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Las formas encantadas de Gehry

viernes 13 de agosto de 2021
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Torre Luma Arles, creación de Frank Gehry
Creación del arquitecto canadiense Frank Gehry, la torre Luma Arles se inspiró en La noche estrellada, de Vincent van Gogh.

Como un niño que se divierte con las formas, el arquitecto Frank Gehry sigue jugando, entregándose a sus caprichos, a esta vitalidad de su arte, a los 92 años. Ha instalado la magia de su obra en la ciudad mítica de Arlés, en la Provenza francesa, donde Vincent van Gogh llenó de originalidad y un colorido brillante la pintura universal hasta nuestros días. De paso, compartió un tiempo agitado y muy productivo con Paul Gauguin. Algunos, impresionistas, fauvistas, cubistas, rastreaban en esos lares una nueva luz para iluminar sus pinturas.

Aquí, en esta atmósfera, el arquitecto canadiense se instaló con el arte de su arquitectura, la acuarela de sus formas y colores, erigió una torre de acero inoxidable y sobre el techo, dos mil paneles fotovoltaicos, en un viejo depósito ferroviario. Gehry, un maestro de las sorpresas constructivas, fue calificado de un experimentalista permanente en 1989, cuando recibió el Pritzker, en un templo budista de Japón.

 

Audaz, vanguardista, emblemático, sinuoso

Su torre cambia de colores, se asimila a su entorno, privilegia la memoria de Van Gogh, producto de los materiales escogidos por un Gehry que conjuga el futuro con la herencia que dejó al mundo de la pintura el genial holandés. La arquitectura tiene actualmente materiales muy versátiles y éstos responden al uso y destino que les otorgue el diseñador. Gehry tiene una obra emblemática, exitosa en Bilbao, el Museo Guggenheim, que es el triunfo de las formas como un barco de titanio que tutela, observa la ciudad vasca. Para algunos es una arquitectura audaz, vanguardista, que refleja la obsesión de su autor por la arquitectura como un factor de cambio, y su filosofía siempre ha sido aportar alma y sentimiento a la forma. Un periodista recientemente le dijo que algunos residentes de Arlés califican de arquitectura-espectáculo ese tipo de obra y sienten que amenaza la “autenticidad del lugar”. Gehry está expuesto a ese bautizo por sus formas rompedoras, un oleaje singular de materiales y colorido.

 

Gehry usó su paleta de colores para pintar el trópico e incluir diversas láminas donde se cuenta la historia de esta estratégica franja de tierra.

Museo de la Biodiversidad en Panamá

Gehry abandonó la construcción de centros comerciales en medio de una crisis, no sé si existencial o profesional, o ambas a la vez; lo cierto que se adentró en el arte de las formas y así nació el Museo de la Biodiversidad en Panamá. Tuve la oportunidad de conocer su construcción, muy extendida en el tiempo, desde sus cimientos, ver cómo surgían sus arbitrarias formas imitando la naturaleza que está tan presente en el istmo, cordón umbilical que une las Américas hace más de tres millones de años. Panamá la verde, así bautizaron el pequeño istmo hace más de medio siglo, y Gehry usó su paleta de colores para pintar el trópico e incluir diversas láminas, materiales especiales para aislar en el interior el intenso calor del área, donde se cuenta la historia de esta estratégica franja de tierra y su extraordinaria posición geográfica. El museo se divisa a lo lejos en la Calzada de Amador, en el Causeway, frente al océano Pacífico, en las proximidades del Puente de las Américas, y su refulgente colorido contrasta con la parte moderna del skyline de la ciudad.

 

Arquitecto de dos siglos

Este arquitecto apuesta a la creatividad, la participación activa de las obras que construye con la comunidad, un sí siempre al arte de la arquitectura y su compromiso para contribuir a una mejor sociedad a través de la influencia particular de los niños. Quizás su diferencia está en ver la arquitectura con su visión pictórica y escultórica.

Gehry es uno de los arquitectos de dos siglos, que de alguna manera, como Foster, Piano, Tadao Ando, Rem Koolhaas Nouvel, Siza, Souto de Moura o Moneo, entre otros, siguen renovando la arquitectura con sus diseños que no tienen fronteras. La disciplina, que ellos ejercen y ejecutan a través del diseño y las nuevas tecnologías, contiene obras relevantes en las grandes capitales y en ciudades en crecimiento.

El siglo XXI tiene sus propios retos de acuerdo con el crecimiento exponencial de los habitantes en las ciudades como de los servicios que éstos requieren. El espacio, como hábitat, ocio, sitio público, adquiere hoy el carácter de protagonista en medio de la pandemia, de esta crisis sanitaria, donde no escapan moros ni cristianos. Una gran tarea tiene la arquitectura en esta época, la participación planificada del Estado, con la empresa privada, en la búsqueda y ejecución de respuestas que se hagan cargo de las demandas sociales. Se está sintiendo la crisis urbana en no pocas ciudades, es un aviso que se debe tomar en serio, los plazos se acortan, se requiere entender la ciudad como un todo.

 

Algo más que la tecnología

Hay un gasto en horas y económico, un estrés poco tolerable por parte de la ciudadanía que recorre la ciudad de punta a punta para llegar al trabajo, faltan espacios públicos, y ahora se hace necesario intervenir la ciudad para dotarla de una mejor infraestructura para favorecer la movilidad de las personas y trabajadores.

La tecnología es una herramienta importante, sin duda, pero no suficiente; se requerirá la voluntad del Estado y de la empresa privada para trabajar de manera conjunta por el bienestar de la ciudadanía. Los iconos son interesantes, los rascacielos, esas megaobras deslumbrantes que atraen turistas, embellecen, distinguen una ciudad, la hacen deseable para los visitantes, pero ha llegado la hora de las urgencias, de los proyectos sociales, que incluyan a la gente y a esta generación que se está empoderando del nuevo liderazgo. Ciudades más compactas, con mejores servicios, transporte eficiente, espacio público suficiente para atender a la población, viviendas adecuadas, desarrollar proyectos que resuelvan los temas trascendentes comunitarios. La anarquía urbana, el despilfarro, el olvido de las apremiantes necesidades, les abrirán las puertas al malestar social, porque ya existe esa presión.

 

El medio ambiente nos está haciendo señales de humo hace tiempo, este año han sido más evidentes y no han terminado.

La belleza, arte, magia del diseño

Siempre estará presente la belleza, el arte, la magia del diseño, la funcionalidad, forma y contenido, como en el poema, un equilibrio que la estética sabe apreciar por su capacidad creadora. Seguro que, en la vieja ecuación de los tiempos, no ignora que en cada época surgen nuevas demandas, retos, viejos y nuevos desafíos que suman exigencias que superan la retórica de estos tiempos. El espacio, razón de ser de la arquitectura, el sitio, el lugar, adquiere un nuevo protagonismo más allá del habitual. Pero surge otro actor no menos trascendente, insoslayable, como lo es la sostenibilidad, porque allí descansa el futuro del planeta. El medio ambiente nos está haciendo señales de humo hace tiempo, este año han sido más evidentes y no han terminado. ¿Qué hace falta para que los poderes fácticos, reales, se den cuenta y actúen? Acorralar virtualmente a la naturaleza no es un negocio rentable para nadie. El que diga lo contrario, que no sucede nada extraordinario, está hablando desde el abismo.

 

Ciudades del bienestar y sostenibilidad

La arquitectura puede hacer mucho más de lo que está haciendo, comenzando por no sobrecargar a la ciudad con edificios que no sean autosostenibles energéticamente, obras que vayan en dirección opuesta a la naturaleza, abandonadas a la anarquía espacial que deteriora el paisaje. Este es su gran momento para ser el cambio; de hecho, muchos estudios se están manejando con estas coordenadas y comenzaron por transformar su metodología, incluir nuevas herramientas tecnológicas, formar y preparar equipos, acondicionar sus espacios, limpiar de hojarascas la superficie de las mesas en el amplio sentido de la palabra para ver el bosque de la arquitectura. El trabajo a distancia sigue haciendo su trabajo, pero hay que volver a reinterpretar la ciudad, recuperar los lugares, intervenir donde sea necesario, convertir el espacio maravilloso de la ciudad en un hábitat amigable, más humano, donde se pueda alcanzar la felicidad.

Rolando Gabrielli
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