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Juan Calzadilla

domingo 25 de septiembre de 2016
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Juan Calzadilla
Juan Calzadilla es uno de los poetas más queridos entre aquellos que hemos tenido la suerte de conocerlo. Fotografía: Miguel Ángel Pereira (AlbaCiudad)

Hace cuarenta años, a finales de 1975, yo era un aburrido estudiante que soñaba con escribir obras teatrales… y muy poco interesado en la poesía hasta que cierta vez descubrí, en la vitrina de una librería, un poemario cuyo título y portada me resultaban por demás atractivos: Manual de extraños, de un tal Juan Calzadilla. Luego de algunos titubeos decidí comprarlo y su lectura fue para mí una revelación. Aquellos poemas estaban lejos de las impenetrables glosas y las tediosas elegías que mal enseñaban mis profesores de bachillerato; al leer esos textos, me di cuenta de que existía otra posibilidad para la poesía: el verso largo, sin la atadura de la métrica; el tono conversacional, sin arcaísmos ni palabras ostentosas:

Un aire de muerte bien cimentada me empujaba a trechos,
cuadra por cuadra, hacia el reconocimiento de los campanarios
donde el silencio silueteaba en flecha el perfil de los ángeles…

A mis incipientes quince años deduje que si ese Calzadilla podía escribir así, yo también podía hacerlo. Tal pretensión, por supuesto, no fue otra cosa que un síntoma de demencia precoz de mi parte. Aun así, en los años siguientes, llené y destruí muchos cuadernos llenos de poemas que tan solo eran malas imitaciones de todo cuanto leía vorazmente por entonces. Luego, muy lentamente, comprendí que la poesía exige un alto grado de responsabilidad, una vigilancia permanente, una entrega absoluta, para llegar a decir algo verdadero.

Una década después, en 1986, casualmente Juan Calzadilla fue quien autorizó la publicación de unos poemas míos en la revista Imagen, de la cual era director en aquella época, convirtiéndome luego en un colaborador eventual con reseñas y poemas que enviaba a la revista a través de Juan Carlos Santaella o Esdras Parra, quienes amablemente venían a pedirme dichas colaboraciones.

Juan, como le llamamos casi todos, más allá de ser uno de los nombres fundamentales de la historia de la poesía venezolana, es ante todo un ser humano abierto.

Sin embargo, no fue sino hasta 1997 cuando por fin nos conocimos en el Ateneo de Maracay, donde nos presentó la poeta Claudia Hernández, quien lo había invitado a dar una charla dentro de un ciclo de conferencias que ella organizaba para esa benemérita institución. Al decirle mi nombre, Juan de inmediato recordó aquellos poemas míos publicados en Imagen y comenzamos entonces un diálogo fraterno que se ha mantenido hasta la fecha en cada una de sus visitas a Maracay.

Da la casualidad que nuestra amistad ha estado circunscrita al entorno maracayero, donde compartimos cada vez que viene, no solo entre nosotros, sino también con el público que asiste a los encuentros poéticos donde él está presente y con otros amigos que se reúnen a nuestro alrededor a conversar con el maestro luego de cada evento. El Ateneo, el Museo Mario Abreu, la Sala de Teatro Carmen Palma, el foyer de la Cinemateca de Maracay y la Biblioteca Agustín Codazzi han sido los escenarios privilegiados donde Calzadilla ha compartido con nosotros sabrosas tertulias sobre poesía, donde él escucha con atención todo tipo de planteamientos y nos cuenta cualquier cantidad de anécdotas.

Pues resulta que Juan, como le llamamos casi todos, más allá de ser uno de los nombres fundamentales de la historia de la poesía venezolana, es ante todo un ser humano abierto, dado a compartir con los más jóvenes y en muchos casos a apoyarlos cuando descubre en alguno el talento necesario para la escritura o las artes. De allí, tal vez, que su Manual para talleres literarios sea entre sus libros uno de los que tienen más ediciones, porque Juan posee la virtud de compartir generosamente su pasión y sus conocimientos acerca de la poesía y las artes plásticas con toda la gente interesada en estos temas. De allí, también, que Juan sea uno de los poetas más queridos entre aquellos que hemos tenido la suerte de conocerlo.

Este año 2016, Juan ha recibido dos merecidos reconocimientos: en abril, el Premio Nacional del Libro aquí en Venezuela, y ahora en septiembre, el Premio Internacional de Poesía León de Greiff, en la ciudad de Medellín, Colombia. Reconocimientos que enaltecen su obra, que abarca algo más de seis décadas de constancia y dedicación a la poesía, así como al estudio y difusión de lo mejor de las artes plásticas venezolanas.

Reconocimientos que celebramos desde Maracay quienes hemos tenido el privilegio de leerlo, de conocerlo y de saber que es un gran poeta, un entrañable amigo y un espléndido maestro.

Manuel Cabesa
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