Reseña de “Alebrijes”, revista nariñense de minificción, por Alberto Hernández

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La imaginación no tiene límites. Y cuando se usan las palabras, mucho menos. Ese menos tiene que ver con la extensión que ocupan las aristócratas y hasta indigentes palabras que forman parte de un relato. Podríamos pensar que dos palabras no le hacen cuerpo a una novela, a un poema, a un viaje espacial, pero todo queda en manos del lector, quien podría ser capaz de ir más allá de esas dos palabras y hacerse de un universo profuso, lleno de significados y hasta de anécdotas. Nuestro caso, el de todos aquellos que se mueven en el mundo de la brevedad, dos palabras son dos palabras y de ellas se pueden desprender el silencio y una borradura. Pero, me contradigo, también puede ser una historia que nos revela como ajustadores de cuentas de novelas tan extensas como Guerra y paz, Terra nostra, Don Quijote, etc. Igual podemos afirmar que en las vísceras de esas novelas tan llenas de mundo hay brevedades que sirven para beber y hasta soñar con el resto de las páginas que aún no hemos terminado de leer.

Hay muchos, muchísimos motivos para escribir corto, cortico, cortísimo o dejar que quien tiene la intención sólo diga que lo hará para que esa afirmación se convierta en un relato muy breve, brevísimo, casi invisible, pero rico en tonalidades y tesituras.

Y así como hay muchos narradores de brevedades, también hay quienes se encargan, de la manera más inteligente, de reunir esos sobresaltos y conformar una aventura que nos permite no sólo leer sino posar nuestros ojos en ilustraciones y en una diagramación que nos convida a seguir imaginando.

Delante de mí tengo la revista Alebrijes, espacio de minificción de la bella geografía colombiana de Nariño. Se trata de una publicación que recoge, en su primer número, colaboraciones de muchos países de nuestra lengua. Es un milagro donde las palabras nos juntan y nos cuentan, nos relatan, nos acercan a historias, pero también a breves estudios acerca de la minificción. Es decir, es una revista para pensar en acción y para aprender en pasión.

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Fundada por Jonathan Alexander España Eraso y dirigida por Alfredo Villarreal, Alebrijes cuenta con un Consejo Asesor Nacional y un Consejo Asesor Internacional donde laboran estudiosos y creadores de este género que en estos años está dando mucho de qué hablar. Hay toda una revuelta literaria alrededor de la microficción: el mundo se ha ido recogiendo de tal manera que ha concentrado la inteligencia sin dejar de ser extensa la reflexión, porque —precisamente— pocas palabras inventan galaxias.

Este primer número de Alebrijes se sustenta en la participación de autores de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, España, Honduras, México y Venezuela. Narradores y artistas plásticos hicieron posible este excelente volumen donde es posible vivir la magia de las palabras, voces de distintos colores, el misterio de las conjugaciones de quienes se pasean por atmósferas variables, densas y agitadas por la pasión del narrar.

El límite comienza en el infinito de cada contenido. Una respiración corta alarga la existencia de las inflexiones verbales que provienen de figuras de colores, mitológicas, misteriosas, mexicanas que cada día se hacen universales. Dragones de cartón y alambre de reciente data, animales de todo plumaje y pelaje abundan en la intemperie infantil que se hace adulta desde la recreación de mundos increíbles, tanto que es el diario vivir de lo posible. Bestias cuya belleza determina la presencia de todas las revelaciones, de lo que se sueña y se convierte en una realidad a veces puesta en duda.

Un alebrije es un invento cuya maravilla consiste en creer que los milagros son el recado de los dioses. Que la magia es parte de la realidad que a diario respiramos.

Acerca de
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Alberto Hernández

Poeta, narrador, periodista y pedagogo venezolano (Calabozo, 1952). Reside en Maracay, Aragua. En 2020 fue designado miembro correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua por el estado Aragua. Tiene un posgrado en literatura latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar (USB) y fue fundador de la revista Umbra. Ha publicado, entre otros títulos, los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Nortes (1991), Intentos y el exilio (1996), Bestias de superficie (1998), Poética del desatino (2001), En boca ajena: antología poética 1980-2001 (2001), Tierra de la que soy (2002), El poema de la ciudad (2003), El cielo cotidiano: poesía en tránsito (2008), Puertas de Galina (2010), Los ejercicios de la ofensa (2010), Stravaganza (2012), Ropaje (2012) y 70 poemas burgueses (2014). Además ha publicado los libros de ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981) y Notas a la liebre (1999); los libros de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994), Cortoletraje (1999), Virginidades y otros desafíos (2000) y Relatos fascistas (2012), la novela La única hora (2016) y los libros de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999) y Cambio de sombras (2001). Dirigió el suplemento cultural Contenido, del diario El Periodiquito (Maracay), donde también ejerció como director, secretario de redacción y redactor de la fuente política. Publica regularmente en Crear en Salamanca (España), en Cervantes@MileHighCity (Denver, Estados Unidos) y en diferentes blogs de Venezuela y otros países. Sus ensayos y escritos literarios han sido publicados en los diarios El Nacional, El Universal, Últimas Noticias y El Carabobeño, entre otros. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al italiano, al portugués y al árabe. Con la novela El nervio poético ganó el XVII Premio Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana (2018).

Sus textos publicados antes de 2015
12 • 104 • 119 • 189 • 208 • 209 • 210 • 211 • 212 • 213 • 216 • 217 • 222 • 224 • 225 • 226 • 227 • 242 • 259 • 284 • 290 • 297 • 299
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