
Desde 1973, cuando Pablo Neruda fue posiblemente asesinado por la dictadura, ha sido atención de amigos y enemigos, y años más tarde hasta hoy día, el espíritu, la materialidad de su poesía, sigue confrontando críticos, envidiosos, obsesivos, detractores políticos, descubridores de la sal y la pimienta, escribiendo libros, páginas en los periódicos, hablando en radios, televisoras, tertulias, consigo mismo, lo cual ha trascendido al mundo, porque el autor de Residencia en la Tierra dejó una huella imborrable hasta para los ciegos. Es un poeta latinoamericano universal.
Neruda llenaba el Estadio Nacional, el Caupolicán, recorría el polvoriento desierto y el lluvioso sur.
Esto no quiere decir que en años anteriores su poesía no fue criticada; muy por el contrario, pasó por innumerables cedazos; no fue santo de devoción de grandes escritores como Borges, T. S. Eliot, Octavio Paz, algunos de casa y América Latina.
Confieso que no lo conocí
Confieso que no lo conocí, lo reitero, y tuve oportunidades, era un joven muy tímido, sin afanes de figurar, de buscar padrinos, y nunca me vi ni quise verme sentado frente a esta inmensa tortuga oceánica, escucharla con su voz lenta, gangosa, con su mirada viajera y una fama y admiración que reunía en todos los continentes del planeta su poesía amorosa y materialista.
Isla Negra estaba en mi memoria, como en muchos chilenos, poetas y lectores del mundo, pero también me interesaban otros poetas locales, extranjeros, amigos, jóvenes, la poesía como un acto de vida.
Pero Neruda llenaba el Estadio Nacional, el Caupolicán, recorría el polvoriento desierto y el lluvioso sur, era conocido en todo el país, y representó la chilenidad durante el siglo XX y una nueva poesía, aunque no nos guste decirlo y reconocerlo.
Antecedente del Boom
Tuvo dos grandes poetas enemigos feroces, Vicente Huidobro y Pablo de Rokha —se dijeron de todo—, y una corte de aduladores, chaqueteros, lisonjeros, rabiosos, como ocurre cuando surgen estas figuras que se mueven en todos los escenarios del mundo y uno de ellos conquista finalmente el premio más preciado por muchos.
Se ha escrito mucho de Neruda, Hernán Loyola tal vez haya profundizado más que ninguno de sus críticos por más de medio siglo; también existe una valiosa visión de su obra de Jaime Concha, Dámaso Alonso, Enrique Lihn, Margarita Aguirre, J. M. Cohen, Gabriela Mistral, Octavio Paz, escritores rusos, norteamericanos, uruguayos como el memorable Viajero inmóvil de Emir Rodríguez Monegal, Cortázar, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Vargas Llosa. La lista es interminable y no creo que Neruda necesite tanto respaldo literario. Carlos Fuentes reconoció a Neruda como gran influyente del Boom latinoamericano.
Pero desde que se atizaron sus restos en Isla Negra con las denuncias de que realmente fue asesinado como Eduardo Frei en la misma clínica, algunos han querido convertir la poesía de Neruda en un cadáver, entre ellos Roberto Bolaño. El autor de Los detectives salvajes, en su notable novela Nocturno de Chile, incluye a Neruda, pero se olvida que Nicanor Parra asistía a esas tertulias literarias donde en el sótano se torturaba a los opositores a Pinochet. No es que el antipoeta supiera, pero Neruda ya estaba muerto. Neruda diría, a mí que me registren, en vida sólo se le enfrentaron unos pocos, pero ha caído una avalancha de gran envergadura desde lo personal, más íntimo hasta su poesía, modo de vida, y toda la menudencia humana, después de su muerte.
Bajo los pies de Juana de Arco
Quizás eso somos los que estamos dispuestos a encender el fogón bajo los pies de Juana de Arco.
No voy a hacer ninguna defensa de Neruda porque creo que no la necesita; no formé parte de sus amigos, aduladores, aprovechadores, críticos de ocasión, amigos de fiestas, actores hollywoodenses que posaban para la fotografía del mañana. Nunca me hubiese atrevido a decirle Pablito, a pedirle un prólogo, ni una firma, ni sentarme a su mesa a beberme un espumante frente al mar y las caracolas. Lo máximo que hice fue escuchar Veinte poemas de amor y una canción desesperada en casa de unas amigas que recitaban junto al poeta con una religiosidad tibetana cada verso que impregnaba las paredes del modesto salón en que nos reuníamos los domingos a bailar.
En otra ocasión, ya lo he contado, lo divisé en el centro de Santiago en medio de una multitud vestido íntegramente de blanco, como si naufragara en su barcarola entre espumas y un oleaje de admiradores, y como si ni él mismo supiera que estaba entre tantos fervorosos lectores que disfrutaban un encuentro más allá del papel.
La caballeriza de un viejo castillo francés abandonado
También lo escuché a cuadras de distancia en un discurso de su candidatura presidencial, tan diferente a los políticos en general de ese entonces y ahora. Sólo era su voz gangosa, inconfundible, por los parlantes, que circulaba entre la silenciosa multitud que no quería perder una sola palabra y confiaba en una utopía.
Los últimos años los ataques han sido de una gran intensidad y algunos han apuntado directamente al corazón de su poesía.
Neruda es atacado como poeta, figura pública, comunista, en su intimidad —como si los poetas fueran santos—, porque con el dinero del Premio Nobel se compró una caballeriza de un viejo y abandonado castillo en Francia, porque tenía tres casas, porque le gustaban las fiestas, las mujeres, porque tuvo un nuevo amor en sus horas postreras, porque visitó el PEN Club de Estados Unidos, porque escribió sobre Stalin, machista, burgués. Un gran mal poeta.
Aún no hay indicios de que fuera gay.
En fin, no terminaríamos nunca, porque los últimos años los ataques han sido de una gran intensidad y algunos han apuntado directamente al corazón de su poesía, flechas tipo Robin Hood al centro de la manzana de la discordia y del placer de todas las Evas.
El enemigo más querido
Octavio Paz, que durante décadas detestó a Neruda por comunista y escribirle a Stalin, según cuenta Jorge Edwards, ya lo he escrito, le dijo telefónicamente que Neruda “es el mejor poeta de su generación. ¡De lejos! Mejor que Huidobro, mejor que Vallejo, mejor que Borges. Y mejor que todos los españoles…”.
Paz, premio Nobel, un ensayista de gran lucidez, calificó a Neruda como su enemigo más querido. En sus buenos tiempos criticó con firmeza y conocimiento su poesía política: eso le hace mal al gran poeta que es.
La crítica a la poesía de Neruda no siempre ha sido color de rosas, en ocasiones y no pocas, bastante ácida, justa, malintencionada, personal, en ocasiones de nivel, otras para arrastrar el poncho, pero nadie podrá batir el récord de Nicanor Parra, su legendaria obsesión por el poeta y su poesía, en un long play casi infinito que duró más de la mitad de su centenaria vida. Parra, que decía que muera la Cordillera de la Costa, donde vivía Neruda y, que viva la Cordillera de los Andes, donde él residía, se compró una casa no sólo en la Cordillera de la Costa (Las Cruces), sino también en Isla Negra, y dijo que lo hacía porque hacía falta un poeta en Isla Negra, ya muerto Neruda. Neruda dejó tres casas-museos que fue construyendo a lo largo de su vida a retazos, La Chascona, La Sebastiana y la de Isla Negra.
Parra dejó cinco casas, terrenos y una fortuna de más de dos millones de dólares. “En 1970, Silvia Pinto le pregunta: ‘Y de Neruda, ¿es amigo, enemigo, desconocido, admirador?’. Parra contesta: ‘No sería posible yo como poeta sin el antecedente de Neruda’”.
A Neruda le favoreció la historia
Lo de De Rokha y Huidobro fue otra cosa, tiro y tiro, un verdadero Oeste poético, no había tregua, era otra época, mientras que el antipoeta utilizó todas las artes, las más sutiles, irónicas, ladinas palabras, archimencionadas por distintos autores amigos y enemigos del Vate de Isla Negra.
Durante medio siglo, la poesía giró en torno a Neruda, habiendo otros poetas interesantes, la Mistral para empezar. Después del golpe militar, esto lo he contado, no me parece de más, me encontré con Enrique Lihn, le hablé de un poema de Neruda que circulaba por las manos del pueblo sobre los generales golpistas y qué pensaba él de la obra de Neruda. Probablemente fuera apócrifo.
Sabemos que Lihn se negó hasta el fin de sus días a reconciliarse con Neruda, a pesar de que el autor de las Residencias le esperaba en su casa; también conocemos de las críticas a su poesía, la ridiculización a sus memorias Confieso que he vivido y algunas cuantas otras ironías más.
Lihn en su juventud recitaba de memoria las Residencias en la Tierra. Pero eso es harina de otro costal, ya conocido.
Lihn, un crítico sagaz, lector febril, de inteligencia aguda, honesto, sin compromisos, creo que me hizo el comentario más sensato, sin aspavientos, ni retórico de segunda mano, cartas del Tarot ni otras argucias.
Neruda no contestó más ningún ataque, guardó el silencio del mapuche, entre las araucarias y la nieve.
A Neruda le favoreció la Historia. Inmediatamente pensé en la persecución que le hizo González Videla, era senador, la Guerra Civil de España, la Guerra Fría, sus continuos viajes por el mundo, la diversidad de su poesía, los escenarios que visitó. Me detuve en El viajero inmóvil de Rodríguez Monegal, honoris causa Universidad de Oxford, invitación del PEN Club norteamericano, embajador de Chile en Francia, candidato a la Presidencia de Chile, diplomático en Asia, España y, al final de sus días, el Nobel.
Lo curioso de todo esto, después de esa guerra de samurái con De Rokha y Huidobro, Neruda no contestó más ningún ataque, guardó el silencio del mapuche, entre las araucarias y la nieve.
Creo que no pasa un día que no piense en él
“En 1970, Silvia Pinto le pregunta: ‘Y de Neruda, ¿es amigo, enemigo, desconocido, admirador?’. El vate contesta: ‘No sería posible yo como poeta sin el antecedente de Neruda. Creo que no pasa un día sin que piense en él siete veces… Mira a la muchacha, casi de espaldas a él, sentada junto a la chimenea y corrige: ‘No, siete veces es mucho, digamos tres’. ‘La joven sonríe’” (Nacional, 14 de junio de 1970). Sus viajes a México, Argentina, Perú, Brasil, Italia, Francia, sus amigos desde Picasso hasta el más inimaginable de los personajes de esa gran época, García Lorca y muchos otros.
Lo de Lihn, autor de ese libro indispensable de la poesía latinoamericana, La pieza oscura, fue una respuesta sobria, serena, inteligente, abarcadora, neutral, y yo diría, hasta respetuosa.
En medio de las críticas, que no son pocas, demoledoras por momentos, que le llevan a calificar el poema “Machu Picchu”, del Canto general, como una montaña de retórica, sostiene que esta crítica, la de su obra, “sólo se puede validar si se hace primeramente justicia a quien, con toda probabilidad, es uno de los dos o tres más grandes creadores, en su tiempo, en nuestro idioma, y, en cualquier caso, el más influyente de todos por el espacio de varias generaciones”.
Sus obras completas son una montaña de papel
También dijo Lihn, como una hipótesis de trabajo, que esa montaña o cadena de montañas de papel que son las Obras completas de Neruda, semirrematadas por un librito de anécdotas —Confieso que he vivido—, obras que siguen aumentando de volúmenes en el presente, “empezó a desmoronarse en forma directamente proporcional a su crecimiento”. El poeta de Poesía de paso alude al rol que asumió Neruda de poeta político.
La belicosidad del guerrero ocasional y del pacifista político, según Lihn, desgastaron al poeta.
Hay un mar de contradicciones sobre las críticas a sus obras, algunas coincidencias, es una especie de montaña rusa donde el poeta sigue viajando sin detenerse y nos hace señas de tiempo en tiempo, como diciendo, esto es la poesía. Este libro donde Neruda es el villano de los villanos, no se ha hecho, las críticas al último aedo, como le llama Lihn, al vate, como se le conocía en Chile, Pablito como le decía Parra, molusco con la técnica del boomerang, histrión, mano de ofidio le llamaba De Rokha, bacalao, Huidobro. Se podrían escribir libros y libros, de hecho hay uno que se llama La guerrilla poética, pero me refiero a que hay muchos más protagonistas posteriormente. Esa pelea fue entre tres mastodontes, después aparecieron chivos, zorrillos, comadrejas, escorpiones y agudos críticos. Se dijeron muchas cosas más, Neruda contestó y sin censura, en esa época de espadachines, ya lo habían tratado de cabrón, ladrón, plagiador, etc.
Aquí estoy / con mis labios de hierro (…) ¡Cabrones! / ¡Hijos de puta! / ¡Hoy ni mañana / ni jamás / acabaréis conmigo! (…) A mí no me alcanzáis con anónimos, / ni con saliva (…) Tierra y tierra y tierra, / gusanos, / para vosotros, / falsos caudillos interrumpidos por la envidia (…) Os meo, envidiosos, / ladrones, hijos del hijo del suegro de la puta, / os meo eternamente en vuestros hígados / y en vuestros hijos (…) Descubriendo odios, / fabricando pequeños plagios, / enviando anónimos que la peor enferma de histeria rechazaría / disfrazados de comunistas, náufragos y fecales, / y mientras a la mamá sacan dinero (…) aquí estoy, / echando hasta morirme poemas por los dientes…
Más tarde Gonzalo Rojas, que ya había tenido varios rounds con Parra, también apuntó a Neruda y el diario La Tercera dejó por semanas una nota virulenta: “Neruda era obsecuente. Él era arribista y lo fue desde niño y lo fue de hombre”.
Borges, Neruda sobrevalorado, otro chileno, me temo
Borges, en privado en casa de Bioy Casares, se entretenía también con Neruda. El diálogo en la casa de Bioy fue de una notable pedantería que incluyó a Horacio Quiroga, a Gabriela Mistral y Neruda. Está registrado en el libro de Bioy intitulado Borges. “En la lista de los sobrevalorados… incluye a Gabriela Mistral, y también a Neruda, otro chileno, me temo” (página 1.506).
En Borges, Borges se define en medio de la tertulia con Bioy: “Al fin y al cabo los momentos de mayor grandeza que tuvo el país fueron siempre bajo gobiernos conservadores. Yo les dije: ‘Ustedes son el único partido razonable. Napoleón estaba en contra de los ideólogos. Ustedes no lo son’. Comenta después: ‘Estudio inglés antiguo, escribo versos medidos y rimados, me gustan los films norteamericanos, estoy inscripto en el partido conservador: soy un viejo de mierda, estoy perdido’”.
Parra fue un eximio francotirador. Pienso que aún debe estar soñando con Neruda, el fantasma de Isla Negra.
“Qué triste estar con gente que admira a Neruda”, dice Borges (página 919). No hay que hablar más entre los muertos; a veces, las palabras como lápidas asoman la cabeza en un presente que nunca es perfecto. El Bibliotecario fue un magnífico escritor, no veía el presente de Argentina, pero intuía desde Grecia, Roma, hasta los días que le tocaron vivir su último viaje a Ginebra.
Parra fue un eximio francotirador, disparaba en sueños, desde la Cordillera de los Andes hasta la Cordillera de la Costa, entre amigos, en los medios de comunicación, entrevistas furtivas, patios de la universidad, en cualquier momento tenía preparado el silenciador. Pienso que aún debe estar soñando con Neruda, el fantasma de Isla Negra.
(Quevedo, Cervantes, Lope de Vega, etc., fueron verdaderos espadachines. Esto no es nuevo).
Lo que siempre me llamó la atención es que después de esas confrontaciones de bares del Oeste, Neruda no le contestó más a ninguno de sus inquisidores, a excepción de Pablo de Rokha, que le llamó Perico de los Palotes en sus memorias (es decir, un don nadie en chileno), y una cita, sin nombrarlo a Huidobro, en su discurso del Premio Nobel. A Parra le llamaba juglar.
Cohen, de su obra (in)completa debe descartarse una tercera parte
El crítico J. M. Cohen, muy tempranamente en 1953, analiza, examina, critica y elogia contundentemente al autor de El habitante y su esperanza, coincide con Lihn y otros autores en que, de su Obra completa de 1.200 páginas, que después creció, debe descartarse una tercera parte de su contenido, constituida por monótonas vociferaciones.
A Las uvas y el viento lo considera un libro de un nivel bajo, la temática se desarrolla detrás de la llamada cortina de hierro. Con Canto general se han dicho tantas cosas contradictorias, opuestas: con todos sus defectos, es relativamente imperecedera (Lihn). “A mi modo de entender Canto general es el non plus ultra de un americanismo remozado y enriquecido por un poeta excepcional” (Jorge Elliott). Para Lihn hay malos momentos, y son muchos, en los que el autor de Canto general y tantos otros libros naufraga en una mera abundancia y preciosismos verbales acuñados en la superficie del lenguaje.
Cohen, en un enjundioso análisis, sostiene que Neruda es casi el único ejemplo de gran poeta materialista, califica el Canto general como su mejor obra y el primer libro de poesía hispanoamericana liberado casi enteramente de la tradición europea. En ese entonces, comentaba que es un gran escritor, casi el único poeta de hoy para quien todo el mundo material, del mineral al hombre y desde su patria nativa hasta la China comunista, constituye un tema y una inspiración.
Flores y piedras, pero siempre en el centro de las críticas, positivas o negativas, Parra le sobrevivió más de tres décadas y no pudo alcanzar el Nobel, pero llegó a las costas, a las playas nerudianas, y ahí se quedó con Huidobro y Neruda contemplando el mar infinito para siempre.
Para Cohen con Canto general es el poeta más grande de América después de Whitman. Algunos quisieron decir que Neruda era como un diamante en bruto, pero que no sabía ni entendía nada de poesía, era un genio natural. Lihn lo rescata en El circo en llamas, que su amigo Germán Marín recopila de sus escritos, y dice que “la originalidad de Neruda es el fruto de las copiosas lecturas minuciosamente asimiladas”.
Bloom: “Ningún poeta del hemisferio occidental de nuestro siglo admite comparación con él”
El crítico norteamericano Harold Bloom llegó a decir sobre Neruda: “Ningún poeta del hemisferio occidental de nuestro siglo admite comparación con él”.
¿A quién creerle? Yo diría a la obra, es lo único válido en un escritor.
Hay muchos testimonios más, vienen nuevos libros sobre Neruda, el personaje fue determinante en la historia del siglo XX en Chile, Latinoamérica y a nivel mundial. Un verdadero Buda.
Justamente el origen de este texto, que contiene información conocida, nació del aniversario de muerte de Neruda, 23 de septiembre, en homenaje a los cementerios de Chile y porque el diario ABC de España cita un verso nerudiano que no recuerdo, se me ha perdido, en relación con un problema político de España en pleno siglo XXI. He ahí su vigencia. ¿Neruda fue o no asesinado hace 45 años?
El inmortal Canto general
Repentinamente descubro entre mis libros un poema de Lihn en su libro La aparición de la Virgen y otros poemas políticos, editado en 2012, titulado Canto General. El libro es una recopilación de poemas de 1963 hasta 1987. Vaya título, en sí mismo es una ironía antinerudiana, pero también el poeta aprovecha para descifrarnos el nuevo mercado persa taiwanés en que se ha transformado el famoso Paseo Ahumada, donde se comercian chucherías de toda especie y el capitalismo tercermundista reina en este submundo deshumanizado, empobrecido, de plástico. La oferta de un país mejor encandiló a algunos, y otros quedaron envueltos en ese mercado de baratijas resolviendo el día a día en la afonía del Canto general. La metáfora de la precariedad, del Chile neoliberal, remozado por los campos de concentración, no a la medida del Canto general, sino del capitán general.
Es difícil encontrar un poeta en el mundo cuyos versos se hagan habla popular, como le sucedió a Neruda.
Para Lihn es su canto particular y pide que lo interprete el pingüino, un personaje de la calle Ahumada, que sobrevivía con las sobras y miserias del modelo chileno. Lihn hace alusiones a versos, frases nerudianas conocidas por medio Chile en mi época: “Escribir, por ejemplo… la noche está estrellada…”. Recuerdo que todo un teatro en Colombia recitó de memoria ese poema emblemático de Neruda, el veinte, poco después que Gonzalo Rojas criticó los versos cortitos de Neruda y terminó su conferencia.
Y ahí está Neruda con el título de una de sus obras más emblemáticas, envuelto en esta parodia, ridiculización irónica de un fragmento de la dictadura en acción y sus planes de encantamiento a la población.
El Canto general como una mueca muda, pero que si se le da cuerda a la lengua de plástico ella dice su Canto general, dice Lihn.
A Lihn le extraña que Neruda haya cedido la vanguardia a Parra. Creo que Neruda fue la vanguardia a partir de los veintitrés años y Parra pasados los cincuenta años, y con una obsesión que no he conocido en otro escritor en el mundo, quizás Bolaño, aunque Nicanor vivió 53 años más que él.
Es difícil encontrar un poeta en el mundo cuyos versos se hagan habla popular, como le sucedió a Neruda, titulares de diarios extranjeros, señales, como: “Me gustas cuando callas…”, “Para que nada nos separe, que no nos una nada”, “Es tan corto el amor y tan largo el olvido”, “Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. Ya no la quiero, es verdad, pero cuánto la quise”.
Neruda no fue perfecto, pero hizo respetar a los poetas y a la poesía chilena, primero en su país y luego en América Latina y en el mundo. Le dio dignidad a la poesía y a los poetas.
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