
Esta entrevista a María Luisa Lázzaro la hice hace quince años, en agosto de 2008, una noche a la orilla de la piscina del hotel Bolívar de la ciudad de Cúcuta, Colombia, en el marco del penúltimo Encuentro Binacional de Escritores de Colombia y Venezuela. Supongo que muchísimas cosas habrán cambiado en su vida, pero lo que básicamente es ella como persona sin duda que no. Aquí comparto con ustedes esa conversación con una de nuestras escritoras venezolanas referenciales.
Antes de hacer la entrevista ya habíamos conversado un poco y me pareció una mujer muy grata. Con maneras muy suaves y voz muy melódica, que harían presumir que es una débil e indefensa fémina, pero nada más alejado de la realidad. Al conversar con ella pude percibir una mujer muy fina y delicada al tiempo que fuerte e imbatible, una mujer que siempre va hacia adelante, llueva, truene o relampaguee. Ella se describe así: “Dudo mucho de lo que hago pero creo que eso es bueno porque dudar de las cosas, de la escritura de un poema que yo escriba… lo guardo y a los seis meses lo vuelvo a ver, y si a los seis meses me gusta lo reviso de nuevo y siento que está bien. Ahora, como ser humano, algunas veces peleo también conmigo misma porque quisiera ser más perfecta, quisiera ser mejor, quisiera ser mejor ciudadana, quisiera ser más pacífica, más inteligente, más sabia. Hay muchas personas a quienes he ayudado económicamente que me dicen que me admiran, pero yo sé internamente que yo misma tengo muchas cosas que trabajar. Sobre todo en el orden, en el saber trabajar con las prioridades. El mejorar las relaciones con las personas, todo eso tengo que trabajarlo todavía”. Una persona consciente de sí misma y quien por lo tanto dedica tiempo al trabajo interior, al crecimiento y expansión de su ser y comprensión. De su orientación espiritual nos contó: “Mi aspecto místico es un poco el trabajo conmigo misma. Cada meditación es buscar las cosas que siento que aborrezco de mí en actitudes que debo cambiar a través de mi propia voluntad, y creo que lo más importante es aprender a llevarme bien con los demás, ser capaz de entender hasta a los asesinos, a la gente perversa, ser capaz de permitir no que me dañen pero sí entender que estas personas tienen una desviación orgánica, sicológica, y que no hay manera de que cambien. Por ejemplo un violador de niños, o de quien sea, son gente enferma, los pueden poner presos y los sacan y seguirán haciendo lo mismo, entonces entender que son seres humanos que tienen un gran problema que es su dificultad para relacionarse bien con los demás, pero sin apoyarlos, digamos, tampoco es casarme con una persona en este sentido porque tampoco es la idea del sufrimiento o del masoquismo, de mantener una persona que me golpee, no, pero sí entender que esa persona tiene un estado de conciencia que es diferente al mío y que yo no voy a cambiarlo, no puedo cambiar a una persona con un estado de conciencia, tiene que ser esa misma persona que lo cambie”. Con respecto a su opinión sobre Dios su respuesta fue también bastante pragmática: “Que Dios es necesario, muy necesario. Creo que sin la idea de Dios, yo no sé si Dios, esa imagen que teníamos antes de Dios como un hombre de barba, no nos ayudaba mucho, pero la idea de Dios como energía, como energía verdadera, energía creadora, energía que está allí, yo creo que es muy necesaria para el ser humano, porque uno tiene mucho miedo dada la labilidad del ser humano; vive lleno de miedo a la muerte, las enfermedades, a los accidentes, a las agresiones. Entonces la necesidad de Dios, de un ente, digamos, esos protectores invisibles, hace que uno sienta como una confianza, como si todavía fuéramos niños y tuviéramos la madre y el padre que nos protegieran, entonces es como una necesidad del ser humano”.

La vida de María Luisa ha tenido situaciones realmente rudas de enfrentar, mas ella ha hecho acopio de entereza para seguir avanzando en este camino que le ha tocado transitar: “¿Un dolor?, pues la muerte de mi hijo, pero creo que la muerte de mi madre me preparó para soportar la muerte del hijo, porque yo tenía diecisiete años cuando murió mi madre y fue terrible, fue terrible, creo que estuve dos o tres años con una depresión muy fuerte. Porque yo era la menor, yo no tenía dónde ir; después, al año siguiente, se muere mi padre y bueno, estuve deprimida mucho tiempo, y cuando diecisiete años después se muere mi hijo, fue bastante fuerte pero lo pude soportar, e incluso una persona me dijo que si era que yo no quería a mi hijo que no me había vuelto loca con la muerte de él. Y bueno, muchas veces la gente espera que uno se derrumbe totalmente y uno sigue viviendo, porque si tienes otros hijos tú no puedes echarte a morir, tienes que seguir viviendo”.
Tal vez parte de su fortaleza proviene de su signo zodiacal: Tauro, el toro fuerte que resiste los embates. María Luisa nos cuenta: “Nací en Caracas en la parroquia San Juan, en la maternidad Concepción Palacios, el 16 de abril de 1950, pero a los dos años mis padres se mudan a Maturín y viví en Maturín hasta los diecisiete años, cuando me trasladé a Mérida, donde vivo desde entonces”. Y Mérida es su ciudad amada, aunque París y Madrid le gustan mucho “pero a Mérida la amo tanto. Me encanta Mérida, esa tranquilidad para escribir todavía”.
Me encanta el surrealismo de Dalí, esa posibilidad de reinventar un reloj, de reinventar las formas, de hacer líquida una forma sólida.
Los gustos de las personas sirven para dibujar un poco, conocer algo de su esencia; en este caso, algunas de las cosas que le agradan son la comida italiana, el color azul, la crema de whisky. Le encanta bailar aunque muchas veces no consigue con quién. En cuanto a la música le gustan la salsa, el bolero, el merengue. El vallenato menos pero también le gusta. “Me encanta el surrealismo de Dalí, esa posibilidad de reinventar un reloj, de reinventar las formas, de hacer líquida una forma sólida. Eso me parece extraordinario”.
Insistimos en conocer más de María Luisa Lázzaro, la persona, el ser humano que habita en este plano físico, así que le preguntamos sobre su infancia y su familia, cómo fueron, cómo son. De su infancia nos narró: “Mi infancia al principio, de niñita, niñita, era muy fantasiosa. Era bonita. Yo cantaba, cantaba en italiano. Era la monita de la casa porque era la menor, pero poco a poco, cuando empecé a tomar conciencia de las dificultades, del padre y la madre, de los hermanos, éramos cinco hermanos, empecé a sentir que era muy sensible, que todo lo que pasaba en el hogar me afectaba. Yo leí algo en el periódico, porque desde muy pequeñita leía el periódico o escuchaba la radio, y lloraba cuando había alguna situación fea. Me metía debajo de la mesa del comedor, que tenía un mantel blanco muy largo, y con un pan, y entonces lloraba y mordía el pan, lloraba y mordía el pan, era supersensible y de alguna manera la necesidad… Yo empecé con la literatura por necesidad de escribir, de contar cosas. Habitantes del tiempo subterráneo es una novela fragmentaria hecha como de papelitos que yo iba escribiendo, la empecé a escribir a los diecinueve años y cuenta la historia de la familia, de esa niña que se quería salvar porque no le veía sentido a la vida por la soledad que sentía, y que fue dándose cuenta de que a través de los libros y de la escritura podía salvarse. Y entonces la novela es muy fuerte porque cuenta cómo ella para no sufrir olvidó el rostro del padre y de la madre y andaba en esa búsqueda de ese rostro de la madre sobre todo”. Y de su familia nos dice: “Mi familia cada vez es más corta. No tengo padre ni madre, murieron cuando yo tenía diecisiete años, luego murió una hermana. Se ha desperdigado mucho la familia. Se murió mi hijo mayor de diecisiete años, me quedaron mis dos hijas y las dos se fueron, una para España y otra para Maracay. Y algunas veces me he preguntado si se fueron porque no querían vivir conmigo y una vez se los pregunté y me dijeron: ‘No, mamá, lo que pasa es que tú nos diste tanta libertad que sentimos que esa libertad que tú nos diste era para que nosotras pudiéramos valernos por nosotras mismas’. Y prácticamente vivo sola, con unos perritos. Con dos poodles”.
Y la escritura fue la manera que esta alma maravillosa encontró para desahogarse, para no explotar ante tantas situaciones que la superaron, que no pudo cambiar; de allí que las cosas que la motivan y desmotivan sean tan de orden emocional. “Me motiva lo que voy observando en el entorno o internamente, situaciones de dolor, incluso situaciones de rabia, situaciones de enfermedad de los demás, todo lo que ocurre, todos los desmanes mundiales que uno va viendo en la prensa, en la televisión. Y me desmotiva el estrés; cuando hay mucho estrés o cuando hay decepciones muy fuertes, cuando uno empieza a perder la fe en el país y empieza a sentir ese miedo, el acoso, la agresividad que se siente en algunas personas, esa separatividad, todo eso hace que uno no le vea sentido a la poesía, a la sublimidad de lo que es la poesía”. Adentrándonos ya en el ámbito literario le preguntamos si considera elitista la literatura y especialmente la poesía, y su respuesta fue: “No; lo que pasa es que se necesita un conocimiento, y hay personas que por ejemplo creen que la poesía es rimada y se quedan con eso porque no leen autores contemporáneos y no saben que hay una literatura de otro orden que no es la rimada, que tampoco es la literatura que siempre tiene que ver con la sensibilidad creadora, con el llantén amoroso, con las situaciones emotivas, y en la medida que uno tiene más conocimiento esa poesía va a ser más pura, más cuidada; entonces a lo mejor se puede pensar que una élite es quien tiene estudios, quien lee, quien compra libros y lee, pero si a lo mejor alguien de clase baja, de clase media, es estimulada hacia una buena lectura, creo que también tendrían la posibilidad de hacer una literatura que no sea rimada, que no sea solamente coplas, sino que sea una literatura acorde a lo que es la literatura contemporánea, digámoslo así. Creo que tiene que ver con el conocimiento y por eso se dice que es elitista, porque a lo mejor la gente que trabaja la literatura son gente que puede leer libros, que compran libros, que están atentos a lo último que ha salido en la literatura”.
Hay mucho terror y miedo a la muerte; sin embargo, por propia salud me pongo a pensar que no, que me quedan siempre veinte años.
En ese momento del año 2008 sus planes a corto plazo consistían en terminar la novela Talita kuni, levántate y anda, la cual inició en 1991; además, quería cerrar varios libros que tenía iniciados para así empezar cosas nuevas. Y nos comentó: “Algunas veces, cuando tengo como mucho estrés, y justamente por trabajos de otros, de promoción de otra gente, he sentido como que me voy a morir muy pronto; ese miedo a la muerte es terrible, cuando uno siente que ya un año más de vida, sentimos como que ya no tenemos más nada que hacer. Nos ponemos a cerrar los libros que tenemos por ahí abiertos para no dejarlos inconclusos y que la familia los vaya a publicar. Hay mucho terror y miedo a la muerte; sin embargo, por propia salud me pongo a pensar que no, que me quedan siempre veinte años, todos los años me digo: ‘Me quedan veinte años más todavía’, y en veinte años pueden pasar tantas cosas; es como mi paliativo decirme que me quedan veinte años”. También estaba entregada de lleno a trabajar con la Asociación de Escritores de Mérida en la promoción y difusión de los escritores de Mérida, es un trabajo que realizaba sin recibir ningún tipo de compensación económica. Esta labor es su manera de devolverle a la vida un poco de lo que ella le ha dado, además de sentir que eso la mantiene viva y unida a los demás haciéndola sentir plena. También ha dado clases en la Maestría de Literatura Latinoamericana y en eso se va su tiempo, en leer, escribir, corregir.
Hablamos sobre la poesía, sobre ese decir de mucha gente que la poesía está en crisis; su opinión fue contundente: “La poesía en crisis… Es que la poesía es un estado. Es un estado anímico, es un estado espiritual, y si nosotros nos distraemos con muchas cosas del afuera, con toda la problemática política, económica, social que hay, la poesía se constriñe, la poesía se esconde, pero en lo que nosotros hacemos ese alto de silencio, de meditación, sabemos que la poesía está ahí esperando nuestro silencio, nuestra serenidad para poder conectar con nosotros”. Por eso es esta su respuesta sobre si la musa inspiradora viene o se fabrica: “Yo creo que las dos cosas, porque si uno no está preparado en conocimientos, en técnicas narrativas o poéticas, la musa puede llegar, pero uno no sabe qué hacer con eso, y yo creo que tanto la inspiración como la intuición requieren del conocimiento; el talento solo es una habilidad, requiere del conocimiento porque si no nos quedaríamos como con una cosa de repetir, repetir, porque no sabríamos qué hacer con lo que nos llega. Al principio yo escribía con mucha melancolía porque en mi vida ha habido muchas muertes y un día me dije que quería escribir sobre cosas jocosas, sobre la alegría, y me di cuenta de que yo podía forzar, esa melancolía podía forzarla y transmutarla en alegría, y además también que podía forzar la intuición o la inspiración a través de imágenes; entonces, yo veo por ejemplo una imagen y me pongo en estado alerta de los cinco sentidos y escribo y me salen maravillas o me salen cosas que después tengo que corregir, pero siento que no tengo que esperar a ese momento en que uno tenga un instante fuerte para escribir sino que yo lo puedo propiciar también”.
La escritora cree que la vida personal no se puede desarticular de la profesional y menos cuando de un trabajo artístico se trata, pues éste se liga directamente con la intimidad del ser, y nos cuenta parte de sus peripecias en la conjunción de ambas facetas: “Creo que no se pueden desvincular porque uno siempre como mujer tiene las tareas del hogar, pero yo he sabido cómo hacer un equilibrio entre una cosa y otra, incluso cuando tenía los niños pequeños yo los dejaba con la puerta abierta para que ellos entraran, sacaban cosas; hay un poema que dice: ‘Mis hijos trabajan sin cansancio / van de un sitio a otro / desocupando gavetas / y tirando mis pensamientos por la ventana’. Porque para uno poder escribir si uno cierra las puertas es como peor… Al dejarlas abiertas la gente sabe que uno está escribiendo y tienen más cuidado, pero también me he acostumbrado a cocinar, a hacer las cosas del hogar, a dar clases al mismo tiempo que escribo, o sea cuando hay un estado de escritura, unas ideas que están rondando, uno las hace y puede cortar y puede hacer otra cosa y después vuelve a la idea”.
Cuando uno es muy sensible las personas se aprovechan de esa sensibilidad y nos engañan, nos hacen creer que realmente están recibiendo ese amor o esa generosidad que uno da.
Para una mujer que ha tenido una experiencia de vida tan intensa y con una impronta tan densa, su visión de la vida es por demás optimista: “La vida es hermosa, pero le tenemos miedo, tenemos miedo a cada día que va pasando por esa labilidad que tenemos, no. Los sentimientos, pues, muchas veces cuando uno es muy sensible las personas se aprovechan de esa sensibilidad y nos engañan, nos hacen creer que realmente están recibiendo ese amor o esa generosidad que uno da y hay gente manipuladora, gente que todo lo calcula. Y sentimientos, bueno, creo que los sentimientos se pueden ir perfeccionando, se pueden ir mejorando, porque muchas veces también tenemos sentimientos como de control hacia los demás, o de apego, o de angustia, les transmitimos a los demás nuestras angustias. Pero también hay sentimientos muy bellos, muy nobles de la misma generosidad, la misma atención a los demás. Aunque yo creo que lo más importante es que nosotros nos tratemos bien a nosotros mismos, que rebosemos en amor hacia nosotros mismos para poderlo dar a los demás. Y yo creo que en eso yo fallo, tengo que como atenderme más a mí misma”. Y quizás por ese mismo optimismo que la define, al solicitarle que nos contara alguna grata anécdota que viniera en ese momento a su mente nos contó varias a cual más entrañable: “¿Una grata anécdota? Bueno, me han pasado tantas cosas lindas. Encontrarme por la calle con… por ejemplo, un médico traumatólogo con muchos años de ser un especialista en traumatología, que me diga: ‘Doctora, ¿usted no se acuerda de que me dio clase a mí en histología?’. Porque yo di clases a los veintiún años en la Facultad de Medicina. O algún muchacho o muchacha que me encuentro y me dice: ‘Mire, yo leí Mamá, cuéntame un cuento que no tenga lobo, cuando era niñito, y era mi libro, yo lo abrazaba’. O una chica que se murió y la madre me cuenta que en la mesita de noche tenía Poemas de agua, y que era un libro que abrazaba y que leía cada noche y se murió y su librito lo tenía allí casi que abrazándolo”.
Ciertamente conversar con esta bella mujer fue uno de esos muy gratos momentos que nos regala la vida. Vislumbrar un ser humano, un alma hermosa, cálida, fuerte, crítica. Con una sensibilidad real, profunda. Para concluir esta entrevista le pedimos que nos dijera cuál es su filosofía de vida y esta fue su respuesta: “Mi filosofía de vida es trabajar conmigo misma porque no puedo cambiar a los demás, tengo que trabajar en mí misma lo que yo veo en los demás. Esa teoría del espejo a mí me parece bien interesante, que cuando algo me molesta de los demás lo busco en mí, aunque no en la misma forma, a lo mejor tan evidente en otro, en mí de una manera más sutil. Trabajo mucho la renuncia, el acto contrario; siento que eso me ayuda a doblegar un poco esas emociones que uno siente de momento, de rabia especialmente, con este país dividido en dos, muy fuerte, y he sentido que con el acto contrario me pongo como en lugar de los otros y puedo por lo menos tolerarlo aunque no comparta las mismas ideas. Yo trabajo mucho con las meditaciones, con el estado de alerta de los cinco sentidos, y algunos libros espirituales que creo que son fundamentales, porque de pronto hay cosas afuera que alteran el adentro y como eso es un gasto de energía entonces yo sigo mucho los principios de Jane Reinfeld de llenarse uno de energía con la naturaleza más que robarle energía a los demás”.
- Armando Alanís Pulido - viernes 29 de septiembre de 2023
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