
Qué lío, se ha ido Leo. ¿Fin de la cruzada Barça-Madrid o viceversa? Ha partido el principal buque insignia de uno de los clubes de fútbol más emblemáticos del planeta Tierra de los últimos años, que se propuso ganarlo todo y brindar un eterno espectáculo. Su entrenador estrella, Pep Guardiola, lo llevó a presentaciones propias del Bolshoi, un ballet ruso sobre el césped del Camp Nou. Fue una época de oro, cuando Messi coleccionaba los balones y botas de oro, las copas europeas y del campeonato español, y rompía, inflaba las redes con su zurda de duende mágico. El azulgrana, considerado un “extraterrestre” del balompié mundial, había llegado a la capital catalana como un joven argentino que traía un sueño que tal vez sólo él conocía y que con el tiempo se transformaría en el Mesías. Debutaría en una de las catedrales del fútbol español a los dieciséis años y veinte años después, se marcharía en el marco de unas misteriosas negociaciones desconocidas integralmente aún, con 35 títulos en su mochila deportiva. A los dieciocho años hizo su debut oficial ante el Betis con un gol antológico y ya se intuía que traía un pentagrama personal, una música nueva, para sus futuros conciertos.
De los potreros de Rosario al Mediterráneo
El rosarino es un auténtico hijo del pueblo laburante, como diría un argentino, se inició en el Newell’s Old Boys, un chico viejo que con su espíritu juvenil renovaría el fútbol mundial, había llegado a un pueblo orgulloso, nacionalista, independiente, que se rendiría a sus pies, transformándose en un messidependiente. Con su mirada aparentemente distraída, silencioso, de aspecto frágil, poco comunicativo, pero siempre con el balón pegado al pie amenazando el arco contrario o realizando una jugada típica de un maestro del ajedrez, se expresaba en el campo de juego de manera letal. Rosario es una pujante ciudad argentina, ubicada en la provincia de Santa Fe, un polo cultural y cuna de leyendas deportivas y del arte. El Che Guevara, Fito Páez, Fontanarrosa, Bielsa, Libertad Lamarque, Di María, Menotti y Berni, entre otros, representan la creatividad en todos los campos de los rosarinos.
Barcelona, a orillas del Mediterráneo, ciudad que no conozco —mi abuela materna nació allí—, es muy distinta a Rosario, sin duda. La capital de Cataluña fue fundada hace más de cuatro mil años, antigua colonia romana, que lleva un nombre y no se sabe a ciencia cierta de dónde proviene.
Hay una memoria latinoamericana larga y sostenida en el tiempo en el fútbol español.
Los eslabones del sur
En el siglo XXI, hoy, es una ciudad próspera, pujante, industriosa, un polo cultural y económico en la península española. El mítico Joan Manuel Serrat le cantó y canta al Mediterráneo que la baña y también al sur desde hace décadas, identificándose con Suramérica. Hay lazos históricos, más allá de la conquista, los sudacas, las migraciones españolas a nuestra América. El fútbol, deporte de multitudes, de las grandes masas, ha sido un fuerte eslabón entre los continentes con las figuras legendarias que han exhibido el arte de un deporte colectivo que expresa también su belleza a través de extraordinarias individualidades. Di Stefano, Maradona y Messi. Los tres hicieron grandes, invencibles a los dos mejores clubes de España, y son argentinos. Desde luego que han jugado uruguayos, chilenos, mexicanos, colombianos, entre otros. El capital europeo y árabe, ahora, tiene la posibilidad de instalar a los mejores del mundo en los escenarios de los países ricos. El fútbol, el deporte, todo, es un gran negocio. Todos, menos los asiáticos, árabes, cubanos, nacionalizan estrellas, inmigrantes que no tienen más posibilidades que cambiar sus banderas para sobrevivir. Por ello, la frase de Messi: “nunca he dejado de ser argentino, y nunca he querido dejar de serlo; me siento muy orgulloso de ser argentino”, adquiere vigencia en estos tiempos donde la camiseta no pesa como antes. Sí, es un activo de dignidad, orgullo de pertenencia, identidad, una bandera perdida en nuestros tiempos. Sí, de los potreros del sur surgen estos talentosos jóvenes, como Ronaldinho, que hechizó las multitudes en los estadios de las grandes capitales del fútbol. Ejemplos hay muchos más, Bam Bam Zamorano fue el goleador del Real Madrid, el holandés Cruyff dejó huellas indelebles en el Barcelona y en la manera de jugar el fútbol total. El mexicano Hugo Sánchez, cinco veces Pichichi de la Liga Española por el Real de Madrid. Un desfile de brasileños. Y así sucesivamente, hay una memoria latinoamericana larga y sostenida en el tiempo en el fútbol español.
El Mesías cargó su cruz albiceleste
El 10 del Barça, hay que decirlo y reconocerlo a tiempo, ha derrochado disciplina, profesionalismo, palabra más bien del vodevil, sacrificio diría, es mejor, entrega, inteligencia y todo esto en una época donde se ve poco compromiso, y sobresalen los grandes atletas que devoran kilómetros en las canchas, pero que no enfrentan a nadie.
La partida de Messi del Barcelona es un reguero de pólvora por la prensa mundial.
El Mesías no las ha tenido todas consigo; comparaciones con la garra de Maradona, entre otras cosas; cargó la cruz de la selección argentina por varios años, conociendo la derrota en campeonatos mundiales y la Copa América. Se veía el rostro de la derrota a un ganador de todo. Fue paciente, esperó, perdonó a dirigentes, a hinchas y a un delantero que tuvo el triunfo de la selección en sus pies, pero no usó la cabeza. Por años esperó su turno y en la última Copa América, el capitán de la albiceleste dio una señal antes de empezar la copa de las copas de nuestro subcontinente: dijo que venía dispuesto a ganar y se vio esa voluntad en el campo de juego de inicio a fin. Terminó con una de las medias ensangrentada, vimos a un Messi, a la Pulga, al Mesías que fue a Brasil a levantar la primera copa de su selección, como si recién iniciara su carrera deportiva a los 33 años de edad.
Por estos días, la partida de Messi del Barcelona es un reguero de pólvora por la prensa mundial, toda suerte de especulaciones, las redes dicen lo que dicen las redes, todo forma parte de la historia de la leyenda que sigue su curso. Las verdaderas estrellas brillan donde las pongan, ellas construyen su propio firmamento.
PD
El Mesías dio su última cena en Barcelona; asistieron sus amigos íntimos, y ya deben saber su destino. Ya se sabrá si Judas o los Judas sacrificaron al Mesías. Lo cierto, al parecer, es que le espera el Parque de los Príncipes, un lugar digno para un Príncipe del Fútbol.
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