
2023 se está despidiendo a paso de marcha con algunos eventos que reflejan un mundo en ebullición, agitación climática y confrontación bélica, pero también asoman proyectos que ilusionan en el campo del diseño y la arquitectura. Después de todo, habitamos esta tierra y necesitamos algo más que un techo para crecer, desarrollarnos, amar, ser felices. Ese debiera ser nuestro principio y fin, alcanzar la plena felicidad y construir un mundo cada día mejor.
Ver a Irak, Libia, Siria y ahora la franja de Gaza convertidos en escombros, pulverizados, sentir cómo se retuercen los cuerpos humanos bajo el cemento y se desploman junto a los hierros vencidos por las bombas, el paso de los tanques y la metralla sórdida. El mundo pierde ética, involuciona, se deprecia, bestializa, deshumaniza literalmente hablando, cuando ocurren estos acontecimientos viles que aniquilan la esperanza.
Afortunadamente, más allá del horror y del espanto, el hombre crea, innova, propone y apuesta a nuevos proyectos destinados a mejorar la calidad de vida, los espacios, y al mismo tiempo enfrentar los retos del cambio climático y del desorden urbano debido al acelerado crecimiento de las ciudades y no acorde con la infraestructura requerida.
En el campo de la arquitectura, las nuevas tecnologías, la creatividad, la imaginación innovadora, le salieron al paso a esta epidemia.
Es inevitable mencionar los efectos de la pandemia, negativos y positivos, y ahora los resultados ya palpables del cambio climático en las grandes ciudades y en el campo. La pandemia tuvo un efecto letal en la salud y economía, logró una desconcertante paralización de las actividades humanas en el mundo. No sólo los muertos no sobrevivieron a la pandemia, sino que muchos negocios se arruinaron o dejaron de existir, aunque surgieron otros con la fuerza de la imaginación y resiliencia. En el campo de la arquitectura, las nuevas tecnologías, la creatividad, la imaginación innovadora, le salieron al paso a esta epidemia, peste, que se viralizó como un vulgar reel en el mundo digital que pareciera transformar la realidad al alcance de la mano.
Durante la pandemia, en mi opinión, fuera de descubrirse las nuevas vacunas para combatir el virus, se develó la real existencia del espacio, su valor, importancia, la necesidad de contar con un espacio privado que permitiera enfrentar el encierro a que llevó el virus y también con un espacio público adecuado para desplazarse en la ciudad y poder al mismo tiempo disfrutar de un ocio seguro. Súbitamente, el hombre se dio cuenta de la importancia, además, de la naturaleza y su influencia para una vida saludable.
Los cambios a lo largo de la historia de la humanidad, en no pocas ocasiones, son producto de las crisis que terminan obligando a las sociedades a enfrentar estas situaciones o ser arrastradas como si fueran un tsunami. Y las catástrofes climáticas, inundaciones, incendios forestales, en la actualidad están de moda, lamentablemente, por lo que los gobiernos debieran tenerlas en su agenda como una prioridad.
El espacio no es una ilusión del metaverso o de la inteligencia artificial, sino que es algo concreto, medible, palpable, físico, por donde nos desplazamos y vivimos diariamente. Estuvo antes que nosotros, los humanos. La arquitectura, los arquitectos, los municipios, los organismos que tengan alguna inherencia en promover, construir, legislar, sobre el espacio público e intervenir en el privado, están llamados a mejorar la calidad de vida de y en las ciudades. El espacio no es aire o una masa de gas amorfa que se extiende como un chicle o constituye una atmósfera imaginaria. El lugar es la materia física por excelencia de la arquitectura y sobre él se construye nuestro hábitat. Espacio y salud van de la mano, podemos decir ahora sin lugar a equívocos, y fue la pandemia la que ha permitido repensar los espacios y relacionarlos al buen vivir.
2023 ya es considerado un año excepcional en la arquitectura contemporánea por la calidad de los proyectos emprendidos y realizados, por la reafirmación de una conciencia más colectiva tendiente a valorar, cuidar los recursos naturales y, sin duda, el espacio que habitamos. Este año se realizó en Dinamarca, Copenhague, el evento más trascendental de la arquitectura sostenible: seis mil participantes de 135 países. Su título lo dice todo: “Futuros sostenibles. No dejar a nadie atrás”. Estos encuentros globales dejan lecciones, pautas, trazan caminos, porque después de toda la arquitectura también trazan una huella. El encuentro en Dinamarca hizo foco en el cambio climático, en proyectos que impulsen la biodiversidad, hagan suya la inclusión social. La idea central es progresar rápidamente en el área de la arquitectura sostenible.
La arquitectura sabe y se repiensa, porque la historia en las primeras dos décadas del siglo XXI es muy diferente a las necesidades y retos del siglo pasado. Se plantea el diseño, la construcción, cómo cambiar el entorno construido, mejorarlo, adecuarlo a las nuevas condiciones sociales, económicas, al crecimiento urbano, utilizando las nuevas herramientas tecnológicas y, muy en especial, el ingenio humano para atender y entender los desafíos de estos tiempos. Creatividad, conocimiento, experiencia para utilizar la inteligencia artificial de la manera más productiva y que permita agilizar los procesos constructivos e incorporar valor agregado a la información requerida, si fuera necesario.
En Copenhague también estuvo presente la belleza y su poder transformador, porque después de todo la arquitectura es ciencia y arte. También hoy se hace necesario analizar cómo podemos avanzar, qué hacer para establecer un paradigma con acciones más sostenibles en el tiempo. La adaptación climática en la actualidad es más que una idea o un pensamiento fugaz de nuestra época.
La arquitectura, el diseño, se repiensa, nunca está satisfecho con el primer boceto, se interroga una y otra vez para habitar el espacio de la manera más coherente, práctica, y convertir el exterior y el interior en lugares únicos, donde es posible fluir, interactuar, disfrutar de algo personal y poder compartir al mismo tiempo la nueva experiencia que se está creando alrededor del espacio.
Todas las disciplinas del arte contemporáneo se citan en Venecia y este año se reunieron bajo el lema The Laboratory of the Future.
Entre los eventos de 2023, la Bienal de Arquitectura de Venecia ocupa un lugar de privilegio en el diseño y las propuestas arquitectónicas, como en los debates que interesan al mundo del el arte y la cultura de los pueblos, porque anualmente revisa, analiza, estudia, difunde las propuestas artísticas del mundo global. Todas las disciplinas del arte contemporáneo se citan en Venecia y este año se reunieron bajo el lema The Laboratory of the Future, el laboratorio del futuro.
El mundo ya es un laboratorio, el presente no está esperando el futuro, la dinámica constructiva es aquí y ahora, está en marcha permanente y Venecia destaca nuevas, jóvenes, emergentes voces de ambos géneros, que se reúnen por sus coincidencias de pensar el mundo desde sus territorios. La comisaria de la bienal, Lesley Lokko, resumió que, en cierto sentido, la bienal ha sido una experiencia curativa, una especie de cierre de una herida, de un vacío.
Mucho se habla del futuro, pero se confunde con un presente que no da espacio ni tiempo al porvenir.
Porvenir
Porvenir es una palabra con futuro,
no se agota en sí misma,
carece de límite y, sobre sus alas,
vuela más allá de su inagotable
significado que la sostiene.Rolando Gabrielli
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