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Un taxi hasta tus brazos, de Arnoldo Rosas

lunes 29 de julio de 2019
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“Un taxi hasta tus brazos”, de Arnoldo Rosas
Un taxi hasta tus brazos, de Arnoldo Rosas (Editorial Por el Ojo de la Aguja, Colección Novela). Disponible en Amazon

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Una isla y en ella una tormenta, una tragedia colectiva que se concentra en la complicidad del poder regional, metáfora de lo que acontece en la Venezuela de hoy.

Una isla, la Perla del Caribe, Margarita, es el escenario de una historia que remeda lo que no sólo pasa en ese pedazo de tierra sembrada en el mar cerca de tierra firme, sino en la llamada Pequeña Venecia que ha dejado de ser para convertirse en un temblor.

Desde esa insularidad, una novela, como tantas otras que han develado el carácter de los habitantes de Nueva Esparta. En esta que hoy nos ocupa, Un taxi hasta tus brazos (Editorial Por el Ojo de la Aguja, Colección Novela), Arnoldo Rosas relata las incidencias e infidencias de un crimen, de muchos crímenes, de la complicidad con el poder para cometer y ocultar los desmanes que desde sus oficinas se ordenan.

El narrador se vale de un tejido en el que varios eventos y varios perfiles humanos conforman el universo de esta novela en la que la metáfora del abuso, la de los intereses creados, definen lo que somos en este momento histórico.

Bien vale hacer un balance de ese poder desde la gran novela que es Cubagua, de Enrique Bernardo Núñez, donde la ensoñación, lo fantástico y lo real se entremezclan para fundar un mundo extraño, perfectamente delimitado por el viaje en el tiempo que hacen los personajes. Y si bien esta novela fundacional hace de una isla nuestro afín narrativo, por el carácter, repito, fundacional, de una manera de contar, la tradición nos acerca a otras obras como las de Renato Rodríguez, impenitente viajero como las sombras que Núñez resucitó en su obra. Y más acá, cerca, Francisco Suniaga en La otra isla, pieza narrativa que “habla” de un crimen como Rosas lo hace en la suya.

 

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Como buen isleño, como buen margariteño, Arnoldo Rosas se vale del humor para construir el relato o los relatos que se hacen novela en la medida en que salta tiempo y espacios mientras el lector ata las pausas, los silencios. Esta novela, bien estructurada, da la impresión de dejar vacíos, respiraciones alteradas: el narrador va y viene, viaja de un lado a otro dentro de la isla. Instala al otrora joven personaje principal en Trinidad, donde estudia inglés en un bar. Lo devuelve a la isla y lo pone a la disposición de un primo que hace de primera autoridad civil en representación de un Preboste totalitario, con perfil de Pedro Estrada por su disfrazada elegancia y amabilidad. Sustratos de nuestro pasado reciente en el que la complicidad, la mirada del soplón o la del esbirro formaban (y forman) parte de aquella (y de esta) cotidianidad. El calendario del presente nos dice que estamos imbuidos en el mismo clima de aquellos casi olvidados días.

 

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El cuerpo agonizante de una joven aparece en una choza en una playa de la isla. Las autoridades, encabezadas por el caudillo regional, enmascaran el crimen porque uno de los cientos de “hijos” del semental mandamás fue quien lo cometió. Para lograr su objetivo el Preboste se vale de un abogado, Raymond Costa, quien a su vez usa los servicios de su primo, Néstor Ortega, a quien apodan “la Billie” por su apegado amor hacia la cantante norteamericana Billie Holiday, afición que descubrió mientras estudiaba inglés en Trinidad.

El narrador elabora la historia detalladamente: descripciones, diálogos y variados ejes accionales mantienen atento al lector, quien espera dar con el nombre del culpable, un chivo expiatorio, que será enviado a tierra firme para tapar la culpa del asesino verdadero.

Pero más allá de estos incidentes, lo que nos dice la novela tiene que ver con el poder, con esa metáfora que es nuestra historia actual, donde cómplices, testaferros y mandaderos forman parte de la pesadilla que se vive en la isla en medio de un temporal tropical que arrasa con casas, calles, vidas, en una especie de reflejo que nos lleva al deslave de La Guaira.

 

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Nuestro autor se vale de la ironía para darle cuerpo a una idea del espacio donde se mueven los personajes. No usa los nombres en el español acriollado de las ciudades y enclaves geográficos. Burla burlando: Bythesea, Saltplace, Holy Ghost Valley, Guayke Village, Brunette Beach, Oaks Town, Cow’s Water, Death Male, Little Venece, Highness Grace Port son los toponímicos en inglés de Porlamar, el Valle del Espíritu Santo, Ciudad Guaiquerí, Pequeña Venecia, Puerto de Altagracia, etc. Trinidad es Las Tres Personas. Un juego de nombres para que el lector también juegue, traslade, traduzca el estado de ánimo de un margariteño que se burla de él y de la historia en la que se mueven sueños y amores soterrados.

La carnavalización topográfica destaca en el comportamiento de los personajes, quienes se deslizan a través de una historia que avisa de sujetos reales habitantes o no de la isla. Referentes que la memoria ubica en obras y libros publicados por ellos, como Chevige Guayke, Israel Centeno, Eloi Yagüe, Hugo Prieto, etc.

 

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La lectura de esta novela me acerca a La noche escuece, de Renato Rodríguez, toda vez que el personaje central de esta novela también estudia inglés en Trinidad, cuestión que era corriente en aquellos años en los que los margariteños enviaban a sus hijos a Puerto España a hacerse de otro oficio verbal. Igualmente, el carácter viajero del personaje de Renato, aventurero, domeñado por el poder de un abogado quien lo usa como “testigo falso” en declaraciones juradas en diferentes tribunales de Caracas. También siento la presencia de Suniaga en el evento del homicidio de un alemán en una playa de Margarita, lo que suscita una investigación que, como dice Victoria De Stefano de la pieza de Francisco Suniaga: “Esta novela construye un amplio entramado de acciones y personajes que se cruzan y se potencian alrededor de una indagatoria policial”. En la novela de Rosas la “indagatoria” se usa como bisagra para desnudar la corrupción, de la cual resulta, en uno de los finales de la obra, en un sueño.

Un taxi hasta tus brazos se resume en dos conclusiones: en la huida de Ortega por temor a ser asesinado por el Preboste y sus sicarios, entre ellos su primo, Raymond Costa, y no dejar testigo puesto que él fue el encargado de la investigación, lo que terminó siendo una pesadilla de la cual despertó y dio paso a la otra: un “happy ending” hacia los brazos de su amante en el taxi de uno de los personajes que participó en la movilización durante la investigación criminal.

La suerte de Ortega se cierra así porque la víctima muere en un hospital del Puerto de Altagracia y se lleva con ella el nombre de su asesino.

La lectura de Un taxi hasta tus brazos crea un ambiente real en el lector, quien se lee en medio de una borrasca social, política y económica parecida a la que viven durante días los habitantes de la isla y la que vivieron los de La Guaira en medio de un deslave electoral.

Alberto Hernández
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