
oficina de objetos perdidos
c. a. campos
Poesía
Editorial La Equilibrista
Tarragona (España), 2022
ISBN: 978-8419126122
114 páginas
1
Guillermo Sucre, en La máscara, la transparencia, afirma que “la obra sólo tiene validez imaginaria y como tal no es ni la realidad ni el mundo; sólo un modo de ver la realidad y el mundo, y de estar en ellos”. Este acierto de Sucre envuelve el universo de las palabras que definen la poesía que está, que dice lo que lee desde la perspectiva de quien entra en ella y se hace parte de ella.
La aventura de la poesía —en consecuencia— radica en ese estar en la realidad y en el mundo, sin descartar que el lector, repito, podría ir más allá para estar y ser, al hacer de ese estar un estadio que la imaginación conjuga con esa misma realidad. Es decir, sentirse esa realidad en ese mundo que el texto contiene. O imaginar el mismo texto desde las cosas o sensaciones que lo rodean.
Una lectura del poema destaca que quien lee es el poema mismo. De allí entonces la afirmación del ensayista venezolano: la realidad y el mundo podrían estar separados, pero no se desligan. La poesía juega con esos términos y posibilita la conjugación de ambos para revelarse imaginación.
La imaginación hace al lector desde lo imaginado por el poeta desde el estar, ese estar que es el mismo ser en un lugar, en un mundo, en un paisaje donde caben todas las cosas, todos los temas, todos los riesgos.
Lo primero que piensa el lector al leer el título es creer que formará parte de esas pérdidas, extravíos, de lo que no encontrará.
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En oficina de objetos perdidos, su autor, c. a. campos, da la impresión de un desacomodo de las cosas. Lo primero que piensa el lector al leer el título es creer que formará parte de esas pérdidas, extravíos, de lo que no encontrará, pero sucede lo contrario, el lector se encontrará con todos los objetos, sensaciones: las voces que hacen un libro en el que —de nuevo— todo cabe, todos los objetos en un espacio para estar en el mundo. Un artefacto de lectura que se traduce en la reducción de un espacio: una oficina como referente.
Se trata de 66 poemas, unos breves, otros extensos, tres en prosa, que le ofrecen al lector la posibilidad de seleccionar el objeto o la sensación y ubicarlos en el mundo.
El poemario, porque son textos de variados matices, de temas de diversos tonos y colores, después de un pórtico representado en el poema “cuenta regresiva”, está dividido en cuatro estancias: “i. la tos en los conciertos”, “ii. la casa número 16”, “iii. the big bang theory” y “iv. remedios caseros”. Una enjundia que demuestra el carácter libremente imaginístico de este autor que deja en el lector un buen sabor de boca.
Nuestro autor ve la realidad con toda la fuerza de una escritura que desvanece cualquier duda acerca de la búsqueda de quien no cesa de imaginar, de inventar, de transgredir esa realidad y hacerla imposible: su indagación está en la totalidad, en ese estar que Guillermo Sucre señala en su teoría.
Varios son los ejemplos que podrían sustentar la tesis del fracaso como tema, como poiesis.
3
Desde dos epígrafes usados por Campos para darle cuerpo a su libro se anima la poética del fracaso. Y así, S. Sylvester: “…la poesía no es un concurso de belleza”, y el de un autor anónimo: “nos une la felicidad que no podemos proveer a los otros, ese fracaso”, y así, se desparrama una poética que se encuentra en varias de las ideas de este volumen publicado por la editorial La Equilibrista en la colección Poesía en 2022.
Varios son los ejemplos que podrían sustentar la tesis del fracaso como tema, como poiesis, como alegato, como estar en la realidad y en el mundo que la rodea.
entonces la roca tuvo que aprender a rodar por sí sola, / después de años de ser arrastrada y empujada / por una roca más grande, / y estaba teniendo dificultades aprendiéndolo. / (…) / en donde era fácil agradar o pasar inadvertido, / en donde era difícil de medir el éxito (…).
El uso de dos gerundios consecutivos indicaría el correr incesante del tiempo, indetenible. Y así, la constancia del fracaso para “medir el éxito”.
El poeta portugués Fernando Pessoa aparece como sujeto para expresar la pérdida, en este caso, la del tiempo. Bien vale copiar el texto completo:
pessoa en nueva jersey
déjalo para mañana, lo de hoy.
aunque será tarde ya,
déjalo para mañana.
hoy lo harías muy mal (lo sabes)
y entonces no lo podrás
mañana remediar.
así que déjalo para mañana.
si se madurara hoy,
mañana seguro se pudriría.
así que déjalo para mañana.
hoy tu dificultosa tarea
consiste en dejarlo para mañana
o, mejor,
para pasado mañana, lo de hoy.
En este poema se contradice el dicho popular: “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”.
La roca que se desgasta, el tiempo que se pierde.
El tiempo, siempre el tiempo como personaje, se aposta en el fracaso, en el no poder o en el sí poder para no encontrar lo buscado.
4
Persiste el tema, una poética cuya ontología le añade a la realidad su incuestionable realidad. El autor, el poeta de esta travesía, así lo escribe:
debes hacer el viaje que no hiciste
el que tuviste que hacer
y cual el miedo al amor
o el miedo a perder (…).
El tiempo, siempre el tiempo como personaje, se aposta en el fracaso, en el no poder o en el sí poder para no encontrar lo buscado. Ulises en medio de tantos caminos hacia Ítaca, el viaje, el mito del extravío; por eso se debe “desconfiar del futuro”, toda vez que “aquí fue donde ella me dejó de querer”.
Las imágenes son recurrentes: “después de la luz, volvió la oscuridad”; “me alejo para acordarme del futuro / que no llegó a pasado”. Entonces el presente no existe.
Más claro: “ya que lo que me queda / es lo que he perdido”.
Y él, el yo desencontrado:
he salido a buscarme
ya que nadie me ha echado de menos (…).
Y completa el dolor del fracaso, de la soledad, del no estar o sí estar:
no me acuerdo si fue el mundo
que dejó de hablarme a mí
o si fui yo
quien lo mandó a la porra(…)
el puente que tanto nos costó erigir
se ha venido abajo (…).
5
En el texto “el mejor poema del mundo” están, como cierre, las recomendaciones para eludir o mencionar la imagen del fracaso, para sacudirse el tiempo perdido. Una poética que trasunta el extravío, que lo trata de apartar.
Pero en “fuera de servicio”, la insistencia, esta vez en un instante depresivo:
tengo días que no me afeito
ni me corto las uñas,
que se me para y ni me hago caso (…).
Un dejo de Bukowski no apacigua el tema, lo ahonda.
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