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Cósimo Mandrillo

viernes 10 de noviembre de 2023
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Cósimo Mandrillo
Cósimo Mandrillo: “El acto poético no está en el papel, está en el alma”.

A Cósimo Mandrillo lo conocí en un Encuentro Binacional de Escritores de Colombia y Venezuela en el año 2009, cuando le hice esta entrevista. Estaba acompañado de Myrna Mendoza, su compañera de vida, y su bella hijita. Desde el primer momento percibí en él una energía grata, amable, y lo confirmé al hacerle la entrevista. Un hombre curioso de la vida, con un deseo infinito de explorarla y sobre todo de disfrutarla. Con una historia de vida intensa. Hijo de inmigrantes e inmigrante él mismo, descubramos de su propia boca su procedencia. “Nací en Italia, en el sur de Italia, en la provincia de Tarento. La región que es el equivalente a lo que nosotros llamamos estados, se llama Pullia, en español a veces la traducen Pulla. En ese estado hay una provincia, como decir un municipio, que es Taranto, que está en toda la esquina. Italia tiene forma de bota; bueno, toda la esquina que formaría la suela del zapato con el tacón del zapato, en todo ese ángulo está Taranto, que fue una ciudad fundada por los griegos, fue la primera ciudad fundada por los griegos fuera de Grecia. Y de hecho, hubo ahí un desarrollo importante de la cultura griega. Es un golfo, el golfo de Tarento. Bueno, en un pueblo muy cercano que está allí, que se llama Pulsano, allí nací yo. En 1951, el 21 de diciembre, día del espíritu de la Navidad, solsticio de invierno”. Y añade lo siguiente: “Mi infancia fue difícil. Yo no recuerdo mi infancia como una edad feliz. No significa que no haya cosas muy buenas que recuerde, pero las cosas que se fijaron en mí, no, digamos que son las más desagradables. Entre ellas, por ejemplo, cuando yo tenía cuatro años, tres para cuatro años, mi papá se vino a Venezuela; entonces eso ya fue un desgarramiento inicial, que recuerdo. Creo que eso conformó mi experiencia de la infancia, mi experiencia de la familia, la relación con la figura paterna. Todo eso se alteró de alguna forma. Y yo me recuerdo ya pequeño, por ejemplo, buscando imágenes paternas alternas, alternativas. Desde un vecino que me daba colas en una moto que tenía y yo le pedía a mi mamá que me doblara las mangas de la camisa como ese señor, por ejemplo, hasta mis abuelos paterno y materno. Que fueron en cierta forma quienes sustituyeron la figura de mi padre, y entonces el segundo gran desgarramiento de mi vida es cuando nos venimos nosotros a Venezuela —mi mamá, mi hermano y yo— y yo me separo de mi abuelo. Yo creo que eso me marcó definitivamente. Buena parte de lo que he escrito en poesía y en cuento para niños está marcado por esa pérdida de la figura del abuelo. Y después llegar a Venezuela también lo recuerdo como una cosa traumática; es decir, el ingreso a una sociedad distinta. El aprendizaje de un nuevo idioma, el involucrarse, el meterse en unas relaciones interpersonales distintas, que funcionan de otra manera, con otro tipo de humor, con otro tipo de afecto, otro tipo de agresividad, otro tipo de violencia; todo eso es muy difícil para un niño, que supongo puedo decir un niño sensible a esta altura de la vida. Y bueno, yo recuerdo todo eso muy dolorosamente, de manera bastante dolorosa. Ahí hay algunos eventos, algunas amistades, algunos amigos, algunos juegos que bueno, que uno por supuesto recuerda con afecto. Pero, en general, posiblemente mi infancia fue absolutamente normal; te estoy diciendo las instancias que yo recuerdo. Como la reconstruyo en mi mente es una infancia bastante fregadita”.

Cósimo es escritor, docente e investigador literario, licenciado, magister y doctor en Literatura Hispanoamericana, con varios libros en su haber entre literatura, poesía e infantiles, algunos premiados internacionalmente. Adentrándonos en su ámbito profesional inquirimos su parecer en cuanto a si la literatura es elitista o no, y él responde: “No, yo creo que lo que es coto de una élite es el estudio de la poesía. La historización de la poesía. La definición de ciertas pautas interesantes e importantes porque ayudan a que la poesía avance, no se estanque, pero lo que pasa es que yo no soy de esos poetas que dicen que hay una sola poesía que es buena, no; yo creo que la poesía es el acto poético, es la intención, es el roce de la persona, del alma, de la mente con una actividad que se llama escribir poesía; el resultado es secundario. Por supuesto, como seres humanos, como sociedad, elegiremos los mejores resultados y esa será, digamos, la poesía canónica, la poesía clásica, pero creo que el acto poético no está en el papel, está en el alma, está en la gente, y entonces en ese sentido no puede ser elitista porque tú no puedes dominar, tú no puedes controlar, no hay manera de saber quién está en contacto con ese acto poético. Por eso digo, el resultado es distinto. Yo siempre he dicho que escribir, que la literatura, que la creación, es un poco como bañarse en una piscina: todo el que se mete en la piscina es capaz de sentir el contacto del agua, la sensación térmica, la caricia del agua; a lo mejor nunca aprendes a nadar, pero esas sensaciones no te las va a quitar nadie. Posiblemente hay gente que nunca va a llegar a ser un gran escritor o un escritor reconocido o escribir un verso que valga la pena en sentido escolar, pero su relación con el acto poético es absolutamente respetable, reconocible, y creo que eso es lo que hace que la poesía no sea elitista. Por eso yo he aprendido con la edad, con el tiempo yo he aprendido a respetar a toda la gente que se llama a sí mismo escritor, independientemente de lo que hagan, porque siento que allí, más allá de unos pocos que puedan ser una especie de payasería, de pantallería, creo que en declararse escritor hay una declaración de una voluntad de ser de una manera, de relacionarse con el mundo, con la palabra, con el género humano, y creo que eso es absolutamente respetable; repito, más allá de los resultados”. Y añade: “Creo que la poesía es una necesidad tan natural, tan existencial, tan profunda para la gente, que la gente ni siquiera se da cuenta de que está haciendo poesía… No creo que la poesía está en crisis. No sé; mira, en el mundo más materialista tú ves cómo hay gente que de repente de la nada empieza a interesarse en la poesía; es decir, como si fuera un acto reflejo, y creo que en cierta forma la poesía en sí es un acto reflejo que se necesita para vivir. Claro, hay mucha gente que nunca se acerca a la poesía, que nunca se asocia a la poesía, eso es otra cosa, pero la poesía como actividad creo que está perfectamente salvaguardada porque hay mucha gente que no puede vivir, desligarse, despegarse de la poesía”.

Cósimo Mandrillo, Alberto Barrera Tyszka y Jorge Gómez Jiménez
Cósimo Mandrillo, Alberto Barrera Tyszka y Jorge Gómez Jiménez durante el Encuentro Binacional de Escritores de Colombia y Venezuela en 2009.

Este sagitariano importado de Italia puede ser muy complicado en su sencillez, pues sus conceptos son de fácil comprensión para el interlocutor, pero debe ser muy arduo convivir con aquello. Un ejemplo de lo expuesto es su concepto del amor: “Yo tengo mis reservas con el amor, yo creo que el amor es un constructo reciente, muy intelectualizado de los románticos. Y que el discurso que manejamos sobre el amor es un discurso bastante banal en general, incluso los que nos creemos medio intelectualosos. Creo que el discurso es bastante banal, que no se diferencia mucho del discurso de las telenovelas. Esa cosa del amor eterno, etcétera. Yo creo que el amor es una convivencia, es un valor de uso. Tú sabes que en las clases de marxismo que a uno le daban le enseñaban que había dos clases de valores: el valor de cambio y el valor de uso. El valor de cambio es la compra venta y el valor de uso pues es el uso, si tú usas la silla, la mesa, no solamente la compra y la venta. Yo creo que el amor es un valor de uso; es decir, eso se puede aplicar a la pareja o se puede aplicar a los hijos. Es decir, si tú tienes un hijo y nace y se va, se lo llevan, no lo ves nunca, tienes una especie de sentimiento de pérdida pero no necesariamente es amor, el amor se construye en la cotidianidad, se construye en la cambiadera de pañales, en llenarse las manos de mierda y esas cosas. Y creo que con la pareja es lo mismo; creo que con la pareja es un problema de convivencia, de cotidianidad, de estar bien, de sentirse bien uno con el otro. Creo que el amor es una amistad, una forma de la amistad, yo creo que la amistad está por encima del amor independientemente de que el discurso está al revés; yo creo que la cosa, que el amor, está en la amistad. Si no, entonces, jodiendito yo siempre también cito un verso de Jaime Sabines que es una manera de ver el amor. Un poema de Jaime Sabines donde él dice: ‘Y te amaré siempre, siempre, siempre hasta esta noche’. Bueno, tan es así que yo siempre he dicho que la gente no le puede sacarles el cuerpo al amor y a las experiencias que implica pensando en el fracaso, porque yo creo que el fracaso es parte del amor y también el dolor que se siente después del amor. Entonces tú no puedes pensar: ‘No, es que si me meto en ese lío, después si me enamoro voy a sufrir’. Bueno, es la misma cosa. Obviar el amor por no sufrir es obviar la vida”. Me atrevo a decir que la frase que más lo identifica es: “¿Por qué tengo que escoger algo si puedo tenerlo todo?”. Esta frase la dijo en varios momentos de la entrevista y es algo que resulta muy interesante pues en verdad podemos probar infinidad de cosas sin quedarnos atascados en una, lo que se llama ser ecléctico, eso es lo que es Mandrillo, un ser ecléctico en casi todos los aspectos de su vida. Por ese mismo eclecticismo, si la vida le diera la oportunidad de rediseñarla y vivirla diferente, no sabe qué sería, porque podría ser cualquier cosa. Dicho en sus propias palabras: “¿En este momento? ¡Miles de cosas distintas! Sería médico cirujano, como ya te dije antes, sería veterinario, atendería animales, me encantaría. Sería agricultor, me encanta meter las manos en la tierra, que en la tarde tenga las uñas sucias. No sé, ¡sería cualquier cosa! Ingeniero civil, es decir, es que no te digo que yo siento que uno se pierde la vida. Uno se pierde la vida por falta de tiempo y de capacidad de abarcarlo todo… ¿Qué sería?, ¡sería Dios! Para poder estar en todo”.

Como muchos intelectuales que piensan, estudian, lo decodifican todo, no es afecto a Dios. Lo asume como un constructo humano dado lo cual su aspecto místico tiende a inclinarse a la contemplación y percepción del entorno. “No soy muy místico. Fui seminarista, iba supuestamente a ser cura. Evidentemente fue una cosa…, un error muy de infancia. En general no soy muy místico, tengo pensamientos profundos con lo que tiene que ver con la trascendencia de la vida, con el sentido de la vida más que con la trascendencia. No creo mucho en la trascendencia de la vida como en el sentido de la vida, con el estar aquí. Hacer cosas pensando en la trascendencia es algo con lo cual soy muy escéptico. Yo prefiero vivir ahora. Hay un refrán árabe que decía que si uno no es feliz aquí, ahora, no será feliz nunca; entonces, esa cosa de ponerse a trabajar para que te recuerden me parece lo más absurdo del mundo. Mi misticismo pasa más bien por una manera de relacionarme con la naturaleza, de disfrutar la naturaleza. De sentir que hay un ambiente, un algo que te envuelve, sin que necesariamente tenga que terminar en la divinidad, es decir en la reflexión, en la sensación de pequeñez que todo ser humano debe tener. De intrascendencia, de qué poquita cosa somos, por ahí va mi nota mística. Pero la otra muy eventualmente se manifiesta en alguna reminiscencia de mi infancia, de mi educación religiosa, pero en general no paso por ahí”.

Como ya dije, es un hombre ecléctico o, como él lo define, “múltiple”, esa multiplicidad es su filosofía de vida. “Mi filosofía de vida es que la vida tiene que ser múltiple; es decir, yo siempre me he negado a encerrarme en una sola cosa o a dedicarme a una sola cosa. Yo siempre digo que hubiera podido ser muchas otras cosas además de escritor o de profesor de literatura, creo que hubiera podido ser otras muchas cosas. Me encantaría, por ejemplo, por decirte algo, en estos días me entró una loquera de ponerme a estudiar medicina en la universidad, por ejemplo, a esta altura de la vida. Pero es que creo, tengo la impresión, siempre la he tenido, de que uno se pierde mucho de la vida, es decir, ¿cómo vive la vida un médico?, ¿cómo experimenta la relación con la gente? Porque yo sé cómo se relacionan los escritores, cómo se relacionan el profesor y el estudiante, pero no sé cómo se relaciona un piloto de avión con el mundo, con la naturaleza, con la tecnología. Y me parece que me estoy perdiendo todo eso. Me parece que es un desperdicio que uno no alcance a experimentar todas las sensaciones posibles que la vida te puede dar. Es decir, ¿qué siente un tipo que se está tirando en un paracaídas?, yo nunca me he tirado en paracaídas, entonces me parece, ¡coño, me voy a morir sin haberme tirado nunca en un paracaídas! Es un desperdicio, entonces mi filosofía de la vida, independientemente de cuánto de ella se convierta en realidad, se ejecute, se ejerza, es que uno debería realmente vivir la vida, pero toda la vida, todos los aspectos de la vida, toda la realidad. Eso me ha dificultado especializarme, porque la especialización es eso, la especialización te lleva a un pedacito de la realidad. A un pedacito del mundo, y te pierdes todo lo otro. Entonces, de lo que se trataría en todo caso es de tratar de perderse lo menos posible”. Un apasionado de la vida, a la que define en estos términos: “Yo creo que la vida es una maravilla. A mí cuando me preguntan si no le tengo miedo a la muerte yo digo: ‘No, yo no le tengo miedo a la muerte, yo a lo que le tengo miedo es a dejar de vivir’. Y realmente disfruto la vida, la disfruto, me encanta, me siento vivo. Estar enfermo para mí es terrible porque siento que me estoy perdiendo la vida; entonces, cuando me siento bien físicamente, cuando me siento activo, cuando me siento entusiasta, siento realmente que estoy vivo como un elemento natural, como un animalito, como un molusco, como cualquier cosa que está viva, que está integrada a la naturaleza. Y lo disfruto mucho. Disfruto mucho esa sensación de estar vivo”.

Retomando el tema literario nos dice que cree que puede desvincular ambas facetas a pesar de que las relaciones siempre existen, pero en general no vive la literatura obsesivamente por lo menos en sus ceremoniales; para él la vida es mucho más allá de la literatura y le interesa mucho más. Asume que el camino intelectual se acorta en la medida que los años avanzan, pero no siente que su mente, su curiosidad, su deseo de saber y descubrir hayan mermado para nada, aunque está consciente de que los años pasan y ya no es el mismo muchacho. Su escritura tiende a ser muy intimista y personal, como él mismo lo explica: “Me motiva lo personal, lo íntimo, lo que es muy cercano a mí, lo muy sentimental, y eso es criticable en cierta forma, la poesía no debería ser tan confesional. Creo que los verdaderos poetas estando en sí mismos, estando dentro de lo más íntimo de lo que son, son capaces al mismo tiempo de aprender del mundo concreto, del mundo exterior, y reflejarlo en su poesía, por eso no me considero un gran poeta, de paso, porque creo que es una poesía muy concentrada en mí mismo y en mis experiencias cercanas, reconocibles, identificables al menos por mí; este poema tiene que ver con esto, este otro tiene que ver con esto, y me parece que debería ser la poesía un poco más externa, etérea, abstracta, por decirlo de alguna manera”, afirmación que se concatena perfecto con su opinión de la inspiración: “Yo creo que es la misma cosa. Yo creo que viene o se fabrica, es la misma cosa, en realidad yo podría decir que viene pero viene en función de tus experiencias, de la manera en que tú encaras tus experiencias. De la manera en que esas experiencias te impactan o tú te dejas impactar o buscas que te impacten, y entonces ahí hay un mixto. Claro, de repente el momento en que escribes es cuando menos estás esperando escribirlo, pero es imposible no escribir con la conciencia de que eso tiene que ver contigo, con tu vida, con lo que has vivido, con lo que has pensado, con lo que has sentido, con lo que has sufrido, con lo que has odiado, entonces sí se construye. Se construye y después viene; es decir, tú le vas poniendo, es como cuando tú montas una olla de sancocho y la dejas ahí, llega un momento en que se cocina; tú no determinas en qué momento está cocinado, pero tú pusiste todos los ingredientes en la olla”.

Cósimo Mandrillo
“Es imposible no escribir con la conciencia de que eso tiene que ver contigo, con tu vida, con lo que has vivido”.

Este es Cósimo Mandrillo, un hombre natural, sencillo en su complejidad, tímido aunque nadie pueda creerlo, que le encanta bailar aunque haya perdido el gusto por el barullo de las fiestas, cocinar, que disfruta de los domingos en el campo recostado en su chinchorro. Que se describe así: “Como un ser mucho más normal y humilde de lo que la gente ve. Creo que una cosa que caracteriza mi vida es que yo siempre he sentido que la gente, en general, tengo muchos amigos y tengo gente que me quiere, pero en general la gente no me percibe como soy, percibe una personalidad que yo estoy seguro de que no es la mía. Estoy absolutamente seguro de que no es la mía. Me describo así, me describo como una persona común, corriente y mucho más humilde de lo que la gente percibe”. De hecho, es enfático al decir que si tuviese la posibilidad de cambiar algo de su vida sería la percepción que de él tiene la gente. “Algo que hiciera que más gente me percibiera bueno, humilde y simpático. ¡No sé qué coño es lo que tengo que cambiar, francamente! Pero haría eso porque me encantaría que más gente estuviera cerca de mí”.

No tiene un pintor propiamente favorito y es muy honesto al exponer su desconocimiento en cuanto al tema plástico: “Es difícil, para mí es difícil. Yo no estoy muy relacionado con la pintura en general. Qué se yo, si te digo algo podría decirte Dalí, podría decirte Picasso, como podría decirte que los pintores maracuchos de la década del setenta, o te podría nombrar a un amigo pintor que tengo que me encanta lo que hace, pero en general no sé mucho de pintura. Quizás por eso me aferro más a la pintura figurativa. Soy incapaz, realmente soy incapaz de discriminar un cuadro abstracto bueno de uno malo, a pesar de que me he esforzado viendo, pero en general no me meto mucho por ahí. En los figurativos creo que puedo emitir una opinión más o menos creíble y argumentada pero…, no sé, me gusta la pintura que se asocia con lo caótico o con lo no lógico. La ilogicidad, un poco el estilo de los pintores surrealistas, por eso te hablaba de Dalí; es decir, esas fracturas de la realidad que produce Dalí en sus cuadros me encantan, pero me encanta más quizás porque intelectualizo el contenido, además de que sé realmente lo que es visual, lo disfruto, pero no sé si me explico. Como le oí decir una vez hace mucho tiempo a Sergio Antillano, posiblemente soy sordo para la pintura y ciego para la música”.

Ana Berta López
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