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La bella Granada (Nicaragua)

viernes 3 de febrero de 2023
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La bella Granada (Nicaragua), por Juan Franco Crespo
Relativamente pequeña, casco histórico abarcable y fácil de recorrer porque apenas hay desnivel en su perímetro, Granada muestra una preciosa distribución urbana, sosegada vida y tranquilidad a raudales. Instituto Nicaragüense de Turismo

Cuando me planteé el viaje a Costa Rica, esta ciudad nicaragüense me parecía familiar y, si las condiciones lo permitían, me propuse visitarla. En Liberia indagué entre agentes turísticos y todos coincidieron: para una corta visita a Nicaragua la mejor opción era Granada (el billete cubre el trayecto San José-Managua, pero puedes montar en algunas de las paradas existentes en la ruta centroamericana que generalmente arranca en Panamá y muere en México, por lo que hay que adquirir con antelación el billete, que permite cubrir la ruta entre capitales y confeccionar la lista de embarque para los trámites fronterizos; cada viajero es responsable de tener en regla su pasaporte o documento de viaje) y la escapada no sólo no me defraudó, sino que fue una de esas gratas experiencias que no siempre se dan en los viajes.

Siempre me había “picado” la curiosidad de cómo sería Granada, pero… ¡Al otro lado del charco! Como “granaíno” (español) se produce un extraño cosquilleo cuando deambulas por sus calles y tienes la sensación de encontrarte en casa. Nada más llegar enfilé a una de sus arterias más populares que, a esa hora, estaba plenamente desierta; al llegar a una plaza (después resultaría que una de las iglesias con nombre catalán está ahí instalada y por un módico precio te dejan subir al destartalado campanario, desde donde puedes ver la ciudad y tener otra perspectiva) me encontré a un policía y le pregunté sobre algún lugar para alojarme y me recomendó uno, justo “cruzando la plaza a mano izquierda tiene el primer hostal”. Llamada de timbre, salen a identificarte y solicito que me enseñen la habitación: impecablemente limpia y espaciosa, pregunto el precio y cuál no sería mi sorpresa cuando el propietario, alemán, me indica el mismo: apenas el coste de un menú cotidiano en España. No lo dudé un momento y ahí me quedé: todavía me pregunto cómo es posible dicho importe, pero Nicaragua te sorprende por eso y por mucho más (aunque en los países vecinos no siempre te recomienden viajar a dicho país que hace años dio lugar a una sangrienta refriega entre distintos grupos políticos y hoy gobierna Daniel Ortega y su omnipresente FSLN; fue la única ciudad donde deambulé hasta bien entrada la noche, algo que habitualmente no recomiendo a nadie que viaje por América Latina). Tranquilidad, vigilancia discreta y buen ambiente en el más amplio sentido de la palabra. Si a eso le añades los precios, entonces te preguntas por qué no viajaste antes.

Granada (8 de diciembre de 1524) fue fundada por Francisco Hernández de Córdoba junto al emplazamiento aborigen de Francisco Salteva (actualmente dentro del perímetro urbano y a unos cinco minutos de la parada del bus San José-Managua; el nombre se fue vulgarizando y se convirtió en Xalteva; todavía quedan restos de aquel pueblo indio en la plaza homónima). Una estatua le honra en el paseo que el visitante recorre hasta llegar a la orilla del lago Cocibolca (los españoles lo bautizaron como mar Dulce; también se le conoce por Gran Lago de Nicaragua o simplemente lago Nicaragua), uno de los más grandes del mundo con 8.000 kilómetros cuadrados; conecta con el Atlántico-Caribe a través del río San Juan y durante la fiebre del oro en los Estados Unidos (siglo XIX) fue la ruta que siguieron los buscadores, truhanes y personas de todo tipo y condición para hacer la singladura Nueva York-San Francisco. Un personaje entró en la historia por ese trayecto, Cornelius Vanderbilt, que cubría, desde el Caribe, el trayecto hasta La Virgen (sur del departamento de Rivas) y allí los viajeros hacían once kilómetros más hasta llegar a San Juan del Sur, donde otro navío los esperaba para transportarlos hasta las costas de California.

Granada fue una de las primeras ciudades españolas en la parte continental del Nuevo Mundo y como tal registrada en los asientos oficiales de la corona peninsular.

Mark Twain escribió en 1867 sobre el lago Nicaragua, describiéndolo como lo más bello que había visto jamás. Hoy unos doscientos mil habitantes viven desparramados por esta zona que está considerada una verdadera joya para la gente nicaragüense. Junto al lago y a la sombra del mítico volcán Mombacho (1.345 metros de altura, y es por él que su emisora de radio posee el nombre de Radio Volcán). La última erupción fue en el lejano 1570.

Fue una de las primeras ciudades españolas en la parte continental del Nuevo Mundo y como tal registrada en los asientos oficiales de la corona peninsular. Se le conoce por los historiadores locales como la Gran Sultana (por su semblanza con el mundo morisco y andaluz, recordemos que apenas habían pasado tres décadas de la derrota y expulsión de judíos y moriscos en el territorio español) que, en cierta medida, imprime el propio fundador oriundo de nuestra tierra homónima en Andalucía. Sí, es cierto, la bibliografía, aún hoy, encierra lagunas sobre Hernández de Córdoba, pero los historiadores y guías de la ciudad nicaragüense cierran esa cuestión afirmando que nació en Granada, España, en el año 1475 y fue ejecutado en León, Nicaragua, en 1526.

Al cumplirse el cuarto centenario de la fundación en 1924, fue filatelizado el personaje por el correo nicaragüense con efectos de 1, 2, 5 y 10 córdobas (posteriormente sobrecargados en rojo en 1929, facial de 10 córdobas; en 1931 los de 2 y 10 —varios tipos y colores— y para uso oficial ese mismo año los de 5 y 10 córdobas. Recordemos también que el país hizo de su apellido la moneda oficial que aún circula hoy en día. El militar español fue decapitado por Pedrarias en 1526, su cabeza fue clavada en una estaca; ¿se inspiraron en las tropelías de Vlad Tepes que, para aterrorizar a los turcos en lo que hoy es territorio de Rumania, empalaba a sus enemigos a mediados del siglo XV? Las crónicas dicen que permaneció varios días al sol y por las noches su calavera servía para colocar una vela encendida que iluminaba a los paseantes de la ciudad de León. Finalmente su cuerpo sería enterrado en el año 2000 en el Memorial de los Fundadores. Víctima y verdugo: Hernández bajo su estatua y, a sus pies, los restos de Pedrarias.

Como cité más arriba, pasa por ser la ciudad más hermosa de Nicaragua, yo diría de toda América Central (sólo tengo dudas cuando la comparo con Antigua, en Guatemala). Relativamente pequeña, casco histórico abarcable y fácil de recorrer porque apenas hay desnivel en su perímetro, que muestra una preciosa distribución urbana, sosegada vida y tranquilidad a raudales, aunque pocos lujos, salvo algunos hoteles. Es un rincón prácticamente norteamericano en el sentido más literal del término pues, salvo europeos y mestizos (la población mayoritaria de la ciudad), esa es la nacionalidad predominante en sus calles. Centenares de jóvenes del gran norte están aprendiendo español y, de paso, viviendo experiencias vitales en este insospechadamente hermoso territorio nica.

Un paseo en alguno de sus populares carruajes de caballos (también los de la funeraria, de estricto negro, te dan el último adiós en un vehículo acristalado tirado por sendos corceles) nos permite realizar una mirada retrospectiva a lo más interesante de Granada en un par de horas y a un coste casi regalado para un europeo (al parecer nadie mueve un dedo si no se pagan los 30 dólares de rigor, precio que coincide en varias de las actividades que realicé, aunque en algunos casos superó el servicio las cuatro horas).

La vida granadina gira en torno a la plaza de la Independencia, donde el visitante podrá degustar el más famoso plato nicaragüense: el vigorón, servido en hoja de platanera (una web turística informa que la hoja en cuestión es de chagüite y el plato lo inventó María Luisa Cisneros Lacayo, “La Loca”, una vecina de la islita, a principios del siglo XIX). En el popular establecimiento El Gordito, que no tiene prácticamente competencia en toda la ciudad, es el plato estrella. Ahí mismo está el ayuntamiento, un coqueto hotel, la principal catedral y algunas de las instalaciones para atender a los visitantes. A cuatro pasos encontraremos la policía, el correo, la emisora de radio, la Fundación de los Tres Mundos, etc.

Granada tiene muchas páginas de piratas o filibusteros. Drake la incendió en 1610, Henry Morgan la capturó en 1665, robó el oro y las municiones e incendió las iglesias, hundió los barcos españoles y desapareció. Diez años después lo haría William Dampier, que saqueó e incendió una vez más la ciudad. El norteamericano William Walker en 1856 dejó escrito un letrero curioso: Here was Granada (“Aquí fue Granada”). Curiosamente había sido llamado en 1854 por los liberales de León para derrotar a los conservadores más ricos y residentes en Granada, se autoproclamó presidente de Nicaragua y su objetivo final era anexar el territorio a Estados Unidos; tras ser capturado en Honduras, fue fusilado en 1860.

Este aventurero tiene un rocambolesco historial relacionado con el mundo de la filatelia hasta que finalmente cayó de forma violenta en uno de tantos episodios bélicos de los que fue protagonista. Planos, armas de diferente calibre, cañones, vestimentas, etc., pueden verse en el coqueto museo de Alajuela, en Costa Rica, una ciudad a poco menos de dos kilómetros del aeropuerto internacional costarricense y recomendable para cualquiera que quiera conocer la parte norte de Costa Rica: atmósfera relativamente respirable y una ciudad bulliciosa durante las horas del mercado.

No hay que buscar lujos en un país de estas características y nunca se deberá menospreciar la incidencia de la climatología en nuestro organismo.

El tiempo para visitar esta zona, saborear la vida local y descubrir todos sus encantos, creo que una semana sería suficiente para el viajero más exigente, que no tenga mucha prisa. Eso sí, no hay que buscar lujos en un país de estas características y nunca se deberá menospreciar la incidencia de la climatología en nuestro organismo. Los mosquitos, sobre todo en el malecón, son insaciables; parece como si los “ungüentos” europeos los atrajeran.

Hay varias cosas que no deberíamos dejar de hacer. Un buen recorrido por la zona de las isletas (los lugareños hablan de 365, una por cada día del año, se formaron tras la erupción del Mombacho hace casi 4.000 años; la zona del volcán es una reserva natural que ofrece una espectacular flora y fauna). Si el tiempo lo permite, no se pierda el archipiélago de Zapatera, sobre todo por sus vestigios precolombinos (algunos de ellos están expuestos en el Museo de San Francisco). Muchas de ellas están habitadas o bien son residencias de las familias de más recursos de la región, cuando no de todo el mundo a juzgar por los datos que te iba desgranando el barquero que, por unos 30 dólares, te hace el viaje en exclusiva. Eso sí: hay que negociarlo, como todo, en este país que es un canto a la belleza. Si se atreve y tiene recursos, un avispado francés le puede vender alguna de ellas por precios que comienzan alrededor de los 200.000 dólares: impresionante su residencia, lo que indica que él, al menos, logró pingües beneficios que le permiten una holgada vida en una de las zonas más preciosas de esta parte del mundo.

Recordemos que Granada (junto a León) fue antaño capital del país y punto de fricción entre ambas ciudades y sus respectivas fuerzas políticas. Se acabó con la división y enfrentamientos adoptando una solución salomónica: la capital se trasladó a Managua, un punto intermedio entre ambas ciudades rivales, que pasan por ser las más bonitas del país (aunque, eso sí, cada una con sus propias características, andaluza una, castellana la otra). Por eso algunos de sus edificios más bonitos encierran ese pasado de dependencias oficiales. Nada tan hermoso como sus patios, ajardinados y con fuentes, que tienen como misión refrescar el ambiente en las plomizas horas del mediodía. Las fiestas patronales dan lugar a una de las semanas más animadas de esta ciudad en su caluroso mes de agosto.

Un atractivo específico para los amantes de las letras nicaragüenses (por extensión las hispanas) es su célebre Festival Internacional de Poesía; por algo se le reconoce como la ciudad de los poetas. Desde sus inicios, en 2005, se ha honrado a Joaquín Pasos, José Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra, Salomón de la Selva, Alfonso Cortés, Azarías H. Pallais, Claribel Alegría y Carlos Martínez Rivas.

Otra experiencia interesante es el recorrido por los Pueblos Blancos (allí conocidos como Pueblos Brujos) que en nada se asemejan a los gaditanos, pero seguramente le acabarán atrapando y, con otros de la vecina Masaya, conforman la Reserva Natural Laguna de Apoyo.

Juan Franco Crespo
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