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Epístolas a Séneca (VII)
Violencia, racismo y esclavitud

jueves 10 de enero de 2019
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Fotograma del film “Kings”, de Deniz Gamze Ergüven
Fotograma del film “Kings”, de Deniz Gamze Ergüven
Epístolas a SénecaSemana a semana, el escritor español Vicente Adelantado Soriano se cartea con el filósofo hispanorromano Lucio Anneo Séneca (4 a.C.-65 d.C.), por quien aprendió latín —para leer sus obras en su lengua original— y con quien discurre sobre los más diversos tópicos, actuales y no tanto.
Buscas para el género humano una rara cualidad, la inocencia.1
Séneca, Sobre la firmeza del sabio, 4, 3.

Ayer por la tarde, querido Séneca, buscando descanso en el cambio de ocupaciones, me fui con un amigo al cine. Estuvimos solos en la sala desde que entramos hasta que salimos. En un principio, tanta soledad, inusitada, nos hizo temer que nos hubiéramos equivocado de local. Pero no, estábamos en el correcto, en el que se proyectaba la película que queríamos ver.

Con el cine y el teatro me sucede lo mismo que le sucedía a don Jacinto Grau: debido a mi dureza de oído, en el teatro, salvo que esté en las primeras filas, no entiendo nada. En el cine, por el contrario, y más con los sistemas actuales de sonido, raramente pierdo detalle, a menos que los actores sean españoles: salvo contadas excepciones no saben vocalizar; siempre hablan como si estuvieran comiendo sopas. Me imagino que lo hacen así por mor de no sé qué absurdo realismo. Sea como fuere, no los entiendo. Pero las películas tienen, además, la ventaja de que se pueden subtitular. Y leer, todavía leo con bastante agilidad. Hay cines donde se proyectan las películas en versión original con subtítulos. Una maravilla para los duros de oído, como yo.

La justicia y la ley han delegado en los violentos, en la policía. Y así va.

La película de la que te hablo, Kings, de Deniz Gamze Ergüven. no estuvo mal, pero tampoco bien del todo, ni mucho menos. Viéndola no pude por menos que acordarme de ti, y, sobre todo, de aquella famosa frase creo que de Platón, cito de memoria: “doy gracias a los dioses por haber nacido griego y no bárbaro; por haber nacido hombre y no mujer…”. En este caso, ante los hechos que se estaban desarrollando en la pantalla, daba gracias por haber nacido donde he nacido, y no en el lugar donde se desarrollaba la acción de la película.

La película gira alrededor de una supuesta familia monoparental, en la que las relaciones no quedan nada claras. ¿Son todos hijos de la misma madre? Imposible. ¿Cómo puede tener y mantener a tantos hijos en la misma casa? Semejante focalización te hará ver, inmediatamente, que la cinta carece de rigor, de una visión crítica sobre lo que interesa en realidad, que es la violencia racial. En lugar de indagar qué sucedió para llegar a tal violencia, de tipo racista, la atención se desvía hacia dicha familia, en la que, insisto, no se sabe cómo se mantiene, ni a qué se dedica la madre para saciar a tantas bocas. Es lo de menos en esta historia. Toda ella tiene como excusa los disturbios que se produjeron en Los Ángeles en 1992 a raíz de la brutal paliza que cuatro policías blancos le propinaron a un negro, Rodney King. No se cuestiona la brutalidad de la policía, a la que responden con no menos brutalidad los negros. No se cuestiona nada en la pantalla. Y uno, horrorizado por lo que está viendo, da gracias por no verse inmerso en una situación parecida o similar.

La justicia y la ley han delegado en los violentos, en la policía. Y así va.

Inaceptable, además, la secuencia en la que se muestra a la madre esposada a una farola junto, cómo no, con un hombre. Ha sido detenida durante los disturbios. Los supuestos hijos, mientras tanto, tienen que comer, y sin nada que llevarse a la boca, corren a robar a un supermercado. El robo se convierte en algo divertido, gracioso, sin apenas importancia. Ambas secuencias, la de la madre esposada y la de los hijos corriendo por el supermercado, son absurdas de puro necias.

Es inevitable, pese a todo, la pregunta, ante el desorden y la brutalidad, de cómo se ha llegado a semejante situación. Y me fue inevitable no acordarme de tu época y de la esclavitud en Roma, junto con los juicios amañados. Los policías que propinaron la brutal paliza a Rodney King quedaron absueltos con argumentos tan peregrinos como que el policía le había pateado la cara con la pierna izquierda, que es la pierna mala… Pero la cosa ya venía de lejos:

Te equivocas, Lucio querido, si juzgas que la lujuria, el abandono de las buenas costumbres y de las demás flaquezas que cada uno atribuye a su tiempo son vicios de nuestra generación. Son vicios de los hombres, no de los tiempos; ninguna época ha estado libre de culpa, y si te pones a enjuiciar el desenfreno a lo largo de los siglos avergüenza decir que jamás se ha pecado con más descaro que en presencia de Catón.2

La pregunta ahora sería por qué han sucedido estas cosas, y, lo más importante, por qué siguen sucediendo.

La película no da ninguna solución, no es crítica. Juega, por el contrario, a esa necia objetividad, propia de las mentes perezosas, que consiste en repartir culpas por igual. Según dichas mentes, tan criminal sería Calígula como quien lo asesinó, tan malvado él como los senadores, y tan culpable Nerón como los hechos que lo empujaron al suicidio. Disiento de tal parecer. A mí, más que repartir culpas, me preocupa saber cómo se puede llegar a una situación tal, y así, de esa forma, poder evitarla, si ello es posible. Desde luego no es comparable la situación de los senadores romanos con la de los negros de EEUU. Ni de lejos. Éstos jamás han disfrutado del poder, ni de tierras, que yo sepa. Y ahí es donde echo en falta un análisis en profundidad, cosa que, como te he dicho, la película no ofrece.

Sí que son comparables, por el contrario, ciertas situaciones de estas personas con los esclavos de tu época, anteriores y posteriores. En un momento determinado, viendo la película, me acordé de aquel famoso banquete dado por un amigo de Augusto, Vedio Polión.3 Un joven esclavo tuvo la desgracia, en dicho banquete, de romper un valioso vaso; Polión los coleccionaba, y montó en cólera ante el estropicio. O se airó, como tú prefieres decir. Airado dio la orden, y no era la primera vez que hacía semejante cosa, de que el joven esclavo fuera arrojado a las morenas para que éstas lo devoraran. El joven esclavo se refugió en los pies de Augusto, a quien reclamó una muerte menos cruel. Augusto le perdonó la vida y destrozó todos los vasos de su amigo. Aquello no estuvo nada mal como gesto.

A menudo me pregunto, querido Séneca, si es posible ser sabio, virtuoso, en una situación como esta, de abusos permanentes.

Es más valiosa una vida humana, incluso la de un esclavo, que toda una colección de vasos, sobre todo cuando dicha colección es ajena. Quiero decir con esto que es impactante, vuelvo a la película, el asesinato de una niña negra en una tienda, regentada por una china o japonesa, porque ésta entiende que la niña le ha robado un refresco. Ni de lejos se puede comparar el refresco con un vaso de Polión. Pero en el fondo es lo mismo. No hay motivo para matar a una persona por un líquido que apenas si vale dos flacas monedas. Ahora bien, en un clima tal de violencia, cabría preguntarse cuántas veces ha sido robada y asaltada la tendera china o japonesa. Y vuelvo a la pregunta: ¿cómo se llega a ese estado de violencia? ¿Dejadez del gobierno o de los gobiernos? ¿Considerarse unos superiores a los otros por unos pigmentos de más o de menos en el piel? No me cabe duda que algo, mucho de esto, hay. Y es lamentable.

Recuerdo que siendo estudiante, un día, un profesor, que sin duda deseaba convencernos de la bondad de la historia, nos dijo que el hombre, indudablemente, avanza, y que cada vez es mejor. Para ello ponía como ejemplo que, en las antiguas guerras, al enemigo se lo masacraba. Luego en lugar de matarlo lo hicieron esclavo, lo cual, sin duda, para él, era un avance. Lo malo, y de eso no dijo nada, es cuando sociedades enteras se han montado y enriquecido sobre la esclavitud. Y desprecian y humillan aquello mismo que los está enriqueciendo. ¿Cómo quieren que contesten los esclavos? ¿No estaba más que justificada la revuelta de Espartaco? ¿No se planteó nadie que un esclavo también es una persona? ¿Y no lo es un negro? ¿De dónde sale tanto odio a unos y a otros? Creo que hay demasiados intereses por el medio.

A menudo me pregunto, querido Séneca, si es posible ser sabio, virtuoso, en una situación como esta, de abusos permanentes, de desprecios y de constante humillación cuando no de asesinatos. ¿Qué esperas obtener si a una persona la tratas como una bestia? ¿Qué decir del abandono cuando no de la risa de la justicia del débil y desprotegido? Sin duda la justificación para seguir tratándola como tal.

Tengo unos lejanos conocidos en EEUU. Tienen un rancho y trabajadores negros. El nieto de la dueña no quiere ir a visitar a sus abuelos por no respirar el mismo aire que respiran los negros. Me quedé a cuadros cuando me lo contaron. La criatura tiene diecisiete años. Qué difícil, por no decir imposible, ser sabio y virtuoso en semejantes circunstancias. Tenemos la violencia asegurada con semejantes energúmenos. Vale.

 

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Notas

  1. Rem difficilem optas humano generi, innocentiam.
  2. Erras, mi Lucili, si existimas nostri saeculi esse vitium luxuriam et neglegentiam boni moris et alia quae obiecit suis quisque temporibus: hominum sunt ista, non temporum. Nulla aetas vacavit a culpa; et si aestimare licentiam cuiusque saeculi incipias, pudet dicere, numquam apertius quam coram Catone peccatum est. Séneca, Ep. 97, 1.
  3. Véase Sobre la ira, libro III, 2 y ss.
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