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Lugar de apariciones, de Carlos Barbarito y Sergio Bonzón
(extractos)

viernes 21 de enero de 2022
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“Lugar de apariciones”, de Carlos Barbarito
Lugar de apariciones, de Carlos Barbarito, con collages de Sergio Bonzón (Wolkowicz Editores, 2021).

Lugar de apariciones
Carlos Barbarito
Poesía
Collages de Sergio Bonzón
Wolkowicz Editores
Buenos Aires (Argentina), 2021
40 páginas

Acaso fue un oído capaz de amplificar los secretos rumores del silencio. Un ojo que recogía los vaivenes de las alas más leves y transparentes. Un sexo urgido, agua espesa o légamo, selva que se enmarañaba un poco más con cada giro. Una mano que dibujó un mapa, antes de la tormenta, sobre un caparazón. Acaso fue todo eso reunido como se reúnen las hormigas en las profundas galerías, los soles magnetizados por la materia oscura, las cenizas en la chimenea de un remoto asilo al que ladran sin cesar los perros vagabundos.

 

Collage: Sergio Bonzón

 

Aun reducido a intención, a esbozo, anhela vastos espacios aéreos, profundas cavernas.

 

Collage: Sergio Bonzón

 

De qué escapa si es que es posible
tal cosa, si es que hay un lugar
al que llegar luego de huir —de la tormenta,
de lo invisible, del paraíso, del infierno—;
de quién escapa, de otro, de sí mismo,
de la vida o de la muerte,
de la novedad, de la repetición,
del destino, de la suerte de los dados,
del alimento, del hambre, del amor, del veneno…

 

Collage: Sergio Bonzón

 

¿Hacia qué exilio, qué página salvada del desgaste,
qué blanda sustancia rescatada de la furia de las jaurías?

 


 

Qué abarca su grito, en el mediodía que la tormenta convirtió en medianoche, en el agua pura transformada en aire de confusión, ante los haraposos cortejos que descienden hacia el más profundo desconsuelo. Qué no abarca, si el bálsamo escapa de la botella y el ágil animal huye, tan presuroso como extraviado, de las llamas.

 


 

Tal vez, en un sueño. En el centro de una ola que rebasa el límite. Una figura que esparce sal mientras exhibe su costra. ¿A qué altura recoger la pregunta, en qué abismo la respuesta al misterio que a ella reviste? Acaso en una súbita filtración, en un descuido de una pánica divinidad, en un casi inaudible ruido de un engranaje que funciona por azar. ¿Y el aviso desde las terrazas, las estrellas clavadas en el telón del fondo, el dominio del alcanfor y la tempestad que se anuda e impide el avance de los astros, las migraciones?

 


 

Tras el conjuro, la nota aproximada, el aire entre forma y forma, el sonido conservado en sal. Pero no está vivo, no respira el flujo de la vida, ni es suyo el influjo, aquello que guía al caracol en viaje; de sí, un asiento tullido, una bala de sílice, un clamor, inaudible, sumergido.

Carlos Barbarito
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