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Las palabras vuelan

domingo 6 de febrero de 2022
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Las palabras vuelan, por José Ruiz Guirado
Una verdad que esconde tiene trampa: aquello que llamamos eufemismo. Fotografía: Gaspar Uhas • Unsplash

Es necesario, obligado, no decir ni verdades ni mentiras a medias. Ni defenderlo por amistad, por corporativismo, por interés, por miedo, etc. Estamos viendo sus consecuencias a diario: el tiempo lo pone al descubierto, tarde o temprano. Y es también, fundamental, el lenguaje empleado: la palabra, a pesar de lo que mantuviera Séneca, “los hombres prestamos más atención a la vista que al oído”; sin embargo, ahí está la cita latina tomada de un discurso de Cayo Tito al senado romano, “verba volant, scripta manent” (“Las palabras vuelan, los escritos permanecen”, derecho civil). Las palabras se las lleva el viento (y no dejan rastro de sí); los escritos permanecen y hacen prueba. Sin olvidar aquello que nos legó Jorge Luis Borges: la palabra dicha en voz alta tiene alas y puede volar, en comparación con la silenciosa palabra sobre la página, que está inmóvil, muerta. Lo confirmaba don Pío Baroja: “Si quieres guardar un secreto, escríbelo”. Nos avisa, por tanto, de su trascendencia. Siguiendo el hilo llegamos al ovillo: aquellas verdades o mentiras a medias. Empero, hemos llegado más allá, a la otra cara, la otra orilla; ¿de qué manera?: haciendo verdad de la verdad. Pero una verdad que esconde tiene trampa: aquello que llamamos eufemismo. Sustituye a la palabra grosera, impertinente, incluso violenta; siendo verdad, la envuelve en papel de regalo, para evitar que se considere tabú. Eso que ahora llamamos políticamente correcto. Así, de esta guisa tan elegante, sin faltar y discreta, a una “subida de precios” lo que se le hace es una “actualización”; a un “cementerio nuclear” se le denomin, “almacén temporal centralizado”; a un “despido” se le denomina “amortización de puesto de trabajo”; a una “acción armada a traición y sin provocación previa” se le llama “ataque preventivo”; a un “asilo” se le llama “centro de asistencia”; a la “ruina” se le llama “cese de negocio”; a un “desfalco” se le llama “contabilidad indebida” o “desviar fondos”; a un “secreto de Estado” se le llama “documento clasificado”; a un “Estado fascista corporativo” se le llama “democracia orgánica”; a las “víctimas civiles inocentes” se les llama “daños colaterales”; a “abaratar despidos” se le llama “flexibilizar el mercado de trabajo”; a la “tortura” se le llama “interrogatorio intensificado”; al “tullido” se le llama “persona de movilidad reducida”; a la “prostituta” se le llama “trabajadora sexual”; al “defecar” se le llama “tránsito intestinal”; a los “trabajos forzados” se les llama “servicios a la comunidad”; al de ideología “franquista” se le llama “preconstitucional”. Y así podríamos alargar la lista… Pero no quiero dejar en el tintero otra que es de rabiosa actualidad: a “prohibir” se le llama “desaconsejar”. Esto es cuanto nos ocupa hoy; o sea, “faltar a la verdad”: “mentir”. Con la intención de “informar”, que el propio Machado, en boca de Juan de Mairena, lo definía como “estar al cabo de la calle”.

José Ruiz Guirado
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