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Hefestia, la última ciudad civilizada, de Carmen Sogo

sábado 14 de octubre de 2023
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“Hefestia, la última ciudad civilizada”, de Carmen Sogo
Hefestia, la última ciudad civilizada, de Carmen Sogo (Círculo Rojo, 2022). Disponible en Amazon

Hefestia, la última ciudad civilizada
Carmen Sogo
Novela
Editorial Círculo Rojo
Almería (España), 2022
ISBN: 978-84-1137-258-9
148 páginas

1

Una ciudad muere, desaparecen sus habitantes, los niños dejan de nacer. Se extingue la esperanza o aparece un nuevo tipo de esperanza cifrada en la idea de salir a buscar la salvación. Una ciudad, Hefestia, fijada en un documento como producto de la imaginación o del resto de una civilización que perdió su destino, es relatada en una novela que recoge los pormenores de sus protagonistas: seres domesticados por la miseria, unos, mientras otros se resisten a aceptar que viven en un mundo en decadencia. O, si ya están convencidos, buscan la manera de salvar lo poco que queda a través de una exploración en tierras incógnitas, llamadas Tierras Hostiles, donde predominan el caos y la presencia de seres humanos salvajes y de animales mutantes.

Una ciudad que pudo haber sido una arcadia. Una ciudad a la que aún le quedan visos de civilidad, expuesta a los peligros de las geografías donde imperan el salvajismo y el terror.

Novela distópica que abreva en la narración posapocalíptica (en el caso de las Tierras Hostiles que rodean a Hefestia) y apocalíptica (en el caso de los sucesos que acontecen en la misma ciudad, toda vez que el evento destructor sucede en presente continuo), y de la que se desprende la posibilidad de salvación. Los sobrevivientes, acosados por depredadores, tienen la esperanza de salvar la ciudad. Pero aunque no todos son bárbaros, algunos justifican los excesos como una forma de “salvación”, de poder asistir como seres humanos a su propia expiación moral. Es decir, la dignidad de muchos personajes ha dejado de ser: se trata de sombras que viven entre ruinas. La miseria cumple su cometido: destruye el sentido antropológico y convierte a los actantes en seres mutados, renegados, castrados de humanidad.

¿Qué ocurrió para que el mundo se acabara? ¿Qué catástrofe provocó la caída de la civilización del resto del mundo y que Hefestia sea, probablemente, la única y última ciudad civilizada que queda sobre la tierra?

La ciudad es un monstruo habitado.

Un epígrafe usado por la autora del libro, calzado por George Orwell, sintetiza la aventura que leemos en Hefestia, la última ciudad civilizada, escrita por la española Carmen Sogo y publicada por Círculo Rojo, en España, en 2022. Orwell escribe: “Para sobrevivir a menudo es necesario luchar y para luchar tienes que ensuciarte”.

Cabría preguntar extraliterariamente si el desastre ocurrido con la civilización de ese mundo que nos relata Sogo tendrá que ver con el desdén ideológico.

Los personajes que habitan esta novela son sujetos de riesgo, respiran en el límite entre la bondad y la perversión, o entre la inocencia y la culpa (solapada por la necesidad), con la excepción del Fiscal y la Administradora, quienes buscan denodadamente, sin intereses subalternos, salvar la poca civilización que queda en la ciudad. Los demás están enfermos, tristes, porque la ciudad es así: enferma, triste, ruinosa.

(Cabría preguntar extraliterariamente si el desastre ocurrido con la civilización de ese mundo que nos relata Sogo tendrá que ver con el desdén ideológico, con eso que llaman el Nuevo Orden Mundial, de donde se desprende la descalificación del humano ser partiendo de cánones alterados biológica y psicológicamente. ¿Por qué no asumir como tesis la vieja idea de la superpoblación y buscarle salidas en un sentido arbitrario? Dígase a través de la infertilidad o de la creación de ideologías que afectan el nacimiento y crecimiento humano. En este caso, como afinca la novela, la muerte de los niños, o que las mujeres dejen de parir por efectos del agua no sana).

 

2

En esta novela “el futuro no existe”, según se desprende de la boca de uno de los personajes. Sus acciones, variables al filo de cualquier contingencia, denotan comportamientos disímiles, aunque en medio de la miseria trasuntan la posibilidad de una salida en grupo. Hordas, bandas, unas asesinas, otras que persiguen la sobrevivencia a través del robo, el allanamiento y el despojo.

Y hasta de la solidaridad, para evadir la soledad.

Es un mundo cerrado.

Es un universo donde los niños que han vivido en reformatorios huyen al exterior y llegan a expresarles a los encargados de tales lugares: “Señor, pregunte si es para humillarnos o para controlarnos mejor de alguna manera que no comprendo”.

Los actantes: Kaira, la que se embaraza de manera misteriosa, al parecer por la ingesta de agua hervida que contrarrestaría la infertilidad predominante; Raquel, Sebas, Róder, Invar, Kilian, Neón, el Fiscal, la Administradora, personajes que se tejen para conformar una historia donde el narrador imagina y explaya un paisaje desolador donde la miseria, el hambre y la violencia derivan en un mundo que se acaba:

—Se supone que no hay más lugares que esta ciudad.

(…)

Le habían enseñado que no quedaban más ciudades en pie, que las consecuencias del desastre, aunque lentas, lo destruyeron todo, especialmente desde que mutaron los animales.

La historia de esta novela expresa que el mundo ya no es, que sólo existe Hefestia, aunque es posible que existan otras ciudades como la de ellos. La duda se convierte en esta oración: “Las ilusiones no se comen”, mientras el hambre es también personaje.

Novela ahistórica (acrónica, digamos, por ser una revelación, una vértebra de la realidad aún no completada), novela nómada, fantasmal, donde el clima se ha desatado y la violencia juvenil forma parte del día a día. Novela sombría.

La vida es provisional para todos, cada vez más.

Entre la realidad y el sueño, las pesadillas.

(…) todos son pordioseros, vendedores y compradores (…). Casi han perdido la dignidad.

Los seres humanos también han cambiado: se alimentan de lagartos, insectos, grillos.

 

Queda imaginar otra novela en la que el lector reciba otros sobresaltos.

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Esta novela se podría ubicar al lado de historias como La carretera, de Cormac McCarthy; La tierra permanece, de George R. Stewart; La ciudad, poco después, de Pat Murphy; Cántico por Leibowitz, de Walter M. Miller, o Soy leyenda, de Richard Matheson, algunas de ellas llevadas al cine.

La proposición del Fiscal, puesta en discusión por la Administradora, deja abierta la posibilidad de que un nuevo paisaje se abra como ámbito posible, como tierra prometida, como afirmación a lo expresado antes en el sentido de que Hefestia estaba condenada a la extinción.

Queda imaginar otra novela en la que el lector reciba otros sobresaltos.

—Incluso podría ser que alguna ciudad antigua continuara existiendo. Que Hefestia no fuera la última. ¿No es cierto?

El Fiscal duda, se ve arrinconado por aquella joven silenciosa a la que no había prestado atención. Invar camina, se acerca a la silla donde él está sentado, le mira fijamente a los ojos acuosos.

—Encontrar esa ciudad sí que sería una gran misión.

Y esa misión acaba de comenzar con el cierre de esta historia, con la duda, con la esperanza, con la posibilidad de huida.

La búsqueda de una salida, de un escape, de la salvación, podría situarse en la sujeción utópica de quien piensa que es posible un mundo feliz, como titulara Huxley, y queda como advertencia en la duda que en La peste, de Albert Camus, el narrador expresa al final con estas líneas:

Oyendo los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada. Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa.

¿No cabía en la mente del Fiscal esta posibilidad, de que Hefestia dejaría de existir y que la búsqueda de un nuevo lugar era sólo un sueño, una utopía?

El pesimismo es también parte de ese nuevo orden que habita en las células de estos personajes. La ciudad, la última ciudad civilizada, nos está avisando.

La profecía literaria ya no es tal: es una realidad.

Alberto Hernández
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