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Ciudades cyberpunk: Venezuela en clave de una metáfora orientacional

martes 30 de mayo de 2023
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Ciudades cyberpunk: Venezuela en clave de una metáfora orientacional, por Maikel Ramírez
Si hay una muestra clara de cómo festejan los poderosos es que lo hacen más allá de la chatura del suelo, allá donde el ser común se vea obligado a elevar la cabeza.

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Este texto forma parte de la antología publicada por Letralia el 20 de mayo de 2023 en su 27º aniversario
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“Quiero trabajar en el gobierno
Para que me besen los pies”
(Sentimiento Muerto, “Miraflores”)

A diferencia de Romeo y Julieta, el obstáculo del amor entre Adam (Jim Sturgess) y Eden (Kirsten Dunst) no radica en una vieja rencilla entre familias, sino en un asunto de gravedad dual entre planetas que casi se rozan, o más bien en la distribución espacial que conlleva esta dualidad, por cuanto los poderosos viven arriba, mientras que la población en estado de precariedad habita abajo, como lo observamos desde el punto de vista del miserable Adam. Al final, lo que hace Un amor entre dos mundos (2012), filme de ciencia ficción del argentino Juan Solanas, es hacer patente que los seres humanos concebimos el poder en términos de verticalidad, organización espacial que, aquí va mi conjetura, puede dar cuenta del ejercicio del poder en la Venezuela actual.

 

El poder y sus metáforas

En sus partículas básicas, la palabra humilitas se acopla con humus, cuyo significado es “tierra”, “suelo”, y en latín designaba el concepto de “bajo”, “corto de estatura”, “rastrero”, o de alguien que albergaba sentimientos mezquinos o sentimientos bajos. El binomio literal:metafórico de la palabra humildad, ya vemos, era operativo en el orden conceptual de los antiguos romanos, para quienes alguien humilde como un campesino, en contrapunto con el aristócrata, estaba físicamente más sujeto al suelo, al tiempo que no podía sino estar poseído por la vileza. Digamos de una vez que la pésima condición material servía de testimonio de una corrupción moral.

Al margen de esta rutilante raíz etimológica, sabemos que las metáforas conceptuales se gestan en el contacto corporal y en las experiencias del individuo con su cultura, gestación que se inicia en los años de infancia. En el caso que estudiamos, nos consta que los seres humanos estamos expuestos a repetidas situaciones en las que alguien que se encuentra por encima de nosotros, o a una altura que nos supera, tiene mayor poder y control. El resultado de esta distribución del espacio es la metáfora orientacional “arriba es poder” (por implicación, “abajo” no es poder), por medio de la cual conceptualizamos las dimensiones físicas y simbólicas que el poder despliega.

Las metáforas conceptuales no se constriñen a las expresiones de la lengua, por lo que pueden manifestarse en diversos sistemas de signos.

Repasemos someramente algunas realizaciones lingüísticas habituales de esta metáfora orientacional: “ella es una chica de la alta sociedad”, “el equipo nacional fue aplastado por la selección extranjera”, “la decisión reposa en la alta jerarquía del partido”, “el alto mando militar estuvo presente”, “escaló posiciones dentro de la compañía”, “los muchachos se encuentran bajo mi autoridad”, “le gusta besarle la bota al general”, “fue humillado por su jefe” (“humillar” se compone de humiliare, cuyo significado es “arrastrar por el suelo”), y “el escritor Cormac McCarthy es un gigante”. Como cabe esperar, se dan los casos de metaforizaciones más elaboradas, tal como ocurre con “la crema de la crema”, que refiere una crema puesta por encima de otra, y la expresión venezolana “ser el papá de los helados”, en la que la verticalidad del helado es un elemento que corresponde con la verticalidad del poder, por lo que el helado más grande de todos se suma a la figura paterna para designar un hombre con poder en un determinado campo de las prácticas humanas, como, pongamos, “Lionel Messi es el papá de los helados” (en el fútbol).

Remarquemos, sin embargo, que, debido a su naturaleza mental, las metáforas conceptuales no se constriñen a las expresiones de la lengua, por lo que pueden manifestarse en diversos sistemas de signos. Por ejemplo, una persona que se siente poderosa puede alzar el mentón para ver a las que considera inferiores por debajo de su nivel. Esta misma metaforización es la que dicta el orden espacial en la sala de un tribunal, donde el jurado se ubica a un nivel más elevado que el de un acusado. La misma metáfora se pone en funcionamiento en el ángulo contrapicado por medio del cual Orson Welles construye la imagen del poderoso Charles Foster Kane del clásico filme El ciudadano Kane, lo que vale por igual en el paneo vertical del androide T-800 (Arnold Schwarzenegger) después de que desnuda a los pandilleros en Terminator 2: el juicio final, uno de los metrajes del puñado de obras imprescindibles que James Cameron le ha dado a la ciencia ficción.

 

Ciudades cyberpunk

Ningún otro género literario lleva la metáfora conceptual del poder arriba hasta sus últimas consecuencias como lo hace la ciencia ficción, género en el que la ciencia y la tecnología hacen posible la separación extrema entre estratos sociales, por medio de la cual los menos privilegiados no pueden evitar que los poderosos hagan vida a alturas inalcanzables. Es dable afinar esto aún más delimitando el asunto al subgénero cyberpunk, el cual, como se sabe de sobra, es la ramificación del género más comprometida con la sofisticación del aparato tecnocientífico del que el gobierno y la élite corporativa echan mano para apropiarse de los recursos y subyugar a la ciudadanía en un ambiente distópico.

 

El poder ama observar las fiestas de los empobrecidos como quien observa el movimiento de insectos bajo una lupa.

Venezuela cyberpunk

Quizá para entender esta concepción y el resultante diseño de la realidad venezolana haya que retroceder hasta los primeros días de enero de 2017, cuando Nicolás Maduro y su gobierno anunciaron el inicio de la etapa de las catacumbas del pueblo. Aun cuando, como es ampliamente sabido, la ubicación geográfica de los sectores más depauperados en Venezuela, por el contrario, suele dirigirse hacia arriba, visto que los cerros sirven de terrenos para la construcción de infinidad de ranchos y demás viviendas paupérrimas, Maduro concibió a este sector vulnerable habitando subterráneos primitivos, en similitud a los cristianos antiguos. Quizá ese momento marcó la brecha espacial que seguiría entre ricachones de los que algunos llaman “Venezuela Premium” y el grueso de la población en estado de miseria.

En The Matrix Reloaded (2003), la segunda parte de la saga bajo el ojo de las hermanas Wachowski, somos testigos de uno de los raves más impresionantes de la historia del cine. Con todo y el placer orgiástico que exhibe esta secuencia, no nos engañemos, pues Zion, la última ciudad fortaleza de los rebeldes, fue construida a kilómetros por debajo de la superficie, y si hay una muestra clara de cómo festejan los poderosos es que lo hacen más allá de la chatura del suelo, allá donde el ser común se vea obligado a elevar la cabeza y ni siquiera así alcance a ver a los poderosos en sus olimpos personales. El poder en Venezuela, tal y como hemos visto, gusta de fiestas a todo dar en las alturas del hotel Humboldt en el cerro Ávila o, en su forma más paradigmática, en las alturas del tepuy Kusari de la Gran Sabana, donde meses atrás un selecto grupo de la élite venezolana celebró un lujoso cumpleaños. Así pues, mientras ciudades como Caracas se van vaciando de árboles a causa de una tala indiscriminada, los poderosos fiestean rodeados de tales pulmones vegetales y patrimonios de la humanidad entera.

El poder ama observar las fiestas de los empobrecidos como quien observa el movimiento de insectos bajo una lupa o como un Gulliver que, si se le antoja, puede disparar su orine y traer el diluvio que les agüe la fiesta a los liliputienses rumberos. El sociólogo polaco Zygmunt Bauman vio que la vigilancia de la sociedad de hiperconsumo no empleaba panópticos para el control y la disciplina social, sino banópticos, esto es, dispositivos para excluir, para dejar por fuera, para apartar de la vista. En The Matrix (1999), el felón Cypher (Joe Pantoliano) cena un jugoso pedazo de carne junto al agente Smith (Hugo Weaving) en un restaurante que ha mantenido a raya cualquier rastro de presencias incómodas. Por lo que respecta a Venezuela, los sujetos del poder pueden degustar de un plato exquisito sin tener que tolerar la cercanía de los miserables, gracias al restaurante Altum, que garantiza la buena comida más cerca del cielo que del infierno terrenal. En una línea similar, el restaurante Caracasfly permite la experiencia de volar a sus comensales mediante una cápsula que hace que la gente flote.

Apunta la filósofa argentina Esther Díaz, en Las grietas del control: vida, vigilancia y caos, que ahora las élites se desplazan por la ciudad por medio de sus helicópteros privados, con el propósito de no tener ningún contacto con los desamparados. Recordemos las críticas que hace poco llovieron sobre la ministra colombiana Francia Márquez por moverse hasta su casa en helicóptero. Y es que el tráfico, el embotellamiento, y, ante todo, la marcha diaria de los trabajadores, como aquella masa proletaria alienada que emerge de la entrañas de la tierra en el clásico de ciencia ficción Metrópolis (1927), del director alemán Fritz Lang, no es un asunto que les concierna a los poderosos. Esto explica por qué en la reciente trama de corrupción de PDVSA se hayan decomisado flotas de aviones personales.

La metonimia es un recurso mental por medio del cual se corre el riesgo de reducir a una persona, al ser considerada una de sus partes en nombre de la totalidad.

El lingüista cognitivista Steven Pinker asevera que la metonimia es un recurso mental por medio del cual se corre el riesgo de reducir a una persona, al ser considerada una de sus partes en nombre de la totalidad. Ejemplos a cuento son “el manco”, “el chingo”, y “el culito”.1 Dicho esto, reparemos en que la forma habitual con la que Maduro se refiere al estrato más pobre es la metonimia “de a pie”, reducción que inevitablemente hace recordar otra metonimia despectiva: “pata en el suelo”, que otrora se usó en desprecio al pobre. Como quiera que sea, la expresión “de a pie” da por descontado que un pobre no sólo tiene imposibilitado trasladarse en un helicóptero o en un avión, sino que carece de un vehículo mínimo. El poder, en cambio, siente una debilidad especial por automóviles de imponente altura. De allí que muestren innumerables series de Toyotas 4Runners.

El problema de estar sujetado a la tierra es nuclear en la canción de Juan Luis Guerra El Niágara en bicicleta, cuya letra cuenta la historia de un hombre que es llevado de emergencia a un hospital, pero lo que encuentra es un sitio desmantelado, como lo hacen ver estos versos: “Hay que chequearle la presión, pero la sala está ocupada / y, mi querido, en este hospital no hay luz para un electrocardiograma”. Razonable e imaginativamente, el sujeto de la canción se lamenta de que es muy duro pasar el Niágara en bicicleta. Dicho de otro modo, nos encontramos con una metáfora sobre la aspiración de algo imposible. Otra historia cantaría si el sujeto tuviera un helicóptero o un avión. Ya ni hablemos de los pobres que conforman la trama del filme de ciencia ficción Elysium (2013), del director sudafricano Neill Blomkamp, quienes deben ver cómo se enferman y mueren mientras que una élite vive en una biósfera espacial en la que pueden curar hasta las enfermedades más mortíferas. Saltan a la vista los paralelismos entre este filme sobre un sistema de discriminación, apartheid recurrente en la filmografía de Blomkamp, y el de una Venezuela cuya élite recibe atención médica en las mejores clínicas privadas del país.

 

Palabras finales

La disposición espacial hacia arriba en favor de la élite gobernante y de los caudalosos con los que ha establecido una relación simbiótica ha ido alterando tanto el espacio físico de la urbe venezolana como las acciones que se llevan a cabo en ellas. Un examen a la ciudad trae a la superficie la multiplicación de edificios de lujo y de mansiones (se dice que en las alturas de Galipán se proyectan construcciones), exóticos centros comerciales, restaurantes y locales comerciales de exquisiteces, estadios colosales y modernos, y festejos de grupos granados de la sociedad, entre otros elementos. Conviene no descuidar el hecho de que la metáfora del poder arriba no acaba con una simple miríada de expresiones de la lengua, sino que, en principio, devela una forma de concebir la realidad y, en consecuencia, de configurarla. En tal sentido, el poder cree firmemente en su condición de superioridad, mientras que el resto de la ciudadanía va siendo relegada cada vez más a catacumbas metafóricas o, más grave aún, a alcantarillas literales como aquellas por donde se desplazan los rebeldes de The Matrix, cual residuo excrementicio, cual simple materia desechable.

Maikel Ramírez
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Notas

  1. Entre las décadas de los 80 y 90 en Venezuela, esta parte corporal le servía a un hombre para referirse a una mujer. Parece en desuso.
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