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¿La poesía es inmortal o pasajera digital?

jueves 23 de noviembre de 2017
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¿La poesía es inmortal o pasajera digital?, por Rolando Gabrielli¿La poesía es inmortal o pasajera de la vida que la trata como una más del montón en el paraíso perdido de la palabra en el mundo digital de la imagen? Esta interrogante no inquieta a los académicos o sacerdotes de la palabra, ni siquiera a los poetas. Es más bien un ejercicio de la retórica vigente, una manera de subirse al carro de las inquietudes personales y de las continuas agresiones del silencio verbal de estos tiempos.

Es flor de un día, quizás la sombra de un instante, inclusive tú, Musa, no acompañas mis palabras que aún permanecen en mis propias palabras. No quiero hablar de abandono, ni buscar una legítima defensa de nada, sino permanecer en este oficio como un buzo de lágrimas rotas que busca en un mar ciego algunas palabras aún por decir.

Estamos en el reino de la posverdad y de la mentira rampante, fenómenos ya instalados en el carrusel líquido de la realidad. Reporteros y fotógrafos del celular compiten con los medios establecidos, los viejos instrumentos de la comunicación de papel, las ondas hertzianas y electromagnéticas.

Los nuevos gurúes, dioses del ciberespacio, Internet y todo el ejército de campanas vociferantes de la inmediatez, vaticinan la muerte de todo lo escrito, diarios, revistas, libros, y si eso está planteado en esos términos, qué espacio le queda a la poesía, habría que preguntarse, casi por instinto de conservación.

La poesía ni fu, ni fa, cuánto he escuchado, se ha dicho directamente o entre líneas para no despertar a la muerta, mientras los poetas continúan su ejercicio solitario, su búsqueda y ajuste del lenguaje y cuentas con el mundo del megadato. Cómo ser más interesante, atractivo, llamar la atención de una lectura, ante la enfermedad de los mensajes digitales virales. La mayoría tienen impreso el sello del mírame que aquí estoy cómo me veo… clic, clic, clic.

Tan vieja, incauta, a la intemperie, ninguneada, convocada en la frivolidad de la propia retórica, sigue viajando en el incesante río de Heráclito, pero bañándose una y mil veces en sus distintas aguas, como lo recomiendan las sagradas escrituras del verbo de cada poeta.

El duende andaluz, FGL, lo dijo en su momento: la poesía es el misterio donde tienen lugar las cosas.

Quedémonos entre la memoria de lo que no olvidaremos y el sueño que anuncia un nuevo amanecer.


A un lado del sueño

A un lado del sueño, un rostro no buscado,
a la medida de la máscara que lo posee
la noche crece y lo devuelve
a caminos desconocidos.
A esa imagen amada y dormida
he apostado el insomnio de mis días,
al caer un fruto sobre el techo de cinc
de mi casa e imaginar dónde germinará
mañana la semilla no sembrada.
Es hermoso saber que duermes
y que yo velo el sueño
de tu rostro no buscado.

 

Plan nocturno

El ejercicio consiste
en atravesar la noche,
sin obstáculos,
sombra por sombra
y cazar el sueño insomne
con todos los sentidos,
reproducirlo al amanecer,
limpiamente,
como un recién nacido.

 

Lo nuevo

Lo nuevo es lo que no se ve
y repetidamente pasamos desapercibido,
como si lo real no existiera
o dependiera del objeto construido
que no deja huella.
La duda está,
no en lo que no se ve y desea,
sino en lo que va y viene,
sin más sentido que las caprichosas
manecillas del reloj de un convicto.
Lo nuevo es lo que no se ve,
quizás a ninguna hora
que el tiempo pueda predecir o medir.

 

Tu viaje es tan largo como mis palabras

¿Internauta, quién eres y de dónde vienes?

Tu viaje es tan largo como mis palabras
o la ausencia de ellas por tu silencio.
Es un viaje por las estrellas
y en mi memoria el sol aún brilla.
En el viejo siglo de las torres,
estos indescifrables jeroglíficos
que dedico especialmente a ti, Bella,
asoman desde sus ruinas incomprensibles
como si fueran escritos para los dioses
y no significaran nada en nuestros días.
¿En quiénes confiamos las naves
antes de quemarlas?
¿o las palabras, sin ir más lejos,
desde su orilla indescifrable,
a quién responden?
Ah, si les pidiéramos que nos devolvieran
la voz perdida de la infancia,
algún remoto lugar saldría de la memoria
con su paisaje a recibirnos.
Todos los días no son iguales,
ni perfectos,
ni tienen el compromiso de hacernos felices,
por más que el tiempo
no sea más que una convención
o no exista realmente
y sólo nosotros volvamos a pasar
en el tren de estas horas infinitas
y en algún andén de la provincia global,
intentemos descifrar los días
que el calendario nos ha reservado.

 

Cuando atravieso la ciudad

Cuando atravieso la ciudad despreocupado
y suena una música de ocasión sin que la distinga,
no estoy pensando en esta época y su tortuoso destino,
ni en las campanas negras del terror,
que repican incesantes con sus guadañas en flor.
La muerte nos visita con sus espejos negros
y se viste para la ocasión como una desconocida,
parca, apártate de mis oídos y camino,
le digo, mientras mis sueños viajan intactos
por la vibrante, convulsa, anárquica ciudad.

 

Sobrevuela y vuela

Sobrevuela y vuela,
la altura de un tiempo imaginario,
boca del pozo de los brujos de agua,
la imagen de Chichén Itzá.
Un nuevo dios de los aires
preside el sitio,
pero en mi memoria,
sólo tú, ángel, con tus alas,
conviertes mis sueños
en realidad

 

Eres una pieza magnífica

Eres una pieza magnífica,
codiciada, única, bestia
deslumbrante.
La belleza
no te hace justicia,
amor.
Yo te erijo un altar,
palabra por palabra.

 

Deja que te cuenten

Dime qué lees
y te diré quién eres,
antes que cante
tres veces el gallo
de la poesía,
palabra por palabra.

 

El poema

El poema
toma distancia,
a veces,
de sí mismo,
no siempre se contamina.
Escribe y reescribe,
sus inconfesables palabras.
Siempre se aventura
y corre riesgos.
Aparentemente,
no siempre es el mismo,
cuando alguien lo lee.

Rolando Gabrielli
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