
Hablar de Blanca Suárez, Blanquita, es hablar de una amiga querida y de una artista plástica de excepción, con una sólida formación y una trayectoria muy importante en el ámbito de la plástica tachirense. Una persona muy querida y respetada. Esta entrevista data del año 2018, fue una amena conversación en la sala de su hermosa casa familiar, construcción de estilo neoclásico con patio al centro en remembranza de las viejas casas españolas y de las cuales aún quedan unas cuantas en San Cristóbal, otorgándole un aire melancólico y señorial a la ciudad.
Pero Blanquita para nada es melancólica, muy por el contrario, es una mujer alegre y risueña, una persona con mucha alegría de vivir. Un ser genuinamente cálido y afectuoso. Ella se define a sí misma: “Bueno, yo me describiría a mí misma como una mujer, gracias a Dios, inteligente. Que tiene sus aspiraciones. Que tiene ganas de hacer cosas y que, bueno, con algo de trabajo tendrá que lograrlo”.
Desde que sostuvimos esta conversación hasta el presente Blanca ha tenido algunos inconvenientes de salud que no le han permitido trabajar en su pintura al ritmo y al tiempo que ella ha deseado. De hecho, nos comentó en ese momento: “Ahorita he estado muy embromada con asma y no he estado trabajando fuertemente, pero sí… En 2017 pude hacer tres exposiciones individuales y eso lleva mucho trabajo. Pero lo logré”. En la medida de sus posibilidades no ha cesado de crear, de expresarse a través del lienzo y el color. Para la artista la musa inspiradora viene y se fabrica: “Uno la fabrica también. Yo no creo que uno se siente a esperar que venga la musa sino que uno se sienta a trabajar y mientras está trabajando algo llega interesante. También, a veces, haciendo collage o haciendo trabajos o mirando obras de otros artistas tú puedes ver algo que te inspire a ti a hacer algo mucho mejor. Mucho mejor de lo que estás pensando, no de lo que está haciendo el otro”. Cuando eso ya tenía una edad avanzada, y señaló: “Bueno, yo tengo bastantes añitos así que no serán muchos los años que tengo por delante, pero yo creo que sí puedo aprovechar los que me quedan”. En agosto de 2022 arribó a los ochenta, superando el Covid y otras dolencias.
En cuanto a sus motivaciones o desmotivaciones para pintar Blanca nos dice: “Me motiva cuando tengo un proyecto, cuando tengo una presentación o alguna cosa, o algo que ya tenga dispuesto para realizar, entonces empiezo a pintar y a veces cuesta un poquito al empezar, pero cuando ya tú estás en eso ya es más fácil. Y bueno, me desmotiva alguna mala noticia o alguna cosa que le afecte a uno… Hoy en día hay muchas veces que se desmotiva uno porque oye tantas cosas tristes. Y tantas cosas están ocurriendo en nuestro país que a veces no provoca, no provoca”. Le gusta mucho la pintura de Víctor Hugo Irazábal y siente que de alguna manera ha influido en su pintura.

En sus ratos de ocio lee o se mete en la computadora. Le gustan el jugo de níspero, el olor de las frutas y el color azul, y le encantan las sopas. Le gustaría volver a España. Es católica practicante y dice de Dios: “¡Ah, para mí es lo más grande que hay! Y creo que sin Dios, sin la ayuda de Dios, no tendría sentido nada”. Si Blanca tuviera la oportunidad de ser otra cosa, de hacer otra cosa en la vida, volvería a ser pintora, pero sería mejor pintora de lo que es ahora.
Volviendo a su vida, a sus vivencias y a si pudiese cambiar algo: “Hubiera cambiado, digamos, el no haberme divorciado. Me gusta la familia y no hubiera querido que eso me pasara o que ocurriera en mi vida. Pero ocurrió porque las cosas tienen que ser y para mí fue bien, yo después de eso hice mi carrera universitaria, la segunda. Estuve en la universidad, he dado clases, he estado en muchas exposiciones. He estado bastante en el arte y creo que ya tengo más o menos un camino hecho en el arte. Y eso me hace sentir bien”.

Si algo es absolutamente fundamental en la vida de Blanca Suárez es la familia, tanto sus hijos como sus hermanos y su madre, quien falleció hace poco tiempo contando más de cien años de edad y perfectamente sana y lúcida. Y así nos lo afirma: “Mi familia es algo… ¡lo máximo! Puedo decirlo y creo que no todo el mundo lo puede decir, pero yo sí. Tengo una mamá que ya va a cumplir cien años dentro de cuatro meses y tengo unas hermanas y unos hermanos que no tienen comparación con nadie. Para mí son lo máximo y no he recibido sino cosas buenas. Y mi mamá es una persona que desde que se levanta está pensando en positivo. Le pregunto: ‘¿Cómo estás, mamita, como amaneciste?’, y ella responde: ‘Mejor imposible, muy bien. ¡Ay, parece que me hubiera ganado la lotería!’. Todo el tiempo ella está pensando en cosas buenas, agradables, bonitas, y si mira al cielo dice: ‘Qué cosa tan bonita, sólo lo puede haber hecho Dios’, y todas las cosas para ella tienen un sentido positivo. Yo creo que eso influye muchísimo en nosotras, en mí y en mis hermanas, en que vivimos en una armonía completa gracias a Dios. Eso es muy importante”. Y esta armonía y amor familiar hace que sus domingos sean en esa misma tónica entrañablemente familiar: “Generalmente no vamos a misa el día domingo sino el día sábado, entonces el domingo es como libre. Vamos a almorzar fuera para sacar a mi mamá, que nos interesa que le provoque salir. Entonces, como vamos a llevarla a ella, almorzamos en cualquier parte donde a ella le guste, donde vendan sopa, que a ella le encantan las sopas”.
Así llegamos al final de esta grata conversación con esta querida amiga que es una maravillosa artista y mejor persona.
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