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¡Feliz aniversario, amigos internautas!

viernes 4 de noviembre de 2016
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¡Feliz aniversario, amigos internautas!, por Rolando Gabrielli

Llegamos en un clic a los 11 años, en un abrir y cerrar de ojos y páginas que se van sucediendo hasta sumar más de 3.150 posts. Gracias por tu participación, muchas veces secreta, cruzando los mares y montañas. Así se hace también presente la palabra, sin fronteras ni barreras. No hay muros, ni guerras, nada, que las detenga, porque somos y seguiremos siendo verbo.

Ahora, palomas en la imagen, revoloteando sobre la inocencia y la paz de un niño, después de todo sólo tenemos 11 años recién cumplidos e ininterrumpidos. Son blancas, son grises, como los tiempos que nos atraviesan de punta a punta: sorprendentes, a veces decadentes, banales, pero siempre esperanzadores.

Pidamos lo imposible, dijo nuestra generación que interpretaba la juventud del mundo, aquella que asaltaba el cielo.

Un blog dedicado a la poesía en todo el sentido de la palabra, aún cuando escribamos en prosa, la palabra va más allá de la palabra leída a simple vista, de paso frente a nuestro ojos, como una ventana que nos amplía el paisaje o una puerta que abre otra y otra, como ocurre con el poema cuando es verdadero.

Piensa, amigo internauta, detén tu prisa por un solo instante, el mar frente a ti, la ciudad, todos los paisajes cotidianos hasta el más mínimo detalle, la imagen que buscas desesperado con tu celular, la voz que dejas correr anónimamente, lo que miras y no ves, tu nariz sobre un rostro difuso, de paso, nada más que un tiempo anónimo, insustancial, sí, lo creas o no, la poesía está en todas partes, te visita cuando menos lo esperas, te hace un guiño, envía una señal, es omnipresente a pesar de tus sueños de centro comercial, juego de casino, de tu mirada de ordenador, oído de celular, visión Instagram, de tu mundo Facebook.

Un cuerpo líquido atraviesa / la red de tus pensamientos, / ciudadano global, / solo muros, / ¿solo lamentos? / nada existe / si yo no existo.

La idea es que no te dejes atrapar por la red que te (des)informa, ni provee de ideas creativas, y sólo pone en tu mesa diaria la paleta del pintor banal, del astrónomo estrellado en el cosmos y no del viajero sin límites que conquista nuevos espacios, comparte mundos nuevos, se renueva en la palabra aventura y te vuelve a recordar la vieja frase del no menos viejo y estimulante París, ese Mayo de 1968: “La imaginación al poder”. Las paredes tienen orejas y tus orejas tienen paredes. “Es necesario llevar en sí mismo un caos para poner en el mundo una estrella danzante” (Nietzsche). “No es el hombre, es el mundo el que se ha vuelto anormal” (Artaud). “Prohibido prohibir. La libertad comienza por una prohibición”. La famosa sentencia de la Sorbona, ¿cuántas máscaras caen hoy casi medio siglo después? Eran nuestras voces en París, Nanterre…

Ahora preguntamos desde esta pequeña tribuna digital, bloqueada, censurada, como la vida misma en pleno siglo XXI, por poderes fácticos, absolutos, erigidos por sí mismos ante sí mismos por un dios que les acompaña supuestamente y lo convocan en medio del apocalipsis: ¿dónde está la imaginación? Pidamos lo imposible, dijo nuestra generación que interpretaba la juventud del mundo, aquella que asaltaba el cielo, tenía como símbolos las flores y el amor, luchaba por un mundo mejor, opinaba desde la más pura cátedra de sus ideales, principios, cultura, identidad, solidaridad e inclusión. Algunas de esas palabras se mueven como en un juego de dominó ante un dios que ordena todo a su manera con su mano invisible y se hace llamar mercado.

Un pensamiento que se estanca es un pensamiento que se pudre.

Palabras sacan palabras / la poesía es un pez en sus propias aguas / no escuches los cantos de sirenas / ni aún en altamar / Ni voces, ni espejismos / Ulises, oídos sordos a las viejas palabras / sólo escucha el telar de Penélope / el tejido de su canto / Ítaca, Ítaca (Rolando Gabrielli).

 

El sol cae en las palabras

Poema de la gran nación

A menudo escucho que toda gran nación
está propensa a la decadencia,
y uno ve en esos días previos avasallar
al mundo como un ratón.
No sé qué espíritu agachado,
pudrirse algo y no es semilla ni fruto,
pero acechan las dudas como cuervos,
sin temor a equivocarnos se repite la historia.
El pasado hace ruido de hojas secas,
a los pies de un árbol, un jardín inexistente,
las palabras ya no son ese dios vagabundo,
iluminado.

Nadie las considera más que a una falsa imagen.
En una cantera, la palabra, el mármol se desgranan,
y algún dios vagabundo se exime de opinar,
más que el agua pura de alguna nube
cae oscura su propia hiel.

¿Hasta dónde llega la muerte que sale de tantos cuerpos
al mismo tiempo en todos los lugares del mundo
¿Quién firmó este contrato colosal para el día de los muertos
y representarnos con fecha no expirable?

La muerte poco dócil espía el color vivo de la rosa
y deja su risa escalofriante en el jardín donde abona,
el olor de un viaje desconocido.

Donde no se ponía el sol o la noche era una oscura boca medieval,
el tiempo arrasa a grandes ejércitos en una emboscada.

 

Sabes el origen

Sabes el origen de mis palabras,
el misterio está en ti y la luz que dejas
al pasar.
Oh mi bella sombra,
no olvidas el cuerpo,
ni las horas por venir.
Silenciosa,
muda,
mutante.

 

Bajo las estrellas de Red Rocks

Bajo las estrellas
de Red Rocks
tus ojos ven por mí,
permanecen sobre un tiempo
sepultado por la memoria.
La montaña devuelve
este silencio helado,
sin palabras.
Rocas rojas,
piedras que nacen
de otras piedras,
más firmes dirás,
que las palabras.
En Red Rocks,
digo,
alguien cuenta
esta historia
sin palabras,
frente a las rocas rojas.

 

Denver, querida

Denver, querida, Denver,
¿por qué el pájaro está herido
y mi mano sangra?
La memoria nos detiene,
en Denver,
estas horas no bautizadas,
son de Denver, querida.
La ciudad es el límite
de tu ausencia,
mis palabras.

 

Amanecer

Amanecer,
el día coagulado,
enrojecida hora
del sol y la sangre,
tiempo de sacrificios.

 

No estás en el poema

No estás en el poema,
sino en el deseo,
en la palabra
que repite la palabra
y abre el poema.

 

Kim Phuc

Napalm, Napalm,
soy una niña que la muerte
no se pudo llevar,
soy Vietnam.
El fósforo es fuego,
quema hasta las entrañas
en la guerra de Vietnam.
No soy una imagen,
sino el horror,
la guerra de Vietnam.
Yo estuve allí,
desnuda, ardiendo
en el dolor y espanto,
sobre el asfalto de un camino
que no quisiera haber recorrido.
arde la vida y la muerte,
en el napalm,
mueren los arrozales,
las aldeas son arrasadas, las montañas
son arrasadas.
Esa de la foto que corre despavorida,
ardiendo por el napalm,
esa soy yo a los nueve años de edad,
en mi aldea de Trang Bang.

 

Piedras, piedras

¿Qué harían las piedras sin un camino,
con quién tropezarían?
Porque si alguien les puso algún destino,
no fue sólo para permanecer en silencio
o rodar hacia algún abismo,
tal vez buscar una ruta
con un rumbo definido.
La piedra tiene su propio amanecer,
quizás un mismo sitio, horizonte por ver
desde la superficie de su dureza sin rostro,
un paisaje que no le es del todo desapercibido.
Una piedra en el camino puede ser una señal.

 

Dónde estás

Dónde estás, ángel,
que en tus pies vuelas,
me pregunto, en verdad,
por tus pasos aquí
en mi memoria,
palabra escrita
sobre mi cicatriz.

 

El mar

El mar alimenta
los peces
La red alimenta
al pescador
El pez
ya no volverá
al mar.

 

La historia pasa

La historia pasa
en cualquier lugar
y hora,
como un cartero,
llena de palabras.

 

El sol cae

El sol cae
vertical
al mediodía
en mi memoria.
Me pregunto:
¿Cuál es el
punto ciego
de la sombra?

Rolando Gabrielli
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