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Safo, una musa más allá de un influencer

jueves 10 de marzo de 2022
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Safo
A Safo, para decirlo con toda claridad, dicen los estudiosos, no le importaba a quién amáramos, sólo el amor.

Safo, la décima musa,
primera de esta palabra,
nos habla este día del amor,
aquí en la Casa de las Musas
de la poesía.
Canta Safo sus hazañas,
han pasado 2.500 años,
yo no la he olvidado.

Desde tiempos inmemoriales, los poetas, sin distinción de género, han cantado a la mujer, a su belleza, amor, inteligencia, sabiduría, maternidad, defensa y compromiso con la vida. La musa griega sigue estando presente en la inspiración artística que derraman estas hijas de Zeus y Mnemosine, y yo sigo invocando la mía. Erato y Calíope son las musas de la lírica poética, heroica, epopéyica, que, junto a las demás protectoras de las artes, fueron prohibidas por el cristianismo en la Edad Media, por orden del emperador romano. Pienso que esta bella creación de la imaginación humana, y que reconoce en el sexo femenino la inspiración creadora, es el más grande homenaje que podemos hacer a la mujer en este y otros tiempos.

 

El lenguaje del amor

La famosa poeta griega, Safo de Lesbos (la décima musa, según Platón), en el 600 a. de C., creó la Casa de las Musas en la isla de Lesbos, donde se cantaba al placer, a la unión, no al matrimonio ni a la procreación, se adelantó veintiséis siglos a estos tiempos disruptivos, que llamamos también innovadores, nueva realidad. Sostienen los influencers, los filósofos de la opereta moderna, que el futuro nos creó un presente perpetuo, y Safo, en una isla (por supuesto no estaba pendiente del mercado, ni de las bolsas), miraba el futuro por su propia cuenta y sentenciaba, poco antes de morir, que jamás sería olvidada. Bueno, marzo de 2022, aquí estamos rindiéndole homenaje, junto a las mujeres del mundo, de este y cualquier tiempo. De Safo se habla del lenguaje del amor y del deseo, que permanece intacto en nuestra época, donde las tecnologías irrumpen del desayuno a la cena, como una teleserie de Netflix. A Safo, para decirlo con toda claridad, dicen los estudiosos, no le importaba a quién amáramos, sólo el amor, trascendió el género, algo que hoy se comenta en las radios de manera casual y casi inadvertida.

Estas palabras rinden homenaje a la mujer en su fecha universal, oficial, aunque este reconocimiento no debiera tener tiempo en un calendario, sino asumirse como algo cotidiano, aunque los nuevos tiempos intentan reivindicar afanosamente el papel de la mujer en la vida y sociedad contemporánea. En nuestro tiempo, más allá de las musas reales, heroínas, científicas, políticas, escritoras, filósofas, faraonas como Cleopatra, bailarinas que nos aproximaron a los ángeles, mujeres que plantaron su bandera ante la discriminación, a favor de la libertad, en defensa de sus derechos, que levantaron sus familias desde la pobreza y el dolor.

 

Recuerdo a mi madre, a mis tías, profesoras, amigas, primer amor, compañeras del colegio, universidad, del trabajo.

Madre Coraje sigue luchando

Hay nombres que la historia ha recogido para el mármol, en todos los campos se han distinguido, desde el fogón de una casa indígena conservando su lengua en alguna montaña desconocida, a la humillada, esclavizada África, en los laboratorios científicos, todas las artes, deportes, en las luchas sociales, en las fábricas, talleres, en los territorios degradados por la miseria urbana, en las guerras y conquistas vikingas, hasta el espacio, el cosmos, un lugar soñado por nuestra especie desde tiempos inmemoriales. La mujer sigue estando allí, presente, es madre, como la tierra, nacimiento, vida, y seguirá siendo lo esencial a pesar de las nuevas tendencias, roles, fraseologías de ascensos, palabras mágicas, nuevas clasificaciones, plataformas hacia algún planeta desconocido, etc.

Recuerdo a mi madre, a mis tías, profesoras, amigas, primer amor, compañeras del colegio, universidad, del trabajo, a todas aquellas que han significado algo en mi vida y la han hecho crecer sin interés alguno. En todas ellas ha habido una Madre Coraje, que en medio de la guerra canta: “No dejaré que me hablen mal de la guerra. / Dicen que destruye a los débiles, / pero esos revientan también en la paz. / Lo único que pasa es que la guerra alimenta mejor a sus hijos”. Ellas se han sobrepuesto a todos los vientos en contra y en esas pasadas épocas no existía la actual tendencia, filosofía, el empoderamiento en marcha vigente en el presente siglo, que es un reconocimiento a la equidad de géneros en nuestra sociedad contemporánea. (Es un comienzo, mucho queda por hacer, y no es una frase).

 

Las cavernas viven en nuestras ciudades

Veo en el imaginario de las cavernas a un hombre con sus greñas y rostro de pocos amigos de no haberse mirado nunca a un espejo, arrastrar del cabello hirsuto a una mujer por la tierra, como un objeto más de su espacio físico y conquista. A veces, el noticiero pareciera estar filmando una de esas cuevas prehistóricas, mostrándonos un día cualquiera como suele ocurrir frecuentemente en la city. La violencia ancestral contra la mujer viaja por la psiquis humana desde siempre y nos lo demuestra en las grandes ciudades o remotos pueblos, donde se encuentren un hombre y una mujer.

El mundo siempre pareciera viajar al pasado. Eso de que la historia se repite no pareciera una mera frase, más bien va como anillo al dedo. Muchas frases comodines, ajustes y reajustes, acerca del sexo débil, discriminaciones, abusos, atropellos, lugares comunes desde el trono y estrellato, la mujer diosa, dueña de casa, mercancía, y la lista actual supera la imaginación en cuanto a clasificaciones y reclasificaciones.

Sin duda, avanzamos en las tecnologías, pero el humanismo sigue siendo una tarea pendiente. Y la deuda con la mujer, impagable aún.

Rolando Gabrielli
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