Lilian Bendayán Ponte: “El carnaval de la novela histórica”. Papel Literario de El Nacional: 5/9/1989).
Cierra el ciclo novelístico de Fernando del Paso Linda 67. Historia de un crimen (1996), única incursión de nuestro autor dentro del territorio del relato criminal que al parecer no fue muy bien recibida por la crítica especializada. Alejandro Toledo excluye cualquier comentario sobre este texto en el volumen El imperio de las voces, del cual es compilador: “Sorprende primero que el autor de libros estructuralmente complejos se haya aventurado en el terreno de aparente ligereza de la novela policiaca… aunque esta última opinión no deja de ser un prejuicio —dice Toledo, y líneas más adelante se justifica—: no se estaría actuando con seriedad al reunir trabajos críticos alrededor de una cuarta novela que los reseñistas aún no asimilan y que el autor mismo coloca al margen de sus otros textos”. Qué lástima.
Fernando del Paso ha escrito sus libros bajo la óptica de la “novela plural”, una novela que suscita inagotables lecturas.
Lo cierto es que aunque carezca de las complejidades de sus novelas anteriores, Linda 67 es un excelente relato. Allí se cuenta la historia de un crimen —como reza el subtítulo—: David Sorensen, mexicano residente en San Francisco, California, decide asesinar a su esposa Linda y luego simular un secuestro para poder cobrar un rescate de quince millones de dólares, para lo cual debe sortear las trampas que le tiende su suegro, que lo detesta y quiere ponerlo en evidencia; mientras tanto Linda yace en el interior de su auto, un Daimler azul cuyas placas (LINDA 67) justifican el título de la novela, en algún rincón de la bahía. Ahora bien, más allá del entramado propiamente anecdótico, Linda 67 abunda en referencias acerca de la realidad política y social que envolvían a Norteamérica y parte del mundo durante los años 80, además de un sinfín de detalles acerca de las modas y las costumbres de esa época. Para el poeta Alberto Hernández “el autor no deja escapar la mirada de su formación literaria: informaciones que deslizan una propuesta si se quiere fuera de esa ‘realidad’ en la que es posible todo. Desde la descripción barroca, numeraria, observativa, sumada a juegos del lenguaje en los que los personajes forman una madeja que no hace perder el interés en casi cuatrocientas páginas de tensión” (“Crónicas del olvido”. Suplemento Contenido de El Periodiquito, Maracay: 20/7/1997).
Como hemos podido ver Fernando del Paso ha escrito sus libros bajo la óptica de la “novela plural”, término que acuño aquí parafraseando el de “poema plural” utilizado por Salvador Tenreiro. Una novela plural sería entonces una novela que suscita inagotables lecturas, una novela que pretende suplantar la historia por la ficción utilizando las mismas armas que el historiador maneja: estadísticas, documentos, memorias, referencias geográficas, etc. Una novela que incluye en su discurso una cantidad enorme de saberes extraliterarios: medicina, tecnología, artes, sociología, psicología, gastronomía, sexología, y cuanta otra forma de conocimiento humano haga falta. En este sentido se trata de una novela completamente cervantina, heredera de los agobios y avatares del caballero de la triste figura, cuya trama y subtramas siguen alimentando el imaginario de los lectores luego de cuatrocientos años.
A propósito de Cervantes, tengo entendido que una de las últimas publicaciones de nuestro autor es un ensayo titulado Viaje alrededor de El Quijote (México: Fondo de Cultura Económica, 2004), al cual lamentablemente no he tenido acceso, pero del que opina Adolfo Castañón en un número de la revista mexicana Letras Libres (julio, 2004) lo siguiente: “Viaje alrededor de El Quijote de Fernando del Paso es un libro escrito por un autor imaginativo, pero también informado y leído. No es una obra improvisada, sino producto de varios años de lecturas acuciosas e inteligentes”.
Celebremos, pues, esta entrega del Premio Cervantes 2015, que recompensa el esfuerzo de un gran autor, la frondosidad de su prosa y la imaginería de su idioma; nuestro idioma.
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