
Los avances tecnológicos son una herramienta invaluable y específicamente Internet, con la posibilidad de acceder a tantas cosas, lugares e información, y Facebook que nos permite mantener un contacto frecuente y cercano con esas personas que conforman nuestro entorno afectivo. Gracias a estas herramientas de la modernidad hay dos personas que, aun cuando la distancia geográfica que nos separa es muy grande, la afectiva y emocional es estrecha; de hecho, son un par de hermosos seres a las que considero mis hermanas de la vida. Ellas son dos excelentes poetas, una argentina, la otra colombiana; la primera es María Gabriela Abeal y la otra es María del Rosario Laverde, ambas maravillosas y talentosas mujeres. Esta Anagrafía es sobre la María colombiana y espero que pronto pueda escribir la de la otra.
Como la gran mayoría de las mujeres latinoamericanas, María del Rosario cumple diversos roles en su cotidianidad: es madre, escritora, empleada, amiga, mujer. Después de años de conocernos, hablar, compartir por la red, en agosto de 2016 tuvimos por fin la oportunidad de darnos un gran abrazo. La ocasión nos la brindó la 12ª Fiesta del Libro, evento que realiza anualmente la Biblioteca Julio Pérez Ferrero de la ciudad de Cúcuta, Colombia. María del Rosario fue invitada a presentar su libro Memoria de jirafa y allí nos vimos. Fue un verdadero deleite encontrarnos, conversar cara a cara y aprovechar para hacerle esta entrevista a esa entrañable amiga.
María es una alta, flaca y elegante mujer, con ese inconfundible acento bogotano amén de mucho glamour en sus maneras. Una distinguida y orgullosa representante del signo zodiacal Leo, apasionada, sentimental y coqueta. De hablar suave y pausado. Es una observadora atenta de todo cuanto sucede a su alrededor, a sus vivos ojos oscuros no se les escapa nada de lo que sucede en su entorno. Así se describe a sí misma: “Soy muy grande. Físicamente y sensibleramente, si se puede usar. Soy amorosa, soy chistosa. Tengo fama de tener un humor negro, muy negro, muy oscuro. Soy buena madre y soy magnífica escritora”. Y concordamos con ella, ciertamente es una persona con un mundo emocional y sentimental enorme, como se dice: tiene un corazón que no le cabe en el pecho. Ella es de esas personas con un caudal infinito de amor para dar. La lealtad y solidaridad son también un par de características muy fuertes de su personalidad. Aunado a una viva y veloz inteligencia.

Afirma que su escritura es muy egocéntrica porque parte de ella, de sus experiencias personales; efectivamente, en Memoria de jirafa nos cuenta una serie de anécdotas de su infancia que nos muestran parte de la vida y costumbres en la Bogotá de la década de los ochenta. Un libro íntimo en el que desnuda los sentimientos de una pequeña niña frente al antes y después que produjo la pérdida de su padre, un texto sumamente emotivo y que viene a ser una suerte de catarsis para la autora. Estamos hablando de una niña que mientras su padre vivió tuvo una vida relativamente normal pues el doctor Hugo Laverde, reconocido médico investigador, muy recordado profesor de la Universidad Nacional de Colombia, era el elemento neutralizador de la disfuncionalidad de la madre y le daba sentido común a la cotidianidad hogareña. Pero un día, siempre hay un día, Hugo salió de viaje como muchas otras veces a hacer sus investigaciones, pero esta vez no regresó. Nunca se supieron con exactitud las causas de su defunción; de lo que no cupo duda alguna fue de la contundencia de su ausencia. La vida cambió, empeoró y los demonios se desataron. María describe su infancia así: “Fue horrible. Por supuesto, como cualquier persona, tengo anécdotas buenas, pero la pérdida de mi papá, el no saber qué pasó con él, cómo se murió, en qué circunstancias se murió, dónde se murió, y tener qué aprender a vivir con esa ausencia, pues me dejó muchos vacíos”. Se entiende así que su padre siga siendo un dolor. En ese momento, año dos mil dieciséis al indagar entonces sobre cómo es su familia nos respondió: “Mi familia es mi hijo. Somos mi hijo y yo. Tuve una abuela a la que cuidé junto con mi hijo y mi tía, en sus últimos años, y ahí se me acabaron los vínculos más cercanos. Ahora sólo estamos él y yo”. Tal vez todas estas vivencias han hecho que su filosofía de vida sea: “Ser responsable. Reírse todos los días. Comer rico. Y decirle a la gente que uno tiene cerca, así sea una sola, lo mucho que significa, lo muy importante que es. A diario porque uno no sabe cuándo la vida cambie”.
Me motiva mucho la observación. El trayecto que hago de mi casa hacia la oficina generalmente es el sitio donde más he producido cosas que me satisfacen.
Nosotros, los que seguimos sus textos por Facebook, disfrutamos de unas narraciones elaboradas en un lenguaje fluido, cotidiano, de fácil comprensión y sumamente entrañables, porque tiene el don de lograr involucrar al lector, hacerlo sentir que es él quien escribe y a quien le está sucediendo ese hecho. En el momento de realizar esta entrevista ella laboraba en la conocida revista colombiana Semana y casi diariamente nos contaba desde su muro de Facebook los acontecimientos que se suscitaban cada mañana en su camino hacia la oficina, y era como si nosotros fuésemos junto a ella sentados en el Transmilenio. “Me motiva mucho la observación. El trayecto que hago de mi casa hacia la oficina generalmente es el sitio donde más he producido cosas que me satisfacen, porque el tráfico en Bogotá es espantoso y, a cambio de querer morirme por estar metida en un gran trancón, me distraigo viendo los nombres de los negocios, las personas que cruzan la calle, los malos conductores que se insultan unos con otros. Y mientras tanto hago llamadas, envío correos; o sea, ese trayecto es mi oficina de producción”. Así que, visto lo anterior, podemos dimensionar claramente a lo que se refiere cuando habla de la relación entre su vida laboral y su vida personal: “Tienen que ver la una con la otra porque mi vida profesional me ocupa demasiado tiempo y estando ahí comparto con las mismas personas día a día. Y desde mi vida laboral administro mi vida personal. Así que se convirtieron en una sola hace mucho tiempo”.
Para María la literatura no es específica de un grupo; de hecho, dice: “Creo que la literatura es para todo el mundo; hay literatura en cada cosa de la vida. Y, de hecho, la poesía con el tiempo ha sido ocupada por cualquiera con algo de sensibilidad, así que no creo que haya propietarios de la poesía en específico ni de la literatura en general. Todo el mundo puede llegar a ellas”. Debido a la literatura ha viajado; esos viajes la han llevado a Tijuana, México, que se le convirtió en un lugar entrañable al que siempre quiere regresar: “Siempre quiero volver a Tijuana. Me he reído mucho allá y he disfrutado mucho del espíritu bicultural del lugar”. En 2022 la literatura la llevó a España, felizmente ya que, como tantos, ella también siempre ha soñado con conocer Europa.
Puedo pasar días enteros escuchando a Nino Bravo, Emilio José, a Camilo Sesto.
Al hablar de sus gustos sensoriales no debemos pasar por alto ni la Coca-Cola ni los tamales tolimenses. En la plástica le gusta Brueghel el Viejo, especialmente su cuadro titulado El triunfo de la muerte. En cuanto a la música dice: “Me gusta la música para hacer oficio. Puedo pasar días enteros escuchando a Nino Bravo, Emilio José, a Camilo Sesto. Pero si de deseo selectivo y pretencioso se trata, pues me gusta la música clásica”. Su color favorito es el negro, aunque no sabe bien por qué. Y sus domingos los pasa sin bañarse, viendo muchas series, pidiendo un pollo a domicilio y lamentándose cada segundo de que vaya a llegar el lunes.
Le pedimos a María que nos contara alguna anécdota grata de su vida y nos contó dos, una grata y otra no tanto. La primera: “¡Uish, una anécdota grata!… Que Daniel Coronel, el periodista colombiano, haya dicho que yo soy maravillosa”. Y la otra se refiere a un olor favorito: “Cuando era niña tuve una cobija que se llamaba la cobija de frutos, y pues de hecho no fue cuando era niña, la tuve hasta los veintisiete años y por un psiquiatra argentino la dejé, cosa de la que me arrepiento mucho. Pero el olor de mi cobija de frutos era la felicidad”.

Para ir finalizando esta entrevista inquirimos sobre su acepción de Dios, cómo es su espiritualidad, a lo que nos dijo: “Que mantuvo a mi hijo cerca de mí… Creo que es muy personal. No voy a las iglesias, pues, pero me gustan las iglesias en su sentido estético. Pero siempre, interiormente, trato de convencerme de que todo va a estar bien y que hay una fuerza que me cuida y que me alienta”. Finalmente le preguntamos cómo se sentía en Cúcuta en la Fiesta del Libro, a lo que respondió: “Es algo extraño porque durante muchos años quise conocer Cúcuta y ahora que se convirtió en una ciudad lejana y desconocida, me topo con ella. No la he recorrido mucho, pero he sentido la bienvenida de mucha gente, he visto mi nombre en el periódico. He visto que cuando me presentan a alguien todo el mundo dice: ‘Oh, María del Rosario Laverde, qué bueno conocerte. La de la jirafa, qué gusto que estés aquí’. Entonces me siento a gusto. Mucho calor, demasiado calor. No manejo estas temperaturas”.
Han pasado siete años de realizada esta entrevista durante los cuales unas cuantas cosas han cambiado en la vida de nuestra querida escritora. Su madre falleció, lo que implicó un arduo trabajo por las circunstancias en que vivía la señora y por el deceso, y debido a esto regresó al departamento de su niñez. Afortunada y felizmente superó una enfermedad ruda y ahora está felizmente enamorada, tiene otro trabajo y la vida le sonríe, y Dios mediante cada día esa sonrisa será más y más amplia.
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