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Mireya Krispin

viernes 15 de septiembre de 2023
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Mireya Krispin
Mireya Krispin: “Yo no creo que a un escritor se le acorte nunca el camino, porque mientras tú tengas la posibilidad de seguir escribiendo hay apertura”.

La primera palabra que viene a mi mente para describir a la poeta Mireya Krispin es alegría, porque la exuda a raudales; me atrevo a afirmar que es su estado habitual, claro que como toda persona ha tenido sus momentos duros y difíciles, sus dolores y tristezas, pero es que hay personas en quienes la alegría es parte intrínseca de su ser. Algo tan natural como un brazo, un ojo, una pierna. Tal es el caso de Mireya: la alegría es parte indivisible de su ser. Dueña de una sonrisa amplia y franca, unos ojos brillantes y una voz áspera típica de la persona parrandera, resultó muy grato e interesante entrevistarla. La conocí en la colombiana ciudad de Cúcuta en agosto de 2008 cuando se celebró el penúltimo Encuentro Binacional de Escritores de Colombia y Venezuela y no sospechábamos que sería el último en esa ciudad. El encuentro lo tuvimos una cálida noche a la orilla de la piscina del hotel Bolívar, donde se hospedaban todos los escritores provenientes de zonas fuera de Cúcuta.

Para iniciar la entrevista le pedimos que se describiera a sí misma. “Difícil. Difícil describirse uno mismo. Bueno, no sé, me parece que soy una persona bastante extrovertida; eso me ha ayudado mucho en la vida. Yo digo no ser tímida, pero cuando voy a hacer teatro, por lo menos antes de salir a escena, tiemblo de la cabeza a los pies. Y yo salgo a escena temblando, claro, y eso lo transmuto en energía positiva para la actuación. Entonces qué te puedo decir, creo que soy extrovertida pero al mismo tiempo me doy cuenta de que hay una timidez interna, sobre todo para el escenario que no es nada fácil”. Una mujer que a los catorce años, siendo aún una niña de mocasines y medias tobilleras, tuvo que salir a trabajar a la calle, cosa que hizo durante cuarenta y seis años. Se llevaba los libros a la oficina para estudiar en los momentos que el trabajo se lo permitía, es por ello que se asume autodidacta pues estudió por su cuenta. Desde entonces Mireya se ha inventado y reinventado la vida. Ya jubilada y dueña de todo su tiempo, además de escribir también actúa en teatro y tiene un grupo de boleros, sumándole a eso su trabajo ad honorem en la Asociación de Escritores de Mérida, cosa que dicho sea de paso lo hace por amor y gusto de hacerlo. Mireya tiene una interesante y hermosa filosofía de vida: “El amor, básicamente. Yo he trabajado mucho el amor en lo más interno de mi ser. Decidí un día que si yo me lograba conocer perfectamente a mí misma podía conocer todos los seres que me rodearan y vivir armónicamente con ellos, y descubrí que es a través del amor y que el ego no exista en uno, porque el ego yo creo que no es intrínseco del ser, sino que uno lo va asumiendo en el paso de la vida. Creo que desde el mismo momento del embarazo, cuando uno está dentro del vientre de la madre, porque si uno es un hijo bien recibido desde que estás dentro de la madre te están diciendo que eres bello y te toca, te soba y te alcahuetea cosas dentro, y en el momento de nacer aunque seas horrible te dicen que eres bello. Porque a nadie le parecen feos sus hijos, por supuesto. Y entonces yo he cultivado mucho el amor y eso me ha permitido vivir con mucha armonía con todos los seres que me rodean. Mi filosofía está basada en el amor, en el amor universal”. Aprovechamos esta respuesta para preguntarle su opinión sobre el amor, a lo cual nos respondió: “El amor es todo en la vida. Sin embargo, yo por lo menos tengo veinticinco años sola, que no tengo pareja; sin embargo, eso no quiere decir que yo no practique el amor, porque lo practico con todos mis amigos, con toda la gente que me rodea. El amor para mí es lo esencial”.

Lee también en Letralia: Las cuatro direcciones en la poética de Mireya Krispin, por María Ysabel Novillo.

Como ya dijimos antes, esta entrevista data de 2008; en estos catorce años que han transcurrido desde entonces la vida de Mireya ha cambiado mucho. Hace unos años supimos que tuvo fuertes quebrantos de salud que la postraron en cama y que transformaron la dinámica de su cotidianidad, realmente hoy día es muy poca la información que de ella tenemos, ya que no volvimos a comunicarnos luego de la entrevista, pero en todo caso la idea de compartir este texto es homenajear y celebrar a esa dicharachera y simpática persona, multifacética artista, esa inteligente y culta mujer que conocimos en un momento dado del camino, que nos impresionó por su fuerza y alegría, con quien compartimos muy gratos momentos. Una mujer que supo sacarle provecho a la vida, adaptarla y adaptarse para intentar ser feliz cada día.

De su infancia guarda muy grata memoria: “Fue muy linda, claro, en unos aspectos fuerte porque cuando uno proviene de estas familias españolas son muy conservadores, no. Y mi padre era un hombre bastante conservador pero un hombre muy juicioso dentro del hogar. Yo no recuerdo nunca que mi papá hubiese llegado a la casa tarde y solo; siempre salió con nosotros. Parranderísimo, eso sí, pero con nosotros. E igual la gente se reunía en la casa. Mi papá también tenía muchos amigos músicos, entonces yo desde pequeña vi la parranda como una cosa normal porque en mi casa se hacía frecuentemente. Entonces mi infancia fue muy bonita en ese sentido. No me puedo quejar, económicamente nunca viví mal, mi papá no es que era un hombre rico, porque nunca lo fue, pero era un hombre que trabajaba y nos podía dar todas las cosas y todos los fines de semana estábamos en paseos en la playa, en la montaña, en los ríos. Muy rica, fue muy rica”. En ese año 2008 Mireya vivía sola en una finca en un lugar con un nombre espectacular: “Las Praderas del Cielo”. Y vivía sola porque su hija estaba en Canadá, sus hermanos y la mayor parte de su familia en Caracas y unos sobrinos en Margarita. A pesar de las distancias geográficas, el cariño es profundo y la palabra que utilizó para describirla fue linda.

Mireya Krispin y Rosa Alchaer
Mireya Krispin junto con Rosa Alchaer en Cúcuta, durante el Encuentro Binacional de Escritores de Colombia y Venezuela celebrado en 2008.

En ese período Mireya sostenía que por la edad no se podían hacer planes a largo plazo, sino más bien vivir al día, porque no se sabe lo que Dios tenga destinado para cada uno. Por lo tanto su idea de planes era seguir produciendo literatura, darle gracias a Dios cada día que se despierta por estar viva. En esos días la Editorial Mucuglifo le había publicado una antología completa de su obra poética, lo cual la tenía extremadamente feliz pues considera que es en vida que esas cosas puedan suceder para que el autor las disfrute y pueda ir por esos caminos del mundo presentando su libro, obsequiándolo y mostrándolo. Así que, de acuerdo con esto, estaba dedicada a hacer cosas que le produjeran disfrute, que llenaran su alma de felicidad. “Yo me casé muy joven, ya a los veinte años estaba divorciada y con una hija, y entonces esa época que era mi juventud yo prácticamente no la podía disfrutar en pleno porque estaba criando a una niña, sola y trabajando y formándome por mi cuenta. Ahora yo por lo menos hago lo que quiero, mi tiempo lo tengo exclusivamente para mí y puedo disfrutar el espacio donde vivo; vivo en una montaña muy hermosa. Y el hecho de tener esa naturaleza tan pródiga enfrente me permite ser una mujer muy feliz. No hay contaminación de ningún orden. Un clima maravilloso porque yo vivo a un kilómetro de Tabay, que es el pueblo más cercano a Mérida viniendo del páramo, y disfruto muchísimo mi espacio, que además tiene un maravilloso nombre, ‘Las Praderas del Cielo’. ¡El único problema es que san Pedro está abajo en la puerta y cuando no le cae bien la gente no deja pasar a los amigos! Pero cuando son parranderos pasan todos, san Pedro los alcahuetea”. Una mujer intensa, apasionada, una buena representante del signo Tauro, una mujer sensual y sibarita. Que aprendió a disfrutar todo lo que la vida le ofreciera. De hecho no había nada que quisiera cambiar en su vida porque se sentía muy plena. Tan es así que ya ni siquiera había alguna parte de su cuerpo que la incomodara: “No hay nada que no me guste porque uno se acostumbra a uno, ¿verdad?, y entonces no sé, me gusta como yo soy. Me gusta el color de mis ojos, me encanta”. Esa intensidad de su sentir se puede vislumbrar al hablar del dolor: “Un dolor… Bueno, mira; aunque uno crea que está elevado espiritualmente las muertes son dolorosas. No solamente la muerte física, la muerte del amor. Entonces a mí me tocó vivir con mi segundo matrimonio esa experiencia de la muerte del amor y fue muy doloroso. Solamente que yo lo pude exorcizar a través de la palabra y fue una experiencia muy grata para mí porque yo agarraba la carretera para irme a mi casa y me daba cuenta de que ese caracol me pesaba mucho para yo estar sola ahí adentro, y me devolvía y me sentaba en la barra de algún bar de Mérida y en esas barras escribí un libro que se llama Las fieras no se rinden. Cuando yo terminé el último poema, que se llama ‘Muerte y resurrección’, se acabó el dolor y comencé a vivir nuevamente. Pero el dolor de la pérdida del amor es fuerte”.

Tengo más amigos músicos que escritores porque los músicos son parranderos distintos.

Apasionada del picante, el cual podría comerse directamente del frasco, le gusta también la comida española, obviamente, la comida de mar. Los colores blanco y rojo. Su bebida favorita, el coñac. Le encanta bailar y parrandear, así lo afirma: “Me gustan muchas cosas, pero me gusta mucho parrandear. Me encanta parrandear y todos mis amigos… Yo tengo más amigos músicos que escritores porque los músicos son parranderos distintos, ¿verdad?, porque el músico está parrandeando, pero está tocando, está cantando, y como a mí me encanta la música pues en mi casa nos reunimos con muchísima frecuencia. Entonces cuando yo no estoy escribiendo o estoy ensayando para teatro o estoy metida en la oficina de la Asociación de Escritores, que le dedico bastante tiempo, puedes asegurarlo que estoy parrandeando con mis amigos”. Y el gusto por el baile le viene desde chiquita: “Me gusta mucho el bolero básicamente para cantarlo yo y para disfrutarlo tomándome un trago, pero para bailar, imagínate, desde chiquita me gustaba bailar mucho los mambos de Pérez Prado, que era una divinidad. Entonces claro, como yo estudiaba ballet, mis padres me llevaban a las fiestas de adultos y yo llevaba en el maletín mis zapatillas de ballet, mi tutú y mi disco de la danza de las horas, que era lo que yo bailaba, pero en ese mismo maletín iba el disco de Pérez Prado y una faldita con una camisita amarrada en la barriga. Y después que yo bailaba ballet, bailaba Pérez Prado, el Mambo Nº 5 y El Ruletero: ‘Yo soy, el ruletero que sí, que no, el ruletero’, eso me encantaba bailar. Me gusta la salsa muchísimo”. Cuando le preguntamos cuál es su pintor favorito nos respondió contándonos una historia maravillosa: “Me llamó muchísimo la atención Reverón. Yo conocí a Reverón, yo tendría como unos once años más o menos cuando un día mi papá me llevó al Castillete de Reverón. Y me sorprendió mucho el aspecto físico de él, la manera como se vestía, porque él cargaba un mecate amarrado en la cintura. Él se amarraba para dividir las bajas pasiones de las altas en el momento de pintar, y a mí eso me impactó mucho aún siendo una niña, haber visto a ese personaje, y además lo acompañaba un mono, un mono con una cadenita y él se movía ahí en el Castillete con su mono para arriba y para abajo como un hijo. Y después, haber visto sus muñecas de trapo que rodeaban todos sus espacios, me llamó muchísimo la atención. Claro, cuando he tenido la posibilidad de ir a Europa y visitar los museos, ¡claro, hay pintores excelentes! Pero Reverón estuvo allí también, en Europa. Hay maravillas, me gustan muchísimo los impresionistas. Me encantan”.

Esta interesantísima mujer artista como todo ser humano es una combinación de carnalidad y espiritualidad, pero en su caso esta oscilación, que en otras personas pasa casi desapercibida, es en ella muy obvia y notoria. Al preguntarle sobre Dios nos dijo que para ella es energía pura; en cuanto a cómo asume su aspecto místico nos dijo: “Lo considero bastante elevado. Bastante elevado, porque me dediqué por muchos años a estudiar filosofía y mitología clásica con el filósofo José Manuel Briceño Guerrero, estuve catorce años con él. Y eso me permitió mucho crecimiento en el orden espiritual y posiblemente como el lugar donde vivo es tan mágico me permite seguir cultivando esa parte y siento que soy una mujer bastante espiritual”.

Mireya Krispin y Jorge Gómez Jiménez
Mireya Krispin y el editor de Letralia, Jorge Gómez Jiménez, durante el Encuentro Binacional de Escritores de Colombia y Venezuela celebrado en Cúcuta en 2008.

Con todo lo anteriormente expuesto ya tenemos una idea aproximada de quién es Mireya Krispin, la mujer, la persona, el ser que vive y siente. Ahora vamos a conocer sus ideas y opiniones sobre la poesía y las demás formas artísticas a través de las cuales se expresa esta alma prodigiosa, que como ya dijimos es multifacética: “Yo no creo que a un escritor se le acorte nunca el camino, porque mientras tú tengas la posibilidad de seguir escribiendo hay apertura. Y yo creo que mientras el primo hermano alemán ese que llaman Alzheimer no lo ataque a uno, uno puede producir hasta el último momento. Entonces mi cerebro está vital y yo trabajo, trabajo mucho. Me encanta todo lo que hago y me gusta mucho el teatro y yo soy muy feliz trabajando en teatro. He montado casi todo García Lorca, que me parece además un tipo interesantísimo. Bueno, y de la misma manera como te dije que me eduqué yo misma, nunca hice un taller de teatro; la primera vez que me llamaron a trabajar García Lorca, lo primero que montamos fue el poema de ‘Llanto por Ignacio Sánchez Mejía’, pero teatralizado, sin cambiarle ni una palabra al texto, lo convertimos en una pieza teatral. Y después me tocó montar La casa de Bernarda Alba y yo fui Bernarda Alba. Un personaje muy fuerte, y yo pensaba que como yo soy amorosa y cálida no podía asumir el rol de esa mujer tan terrible, pero el teatro te hace descubrir todos los yos internos que uno tiene sin saber que están allí, y salió una demonia que estaba metida por allá adentro que yo desconocía que existía. Y fui la Bernarda más brutal del mundo, ¡horrible! Tanto, tanto, que en ese primer montaje Bernarda se quedó dentro de mí casi un año, no me la podía sacar. No me la podía sacar porque el personaje me cautivó, me cautivó lo duro de ella, porque yo nunca he sido así, entonces poder comportarme de una manera absolutamente distinta me llenó de regocijo y de placer, sí, y entonces me gusta mucho. Después he hecho muchas otras cosas, no solamente con García Lorca. He trabajado con varios grupos de teatro de Mérida y todos los personajes me gustan. Hice un personaje de una monja que me gustó muchísimo porque además salgo con un hábito y todo, rezando el rosario, y después me quito el hábito y abajo estoy con un body negro de encaje sumamente sexy y el personaje termina hasta con una masturbación en el piso. Ese personaje me gustó muchísimo, muchísimo hacerlo. Hice un personaje de hombre también en otra pieza teatral que me llamó muchísimo la atención porque yo era el amor, el personaje era el amor y el amor es masculino y singular, ¿verdad?, y ese era mi personaje. Me costó trabajo al comienzo porque yo como buena caribeña me meneo mucho cuando camino, y los hombres no caminan de esa manera, y entonces yo tuve que hacer un gran esfuerzo para caminar pareciéndome a un hombre, pero lo logré y además el personaje, yo, cargaba los ojos vendados, en toda la obra yo tengo los ojos vendados, caminar por el escenario con los ojos vendados fue fuerte, fue fuerte pero encantador para mí”.

Sería muy doloroso, siendo uno escritor, que viera la poesía en crisis, que la sintiera en crisis.

Para Mireya la poesía no está en crisis, no puede estarlo puesto que es un privilegio que Dios da. Para ella lo que sucede es que la gente no quiere leer poesía, de hecho —explica— se venden muchos más libros de narrativa que de poesía pero a quien le gusta la poesía y la entiende y disfruta no va a pensar nunca que está en crisis, y mucho menos si es escritor. “Sería muy doloroso, siendo uno escritor, que viera la poesía en crisis, que la sintiera en crisis. Para mí no”. En cuanto a si la literatura y la poesía son coto de una élite, es enfática al responder: “No tiene por qué serlo. De hecho, tú puedes ver, por lo menos en el campo, personas que son analfabetas y sin embargo tienen sus cosas escritas por ellos mismos, tal vez no escritas, son de memoria. Lo que es la tradición oral y se va pasando de una generación a otra sin ningún problema, no es necesario ser entre comillas ‘culto’ para poder amar la poesía, sentirla y escribirla”.

Cree que la inspiración llega por sí misma: “Se puede fabricar también, pero yo por lo menos la recibo directamente de la naturaleza, porque la naturaleza tiene toda la energía y te la regala. Te la da gratuitamente. Lo que pasa es que uno se empeña en absorber la energía de los seres humanos, por eso las relaciones de pareja suelen ser muy difíciles, porque ninguna energía se parece a otra, pero la de la naturaleza es perfecta. Entonces, si tú tienes buena capacidad de observación, ella te da todo y te permite crear las metáforas más bellas del mundo, pero te lo da la naturaleza utilizando todos sus elementos. A mí, por ejemplo, me gusta hacer poesía erótica y mis metáforas son todas con la naturaleza”. Finalmente, y para concluir nuestra charla, le preguntamos qué la motivaba y qué la desmotivaba para escribir, para crear, y nos dio una respuesta por demás original e impactante: “Muchísimas veces realmente uno se tiene que meter sus puñaladas traperas para escribir, porque cuando uno es muy feliz es difícil escribir. La poesía está ligada con el dolor, con la angustia, con las pasiones, y yo me considero una mujer feliz porque yo lo decreté en una oportunidad de mi vida. Cuando yo me divorcié la segunda vez yo me dije: ‘Mireya, si tú no te haces feliz a ti misma nadie te va a hacer’; entonces yo decreté mi felicidad y en ese estado tan lúdico es difícil crear. Es difícil crear porque todo es bello, todo es maravilloso, pero con sus puñaladitas traperas uno funciona. A mí me ha funcionado bien”.

Esta es Mireya Krispin, artista, poeta, actriz, creadora, amiga, madre, mujer, una caraqueña enamorada de Mérida y a quien le gustaría volver a Chartres, en Francia, y desayunar con champaña en el jardín junto al suavísimo río que allí corre. Un verdadero placer conocerla y entrevistarla, su calidez y alegría son definitivamente contagiosas inolvidables.

Ana Berta López
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