Muerdo las palabras por la cabeza del pescado
Y presumo de metáfora marina.
Me invado
Reviento el paisaje
Las vísceras totales
Y nada más qué decir.
Por la sombra que cubre
Por la ingrávida hoja del árbol
Sobre el ojo vacío
De vítreas abluciones
Porque de nada
Me invado
Y me reviento
Mirando tu cadáver impreciso.
Luego de tantos niños haciendo monstruos
Con la ira
Reconvierto el insomnio
Me interroga este árbol venenoso
Y vuelvo a mis adentros
Que nunca fueron míos.
Sobre la cabeza sorda
Está la ventana
Un ojo moribundo
Un agujero de carne malograda
“La belleza es odio”, perfila el horizonte
Y cae la derrota a mis pies
Monje y puerta batiente
Muerte que nombra
Con la cara de quien no ha roto un plato.
Atesoro
Un odio de escalera.
Yo no estoy
Y toco a la puerta
Y me abro a mí mismo
Me busco en los ojos
Y mi alma goza de escalones.
No se trata de surrealismo:
Es la locura, pana. La locura.
Escalero la muerte sobre tu cara
Concha de árbol
Nariz precipitada a un año luz de tantos arrebatos.
A plena muerte
Pienso
Redoblo mis pesadillas
El muslo enloquecido
Mi nariz en silencio resumida en el tiempo:
La rígida sombra me hace el responsable:
Barba vegetal
Esqueleto cósmico
En el rudo alimento
De los viejos relojes de una iglesia.
(Después dicen que consumo algo)
En todo caso:
Un ojo es orilla y muerte.
Sibilante en el agua
Mira la agonía del pez
Y escapa
Nunca recuerda los cuerpos abandonados
Aterrados por la falta de muerte.
La calavera del caballo
Ata
A la luna sus párpados
Salta la pesadilla:
Vuelvo sobre los vientos
Y la tierra se pierde conmigo.
A veces me extravío en el diccionario
Confundo estiércol con boñiga
Y si es lo mismo por qué hieden distintas
Las palabras que muerdo
Y si significan lo mismo por qué
Su sabor es menos amargo que un jarabe.
No sé
Me resigno asintótico
Apocastasis
Anaudio
Furente
Anabapsis
Katabapsis
Exacción
Coludido
Y mistagogio
Y entonces entiendo:
No salgo del asombro
En medio de tantas voces me revuelco
De nuevo en la boñiga
En el estiércol
En las heces del cosmos
Y regreso en silencio con un libro cerrado.
Total: soy dueño de todo y nada me cuesta
No molestarme con quien me grita.
Y así quedo, sordo.
Muerdo un jugoso sustantivo
Y el verso degusta los labios del poema.
Cítrica, abscórbica,
La poesía se debate en la lengua
Como un pez recién lanzado al agua.
El bolo poético
Pasa primero por la deglución de un verso.
¿Por qué un poema que respira por la herida?
Porque la herida sigue abierta
Y el poema no puede enmudecer:
Respira, suda, defeca
Se cansa de no ser,
Hasta que muerde con rabia los bordes de la carne del lector.
Coda
Última mordida:
La gripe, los tumores y la poesía son como las frutas, maduran.
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