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Palabra de poeta, en estos y otros tiempos

domingo 20 de noviembre de 2022
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Festival Internacional de Poesía de Santiago de Chile (FIP)
El FIP, que ya es una tradición desde 2018, se inaugurará en los jardines del Instituto de Estudios Avanzados (Idea) de la Universidad de Santiago de Chile.

Los tiempos no están para poesía, he escuchado decir a no pocos, como una frase que destapa un lugar común en el ámbito del desfalleciente género literario que Safo, Baudelaire, Whitman, Neruda, Pizarnik y tantos otros defendieron con verdadera pasión y tenacidad. El eslogan “Palabra de poeta”, que convoca la quinta edición del Festival Internacional de Poesía de Santiago de Chile (FIP), tiene un significado especial: la palabra no pasa de moda y el poeta es su guardián.

Del 24 al 26 de este mes, poetas del mundo, especialmente franceses, chilenos y la uruguaya Sofía Rosa, entre otros, se presentarán en vivo y en directo en jornadas de día y noche en diversas comunas de la capital chilena.

El FIP, que ya es una tradición desde 2018, se inaugurará en los jardines del Instituto de Estudios Avanzados (Idea) de la Universidad de Santiago de Chile, entidad pública cuyas raíces provienen de la Escuela de Artes y Oficios fundada en 1849.

La poesía chilena tiene alguna fama internacional, sobre todo en el mundo de habla hispana, por sus dos premios Nobel, uno en el norte, Gabriela Mistral, y otro en el sur, Pablo Neruda, pero su historia es mucho más rica y variada por su temática diversa y la integran numerosos y sobresalientes poetas: Huidobro, De Rokha, Parra, Teillier, Gonzalo Rojas, Lihn, Hahn, Díaz Casanueva, Rosamel del Valle, Barquero, Anguita, Arteche, Uribe Arce, Rubio, Rolando Cárdenas, Gonzalo Millán, Manuel Silva Acevedo, Floridor Pérez, Oliver Welden, Omar Lara, Waldo Rojas, Zurita y otros más que recorren con la palabra la loca geografía chilena. Son los de mi memoria y tiempo, los más nuevos van galopando y tienen por delante toda la geografía nacional con sus montañas, volcanes, valles, desiertos, lagos, región antártica, ciudades, viñedos, minas, mar y mar, para ejercitar su palabra y sueños. No olvidemos que Chile surge de la fundación épica de La Araucana, del poeta español don Alonso de Ercilla y Zúñiga, quien inmortalizó a los originarios mapuches (araucanos).

No olvidar, diría:

Chile, fértil provincia y señalada
en la región antártica famosa
de remotas naciones respetada
por fuerte, principal y poderosa;
la gente que produce es tan granada
tan soberbia, gallarda y belicosa,
que no ha sido por rey jamás regida
ni a extranjero dominio sometida.

Ahí, frente a los precipicios, las araucarias y el sur infinito, los mapuches se jugaron el origen de la nación, sus tierras, lagos, volcanes, la geografía, cultura, los confines de una patria que se desangraba para vivir, nacer.

Los señoritos de Chile y Europa intrigaban en los pasillos de la historia para apoderarse del paisaje y las riquezas de la profundidad de la tierra y de los mares, del inmenso silencio de la historia.

Es la poesía, su palabra, la que funda y nombra las cosas.

El mensaje de este festival quiere decir que la poesía está, sigue y continuará viva mientras nuestra civilización respire, porque la palabra no sólo es comunicación, es la lengua que nos habla y convoca a pasar revista a nuestras tradiciones, memoria, futuro, atizar el presente si es necesario, y atravesar de la mano con nuestra historia. Son nuestras ideas, costumbres, conocimientos, los que se tomarán el escenario, la vida pública, y la poesía viajará de voz en voz, estará absolutamente viva, al alcance de la mano, haciéndose cotidiana como el pan y el agua. Es, me parece, una invitación para leer, hablar de poesía, atrevernos a cambiar de lenguaje en estos tiempos distópicos de vidas paralelas que no terminan de juntarse.

El poema es esencialmente fuego que arde en su propia llama, madera y metal que permanece sin fundirse en los tiempos, palabra franca que humaniza al hombre y libera el mundo.

 

Ah, la poesía
(La canción de Chile y otros poemas)

Un poema no va a salvar el mundo, me dijo una mujer cuando iba leyendo un libro en el metro, que ella descifró como un poemario, y yo me dije, esto es performance, la poesía puede brillar en las alcantarillas de la ciudad o morir en los museos de la academia.

La mujer cargaba una mochila, hoy la gente se desplaza para una aventura, estamos en guerra, sobreviviendo un virus, el cambio climático, el desempleo, todas las miserias reunidas en nuestras plagas egipcias. Sentí que los poemas, las palabras, me refrescaban, producían las dosis de oxígeno correspondientes a la travesía que estaba haciendo por la ciudad. Cada día es una carrera de obstáculos, agazapado en silencio, casi inmóvil, mudo, arrebatado de cualquier expresión corporal, protegido por una mascarilla y una careta de plástico que aún ficciona más nuestra realidad.

La mujer descendió en una estación cualquiera y se evaporó en la multitud como un poema que no busca pasar a la posteridad, ni cambiar el mundo, solo encontrar un lector que sienta que su vida ya no es la misma.

Ya no recuerdo la ciudad en que ocurrió esta situación, los sueños suelen ser no tan claros, a veces, enigmáticos y nos proyectan por cualquier lugar del mundo. Lo importante es que al poema le espere un lector.

Es tan simple, poema de Rolando Gabrielli

Es tan simple

Es tan simple,
Poeta,
—y el lector lo sabe—
La raíz del poema
está en la palabra.
Ese es su fruto.

Rolando Gabrielli.

 

Paréntesis anónimo

(Pero tú persistes en ignorar / que el poema es una pequeña luz / en la gran oscuridad / Si la palabra se extingue / nos apagaremos como la última puesta de sol / en la soledad del mundo / diluidos en el mar o detrás de las montañas. / Abismos, espejismos de nosotros mismos / vagarán reflejos sin cuerpo, ni espíritu / una llama extinguida en el fuego de la belleza.

En un cuarto / imaginar el mundo en una hoja de papel / la soledad de un otoño perdiendo la juventud / los pasos de la amada atravesando la mañana / tantas cosas que el poema dice y no dirá).

Rolando Gabrielli
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