1
Ellas habitaban un cuento, sí: “Georgina”, entre otras. Y entre tantos paseos por el mundo, una brújula para detener el paso. Guillermo Samperio acaba de morir. O mejor, acaba de regresar a aquel cuento, “Zizka y los viajes”:
“Por fortuna, a edad temprana encontré, en un librito de pensamientos útiles, sugerencias prácticas de Francis Bacon destinadas a los viajeros, las cuales pude aplicar en los países que he visitado. Las cortes de los príncipes, las murallas y fortificaciones, ejercicios de equitación, esgrima y adiestramiento de soldados…”, y así continúa mi lectura de este libro que —amurallado al lado de uno de Poe— ahora emerge en el mismo instante en que Samperio abre la puerta y se marcha.
Samperio dejó muchos cuentos y novelas, seguramente sobados por el guante negro de este personaje.
Y lo hace para entretenerse en la posada de la señora Balázs y probar “el guiso de carnes”.
Fue en Hungría. Allí estuvo con Zizka y recogía de Bacon las palabras que aquí usa y desusa. Y con ellas comenta parte de los recuerdos de aquel viaje, en la mención que hace de la iglesia de Santa Cecilia y la “historia del pastor Jozsef Pasztor, un alcalde húngaro de la localidad nororiental de Eger, capital de la provincia de Heves, y un guante negro de mujer”.
Podría parecer poco interesante. La historia subyuga por la manera de decir, por el estilo, por la levedad de las palabras, tan de este Samperio en estas líneas, que de pronto podrían parecer distintas a las usadas en Gente de la ciudad (1986) o en Ventriloquía inalámbrica (1996), una de sus novelas.
La historia de Zizka, su participación en un ménage à trois, suerte de evento pornofílmico donde actuó un funcionario, destaca entre un café y la memoria de la mujer, quien fue abucheada por los comunistas más comunistas de Eger. Su vida era demasiado pública, pero Fernando, quien cuenta y es personaje, la oyó y la acercó a la vida.
Con su próxima marcha a Budapest, Fernando estrechó más su relación con la mujer, pero con una inocencia pueblerina.
Se alejó con sus maletas el hombre. Arribó a la capital y allí se encontró con su amigo Erich Hackl. No habló de Zizka, sólo quedó en su vida un guante negro que ella le regaló.
Samperio dejó muchos cuentos y novelas, seguramente sobados por el guante negro de este personaje que si fue ficción terminó siendo parte de la partida del narrador mexicano.
2
En el mismo libro, Aquí Georgina. Otro personaje que viaje de su casa a la calle, que sabe de cuerpos amados, que se deja sorber un pezón y el otro con la dulzura de la redacción de Samperio.
El otro relato, “Ella habitaba un cuento”, el mismo entrecomillado representa la síntesis de un relato que quiere escribir el novelista Guillermo Segovia, luego de un taller con unos alumnos. La idea fija, “Habitar el texto”, lo hundía en reflexiones mientras conducía su Volkswagen.
El cuento se hace realidad. “Ella habita un cuento” luego habita la angustia del escritor.
Finalmente lo escribió. Y apareció Ofelia. La obsesión por el cuento y su personaje conducen a Guillermo a un estado de confusión tal que toma una Colt 45 que guarda en un cajón y se dirige al piso superior de la casa donde piensa suicidarse. Pero aparece una mujer. El lector no sabe si es Ofelia o su esposa. No sabe quién es. En todo caso, Guillermo deja caer el arma al piso y encara a la mujer quien lo toma de una mano.
Un cuento incierto, pero certero en la manera de decir. Incierto porque quien mira la muerte de frente la convierte en una mujer fantasma. En una mujer que en el lector emerge de un cuento fallido en la misma ficción, descartado un poco antes entre las llamas de una papelera.
El cuento se hace realidad. “Ella habita un cuento” luego habita la angustia del escritor. Las páginas incineradas aparecen en el personaje, quien lo salva de volarse los sesos.
Ellas habitaban un cuento
Guillermo Samperio
Cuentos
Editorial Aldvs
Colección La Centena/Narrativa
México, 2001
ISBN: 9789701873250
71 páginas
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